05 septiembre 2022

DISCOS: MOGWAI "As The Love Continues"


Alguien a quien quiero mucho me planteaba hace poco la siguiente cuestión: ¿cuál es tu grupo favorito del mundo, del que tienes todos los discos, que más veces has visto en concierto y del que sabes casi todo? Uff, vaya pregunta. Días y días dando vueltas a la cabeza para acabar con un selecto grupo de finalistas: Yo la Tengo, Nick Cave and The Bad Seeds, Dominique A, Calexico, Tindersticks, Mercury Rev, Mogwai... Que haya fair play: empiezo a otorgar puntos en función del número de audiciones, lecturas, shows en vivo, visionados en Youtube, búsqueda de rarezas y curiosidades, ranking de días seguidos escuchando a ese grupo y solo a ese, capacidad de retentiva y reproducción en la memoria de mayor número de canciones en su integridad. Y finalmente los ganadores son… MOGWAI. Y no por los pelos, precisamente. Porque los escoceses nunca se van, a lo sumo se quedan en stand-by y cada equis tiempo emergen, resucitan como un titán y vuelven a azuzarme los oídos (ay, pobres oídos), las neuronas, las vísceras y, permitiéndome un poco de cursilería, también el alma. No sé qué tiene su música, quizá sea un ejemplo de eso que llaman música orgánica, lo que quiera que esa etiqueta signifique. Desde luego post-rock ya está claro que no es porque, como ellos mismos defienden, el término post-rock sugiere la muerte del rock y el rock nunca morirá (ya sabemos eso de “hardcore will never die”). Así que el poder del sonido de la banda de Glasgow puede que sea un misterio. ¿O puede que no? ¿O puede que de repente ese sonido se haya colado por las peligrosas grietas que se han abierto recientemente en el mundo, en la sociedad, en nuestras cabezas y haya logrado empezar a sellarlas? Quién sabe. Lo cierto es que, después de 25 años de carrera y una pandemia del demonio, Mogwai sacan a la luz su décimo álbum de estudio (siempre sin hablar de su eminente colección de bandas sonoras) y se plantan en el número uno de las listas de ventas del Reino Unido del infame Boris Johnson. ¿Qué rayos está pasando? ¿Es que el mundo se ha vuelto loco? ¿O es que definitivamente nos hemos dado cuenta de la diferencia entre el provecho y la basura, el trabajo y la impostura, la presunción y la honestidad? Como no soy socióloga ni musicóloga ni psicóloga ni antropóloga dejo de hacerme más preguntas al respecto y acepto la noticia con asombro y alegría, ni más ni menos que como la aceptaron ellos. Extraterrestres en un mundo de voraces humanos o seres humanos en un planeta extraterrestre ridículo y extraño. Ellos se lo toman bien. Les da la risa. Son agradecidos y humildes. Se plantan en la gala de los Premios Mercury 2021 felices y naturales, sin pizca de glamur, dispuestos a abrazar una experiencia novedosa. Probablemente son los bichos raros pero les importa un comino. Y lo más relevante es que después de todo el paripé siguen sabiendo muy bien quiénes son, por dónde caminan y de qué pie cojean. Saben que a lo mejor ya no volverán a alcanzar nunca más el top, pero les sigue importando un comino. Ese es el secreto, el seguro de vida de esas grandes bandas que después de décadas siguen funcionando y creando más y más leyenda.

Y no es extraño que “As the Love Continues” (2021) recibiera una acogida tan fastuosa, no solo porque necesitábamos más Mogwai tras cuatro años, un duro confinamiento y varias vacunas, sino porque es sin duda su mejor disco en mucho tiempo. Y en su caso hablar de mejor es hablar de excelencia, pues no tienen disco malo (solo alguno un poco fragmentario). Los escoces han vivido y padecido la crisis del coronavirus (y un Brexit, para más inri) como cualquier hijo de vecino, entre el miedo, la frustración y el desaliento, y en ese penoso periplo han conseguido hacer lo que tantos y tantos se propusieron llenos de arrogancia y jamás consiguieron: sacar algo positivo del desastre, crear algo grande con las cenizas del incendio. Ellos suelen concebir sus creaciones desde la distancia, enviándose ideas que vuelan, van y vienen por los circuitos de la telecomunicación. Esta vez esa distancia se ha impuesto como norma, y he aquí un disco trabajado, modelado e incluso producido (por Dave Fridmann, nuevamente) haciendo encaje de bolillos virtual. Sorprende escuchar el resultado: una colección de canciones sin fractura, un ente sónico en el que nada falta y nada sobra. Algo más clásicos y eléctricos, pero sin renunciar a ese sintetizador que pone la nota cinematográfica, ese voccoder que añade la anécdota robótica o ese reverb que desata el aura psicodélica. Desde el crescendo épico de “To The Bin My Friend, Tonight We Vacate Earth” hasta el emotivo cuadro emo que representa “It´s What I Want to Do, Mum”, este disco logra algo muy difícil de conseguir: desatar una hermosa y caótica tormenta de vibraciones que no se resiente hasta el último acorde, y la necesidad vital, animal, casi instintiva de volver a empezar desde el principio una y otra vez.

Escribía hace un tiempo que Mogwai era en sus comienzos el grupo que te ponías a escuchar cuando estabas deprimido o cabreado, aquellos tétricos riffs de guitarra, esas explosiones de ira que te dejaban medio sordo. “Young Team” (97) y “Come On Die Young” (99) fueron la banda sonora de nuestras penas a finales de los 90. Más tarde llegó “Rock Action” (2001) y en él ya pudimos empezar a ver un poco de luz, sobre todo en canciones como “Take Me Somewhere Nice” o “2 Rights Make 1 Wrong”. Y luego titularon su cuarto álbum “Happy Songs for Happy People” (2003) y ya nos rompieron los esquemas, los muy canallas, certificando ese sentido del humor typical scottish que no es tan diferente del nuestro. Por eso, y en comparativa, es curioso escuchar ahora temas como “Here We, Here We, Here We Go Forever” o “Supposedly, We Were Nightmares”, que destilan tanto optimismo, tan bailables, luminosas y expansivas. O comprobar que pueden sacarse de la manga hits de digestión inmediata, como ocurrió en su anterior trabajo con “Party in The Dark” o como ocurre en este con “Ritchie Sacramento”. También es sorprendente acreditar cómo pueden llegar al máximo cénit sinfónico (gracias a la aportación de Atticus Ross, por cierto) en la inclasificable “Midnight Flit”, o su increíble estado de forma como arquitectos del sonido, construyendo muros colosales de ruido ladrillo a ladrillo, como ocurre en la implacable “Drive The Nail”. También siguen mostrando su destreza creando envolventes melódicas a través de la voz encriptada de Barry Burns y dibujando repeticiones heroicas y emocionalmente devastadoras, logrando sonar como una auténtica orquesta a base de sintetizador, redoble y pedal; todas estas cosas ocurren en “Fuck Off Money”, quizá una de las mayores epopeyas de su carrera. Desde luego en un disco de Mogwai no podían faltar las bofetadas en la cara, los nudos y miasmas de guitarras a toda potencia que raspan y dejan sin aliento, faceta que aquí queda representada en dos piezas como “Ceiling Granny” y “Pat Stains”. Y quedaría hablar de ese delicioso arquetipo ambient que es “Dry Fantasy”, de cómo hacer pura magia con un sol y un do de teclado.

La edición que cayó en mis manos por arte de magia hace unos días incluye además las demo originales de “To The Bin My Friend, Tonight We Vacate Earth”, “Here We, Here We, Here We Go Forever”, “Supposedly, We Were Nightmares”, “Drive The Nail” y “It´s What I Want to Do, Mum”. Y qué interesante resulta escucharlas, asistir al embrión, a la idea inicial, al esqueleto de la bestia, al ensayo y la intuición. Es como meterse en la cabeza y en el estudio de Stuart, o de Barry o de Dominic e imaginarse cómo trabajan, cómo inventan, qué fuerza divina los guía para lograr ser tan colosales.

Y después de toda esta vorágine de reconocimiento y suerte, cuesta imaginar cuál será el siguiente paso. Para nosotros, esperar con ilusión un nuevo capítulo y poder volver a verlos en vivo otra vez, quién sabe cuándo. Para ellos, seguramente seguir trabajando. Y no para amasar fortuna, pues no hay banda más anticapitalista en el mundo del rock (por ahí deben de ir los tiros del título “Fuck Off Money”). Tampoco para ganar finalmente el Mercury que, por cierto, en 2021 fue a parar a Arlo Parks. Seguirán trabajando para dar a la gente lo que la gente merece y espera, un quid pro quo entre banda y fans, la más bonita relación de amor que pueda existir en el mundo. No lo digo yo, lo dicen ellos. Dicen cosas muy interesantes, y no solo a través de su música y sus surrealistas títulos, sino en las numerosas entrevistas que regalan sin reparo, siempre con una sonrisa pese al jet lag y la resaca. Que nuestros músicos idolatrados resulten ser personas de calle, gente normal, nos dice algo muy importante: que no hemos perdido ni un solo minuto del tiempo que les hemos dedicado. De momento a estos les he dedicado 26 añitos, más de la mitad de mi vida llevando a Mogwai en el walkman, en el discman, en el mp3, en el coche, en los bolsillos, en la cabeza.  Y seguro que nos quedan unos cuantos años más, pues para ellos no parece haber ni techo ni fondo. “No tenemos ningún secreto. Sólo somos unos tíos que se aprecian, dedicándonos a hacer lo que más nos gusta”. Eso lo han repetido ya muchas veces ante la contumaz pregunta de cómo funciona Mogwai y por qué funciona tan bien. Pues nada, felicidades y adelante. Que el amor continúe otro poquito más.

Gracias, Stuart, Dominic, Barry y Martin, por haberme devuelto la inspiración y las ganas de escribir.

Gracias, Manolo, por haberme devuelto las ganas de publicar. 

1 comentario:

manolo.dj dijo...

Ni siquiera he leído la reseña. Ni me he fijado de qué va. Eso lo haré, gustoso, en las próximas horas. Ahora, simplemente, brindo por tu regreso. Gracias!!