07 mayo 2009

CONCIERTOS


ESTRELLA LEVANTE SOS 4.8

Diario del tropecentésimo festival.

Jueves 30 de abril: Uff, qué pereza, mañana de festival. Sí, es la primera vez que me apunto a un festival por inercia, sin dedicación ni estudio previo. Pero no está la cosa ahora mismo para hacer ascos a nada. Y si la cuestión es pasar un buen rato con los amigos, poco importa que el cartel sea de lo más discretillo. Y de paso echaremos unas oraciones a Santa Polly, San Jason y San Matthew. Aunque la incertidumbre me corroe: ¿podremos acceder a los conciertos del auditorio?. Si de lo poco poquísimo que me interesa no puedo ver ni la mitad, ¿habré invertido bien el tiempo y el dinero?. El dinero puede que sí: 35 euros por un festival de dos días es un precio mucho más que justo y ejemplar. Pero se supone que ese precio debería servir para acceder a un evento en su conjunto; lo de organizar sesiones de aforo restringido ya empieza a cabrearme (y no soy la única). Sí, muy bonito lo de los auditorios, un marco incomparable, sonido inmaculado, bla, bla, bla… pero que me informen antes de sacar la entrada de cuales son mis derechos y obligaciones. Puede que los artistas exijan más de la cuenta o que los organizadores consideren de lo más cool este tipo de inventos, pero el que paga es el que manda, y el que manda dice MÚSICA PARA TODOS.

Viernes 1 de mayo: Un viajecito a Murcia de lo más placentero. Primera parada, la sede del festival. A hacer cola y rezar, porque PJ Harvey y John Parish lo valen. Poco antes de las 2 de la tarde, aguacero descomunal. Gente empapada hasta los huesos y la taquilla que no abre. Y cuando abre la fila no avanza. Porque (primer y grave defecto organizativo) solo hay una ventanilla para repartir pases y canjear pulseras. Y así, nos dan las uvas. Y nos dieron, qué duda cabe, pero al menos tenemos la puta entrada del auditorio. Misión cumplida (o eso creímos). A casita a comer.

De regreso al recinto de La Fica con la hora un poco justa, por culpa de contingencias varias. Y en la entrada al festival, caos. Información nula, accesos no señalizados, a chupar otro desastre de cola y el concierto del día a punto de empezar. Por fin dentro y con todo en regla, la puerta del auditorio se cierra ante nuestras narices. “Aforo completo” dice un segurata. ¿¿Cómo??. La gente se enciende. “No, con el concierto ya empezado no se puede entrar” apunta otro. La gente se sigue encendiendo. Empieza a sonar “Black Hearted Love”, la pantalla gigante habilitada en el SOS Club ya arroja imágenes del show. Minutos de incredulidad, crispación y protesta, lo nunca visto. Las penalidades que hemos pasado para esto… Al final accedemos, pero con un mosqueo supino y la mitad del concierto en la basura. Y aunque Polly Jean lo está dando todo (“Taut”, “Leaving California”, “Pig Will Not”, “A Woman A Man Walked By/The Crow Knows Where All the Little Children Go”, “April”, “Cracks in the Canvas”), exhibiendo sus superdotados recursos vocales al amparo de una increíble banda comandada por el elegante Parish, el sabor es agridulce. La sensación es de “vaya mierda de festival”.

Salimos del auditorio, intentemos arreglar la cosa. Demos una vuelta, busquemos música en directo, metámonos en el ambiente y relajémonos. Optamos por las suecas Those Dancing Days: espesas como el alquitrán. Nos vamos a ver qué hace Duffy: fláccida y gelatinosa. Esto no hay quien lo arregle. ¿Quizá The Prodigy?. Porque está claro que Pete Doherty no va a ser. Incomprensiblemente, Babyshambles gustan más cuantos más son los cargos penales y peor son las canciones. Enhorabuena, Pete: has clavado dos punteos difíciles y parece que esta vez te sabes la letra. En tu estado comatoso, poco más se te puede pedir.

The Prodigy son el segundo plato fuerte del (flojo) día. Pero tampoco arreglan nada. Tras diez años sin dedicarles ni un minuto, “Breathe”, “Firestarter” y “Smack My Bitch Up” (la mejor, sin duda) intentan volver a florecer, pero se chuchurren en un conjunto saturado, lineal, exento de sorpresas, donde las luces siempre son rojas y azules y todo suena igual. Otros para los que su momento ya pasó. Vámonos a dormir, que por hoy ya está bien de penar.

Sábado, 2 de mayo: Hoy es un día extraño. Mientras todos tienen en su cabeza el Madrid-Barça, yo solo tengo en la mía al hombre del espacio. A la porra The Matthew Herbert Big Band, hemos convenido por consenso después de la odisea de ayer. Pero lo que son las cosas, entramos al recinto y comprobamos que las puertas del auditorio están abiertas y desiertas, y que un colega reparte tickets y nos invita a entrar. Pues, p´adentro se ha dicho. Ahí está el loco Herbert, haciendo sus típicas y encantadoras locuras; pasando por la batidora los sonidos de la Big Band (la banda de jazz más gamberra y locuela de la historia), creando un magma que lo cubre todo, entre lo retro y lo vanguardista, con enorme imaginación y sentido del humor. Espectáculo bizarro e impagable. Antes de que acabe (y con gran dolor de corazón) hay que abandonar; pre-calentamiento para flotar en el espacio.

Spiritualized son la razón de que yo esté aquí, así que hay que entregarse en cuerpo y alma. Gracias, obsesión futbolera: escenario Estrella Levante semi-desierto y Jason entero para mí. Su música (sobre todo en directo) me hace levitar; esta vez no podía ser menos. Solo hay que dejarse llevar por las olas, ese tempo contenido que desemboca en furiosa marea sin inflexión notable, con continuidad. Ejemplo claro de lo dicho son las grandiosas “Shine a Light” o “Take Your Time”. Un repertorio de chuparse los dedos, con las habituales de Spacemen 3 (“Walking with Jesus” y “Take Me to the Other Side”), con cera eléctrica (“You Lie You Cheat” y “Cheapster”), con la emotiva “Soul on Fire” (mucho mejor en vivo y en bruto), con un impactante sorpresón añejo (“Lay Back in the Sun”, comienzo de la levitación) y con los dos inmensos himnos de la navegación galáctica (“I Think I´m in Love” y “Come Together”). Y de postre, cinco minutos de mutilación sónica, ruido y furia, desbarajuste y llamaradas, J Spaceman estrellando el mástil de la guitarra contra el micrófono, los pies a varios centímetros ya del suelo… El jodido está vivito y coleando.

Tras el aterrizaje, dos reflexiones consecutivas: 1) Obligatorios en el Primavera Sound. 2) Hay que recuperarse del trance. La segunda reflexión me lleva a pasar de Russian Red, de Keane, de Second y de todo lo sonable, a apoltronarme en un puf en la currada zona chill-out del SOS Club, y a ver pasar la vida festivalera por delante. Y de repente me doy cuenta de que es el primer festival (y llevo tropecientos) en el que no voy corriendo de un escenario a otro con el ansia, en el que ni siquiera miro el planning del día, en el que me importa un bledo quien esté tocando acá y allá. Un festival desde el otro lado. El espacio SOS Club se convierte en un paraíso singular, con su coqueto mobiliario, la música de los DJs griegos y el efecto narcoléptico del agua en movimiento. Y entre ganduleo, fotos y risas, llega la hora de Underworld.

Con permiso de los hermanos químicos, Underworld son a la música electrónica lo que Plácido Domingo a la ópera. Todavía arrastro las secuelas del impacto sufrido en Benicasim hace cuatro años. Pero qué cracks, vuelven a superarse. Los tubos aerostáticos se inflan y comienza el desenfreno. Karl Hyde se ha dejado pelo, se ha engalanado con una chaqueta de lentejuelas que echa chispas, se vuelve del revés bailando en una hiperactividad más contagiosa que el virus de la gripe A. Esto sí que es una pandemia de alerta 5; cuerpos que botan, brazos que se elevan, pies que se pisan. Y no faltan las buenísimas: “Cowgirl”, “King of Snake”, “Born Slippy”, “Two Months Off”... Requetetemazos. Y los tubos desaparecen, y aparecen luces mutantes, y las luces viran en imágenes, y de no se sabe donde surgen globos gigantescos que vuelan sobre nuestras cabezas. Y todas las fiestas vividas, habidas y por haber se quedan en mantillas: ésta es la madre de todas las fiestas. Así que es normal que después nadie quiera irse a dormir, hay que seguir. Con los 2 Many DJs o con Matthew Herbert DJ, lo mismo da. Al final, por cortesía, hay que abrazar la sesión de Herbert, que en su afán de pinchadiscos airea las mismas maneras tecnócratas que en su faceta de músico. Un gran alquimista del sonido, que tampoco hace ascos al tribalismo, a la música disco petarda o al propio James Brown (gran fin de sesión).

Adiós a otro festival. Un festival inaugurado con desastre y finiquitado con buen sabor de boca. Aunque me quedo con la duda de qué pinta la idea de sostenibilidad en un mundo de organismos hasta el culo, comida basura, despilfarro energético, contaminación acústica y montañas de residuos en el suelo.

Crónica dedicada a toda la ONG.

A Carmen: gracias por las fotos.


2 comentarios:

Fede Sánchez dijo...

Yo me rufugié en el escenario Radio 3, el sonido era infinitamente mejor. Para mi, posiblemente el mejor concierto fué el de Cat People.

Un "festivalico" más, pero siempre se saca algo positivo.

Saludos.

cyberpelos dijo...

Yo hice igual que Fede, joder si fuimos juntos, el sonido del escenario Radio 3 era mucho mejor. No vi ni un solo concierto completo en el escenario Estrella Levante. Para mi el escenario principal fue el Auditorio, donde vi los mejores conciertos del festival. Después de estos el mejor concierto fue Peaches, seguido de mis adorados Wombats.