SONIC YOUTH: EQUIPO DE GALÁCTICOS.
Historia reciente a través de las imagénes.
Ruido. Un muro de granito que se cae en pedazos. Un cohete de la NASA que despega hacia el espacio. Un sueño recurrente que tiene banda sonora. Y ese sonsonete que acompaña siempre es una guitarra desgajada y caótica que se mueve en extrañas formas similares a la de la cadena del ADN. Sonic Youth. Un nombre propio que ha movido a varias generaciones, y que apunta hacia un futuro indefinido.
“Corporate Ghost” (2004) es un fantástico DVD que recorre un pedazo de la historia de la banda en imágenes, desde “Goo” (90) hasta “Murray Street” (2002). Y también es una excusa perfecta para decir algo en voz alta sobre ellos.
Claros, coherentes, irónicos y salvajes. Un poco de todo. Espacios urbanos, salas de ensayo, glamurosos y esperpénticos decorados. La imagen evoluciona con el tiempo, desde las camisas de cuadros, pelos largos y efervescencia juvenil de la era del grunge hasta las faldas y la poesía surrealista de más adelante. “Dirty Boots”, “Cinderella´s Big Score” y “100 %” son muestras de lo primero, reflejando el devaneo de jóvenes que buscan su refugio fetiche en los bares y en la calle, encontrando en ellos solo problemas. “Little Trouble Girl” encarna lo segundo; la luz, el contraste, la ternura del pequeño extraterrestre que alucina dentro de la civilización que acaba de descubrir, las dos Kim (Gordon y Deal) es un mano a mano glorioso. Ésa es una de las muchas colaboraciones que hay en sus clips, casi siempre plagados de apariciones estelares. Como la de Kathleen Hanna, empeñada en molestarlos en un ataque espídico en “Bull in the Heather”; la de Chloe Sevigny, icono de una nueva forma de entender la moda en “Sugar Kane”; o unas caseras y pensativas Sleater-Kinney en “Nevermind (What Was in Anyway)”.
Y luego están los homenajes, como el rendido a la magnífica Joan Crawford en “Mildred Pierce”, o esa versión llena de lujo y etiqueta del precioso “Superstar” de los Carpenters, con la sorpresa que conlleva ver a Thurston y a Ranaldo dentro de negros y elegantes esmoquins.
No son actores. Eso está claro. Pero aunque su vigor interpretativo no sea de alta escuela, hay algo en su forma de moverse y mirar a cámara, que convierte la solemnidad en cierta burla maquiavélica. Y si no, basta con observar los movimientos de Kim Gordon en “Kool Thing”, o seguir la tierna historia de fugitivos huyendo en coche por las calles de ¿Las Vegas? que se narra en “Disappearer”. Muy sutiles, pero siempre queriendo decir algo. Y hasta su video más crítico, “Youth Against Fascism” tiene algo de cinismo, más que nada por la fatigante velocidad con que se superponen todos los símbolos del horror que ha parido la humanidad desde que el mundo es mundo.
Nunca antes la música estuvo tan unida a las imágenes. Y en algunos casos el cauce que lleva de lo uno a lo otro es realmente misterioso. O si no, ¿por qué “Hoarfrost” es inequívocamente equivalente a ver pasar los árboles nevados a través de un cristal empañado?. Así era escuchando. Y así es cuando miramos.
Y para no olvidarnos de su punto fuerte, “The Diamond Sea” recopila en formato multipantalla los momentos más gloriosos de sus directos, ésos en los que la melodía se confunde en caos, las guitarras se retuercen moribundas y el ruido se convierte en hipnosis. Galácticos.
Historia reciente a través de las imagénes.
Ruido. Un muro de granito que se cae en pedazos. Un cohete de la NASA que despega hacia el espacio. Un sueño recurrente que tiene banda sonora. Y ese sonsonete que acompaña siempre es una guitarra desgajada y caótica que se mueve en extrañas formas similares a la de la cadena del ADN. Sonic Youth. Un nombre propio que ha movido a varias generaciones, y que apunta hacia un futuro indefinido.
“Corporate Ghost” (2004) es un fantástico DVD que recorre un pedazo de la historia de la banda en imágenes, desde “Goo” (90) hasta “Murray Street” (2002). Y también es una excusa perfecta para decir algo en voz alta sobre ellos.
Claros, coherentes, irónicos y salvajes. Un poco de todo. Espacios urbanos, salas de ensayo, glamurosos y esperpénticos decorados. La imagen evoluciona con el tiempo, desde las camisas de cuadros, pelos largos y efervescencia juvenil de la era del grunge hasta las faldas y la poesía surrealista de más adelante. “Dirty Boots”, “Cinderella´s Big Score” y “100 %” son muestras de lo primero, reflejando el devaneo de jóvenes que buscan su refugio fetiche en los bares y en la calle, encontrando en ellos solo problemas. “Little Trouble Girl” encarna lo segundo; la luz, el contraste, la ternura del pequeño extraterrestre que alucina dentro de la civilización que acaba de descubrir, las dos Kim (Gordon y Deal) es un mano a mano glorioso. Ésa es una de las muchas colaboraciones que hay en sus clips, casi siempre plagados de apariciones estelares. Como la de Kathleen Hanna, empeñada en molestarlos en un ataque espídico en “Bull in the Heather”; la de Chloe Sevigny, icono de una nueva forma de entender la moda en “Sugar Kane”; o unas caseras y pensativas Sleater-Kinney en “Nevermind (What Was in Anyway)”.
Y luego están los homenajes, como el rendido a la magnífica Joan Crawford en “Mildred Pierce”, o esa versión llena de lujo y etiqueta del precioso “Superstar” de los Carpenters, con la sorpresa que conlleva ver a Thurston y a Ranaldo dentro de negros y elegantes esmoquins.
No son actores. Eso está claro. Pero aunque su vigor interpretativo no sea de alta escuela, hay algo en su forma de moverse y mirar a cámara, que convierte la solemnidad en cierta burla maquiavélica. Y si no, basta con observar los movimientos de Kim Gordon en “Kool Thing”, o seguir la tierna historia de fugitivos huyendo en coche por las calles de ¿Las Vegas? que se narra en “Disappearer”. Muy sutiles, pero siempre queriendo decir algo. Y hasta su video más crítico, “Youth Against Fascism” tiene algo de cinismo, más que nada por la fatigante velocidad con que se superponen todos los símbolos del horror que ha parido la humanidad desde que el mundo es mundo.
Nunca antes la música estuvo tan unida a las imágenes. Y en algunos casos el cauce que lleva de lo uno a lo otro es realmente misterioso. O si no, ¿por qué “Hoarfrost” es inequívocamente equivalente a ver pasar los árboles nevados a través de un cristal empañado?. Así era escuchando. Y así es cuando miramos.
Y para no olvidarnos de su punto fuerte, “The Diamond Sea” recopila en formato multipantalla los momentos más gloriosos de sus directos, ésos en los que la melodía se confunde en caos, las guitarras se retuercen moribundas y el ruido se convierte en hipnosis. Galácticos.