08 mayo 2016

CONCIERTOS: DAMIEN JURADO + THE WEATHER STATION

Madrid. Teatro Lara. 5-5-2016.


There was a time when we were golden like the sun…

Así empieza “Life Away from The Garden”, esa canción que siento como si fuera de mi propiedad. Ya me hubiese gustado que Damien me la dedicara, al igual que hizo dedicando “Kola” a esa chica que suplicaba sin éxito “Sheets” y no sé qué más desde el primer palco. Pero “Life Away from the Garden” no sonó, al igual que tantas otras. Para contentar íntegramente a una servidora debería haber tocado tres o cuatro horas al estilo Springsteen, cosa que no ocurrió y temo que nunca ocurrirá. Porque este tipo pasa por cada escenario como una exhalación, cumple con sus trámites de la forma más pulcra posible y desaparece como un relámpago al final de la tormenta dejando a todo el mundo con cara de tonto y ganas de mucho más. Sí, fue un show bastante microscópico, pero de una intensidad absolutamente atómica. Lo uno por lo otro.

Breve mención aquí y ahora para The Weather Station, proyecto de la canadiense Tamara Hope, aspirante a nueva Joni Mitchell y primeriza en nuestro país. Su set de guitarra eléctrica-batería descubrió una interesante y negra visión del folk y una voz esplendorosa.

Pese a la sensación de incompleta plenitud, sigo y seguiré diciendo que Damien es de esos artistas en los que creo totalmente, a los que daría un gran abrazo por llenar mi pequeño universo paralelo de belleza. Se merece un respeto. No obstante, estamos ante el hombre que rompió a llorar sobre las tablas en un Tanned Tinn, aplastado por sus miserias humanas. O el hombre solidario que defiende la expansión del arte por rincones fuera de circuitos comunes, ya se llamen Orense, Castellón, Cádiz, Murcia, Cartagena o Ciudad Real. Y ahora que surge este tema, ¿para cuándo un concierto de Damien Jurado en el Círculo del Arte de Toledo? ¿Qué mejor enclave para acoger su música y su mensaje? Qué bien casarían “This Time Next Year” o “Jericho Road” en ese presbiterio. Seguro que él se sentiría como en casa. Y nosotros lloraríamos de la emoción. Apunten la sugerencia, señores de Grupo 5 Notas. Y soñemos…

Es un placer cuando Damien se presenta solo con su acústica, pero es cierto que su repertorio más reciente no tiene sentido sin el apoyo de una banda (bárbara guitarrista, bárbaro batería). Estas composiciones demandan adornos, color, calor, un golpe seco y tajante con la maza del juez. Es injusto que esa guitarra viaje por tan adustos parajes en solitario, esa guitarra sencilla y límpida en la que sigue luciendo la foto de Richard Swift. Y cuantísimo le debe Damien a este hombre, el buen amigo que un día le dijo: “Amplía tus horizontes. ¿De qué tienes miedo?”. Pues bien, efectivamente el miedo se disipó hace tiempo, aunque yo tuviera que esperar hasta el jueves para corroborarlo, para comprender a fondo el crecimiento creativo sin par de este artista gigantesco (en todos los sentidos) y para dicotomizar entre el personaje y la persona.

El personaje: la gama de matices y registros ha engordado notablemente, desde el rol de chico marginal y atribulado de sus inicios. Ahora sigue fluyendo una especie de melancolía infinita, pero el mirlo enjaulado se ha convertido en un águila imperial. Damien ya no solo habla en susurros, sino que grita, invoca, aprieta los dientes, chasquea la lengua y aúlla como un coyote. Incluso se levanta de su tradicional trono de modestia recogida para compartir el ritmo con sus compañeros en la megaconstrucción sonora “Nothing Is The News”, o baja a la platea guache y micro en mano, para encarar a la banda y administrarla como un endemoniado director de orquesta mientras remacha la orgía psicodélica de “TAQOMA” con los versos omnipresentes y reescritos de “Silver Timothy”. Y en ese preciso instante creí estar viendo a The Doors

La persona: a Damien lo había visto en otros lugares hace muchos años y entonces adiviné el alma de un ser humano tímido y frágil, empeñado en pasar de puntillas por la lujosa alfombra roja que el mundo le tendía. Ahora ya no es así. Ahora es un cachondo, sin miedo al ridículo y bien pagado de sí mismo, capaz de bromear a saco con la audiencia, recordar lo duro que es llevar ropa limpia y seca cuando andas tirado  en la carretera, reseñar los enlaces matrimoniales de sus colegas de escenario y darles las gracias por “haber abandonado a sus mujeres por él”.

Primer acto, el personaje: silencio y concentración absolutos. Entreacto y bises, la persona: soltura, empatía y un sentido del humor cortante como un cuchillo jamonero.

Definición aproximada para “Kola”: “Esta es una de las canciones más románticas que nunca he escrito. Al menos en ella no muere nadie”.

Este era el bálsamo de una oportunidad lamentablemente perdida en el pasado, aquella otra gira que lo trajo a España con acompañamiento en el 2012. No pude estar allí porque justo ese día regresaba de su país, ese inmenso país que él recorre sin cesar, una y otra vez, de cuerpo y mente, y que nos presenta en pequeños artículos de doble ángulo haciendo de su trabajo una guía Lonely Planet no apta para obtusos. Arkansas, Ohio, Wyoming, Maine, Nevada, Texas, Denton, Abilene, Omaha, Hoquiam, Kalama, Kansas City, Onalaska, Tacoma… Y la lista no ha acabado.

Y nunca, nunca olvidaré que precisamente allá, sobre su suelo natal, descubrí el exuberante “Maraqopa” (2012). Allí oí por primera vez aquello de “all of us light, all of us free”. Nadie sabe las veces que me he repetido mentalmente este mantra; juro que me ayuda. Por eso quería que me lo cantara él, alto y claro, face to face. Pero no pudo ser. Así que es mejor olvidar lo que no pasó y sentir lo que sucedió. Y sucedió que vimos como “Silver Timothy” (versión original), “Magic Number”, “Exit 353”, “Lon Bella”, “Mellow Blue Polka Dot”, “Sam and Davy”, “Nothing Is The News” o “TAQOMA” cobraban vida. Que el sueño que sale del reproductor y te llena los oídos a rebosar no es un sueño imposible. Que es factible modularlo con seres de carne y hueso, unos pocos instrumentos y mucha imaginación. Es trabajo, sí, trabajo muy duro. Es inspiración, sí, genuina inspiración. Pero también es un poquito de magia. Magia que hace que cosas aparentemente inalcanzables se puedan tocar con los dedos.

Magic will do what magic does” (“Cloudy Shoes”; tampoco sonó).

Así que lejos de deseos insatisfechos, demandas desatendidas, tiempos que pasan demasiado rápido y logísticas defectuosas, lejos de la lluvia amenazante y de los dolores que no cesan… lejos de todo eso quedémonos con ese sueño sónico hecho realidad, y con la suerte de haber podido conocer al patito feo que una vez se convirtió en cisne y nos cautivó con un talento y una sensibilidad inconmensurables.

03 mayo 2016

DISCOS: THE CORAL "Distance Inbetween"


Publicación: Marzo 2016

Sello: Ignition Records

Cuando escuché por primera vez su ya lejano álbum de debú debí jurarles fidelidad eterna; qué deleite aquellas “Shadows Fall”, “Simon Diamond” o “Calendars & Clocks”. El caso es que cada disco de los británicos es bien recibido incluso si, como este, se atasca en estereotipos trillados. Y es que muchas de sus canciones suenan a versiones de viejos clásicos, a algo que ya se ha hecho cientos de veces antes. No obstante, los efluvios retro siempre están ahí, como una marca de agua indeleble, aunque se empeñen en parecer más duros o más modernos. Sus mejores instantáneas forman ya parte del pasado, pero si aún son capaces de lograr hitos como “She Runs The River” (exaltación de los mismísimos Crosby, Stills & Nash), la fidelidad seguirá perdurando intacta.

Buenos momentos: “Connector”, “White Bird”, “Chasing The Tail of A Dream”, “It´s You”, “She Runs The River”.