08 abril 2007

RETROSPECTIVAS

PERE UBU. The Modern Dance.

Homenaje a los desheredados del punk.

Según los tecnócratas del sector musical, se cumplen treinta años del nacimiento del punk. Y ante tal evento, lo fácil sería esperar una revisión de Ramones o Sex Pistols. Pero ¿en qué consistía exactamente el punk?. ¿Quién lo inventó?. Se han escrito páginas y páginas sobre el tema, y aquí lo único que viene a cuento mentar es que unos ganaban la fama mientras otros cardaban la lana. El punk empezó siendo el fruto del descontento y la ingravidez existencial, y terminó como el enésimo negocio de la moda.

Dentro de ese movimiento global, hubo bandas que daban un paso más allá del espíritu camorrista, los guitarreos de tres acordes, las chupas molonas tipografiadas y las crestas de colorines. Pere Ubu es un buen ejemplo. Surgidos de entre la basura amontonada en la ciudad de Cleveland, su álbum de debú ya fue una obra definitiva que se escapaba de los esquemas. Ello llevó a encuadrarlos en una derivación curiosamente denominada “art punk”, sin que todavía esté muy claro (ni siquiera para David Thomas) lo que realmente significaba el término. “The Modern Dance” (78) estaba lleno de rabia, mensajes explícitos y cinismo, pero con todo ello, distaba mucho del típico panfleto de pesimismo con mensaje “vamos a quemarlo todo”. Más bien era un sentimiento expresado con perspicacia y elegancia, experimentado, alejado de lo obvio y muy impopular. En el disco aparecen temas simples y directos, como “Non-Alignment Pact”, “Street Waves” o “Life Stinks”, pero también puzzles imposibles como “Chinese Radiation” o la inclasificable “Sentimental Journey”, con ese adorno macabro de saxos deformes y cristales rotos. “Over my Head” sabe claramente a rock progresivo. La soberbia “Modern Dance” añade una tremenda nota de sofisticación, impensable en otras bandas aferradas a la tradición de arrebatos incendiarios. Y el tándem “Real World”-“Humour Me” los emparenta accidentalmente con Talking Heads, otro bicho raro y descolocado nacido por entonces.

En fin, después de treinta años, he aquí un homenaje a la facción marginal del punk. Aquellos que se quejaron en la sombra, rechazando los restos del gran banquete con amor propio y sin arrepentimiento. Aquellos que nos dejaron obras que, tanto tiempo después, no huelen a rancio ni a podrido, sino saludables y jugosas como si hubieran salido del horno hoy mismo.

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