PARALLEL WORLDS, PARALLEL LIVES
Cosas que los
aficionados a Eels deberían saber
Los buenos momentos
hay que saborearlos. Y perpetuarlos todo lo posible. El concierto de Eels de
hace dos semanas fue uno de esos momentos inolvidables que se quedan rondándote
por la cabeza durante días. El caso es que ver a Mr. E rocanrolear con
tanta gracia me teletransportó dos años hacia atrás. Empezaba la crónica
diciendo que leerme “Cosas que los nietos deberían saber” ha sido de lo
mejor que he hecho en mi vida. Ciertamente. Aquel libro me tocó, hizo saltar un
resorte, se oyó un clic y todo cambió. El libro no solo motivó recuperar a Eels
y volverlos a meter en el saco de los favoritos; también hizo que empezara a
plantearme la vida de otra manera. Y desde entonces cada vez que me hundo me
acuerdo del bueno de E, con sus gafotas y media sonrisilla picaruela,
diciendo eso de “Goddamn right, it´s a beautiful day”.
No lo puedo evitar:
me van los perdedores, los outsiders, los raritos, los lobos esteparios. Me inspiran
una empatía demoledora. Quizá porque en cierto sentido yo también soy así, una beautiful
freak de tomo y lomo. Y como Mr. E es el paradigma de todo esto que
digo, y además un perdedor de los que molan, es decir, de los constructivos, de
los que después de mil zancadillas todavía mantienen un honrado sentido del
humor, pues es inevitable que me sienta en deuda con él cada vez que lo veo y/o
escucho, cada vez que me da una nueva canción que llevarme a la oreja. Conclusión:
si este prizefighter ha podido tirar para delante, cualquiera puede. No
sé si él es consciente de la bellísima lección que ha dado y está dando al
mundo, pero sería de infames no agradecérselo. Y en agradecimiento a todo eso y
al buen rato que me hizo pasar hace dos domingos, vuelvo a casa y saco todos
los discos de Eels. Y me vuelvo a empapar de ellos, desde el primero al
último, bonus incluidos. Y escucho cada canción con suma atención mientras leo
a la vez esas preciosas letras que escribe, historias de sufridor nato, de gran
pensador, de poeta urbano y rimador ingenioso. Letras escritas, al igual que su
libro, echándole un par de huevos. Y mientras hago todo esto me da por rescatar
otra vez “Cosas que los nietos deberían saber” y echar un vistazo a los
pasajes que señalicé con marcadores en su día. Y como eso me sabe a poco
empiezo desde el principio y me lo leo de nuevo enterito, de cabo a rabo. Y
vuelvo a emocionarme, a darle vueltas a la peonza, a compadecerme de sus cosas
y afrontar las mías, y terminar como terminé la otra vez: queriendo llorar y
reirme de la vida al mismo tiempo.
Y claro, el destino
es juguetón y a veces dadivoso, y como el círculo estaba a medio cerrar, de
repente cae en mi órbita por arte de magia “Parallel Worlds, Parallel Lives”
(2007), el documental que nuestro protagonista ideó para honrar (y comprender)
la memoria de su genial aunque desafortunado padre. Porque el que no se haya
leído la autobiografía de E quizá no sepa que es hijo de Hugh Everett
III, eminente físico cuántico, enunciador de la teoría de los universos
paralelos. Curioso, desde luego. Y aunque yo de física no sé demasiado, solo
las pocas nociones que aprendí en el instituto, lo de los universos paralelos
(una cosa sucediendo y no sucediendo al mismo tiempo) me parece algo
fascinante, y más explicado de una forma tan simple y tan sutil. Y también comprendo
que este increíble documento no va solo de ciencia; va de amor, de generosidad
y de justicia. El viaje de nuestro amigo, no en calidad de “E, líder de Eels”
sino de “Mark Everett, hijo de”, lo devuelve a su Virginia natal en busca de
información acerca de su padre, de su trabajo y sus teorías, teorías que
dejaban en mantillas (agárrate) los principios de Niels Bohr, y que por lo
tanto fueron rechazadas, dejando al brillante Everett compuesto y sin premio,
sumido en una decepción de órdago. Y de eso va también la película, de la decepción
y el remedio póstumo. De cómo algunos solo acaban triunfando cuando ya no
tienen ojos para verlo. De lo necesario que es enmendar las cosas de las que
nos arrepentimos aunque sea un poco tarde.
Así que “Parallel
Worlds, Parallel Lives” es el complemento perfecto para “Cosas que los
nietos deberían saber”, pues cierra el círculo que Mark Oliver Everett
empieza a trazar en el libro, y lo ilustra con bellísimas imágenes de su
pasado, con su tristeza disimulada al hablar de todo ello delante de una
cámara, y con esas grabaciones de cassette que reproduce con más miedo que
vergüenza al final del documental en una secuencia antológica. Ah, y por
supuesto, todo con la música de Eels como espléndida y majestuosa banda
sonora.
Porque para conocer
el universo de las anguilas no basta con oír un disco o dos. Hay que empaparse
de todo, porque todo es lo mismo y forma parte de un conjunto. Un conjunto
cruel y muy hermoso. Solo cuando hayas visto, oído y leído todo, entonces
podrás saber de qué va esto.
Otro círculo que se
cierra: este reportaje complementa al colgado en CURTAINS el 28 de abril de
2011
5 comentarios:
Gran Post. Y Gran concierto al que asistimos algunos afortunados. Este doc no lo he visto pero me lo apunto como pendiente. Un saludo
Pues sí, muy emocionante el documental (puedes encontrarlo en el youtube)y enorme el señor anguilo. Saludos!
Da gusto leerte Mary, envidio tu pluma. Tiene que ser un gustazo también pasar toda una tarde en la barra de un bar contigo (el comentario de antes lo he eliminado porque me había patinado el dedo, ejem). Saludos norteños...
Mil gracias, Rastreador. Tu pluma tampoco está nada mal, que conste. Las barras de los bares me gustan bastante, aunque no siempre encuentras a alguien con quien merezca la pena compartirlas, verdad?. Saludos!!!
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