Existen dos vertientes muy diferentes de Damien Jurado. Una adornada y arropada por banda. La otra
temperada, despojada y sutil. El escenario imponente de anoche sugería una
puesta en escena profusa, aunque “The
Horizon Just Laughed” (2018), su reciente trabajo, aventurara lo contrario.
Y así fue, justo lo contrario. Lo contrario a lo que vimos hace dos años en la
capital. Ha vuelto el hombre sentado, envuelto en sombras, con su natural y
humana inseguridad. Es lo que toca ahora, actuar a dúo de guitarras, con la
compañía de Josh Gordon. Y aunque se
eche un poquito de menos la exuberancia de la trilogía de Maraqopa, no hay que
olvidar que Damien empezó por este camino, es decir, por el del más delicado
minimalismo. Y es igualmente efectivo en ambos formatos, aunque mucho más
cercano y solemne en este último. En su nuevo disco no ensalza tanto lugares
como personajes (actores, escritores, músicos), y de esas cartas dedicadas a
presuntos héroes nacen algunas de sus mejores canciones. Como “Dear Thomas Wolfe”, “Percy Faith” o “Marvin Kaplan”, que anoche devenían en tres de los momentos más
dulces de sus nuevos horizontes. Y si de héroes hay que hablar, era
imprescindible el sincero homenaje al fallecido Richard Swift, alter ego de Damien en su crecimiento artístico,
gran amigo y confesor, honrado con una intensa versión de “The Novelist” que llevó al músico hasta las lágrimas. Sí, es
cierto, Damien es de carne y hueso, y llora. Un momento así merece la ovación
más amplia y sentida de la velada.
La parquedad del proscenio era ideal anoche para servir en bandeja
rescates de aquel pasado de introspección folk, de ahí que surgieran recuerdos
muy bienvenidos, como “Ohio”, “Saturday”, “Rachel & Cali” o la valoradísima “Sheets”. Pero tampoco estuvieron de más canciones recientes que quedaron
al raso mostrando su cara más reflexiva; tal es el caso de “Cloudy Shoes”, “A.M. AM”, “Exit 353” o “Museum of Flight”, que vistas desde
este otro prisma resultan igual de hermosas. Y en este apartado habría que
mencionar la deconstrucción escarchada de “Silver
Donna” y aportar una reflexión: si eres capaz de capturar de esa manera la
atención con un silbido y una palmada en la rodilla es que tienes algo, eres
alguien. Escondido tras sus gafas y sus dudas y sus tormentos, Damien Jurado es un alguien enorme.
Para abarcar todos los instantes imborrables del show habría que mentar más cosas: la presentación de novedades como “Birds Tricked Into The Trees”, el repaso inesperado a la maravillosa “Wallingford”, las concesiones a la audiencia interpretando “Working Titles” con enternecedora vacilación, o el epílogo a pelo, en pie, sin micrófono con la celebrada “Kola”. Siempre, siempre, siempre con la guitarra en el punto de afinación perfecto. Sin prisas, sin urgencias, sin desmesuras. Un hombre que no necesita acercarse al micro para que su mensaje se escuche y llegue muy, muy lejos.
Para abarcar todos los instantes imborrables del show habría que mentar más cosas: la presentación de novedades como “Birds Tricked Into The Trees”, el repaso inesperado a la maravillosa “Wallingford”, las concesiones a la audiencia interpretando “Working Titles” con enternecedora vacilación, o el epílogo a pelo, en pie, sin micrófono con la celebrada “Kola”. Siempre, siempre, siempre con la guitarra en el punto de afinación perfecto. Sin prisas, sin urgencias, sin desmesuras. Un hombre que no necesita acercarse al micro para que su mensaje se escuche y llegue muy, muy lejos.