15 enero 2010

CONCIERTOS

DOMINIQUE A. Madrid. Neu! Club. 14-1-2010.

Dominique R de Rock.

Comienzo del año de música en directo. Qué mejor que estrenarse con un clásico de los escenarios españoles y de las excursiones musicales a la capital. Aplicándose unas croquetas de pinta suculenta en el bar vecino, momentos antes del concierto, Dominique parecía cansado y despistado. Sobre las tablas de la Neu! era otra cosa: ese monstruo de directo que ataca a la presa sin tregua. Con caras nuevas en la formación y la inconmensurable aportación de Thomas Poli como “chico para todo”, el calvo de oro dejó verter todos sus fluidos rock con “La Musique/La Matiére” (2009) como vistoso telón de fondo. Y es que hay que tener la valentía de un soldado para sacar a pasear el material nuevo con tanta seguridad, con tanto aplomo y distinción, mostrándolo como si fuera una alhaja recién comprada. Viviendo con intensidad el presente, las nuevas canciones fueron el 80%, renovando con frescura la algidez de cada encuentro. Y aunque hubo un honorable hueco para piezas habituales (“Le Commerce de l´Eau”, “Antonia”, “Pour la Peau”, “Le Twenty-Two Bar”, “Le Courage des Oiseaux”) y rescates inéditos (“En Secret”, “Le Métier de Faussaire”), la emoción se concentró en descubrir las posibilidades de las recién nacidas. Posibilidades que se antojaron infinitas, a la vista de cómo sonaron “Les Garçons Perdus”, “Hasta que el Cuerpo Aguante” (en la que el autor pidió perdón por su herejía lingüistica), “Bel Animal” o “Nanortalik”, vomitadas con fruición, o del nuevo enfoque atmosférico para “La Musique” y “L´Entretemps”. Eléctrico y pasional en lo instrumental, afinado y macerado en lo lírico, Dominique volvió a dejar constancia de una supremacía que dejó de ser un secreto a voces hace tiempo. Por algo la sala volvió a estar al completo, rebosante de interés y devoción casi sectaria. Puntualmente, solo se puede reprochar su tozudo empeño en ahorrarse la demandada “L´Horizon” (el disco homónimo ni apareció, aparcado en un garaje subterráneo imaginario), quizá su más inmensa composición, mejorando lo presente. Globalmente, sin alardes ni efectos especiales, sin un ápice de soberbia, el francés sigue epatando. Hasta la próxima.

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