No me voy a ver en otra igual. Tan lejos, tan cerca, como
tituló el genial Wim Wenders. Tan lejos en anteriores ocasiones, en Benicasim,
Primaveras y teatros de la capital. Tan cerca esta vez, casi en primera
fila, subida en un pedestal, el mismo que ellos ocupan desde hace mucho tiempo.
20 años: era la excusa para pasearse de nuevo por nuestro país. Este blog: esa
es mi excusa para que no se me escapen ni una sola vez. Pero solo es la excusa.
La verdad es diferente. La verdad es que los tres primeros discos de Tindersticks
me cambiaron la vida; la llenaron de belleza, de amor, de curiosidad. Un
universo melancólico, oscuro y a la vez
esperanzador en el que yo me sentía como en casa. Esta era una buena
ocasión para renovar los votos. Celebro con ellos este aniversario. Les doy las
gracias por todas esas cosas que me dieron, aunque algunas se estén secando en
la actualidad como un pozo al que no le llega el agua. Y aunque esperaba
escuchar más canciones de aquellos tres primeros discos que amo a rabiar
(soñaba con “Rented Rooms”, “Bathtime”, “Talk to Me”, “Her”,
“Drunk Tank”, “Tiny Tears” o “Mistakes”) me siento
justamente retribuida con “She´s Gone”, “Dancing”, “Another
Night In”, “Sleepy Song”, “A Night In”, “Cherry Blossoms”,
“City Sickness” y “Travelling Light”. También me siento gozosa con “Sometimes It Hurts”, “The Other
Side of The World”, “Say Goodbye to The City”, “Dying Slowly”
o “Can We Start Again”. Y me siento extasiada con la inesperada sorpresa
de “Marseille´s Sunshine” (el lance solitario de Stuart Staples
también tuvo su lugar), incluso con una “My Oblivion” cuyo poder
catalizador casi había olvidado. Hasta agradezco que me ofrecieran una canción
desconocida, esa preciosa cara B llamada “What Are You Fighting For?”
que ahora incluyen en su álbum de regrabaciones “Across Six Leap Years”
(2013). Dios bendito, que suene en vivo una canción de Tindersticks y yo
no la reconozca es grave.
Y como ahora ya por fin los he visto en las distancias cortas, no
me queda ninguna duda de lo que verdaderamente son: gente corriente haciendo
una música hermosísima que nadie más sabe hacer, ilustrada por una voz sin
comparación (la del señor Grapas, por supuesto). Estamos ante excelentes expertos
ejecutando, con paciencia y seguridad, un trabajo que dominan a la perfección y
por el que sienten un profundo respeto. Podrían haber sacado un disco de
grandes éxitos facilón para celebrar estas dos décadas, como hacen la mayoría.
Pero Tindersticks tienen demasiada clase para eso. La clase que
igualmente se necesita para telonearse a uno mismo, ¿verdad? Como decía en la
crónica del año pasado, esta formación funciona a la perfección. Es como subir
al cielo y escuchar tocar a los mismísimos ángeles. Puede que el del viernes
fuera el mejor concierto que les he visto (y ya van seis). Que sean muchos años
más, por favor.
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