Comienza el año de
conciertos y lo hace con un tipo al que le teníamos unas ganas atroces. Por
accidentes del destino nos quedamos con las ganas de verlo (y la entrada en el
bolsillo) hace un par de años en la capital, pero lo bueno de Kelley es que
tarde o temprano, siempre vuelve. Y vuelve a lugares recogidos, modestos,
periféricos, aunque su música, por universal, sea óptima para pistas,
anfiteatros y pabellones. Lo justo como introducción es hablar de “Que Aura”
(2017), que llegó tarde a las cortinas, bien entrado ya el 2018, pues este es
justo el motivo de una gira que ha dejado cinco fechas en España (en lugares
pequeños, muy, muy pequeños), aunque el bueno de Kelley, eficaz y rápido como
el rayo, ya se permita presentarnos futuras canciones. “Que Aura” es el
enésimo muestrario, la enésima antología de un hombre que compone melodías
legendarias como un churrero hace sus churros. Envuelto en esa neblina
caleidoscópica que caracteriza su sonido más reciente, nos muestra otra
miscelánea de las mil caras de este entrañable Jeckill y Hyde que no reniega de
sus héroes de infancia, de los Wilson, los Davis y de Lennon, pero que con sus
infinitos tentáculos de pulpo se empeña en abrazar la irresistible sombra de
otros viejos amigos del soul y el glam-rock.
Y Kelley en directo
y con su banda (con espléndida mujer al bajo, otro apunte a una semana de
reinvindicación) es igual de solvente, natural y efervescente, vistosa guitarra
roja en ristre, a juego con sus pantalones, a juego con el cable del ampli.
Empieza echando la vista atrás, poniendo en antecedentes con las lapidarias “I
Don´t Get That” y “Your Reverie”, para lanzarse de cabeza a la
piscina de su nuevo aura con tres flashes tan diferentes como “Some Pattern”,
“Get Over” y “No Pepper for the Dustman”, contraste entre mundos
extraterrestres, chic y rebeldes. Y entonces, como pececillo en el agua, decide
que nos quiere presentar dos canciones nuevas, y se marca unas “Are You
Optimist” y “My Friend” supremas, directas, sabrosas como todas sus
creaciones de la A a la Z. Maldito genio, ¿cómo lo hará? Rescata algunas de sus
más preciadas delicatessen, como “Pyramid of Time”, donde su dedo mágico
se eleva, vuela y se posa sobre las teclas del sintetizador para llenar de ondas
electrostáticas el ambiente. También rescata la tajante y ultranecesaria “Double
Exposure”, la brillante “Ever Thought of Coming Back” con unos
agudos que se quedan a medio camino entre el todo y la nada, y ese himno con
riff inolvidable que dice “Are You My Love?”. Después toca el turno de hablar
de San Francisco y hacer un monumento de “Walking Against The Greenlight”,
convirtiendo el esbozo que suena en el disco en una titánica mole sónica,
exhibición pianística incluida. El aire discotequero de “Empty Kicks” es
solo un punto y aparte, un aperitivo para el plato principal de unos bises que,
of course, requieren un atuendo de lentejuelas para festejar el embrujo
del funky y el soul, hechos forma viviente en “Confidence” y en la maravillosa
“Mercy Mercy Me” de Marvin Gaye. Toda una sorpresa, de las de
frotarse los ojos, ese Kelley pasando de la formalidad al desmelene en un pis
pás, de operario a actor en un fugaz parpadeo. Momento cumbre. Pero aún quedaba
tiempo para un último grito aguerrido, el de “I see, I see no.. EVIL” de
Television, ese temazo que abría aquel mítico “Marquee Moon”
(77). La verdad, no esperábamos versiones, quizá porque su repertorio es tan
amplio y reluciente que toda ayuda externa se antoja innecesaria. Pero he aquí
que las versiones no son más que otro detalle ejemplificador del amor de este
soberano genio por la música, por su trabajo y por la causa. Una causa de la
que todos somos cómplices, pues músicos así son los que dan verdadero sentido a
nuestra recalcitrante melomanía.