Lisboa. Parque
Oeiras. 7-8-9 julio.
Yo sobreviví al NOS
Alive 2016. Sí, sobreviví al festival de los Pixies, los Chemical Brothers,
Radiohead y Arcade Fire, reyes de masificaciones, locuras y aplastamientos en
otros lugares y ocasiones. Los festivales, esas pequeñas bestias con vida
propia. Como todos los seres los festivales nacen, crecen, se reproducen y
¿mueren? Algunos no lo saben pero morirán. El FIB ya estuvo a punto. Si no
controlas a la bestia al final sus garras te descuartizan. Quizá este haya sido
el estirón para el festival portugués, un estirón netamente descontrolado. ¿Y
cómo sobrevives a un monstruo humano como este? Pues gracias a los años de
experiencia, pequeños trucos aprendidos tras decenas de festivales, estrategias
de girl scout y sobre todo, mucha, mucha paciencia. Así se gana una
guerra.
LOS CABEZA DE
CARTEL
PIXIES: Estuvo bien hace doce años; ese regreso para saldar demandas
pendientes y dar gusto a los melancólicos. Fans incansables y melancólicos
sigue habiéndolos a puñados, pero la invención new Pixies es un extra
innecesario. A nadie le importan esas nuevas canciones (las del “Indie Cindy” y
el futuro “Head Carrier”), solo los viejos hits, esas “Velouria”, “Monkey Gone
to Heaven”, “Where Is My Mind?”, “Here Comes Your Man” o “Debaser” reproducidas
como una fotocopia en serie una y otra vez. Y la historia es siempre la misma,
una historia que sin Kim Deal no tiene ninguna sustancia, con todos los
respetos para la nueva bajista. La suerte de los Pixies es precisamente la
anarquía, canciones que entre sus grietas y arrugas esconden perfectamente el
error, el desafine o una voz cascada. Qué mal sonaron, por dios. Pero qué
poquita gente se dio cuenta.
RADIOHEAD: Podríamos escribir un libro sobre este concierto, sí. Dos
horas que dan para mucho, para lo bueno y lo malo, para teorías y disecciones
sobre Radiohead, su evolución, sus manías, el eterno debate del éxito o el
anti-éxito, etcétera. El caso es que tienen tantas cartas bajo la manga que de
nada sirve irritarse cuando las maquinitas te ponen de los nervios; de repente
Joni coge el fusil, aparecen naipes como “My Iron Lung”, “Street Spirit” o
“Paranoid Android” y vuelves a amarlos con toda tu alma. “A Moon Shaped Pool”
fue protagonista, pero ¿qué ocurrió con sus canciones? ¿A cuento de qué ese
sonido aplatanado y confuso? Confirmado: a este álbum le falta carne. Por
suerte aparecieron todos sus discos excepto “Amnesiac”, incluida la siniestra y
sorprendente cara B “Talk Show Host”, un sentido recorrido-homenaje por todos
los Radiohead que hemos conocido durante años. Si lo miras en conjunto la
reconciliación se materializa sola. Si acaban con “There There” te olvidas de
toda vacilación. Y si vuelven a salir y te agasajan con “Creep” (sí, señoras y
señores, nada menos que “Creep”) y “Karma Police”, entonces ya no hay resquemor
que valga. Definitivamente ganan el partido, y por goleada. Inmensos.
ARCADE FIRE: Dice mi amiga Sonia que Arcade Fire son un
circo. Y tiene toda la razón: Win Butler como maestro de ceremonias, fieras
corrupias, saltimbanquis, la mujer metálica, cabezudos y algún que otro
payasete tocando el bombo. Una orquesta de directo puro y duro, todo un
espectáculo. Me retracto y les reconozco el mérito, y me trago ciertas cosas
que alguna vez ladré: que han perdido el norte o que van a morir de éxito.
Perdonemos la insoportable pose disco fashion de coñazos como “Sprawl
II” y “Reflektor”, quedémonos con la diversión y el rédito imponente de su
histórico funeral y su biblia de neón. Dejémoslos caminar libremente a ver
hasta dónde llegan. Es lo menos que se puede conceder a una banda que se
permite tantas sorpresas y lujos. Como reclutar a Martin Wrenk y Jacob
Valenzuela de Calexico en “Ocean of Noise” o contar con un sublime mago llamado
Owen Pallett discretamente presente al fondo de la carpa. Pasen y
vean.
LAS EXQUISITECES
VINTAGE TROUBLE: Sorpresón, revelación, desmadre,
exhibición, escándalo. Hacen falta muchas palabras para describir el show de
estos californianos. Esa mezcla de rock and roll, soul y R&B entra a
destajo por los oídos y promete, pero su puesta en escena es de traca. Como en
los mejores tiempos. Como en los tiempos de James Brown. Porque sí, Ty Taylor
es una especie de reencarnación del rey del soul pero a lo bruto. Y ojo a sus
dicharacheros y pulcramente ataviados compañeros de reparto, que si bien
pudieran también saltarían del escenario como berracos en celo. Sin tregua ni
respiro, fiesta retro desde el minuto uno hasta el final, alcanzando el culmen
con Taylor haciendo un largo por todo el Palco Heineken en brazos de la
audiencia al son de la rotunda “Run Like The River”. Y es que además de ser
unos cachondos tocan y cantan como Dios. Menudo bombazo.
ROBERT PLANT & THE SENSATIONAL SPACE
SHIFTERS: The Who y Neil
Young hace unos días. Ahora Robert Plant. Tremenda e inigualable dosis de
Historia musical con mayúsculas. Y el señor Plant puede presumir de Historia,
de sabiduría, de pelazo y de todo lo que le de la real gana. Los dorados años
del hippismo y el rock pasaron dejando estelas que sobreviven en una vía láctea
convertida en contenedor de mitos y culturas. Qué fantástica y multicolor
lección de globalidad, de manos entrelazadas, de músicas conviviendo en una
sola música. El sueño es posible. Como posible es hermanar sonidos ancestrales,
rock and roll, folk tradicional y blues. Como posible es hermanar a Led
Zeppelin con Leadbelly, Joan Baez o Bukka White. Como posible es hermanar a
músicos de todos los rincones del planeta y formar precisamente eso: una
familia de sensacionales viajeros del espacio. Los momentos Zeppelin (“Black
Dog”, “Whola Lotta Love”, “Rock and Roll”) fueron los más celebrados, pero cada
segundo de cada minuto de este gran crisol fue igualmente celebrable.
COURTNEY BARNETT: Una cosa buena de los festivales es que te
hacen volver a cosas que por pereza tenías en espera. Ahí estaba esta
jovencita, en el cajón de los “ya lo
escucharé cuando me apetezca o pueda”. Y menos mal; ya estábamos tardando
en descubrirla. La calidad de sus grabaciones se traslada al escenario con
recursos mínimos (guitarra, bajo y batería, ¿hace falta algo más?) pero
exactitud fidedigna. Los caminos del country y el grunge no se cruzan en Roma,
se cruzan en Courtney Barnett. Toda una voz, una potencia escénica, un
auténtico valor en alza. Las espléndidas “Small Poppies” y “Pedestrian
at Best”, puntos álgidos del concierto, dan buena cuenta de sus talentos. Habrá que seguirle la pista tras este gran
bautizo de gloria.
FATHER JOHN MISTY: Pues sí, parece ser que Josh Tillman ya ha
encontrado el zapato a su medida. Se cansó de ser el actor secundario, el
cantor solitario, el hombre invisible. Se transformó bajo un pseudónimo
bluesero y dejó brotar la bestia parda que hay en él. Abrumadora metamorfosis.
Ahora se contonea por el escenario como si fuera un gurú, un apóstol, una
réplica neohippie de Nick Cave. Agarra la guitarra para rasguearla un rato pero
acaba soltándola, unas veces en el aire, otras en el suelo, liberado, libre al
fin. Se aferra al micro y se arrastra como un moribundo, y nos relata desde el
alma sus historias con fachada de cuentacuentos atormentado. Y sus canciones
cobran una nueva vida en directo, ganando en aroma, músculo, belleza y sabor. Una
banda excelente lo acompaña, pero ¿quién se acuerda ahora mismo de la banda?
Solo nos acordamos del renacido. De lo mejorcito del festival.
CALEXICO: Yo de mayor quiero ser una Calexico. Quiero tocar con ellos, viajar
con ellos, irme de cañas con ellos. Hey chicos, puedo tocar lo que sea. ¿La
pandereta? ¿No queréis una corista-panderetista? ¿Dónde hay que echar el
currículum? Y es que Calexico no son una simple banda, son más bien una familia
en la que unos entran y otros salen, unos vienen y otros van, y todos encuentran
su lugar, como ya lo han encontrado Jairo Zavala o Sergio Mendoza.
Improvisación y perfección, ambas presentes y 100% compatibles. Se divirtieron
como la gran familia que son, funcionaron como la exacta turbina que son.
Esta vez calibraron con precisión la verbena (“Cumbia de Donde”, “Inspiración”,
“Crystal Frontier”, “Güero Canelo”) con la épica más rock (“Maybe on Monday”,
“Black Heart”, “Bullets & Rocks”). Pasearon por gran parte de su
discografía, nos colmaron con una inesperada y regia “All Systems Red” y no se
olvidaron de Love. Las trompetas volvieron a echar humo, John nos dio otra
distinguida lección a las baquetas y Joey cantó como en su vida. ¿Qué tendrán
que no podemos dejar de quererlos?
JOSÉ GONZÁLEZ: Había notable curiosidad por ver a este
chico en directo. Curiosidad por comprobar si de verdad es el tipo corriente,
tímido y encantador que parece. Lo es. Curiosidad por ver si es sueño o
realidad su prodigioso don a las seis cuerdas. Lo es. Curiosidad por saber qué
formato ha diseñado para plasmar en vivo sus albinas composiciones. Formato de
banda minimalista años sesenta con teclado, guitarra de acompañamiento,
percusiones y coros angelicales. Y con todo eso el resultado es algo celestial,
consiguiendo que la intimidad se convierta en una fiesta de palmas y danzas con
temas como “Let It Carry You” o “Leaf Off/The Cave”. Y como él es muy dado al
jugueteo y las versiones inverosímiles tampoco faltaron un regalo de Junip
(“Walking Lightly”) y las curiosas cortesías a Kylie Minogue (“Hand on Your
Heart”), Massive Attack (“Teardrop”) y The Knife (“Heartbeats”). Fuera de
categoría.
Y OTRAS COSAS QUE
CONTAR
-
Que
The Happy Mess son una discreta
copia de Arcade Fire, con un efectivo directo y canciones bastante lustrosas.
Seguro que a Win Butler no le importaría comprar “Last Man Standing”. Primera
ración portuguesa del festival.
-
Que
The Chemical Brothers son más de lo mismo
de hace casi veinte años: proyecciones chulas y dos tíos al lado de una mesa.
Un detalle empezar con “Hey Boy Hey Girl” y hacernos recordar los viejos
tiempos.
-
Que
Sean Riley & The Slowriders,
banda de culto en Portugal, son una muestra innegable del buen gusto musical de
nuestros vecinos. Con la vista de reojo en los USA, elegantes, pero fatalmente
programados a la hora del desmadre y de los Chemical. Impecables
sus “Flying Back”, “Gipsy Eyes”, “Dili” y “Dark Rooms”.
-
Que
los australianos Jagwar Ma son
primos hermanos de sus paisanos Tame Impala. Psicodelia para bailar. Gran
fiesta aperitivo a las seis de la tarde, con temas tan resultones como “Man I
Need”, “Uncertainty” y “Come Save Me”.
-
Que
Tame Impala se han hecho mayores y
que un escenario mastodóntico ya no les queda grande. Y quizá nos escucharon
cuando antaño los comparábamos con The Flaming Lips, pues ya se han apropiado
del truco de los confetti. Solo media hora que dio para disfrutar de “Let It
Happen”, “Elephant” o “The Less I Know The Better”. En el cara o cruz ganó Papá
John Misty.
-
Que
Two Door Cinema Club son una
metralleta de ritmo, frenesí y estribillos pegadizos que vuelve literalmente
loco al personal. A mí ni fú ni fá, pero ya es la segunda vez que me los trago.
Cosas de festivales.
-
Que
Hot Chip siguen siendo la misma
pandilla de tipos raros y estrafalarios, que siguen haciendo buenos temas o
reinterpretando los antiguos (inédita versión de “Boy from School” para empezar)
y que hay que estar muy enfermo o ser muy soso para que no te hagan mover el
esqueleto.
-
Que
Band of Horses vuelven a cantar
bingo aunque se apreciara algo menos de energía que en el Mad Cool. No
obstante, era el último concierto de gira y el agotamiento es obvio. Pero
tuvieron el detalle de esperarme para tocar “Cigarettes, Wedding Bands”, que
esta vez sonó en la recta final. “While they lied
at night, they lied at night, while they lied”. ¡Gracias, muchachos!
-
Que
M83 no es solo Anthony Gonzalez,
sino una potentísima banda en directo, sonido electro-rock aderezado con ese impecable
toque de saxo. Cámara y realizador se quedaron encallados en la monísima
teclista, pero el show estaba en el ricitos de los tambores y guitarra de doble
mástil. La gente se desperezó con “Midnight City”, pero las más explosivas
fueron “Do It, Try It” y “Laser Gun”.
A Arturo: gracias
por las fotos.