CONCIERTOSPRIMAVERA SOUND 2007 (1ª PARTE)
Tres días de música en palabras.
La apuesta segura del año vuelve a cuajar. Gastamos los cuartos al rojo y las ganancias han sido sustanciosas. Ganancias en forma de emociones, ésas que no caducan, no se pierden, no se gastan. La edición 2007 del Primavera Sound ha vuelto a ser un éxito. De crítica, como siempre. De público, más que nunca. Mayor afluencia (con diferencia) que otras veces, con especial mención al sector foráneo, que ya no solo viaja en etapa estival. La lectura puede realizarse en dos sentidos: ¿el festival cobra la dimensión que merecía o va camino de convertirse en un nuevo FIB?. Ojalá sea lo primero…
Organización, pros y contras. Los pros: mejor infraestructura para los escenarios menores, el moderado aumento de puestos de comida y venta de tickets, las nuevas pantallas en el escenario Rock de Lux y la realización visual de algunos conciertos. Los contras: sacar el acceso al Auditori fuera del recinto, la incómoda pulserita, el choque sónico frontal entre el Rock de Lux y el CD Drome, el transporte, el cambio de actuaciones sin tiempo de reacción (Battles) y, nuevamente, la escasez de baños. Aún así, nota media sobrada.
Las renuncias más o menos dolorosas de este año: Comets on Fire, Brightblack Morning Light, Black Mountain, Spiritualized, Robyn Hitchcock & the Venus 3 y Battles.
Pese a todo, acertamos en la elección. Y ésta es la crónica, resumida todo lo posible.
HERMAN DÜNE: Apenas fueron cuatro temas (culpables: las colas de entrada), suficientes para comprobar que en directo David-Ivar deja de ser el trovador medieval de “Giant” para convertirse en un cantautor de rock al más puro estilo clásico. El Estrella Damm es monstruoso para él y su pequeña banda, pero los hay que saben mantener el tipo. “Take Him Back to New York City” (rayos, qué buena) ayudó a entrar en calor. Arranque digno y sin sobresaltos.
DIRTY THREE: Dicen que los locos confunden la belleza y el caos. Y como Warren Ellis está demente perdido (bien clarito lo dejó), “Ocean Songs” es la mezcla exacta de ambas cosas. El virtuosismo experimental es duro, pero éste toca la fibra. Sin trampa ni cartón; solo humo y música. Y si gusto da escuchar (“The Restless Waves” y “Authentic Celestial Music” cortan literalmente la respiración) más gusto da mirar. Sí, Ellis es un animal, pero lo de Jim White con las baquetas no tiene nombre. Qué espectáculo.
MELVINS: El año pasado fueron Motorhëad; esta vez les tocaba a ellos. La facción dura del festival se pegó un atracón con el derroche bruto de esa obra (maestra para unos, incomprensible para otros) llamada “Houdini”. Conste que en lo suyo son solventes y los dos espectaculares bateristas desparraman fuego como quieren. Pero son un grupo para fans del género. Y los no fans acaban sufriéndolos horrores.
SLINT: Slint, banda de culto. “Spiderland”, disco de culto. El culto demanda recogimiento. Hágase el silencio, y el silencio se hizo. Exacto y milimétrico. Fue como escucharlo visualizando la película de autor que siempre inspiró. En vivo el escalofrío se multiplica, el dolor se oculta entre luces que acechan a los actores, confunden, convierten “Don, Aman” en una oración tétrica o “Good Morning, Captain” en la noria de la muerte. Impuntuales, pero enormes y generosos (regalaron epílogo).
THE SMASHING PUMPKINS: Cuando la credibilidad y las ideas se agotan no hay más solución que adornarse y explotar las rentas del pasado. Es lo que ha hecho Billy Corgan. La pomposidad faraónica como envoltorio (excesiva, cargante, irrisoria) y el rescate de los clásicos más obvios. No obstante “Today”, “Zero”, “Bullet with Butterfly Wings”, “Cherub Rock”, “Tonight, Tonight” o “Disarm” merecen más que un “Zeitgeist” que no dice absolutamente nada. Pero para hacer tan poco ruido (o tanto pero malo) no son necesarias tantas nueces. Pasando página.
THE WHITE STRIPES: Ésto es rock´n´roll. El dúo de parentesco misterioso no necesita artificios, compañía ni más colores para imprimir un recordatorio de cómo empezó todo. Cierto es que el ochenta por ciento del bacalao lo corta el frenético Jack White. Pura sangre de las seis cuerdas, gurú del berreo y la distorsión, experto del arranque brusco y la parada seca, portento entre portentos. Momentos memorables a puñados: “Hotel Yorba”, “I Think I Smell a Rat”, “My Doorbell”, “I Just Don´t Know What to Do with Myself”, “Black Math”, “Seven Nation Army” y no sé cuántas más. No da tiempo a asimilar un torbellino de esa dimensión.
BILLY BRAGG: Guitarra eléctrica, taza de té, y micro abierto para explayarse. El Auditori como su casa. Entre tema y tema mucha labia, historias sobre reencarnaciones (¿Johnny Class?), lucha de causas, órdagos irónicos (The White Stripes, Deep Purple, The Carpenters..) y un sondeo popular a mano alzada para elegir entre Bob Dylan y Elvis Presley. Un cruce de recital, mitin y monólogo de humor, en el que (tristemente) el hermano malquerido fue la música. Aún así, cientos de voces coreando “A New England” dejan poso. Y por cierto, ganó Dylan.
BARRY ADAMSON: Valió la pena asegurar la entrada previo pago de dos euros; el aquelarre de este genio (calaveras incluidas) y de su veteranísima banda casi de jazz no tiene precio. No son modernos, no son cool, pero se comen el escenario. “My Friend the Fly” se convirtió en un cuento de terror, “Jazz Devil” en un fotograma de “The Jazz Singer” de Crosland, “Le Matin des Noire” en una danza macabra, “Deja Voodoo” en un aullido de gloria y “Officer Bentley” en un ejercicio libre de estilos y velocidades. Todo por arte de magia. Magia negra, claro.
THE FALL (desde “Sparta F.C.”): Pues menos mal que a Mark E. Smith lo dejan tirado sus músicos cada dos por tres, porque los siguientes siempre ponen en mantillas a los anteriores. El coche zumbando otra vez a toda leche. Motores a plena revolución. Arrasadores, penetrantes, contundentes y malolientes. Cuanto más viejo más chulo. “My Door Is Never”, “Mountain Energy”, “The Wright Stuff” (la bella canta hasta que la bestia le dice basta), “Blindness” y el trallazo final “Reformation!” cicatrizaron la herida abierta hace tres años en el Pueblo Español. Faltó un bis, pero cualquiera les tose…
BEIRUT: David contra Goliat, o Zach Condon contra las macromagnitudes. “Brandenburg”, “Elephant Gun”, “The Canals of Our City” o “Postcards from Italy” son canciones preciosas. Su cuadrilla maleable de trompetas, tubas, acordeones, violines, ukeleles, banjos y panderetas hace lo que puede. Él mismo le pone interés, empeño y candor. Pero todo se le queda grande. Su música es original y prometedora, pero aún está verde como la lechuga. Tiempo al tiempo.
GIRLS AGAINST BOYS: No están en su momento, pero el repertorio fue para darles un beso en los morros. “Venus Luxure Nº 1 Baby”, “Cruise Yourself” y “House of GVSB” resucitados sobre la tumba de un radiocassette que quemaron hace tiempo. Y no importa que los dos bajos no acabaran de estallar ni que los juegos a dos voces descuartizaran “Bassation” y “Disco Six Six Six”. Faltan Janney y Temple, y éso se nota. Pero la garganta de Scott McCloud sigue haciendo pupa y diez años de espera son muchos. Sangre, sudor y casi lágrimas.
LOW (desde “Sunflowers”): Son carne de auditorio, ésa es la verdad. Pero su música subyuga más allá de lugares y momentos. Alan golpea la guitarra, Mimi acaricia los tambores, ambos susurran y acabas hipnotizado. Y el borracho que tienes al lado se convierte en mudo e invisible. Magia potagia. “Belarus”, “Amazing Grace”, “Violent Past”, “Murderer”… los pelos de punta. Frente a tantísima belleza no hay distracción que valga. Únicos.
BUILT TO SPILL: Costó empezar a causa de innumerables jugarretas de la técnica. Cuando arrancaron parecía que ya no había ganas. Pero hacer lo justo les vale el reconocimiento como una banda de rock auténtica y superdotada. Las canciones empiezan y parece que no acaban. Doug Martsch se reencarna en el mismísimo Neil Young. “Goin´Against Your Mind” llega en el momento álgido. Y la noche acaba con regusto a alcohol, nicotina y electricidad.
SHANNON WRIGHT: Allá va un mundo interior. Tímida, cerrada a cal y canto, pero tan segura de sí misma que asusta. Así es ella. Al piano o a la guitarra, la Cat Power más torturada sale al encuentro del Dominique A más retorcido. El idilio con las teclas es dulce y triste a la vez, y de él nacen maravillas como “Idle Hands” y “Defy this Love”. El que la ata a la eléctrica es sexy, agrietado y tormentoso, y de él se escapan esquirlas como “Don´t You Doubt Me”. Una artista soberbia.
JONATHAN RICHMAN: “A qué venimos si no a fracasar”. Comienzo y final del show más festivo y surrealista de la edición. Atrás quedó el legado de The Modern Lovers. Ahora Richman es una especie de payaso descarado y entrañable, cercano y agridulce, que improvisa en castellano, inglés, francés o italiano historietas (viejas o nuevas) sobre lo dura que es la vida y lo perro que es el amor. Éso sí, sin perder la sonrisa y las ganas de brincar. Tan desconcertante como minúsculo. Y el Auditori en pie, reventando eufórico. Algo tendrá.
THE DURUTTI COLUMN: Vini Reilly, la oveja negra de Factory Records, sobrevive con absoluta dignidad. Su guitarra habla otro idioma y dibuja surcos que se expanden por el aire. Claro que con un acompañamiento así (el bajo y la batería de Bruce Mitchell, de altísima escuela), es normal que los paisajes se puedan tocar con las manos. El repertorio fue tan confuso (salvo “Sketch for Summer”, qué delicia) como sobrecogedor. En la trilogía final añadieron cuarto miembro (dios, cómo canta esa mujer) y aporreando tambores sellaron un concierto de los que dejan huella.
PATTI SMITH: Tres hurras por ella. El reloj mete la marcha atrás y a mitad de “Privilege (Set Me Free)” ya estamos en un nuevo Woodstock. Himnos como “Free Money”, “Pissing in a River”, “Because the Night”, “Gloria” y “Rock´n´Roll Nigger” remueven las olvidadizas conciencias. Pero también aparecen Jimi Hendrix, The Rolling Stones, George Harrison, The Doors y Nirvana. ¿Es un nuevo Woodstock o no?. Su voz sigue impoluta, su rabia en ebullición y sus ganas de cambiar el mundo inagotables. La gran dama del rock nos dio a todos una lección: que la música es compromiso, aprendizaje y perseverancia. Que no se nos olvide.
THE GOOD, THE BAD AND THE QUEEN: Lo de Damon Albarn no tiene arreglo. Ni codeándose con personajes de la talla de Paul Simonon, ni disfrazándose de Fred Astaire con frac y sombrero de copa. El invento cae al vacío sin red desde el momento en que se levanta del piano, y acaba rebozándose en la más densa porquería cuando se alía con el hip hop. Y éso que el disco era casi bueno…
SONIC YOUTH: Ya lo escribí hace dos años tras verlos en el mismo marco: unos de los pilares del rock contemporáneo es suyo. Así que su misión era volver a sentar cátedra. Diecinueve años después “Daydream Nation” suena como si hubiera salido de la tostadora ayer y ellos disfrutan tocándolo como si fuera el estreno. “Daydream Nation”… y “Rather Ripped”. Porque la sorpresa fue mayúscula al verlos aparecer de nuevo para marcarse cuatro del último, con “Incinerate” y “Reena” espectaculares, acompañados de un nuevo bajista que ya no es Jim O´Rourke y con una Kim Gordon que cada día se deja llevar más por el demonio. ¿Acaso quedan dudas de su grandeza?.
GRIZZLY BEAR: Lluvia de estrellas. No sólo deconstruyen el folk en sus canciones; en vivo las acarician con una varita y el resultado son otras canciones que no tienen nada que ver y siguen sonando de ensueño. El juego de las adivinanzas empezó con “Easier”, siguió con “Lullabye”, “Little Brother” y “Colorado” y terminó con “Fix It”. Mr. MTV y Mr. Beirut ensuciaron la increíble “On a Neck, On a Split” con su criminal cameo, pero el oso es fuerte, se mantiene erguido, es el rey del bosque. Un buen motivo para decirle a Jeff Tweedy que se espere.
WILCO (desde “I Am Trying to Break Your Heart”): Un cuarto de actuación inaudible y congelada, motivo para no darles el diez aunque la culpa sea de otros. Por suerte se arregló. Cuando los músicos son buenos y el repertorio excelente, todo tiene solución. Músicos: oficio, técnica, nervio. Nels Cline (también tocó con Patti Smith) y Glenn Kotche dan vértigo y la voz de Tweedy encandila. La orquesta rockarmónica de Chicago. Repertorio: “Handshake Drugs”, “A Shot in the Arm”, “Via Chicago”, “Impossible Germany”, “Sky Blue Sky”, “Shake It Off”, “War on War”, “Jesus Etc.”, “Walken”, “I´m the Man Who Loves You”, “Hummingbird”, “Spiders”. Un bis: “I´m a Wheel”. ¿Qué más decir?. Son grandes y merecen pasillo de campeones.
Dedicatoria de rigor: a mis dos compañeros debutantes.