DISCOS
DAMIEN JURADO. Saint Bartlett.
Oda a los grandes cantautores.
Desde la modestia, desde la sombra, desde un umbral remoto, Damien Jurado ha vuelto a demostrar que la belleza de su composición no tiene límites. Que es posible nacer de la nada, empezar con lo puesto, encorajinarse de veras y decidir crecer sin miedo. La era acústica, pétrea y minimalista quedó lejos. La efervescencia ruidosa y rebelde también. Ahora, en plena madurez musical y (¿quién sabe?) espiritual, el de Seattle presenta un ilustre conjunto, la vista completa de un paisaje perfecto. Con la estimable producción del estimado Richard Swift, en este “Saint Bartlett” (2010) no es solo la canción lo que impresiona, la canción en sí misma, sino su más allá, esa segunda capa escondida, en ciertos casos, tras una nitidez superpuesta. Orquestas, corales, voces en off, desórdenes metálicos, diales enloquecidos. Es lo que tiñe de notoriedad superior canciones ya de por sí muy notables. Como “Cloudy Shoes”, comienzo despampanante y esperanzador, señal inequívoca de que éste no es un disco de usar y tirar. A su misma altura se sitúa “The Falling Snow”, recorriendo la piel a golpe de clave. Y si lograr la canción perfecta siempre fue el reto o la utopía de muchos, “Throwing Your Voice”, “Pear” y “Kalama”, cada cual en su estilo (americana, folk o country), estarían bien cerca de su destino. Y no es casual que, tras varios discos de Damien investigados, ahora nos demos de bruces con el reflujo de todo un grande, la estela de todo un Neil Young, candente en “Harborview” y flagrante en “Wallingford”. Porque Damien Jurado podría convertirse en su digno y singular heredero a poco que se lo propusiera. Y no es exagerar. En un año de novedades haraganas y pereza indagadora, éste podría ser el disco de la salvación.
www.saintbartlett.com
Oda a los grandes cantautores.
Desde la modestia, desde la sombra, desde un umbral remoto, Damien Jurado ha vuelto a demostrar que la belleza de su composición no tiene límites. Que es posible nacer de la nada, empezar con lo puesto, encorajinarse de veras y decidir crecer sin miedo. La era acústica, pétrea y minimalista quedó lejos. La efervescencia ruidosa y rebelde también. Ahora, en plena madurez musical y (¿quién sabe?) espiritual, el de Seattle presenta un ilustre conjunto, la vista completa de un paisaje perfecto. Con la estimable producción del estimado Richard Swift, en este “Saint Bartlett” (2010) no es solo la canción lo que impresiona, la canción en sí misma, sino su más allá, esa segunda capa escondida, en ciertos casos, tras una nitidez superpuesta. Orquestas, corales, voces en off, desórdenes metálicos, diales enloquecidos. Es lo que tiñe de notoriedad superior canciones ya de por sí muy notables. Como “Cloudy Shoes”, comienzo despampanante y esperanzador, señal inequívoca de que éste no es un disco de usar y tirar. A su misma altura se sitúa “The Falling Snow”, recorriendo la piel a golpe de clave. Y si lograr la canción perfecta siempre fue el reto o la utopía de muchos, “Throwing Your Voice”, “Pear” y “Kalama”, cada cual en su estilo (americana, folk o country), estarían bien cerca de su destino. Y no es casual que, tras varios discos de Damien investigados, ahora nos demos de bruces con el reflujo de todo un grande, la estela de todo un Neil Young, candente en “Harborview” y flagrante en “Wallingford”. Porque Damien Jurado podría convertirse en su digno y singular heredero a poco que se lo propusiera. Y no es exagerar. En un año de novedades haraganas y pereza indagadora, éste podría ser el disco de la salvación.
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