La última vez se me escaparon, pero esta vez no podía ser. Y llevo
casi tres días dándole vueltas al coco, a ver qué escribir sobre este show solemne y desconcertante a partes
iguales. Anunciaban esta gira como un homenaje a “Fisherman´s Blues” (88) y algunos
fuimos tan ingenuos que creímos que escucharíamos “World Party”, “And a Bang on The Ear” y “The Stolen Child”. Nuestro gozo
en un pozo, aunque haciendo recuento, al final la cosa no queda tan mal. “Strange Boat” a pelo y creciendo a
ritmo de violín y armónica fue el más elegante de los comienzos. “When Ye Go Away” me hizo empezar
a entrar en calor, como “When Will We Be
Married”, retrotrayéndome a las fiestas
irlandesas de hace un año más o menos (ah, por cierto, a Mike Scott lo vimos en Dublín,
cerca de Temple Bar y con un sombrero muy parecido al del jueves). “We Will Not Be Lovers”
estuvo donde debía estar, explosiva. Y la versión del León de Belfast (“Sweet Thing”) lució imperativa
como anuncio de una “Fisherman´s Blues” que hizo saltar los termómetros, logrando que por fin La Riviera se
diera la mano convirtiéndose en uno. Costó hermanar a un público tan entrañable
y veterano (por un día me sentí la niña del lugar), aunque ya había estado a punto de conseguirse con el tiberio que se monta al son de “The Raggle Taggle Gypsy”
(tremenda y contagiosa supercanción).
Luego los bises ya fueron otra cosa, con todo mucho más relajado pese
a los latigazos adrenalínicos de “On My
Way To Heaven” y “Be My Enemy”; ese bis comenzaba
con Steve Wickham
(cordial y grandioso fiddler) introduciendo “The Whole of The
Moon”. Sí, bravo. Después de canturrear lo de “too high, too far, too soon, you saw the whole of the moon” ya puedo irme a casa en paz, olvidándome de las míticas que
esperábamos escuchar pero que ya no escucharemos esta vez (y mira que fuimos cansinos pidiendo “The Pan Within” y “A Pagan Place” ¿eh?).
Decía antes “solemne y
desconcertante a partes iguales”. Si
nos hubiéramos empollado la pantagruélica caja de homenaje al disco celebrado
en cuestión no hubiéramos andado tan perdidos en algunos momentos y hubiéramos
cazado al vuelo cosas como “Higherbound”, “Tenderfootin´”, “Ain´t Leavin, I´m Gone”,
ese bluesaco llamado “On My Way to Heaven” o las versiones del señor Dylan (“Girl from The North Country”) y el señor Williams ("I´m So Lonesome I Could Cry"). Pero yo ya no tengo tiempo para estas cosas, lo cual significa que
solo he podido comprender la celebración a toro pasado. Sin embargo, eso no
significa que no la disfrutara in situ. Porque los Waterboys en directo (de nuevo
con Trevor Hutchinson y Anthony Thistlethwaite en el redil) valen el precio de la entrada, de tan sueltos, tan expertos, tan profesionales, tan perfectos como sonaron en una sala en la que sonar medio bien ya
es una victoria.
Y ahora que me acuerdo, hace ya seis años desde la última vez que los vi,
y al cierre de aquella crónica decía: “Y
aunque se echó de menos el vendaval del saxo y canciones como “Don´t Bang the Drum” y “A Girl Called Johnny”…” Pues bien, esta vez hubo saxo (colosales los solos de Anthony), hubo “Don´t Bang The Drum”
(aunque en versión slow tempo con piano) y hubo una “A Girl Called Johnny”
sobresaliente.
4 comentarios:
Por lo que veo muy similar el repertorio al de Valencia. Mike Scott y Waterboys, muy, muy grandes.
Pues sí, Johnny, enormes. No sé en Valencia, pero en Madrid rozaron la perfección. Saludos!
Si te interesa tienes una crónica en mi espacio sobre la de Valencia.
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