08 junio 2008

CONCIERTOS

PRIMAVERA SOUND 2008

Edición de nostalgia y aprendizaje.

Quizá tenga que ver con el cartel, con el tiempo o con la rutina, pero la edición 2008 del Primavera Sound ha estado falta de grandes emociones. El festival sigue apostando por el riesgo de lo desconocido y por la exhumación de presuntos cadáveres, pero la programación del escenario Estrella Damm basta para concluir que éste ha sido un año cojo. Ha habido menos público que en 2007 (normal, no había Smashings ni Wilcos), pero se confirma la exportación del evento: casi la mitad de asistentes eran forasteros y el castellano ha sido el idioma menos escuchado. Aparte, es hora de poner algún que otro pero serio a un festival por norma alabado: por ejemplo, lo del Auditori ha sido de juzgado. No hay derecho a que los conciertos empiecen antes de que la gente se sitúe; ya ni siquiera vale sudar y pagar una reserva. Sigue sin entenderse que ciertas bandas (Tindersticks, Cat Power) se programen en horas y lugares donde las exquisiteces ya no son bien recibidas. Más peros: el horripilante sonido del escenario CD Drome, el precio de la cerveza, la nunca solucionada escasez de WC y la nueva tarifa monetaria del bus a Plaza Cataluña. Las cosas buenas de este año: el nuevo e idílico emplazamiento del escenario Vice, los donuts gratuitos y que la lluvia no haya jodido la maratón musical.

En lo personal, esta edición pretendía ser de aprendizaje y descubrimiento, pero los retrasos horarios de jueves y viernes impidieron que Caribou o Six Organs of Admittance entraran en el cupo y en la crónica (sí, dicen las lenguas que fueron dos conciertazos). Así que todo ha quedado en recuerdos y nostalgia de los noventa (Public Enemy, Portishead, Sebadoh, Buffalo Tom, Bob Mould, Hefner…) más alguna perita en dulce. Anecdotario: David Boulter (Tindersticks) haciendo cola para ver a Bill Callahan y J Mascis atendiendo a las pericias guitarriles de Ben Chasny. Ha sido año de dobletes: Stephen Malkmus, Lou Barlow, Bradford Cox. Y también ha sido el año de los tríos: Sebadoh, Buffalo Tom, Dinosaur JR, Devastations, The Cribs, Six Organs of Admittance, Shellac, Menomena, Animal Collective, etc. Centrémonos en una crónica desordenada.

Matrícula de honor

PORTISHEAD (en el Rock de Lux): El plato fuerte del Primavera 2008 respondió a las expectativas. Crecimiento exponencial: arranque frío (“Silence” y “Hunter” a millas de distancia), final de vértigo (“Theads”, “We Carry On”, tiembla Barcelona). No faltaron “Glory Box”, “Wandering Stars”, “Over”, “Sour Times” o “Cowboys”, recibidas con los brazos abiertos, el corazón en un puño y alguna lagrimita contenida. Pero el argumento brutal y demoledor se llamó “Machine Gun”, con Geoff Barrows en el colmo explotador de su nuevo rol golpeador y primitivo, con aparición fantasmal y fraseo de Chuck D (Public Enemy). Beth, como siempre, sufrió. Y todos con ella. Al final se arrojó a la masa. Y nosotros al infinito.

BILL CALLAHAN: Esperábamos una visión preciosista de su yo solitario, pero el Callahan rudo y contundente sigue vivo y coleando. Electrificó y petrificó el Auditori con mayoría selecta de piezas de Smog (“Our Anniversary”, “Natural Decline”, “Rock Bottom Riser”, “Cold Blooded Old Times”, “Bloodflow”: imposible elegir mejor) y “Diamond Dancer” y “Sycamore” se colaron tímidas entre el gas y la tormenta. No se puede tener más clase.


CAT POWER: El ritual con sabor a delta de Chan Marshall fue un imán desde el primer compás. Porque ella es magnética, gatuna e hipnotizadora. Porque se ha rodeado de los mejores, con el grandioso y ceremonial Jim White presidiendo el banquete a la batería. Porque ha buscado inspiración en la música de todos los tiempos (Hank Williams, Machín, los Stones, Otis Redding). El resultado es una oda a la elegancia, un homenaje a los clásicos, una lección de transformismo artístico, un concierto de los que quedan grabados a fuego.

Sobresaliente

THE SWELL SEASON: A propósito del cine (“Once”) ha nacido una banda que debe perdurar. Preciosas canciones interpretadas con amor, con simpatía, con enorme humanidad. Como “Lies”, como “Falling Slowly”, como “Leave”. Incluso hubo versiones de Van Morrison o Pixies. Las exhibiciones de Glen Hansard con las cuerdas (las de la acústica y las vocales) ponen la carne de gallina. Y Marketa es la partenaire perfecta, en esa segunda voz que se cuela por debajo, atrayendo por instinto la perfección simbiótica de Low. Un sobresaliente cercano a la matrícula.

TINDERSTICKS: Han vuelto al formato distinguido, el de banda con quinteto de cuerda y sección de viento, con un Stuart más implicado y sentimental que nunca. La estructura del concierto fue de ciencias puras: primera mitad de “The Hungry Saw”, batería de clásicos (uno por cada disco) y segunda mitad del nuevo álbum. De lo nuevo destacó “Yesterday Tomorrows” y el emotivo cierre con “The Turns We Took”. De lo viejo sobresalieron “Her”, “Travelling Light” y “Say Goodbye to the City”. Una auténtica preciosidad, pero a deshoras. Miel en la boca de un burro.

Notable

MGMT: Están de moda y juegan a creérselo. “Oracular Spectacular” en vivo suena de maravilla y el mérito está en el trío bajo-guitarra-batería que los acompaña. Solventes en los desarrollos setenteros (buenísima “4th Demensional Transition”), pelín cansinos en el rollo electro (un coñazo “Electric Feel”). Y como era de esperar, “Time to Pretend” fue la guinda del pastel.


THE NOTWIST: Cuando ya les habíamos perdido la pista, vuelven a aparecer y a recordarnos que por algo nos gustaban. El electro-pop marca de fábrica se transforma en un cañón de sonidos lisérgicos en directo, desde el magma de las distorsiones hasta la negrura del trip-hop, con algún que otro pasaje de techno duro. Qué gustazo volver a escuchar “Neon Golden” y “Pilot” de esa manera. Una máquina alemana.


PUBLIC ENEMY: No llegan al sobresaliente por esa cansina espera con Bomb Squad a los platos, soportada con impaciencia al grito de “que salga el del reloj”. Tras el espectacular despliegue en escena, con Flavor Flav y Chuck D en plan estrellón, el veinte cumpleaños de “It Takes a Nation of Millions..” no pudo ser mejor celebrado. “Bring the Noise”, “Don´t Believe the Hype” y “Terminator X to the Edge of Panic” son una mecha inteligente para prender el fiestón padre.


THE MARY ONETTES: Las bandas suecas son sinónimo de calidad en directo, y éstos no fueron la excepción. Sobrios hasta decir basta (solo el bajista rompió el equilibrio, a su bola) y habiendo mamado lo suyo a The Cure, clavan las canciones en vivo, aunque algunas se alarguen hasta el aburrimiento. Las mejores: “Void” y “Under the Guillotine”, dos himnos como dos soles.




BOB MOULD BAND: El arranque con “The Act We Act” y “A Good Idea” (dos de Sugar, toma ya) fue como entrar en un flash-back adrenalínico. Con el peso de muchos años y la energía de un quinceañero, sirviendo en bandeja las propias, las de los Hüsker o las de Sugar, Bob Mould y su banda fueron esa píldora que te despeja y te relanza en una carrera de fondo. Y todo a pesar del sonido enlatado en el maldito CD Drome. Larga vida a “Hoover Dam”.



DEVO: Viejos y encorsetados, pero en forma. Hay que verlos al menos una vez en la vida. Aluvión de grandes éxitos, desde “Girl U Want” hasta “Freedom of Choice” pasando por “Secret Agent Man”, “Peek-a-Boo”, “Jocko Homo” o “Gates of Steel”. Entre disfraz y coreografía, guitarreo punk y tecleo psicodélico el tiempo voló. Se hicieron cortos y sonaron perfectos. Universo surrealista sin fecha de caducidad. They´re not men, they are Devo.

DEVASTATIONS: La lluvia, la distorsión y sus pintas hicieron del show algo oscuro e indescifrable. Chorrearon electricidad y pasaron de sutilezas. Debían comenzar con “Oh Me, Oh My” y lo hicieron. Se centraron en “Yes, U” y añadieron alguna que otra novedad. Faltó “Loene”, imperdonable. Pero puede decirse que lo hicieron bien, pese al ciego de campeonato de Conrad Standish.


BUFFALO TOM: Fueron un clásico en los 90 y, aunque siguen haciendo buenos discos, son las viejas canciones las que remueven las entrañas. Como la enorme “Summer”, tocada en segundo lugar. Allí estaban todos los cuarentones del festival, en las primeras filas, coreando cada himno como chiquillos de instituto. Recuerdos del pelo largo. Caras auténticas frente al escenario, rockeros auténticos encima de él. Bill Janovitz le puso tantas ganas que hasta se cayó de culo. Cosas del directo
.

DEERHUNTER: La primera impresión es la que queda, éso dicen. La primera impresión en vivo del esquelético Bradford y compañía fue un latigazo en la chepa. Esta segunda no fue igual. Quizá porque el concierto fue extraño, espectral a ratos, falto de músculo, en los límites de lo desconocido. Eso sí, el final con “Hazel St.” y “Strange Lights” fue el momento mayúsculo del festival. Salvados por el ruido, el eco y la campana.



Decepciones

EXPLOSIONS IN THE SKY: Se les intentó nombrar herederos de Mogwai, pero están a años luz de los de Glasgow. No decepcionaron por ganas ni por fuerza, sino por linealidad y por perderse en sus propias sombras. Eso sí, ver al de las greñas aporreando la pandereta contra el suelo fue la bomba.



SEBADOH: Pasotas, descoordinados, como si acabaran de juntarse borrachos después de diez años para improvisar ruido ratonero en un garaje. Con la voz de Barlow en triste decadencia, las rotaciones de instrumentos llevaron a pausas desesperantes y el repertorio fue para olvidar. “Too Pure” intentó deshacer el entuerto, pero demasiado tarde.

RUFUS WAINWRIGHT: La decepción no fue por él, sino por la forma. Rufus es un músico en technicolor, un artista soberbio, pero verlo de nuevo solo al piano y guitarra, en hora punta y en el escenario grande, dio más pena que alegría. La ocasión demandaba atrezzo y acompañamiento; de tal guisa, hubiera sido sin duda el rey del festival.


Agradables sorpresas

THE MARZIPAN MAN: El nuevo proyecto de Jordi Herrera (ex_Satellites) resultó ser una delicia de ora pop elegante, ora rock afilado. Espectacular su elenco de secundarios y la artillería de instrumentos (percusiones, arpa, flautas, silbatos, panderetas y otros cachivaches). Un gran descubrimiento para el estreno del jueves.


SILVER JEWS: Más vale conocerlos ahora que nunca. Como unos Nick Cave & the Bad Seeds de América profunda con la discografía de Dylan bajo el brazo, llenaron el ATP de clase y poesía, con canciones redondas como “San Francisco B.C.” o “We Could Be Looking for the Same Thing”. Stephen Malkmus estaría por allí, pero la que triunfó fue la elegante chica del bajo. Mujeres al poder.

Pequeños flashes

ERIC´S TRIP: Madre mía, quién diría que la dulce Julie Doiron de la edición 2004 es la misma que esa desmelenada destroza-bajos. Punk-rock y garage malote, generación X resucitando, imágenes de los Dinosaur JR diez años atrás.

THE CRIBS: Este rollo ya me lo sé. Mamá, quiero ser Joe Strummer. Infumables desde el primer acorde, parece mentira que se siga dando cancha a bandas como ésta. Ya hay cuatrocientas y a cual peor.

MENOMENA: Arriesgados y exorcizantes, una apuesta veloz y única, se mueven en las ciénagas del post-rock y el kraut como pez en el agua, y son capaces de darse miedo hasta a sí mismos. Hay que dedicarles tiempo en un futuro.

SHELLAC: La grandeza de Steve Albini y los suyos era una leyenda de Primavera Sound y Rock de Lux que queda desarmada por completo. Guitarrazos, baquetazos y alaridos sin ton ni son. ¿Quedo como una ignorante si digo que me parecen una mierda?.

ANIMAL COLLECTIVE: Si la banda más rara del momento es Xiu Xiu, éstos deben ser los segundos. Lo que parecía imposible: llenaron el Estrella Damm los tres (supervivientes) solitos y su folky juguetón se convirtió en maraña maquinera. Como unos Chemical Brothers de manicomio.

Extra del festival

DARREN HAYMAN & JACK HAYTER PLAY HEFNER: La iniciativa de conciertos matutinos en el parque Joan Miró ha resultado todo un acierto y su conocimiento sobre la marcha una sorpresa en forma de inesperado concierto de Hefner. Antes, Hernández (Abel) y Fernández (Raúl) descifraban la melancolía de El Hijo en la intimidad y quietud de un nublado. Después, Darren Hayman y Jack Hayter hacían rememorar los himnos de aquella su gran banda (literal, cayeron el del alcohol, el de los cigarros y el de correos), amén de más perlas como “The Weight of Stars” y “The Greedy Ugly People”. Todo con la frescura de antaño y en la más entrañable cercanía. Otra dosis de nostalgia.

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