Madrid. Sala Penélope. 24-8-2014.
Qué placer poder retomar la
sección de conciertos, pues la cosa no anda para tirar cohetes. Y hay que ser
muy valiente para venir de gira a España en el mes de agosto, cuando muchos
andan en el extrarradio costero y Madrid es la ciudad fantasma. ¿Quizá por eso
lo del cambio de local? Pero Kurt Vile
no tiene miedo a nada, aunque a veces haga creer que se esconde tras esas
melenazas por pura timidez. Sin duda, este peculiar músico es el comandante de una
nueva hornada de jóvenes geniecillos dispuestos a recoger la antorcha encendida
de los más grandes. Anoche lo demostró con creces, dando unas lecciones
colosales sobre cómo se toca una guitarra. Cómo se rasguea, cómo se puntea,
cómo se afina, etcétera. Este tipo se alimenta con la rabia del rock, la
sensibilidad del folk y la agonía del blues, dieta plasmada en unas
personalísimas composiciones que espolean o hipnotizan en vivo, dependiendo de
qué guitarra tenga colgada al hombro: la eléctrica para escupir “Puppet To The Man”, “KV Crimes”, “Jesus Fever” o “Hunchback”, o la electroacústica para requetebordar
“Girl Called Alex”, “Too Hard”,
“He´s Alright” o “Baby´s Arms”. Y aunque siempre es mejor
viajar en compañía de amigos (extraordinario trío el de los Violators), también quedó anoche
demostrado que en formato solo el
pequeño Kurt se mueve como pez en el agua. Se echaron de menos las virguerías
de antaño con el saxo y “Freak Train”,
pero he aquí a una mega-star, un
trovador magnífico, otro viajero en el tiempo. Desde luego, muy bueno hay que
ser para gozar del honor de un telonero como el gran “sucio” Mick Turner. Su aparición fue un
bosquejo de Dirty Three, con un baterista muy del corte de Jim White y con el
imaginario espectro de Barrabás planeando sobre el escenario. Él no estaba, el
arco sí.