CONCIERTOS
PRIMAVERA CLUB MADRID 2008.
Toma pan y moja.
Qué gran invento esto de llevar el Primavera Club a Madrid. Qué alegría pisar la capital en plena efervescencia navideña, nadar contra la corriente humana y decir: “paso de luces, tiendas, lotería y villancicos, voy a ver música de la buena”. El proyecto ha sido un éxito: papeles agotados y un público selecto, aunque el dichoso derbi futbolero dejara a Giant Sand y Wovenhand con menos audiencia de lo esperado. Diversas razones llevaron a prescindir del jueves, la Nasti y The Thermals; aparte de eso, la oferta musical ha sido una comunión de nuevas y clásicas propuestas, un crisol de estilos y generaciones. En definitiva, ha sido un fin de semana mucho más alimenticio y suculento que la cena de Nochebuena y la comilona de Navidad juntas. El viernes fue el día de los graciosos: los “extraordinarios”, Eli “Paperboy” Reed, David Tattersall, Darren Hayman y Jack Hayter compitieron duramente por el premio Mister Simpatía del festival. El sábado fue el día de las sentadillas: The Dodos, David Eugene Edwards y algunos músicos de la Campell decidieron reposar las posaderas, casi todos en sillas y alguno en el mismo suelo. Vayamos por partes.
THE EXTRAORDINAIRES: Vaya unos cachondos. Sombrero de zorro. Guitarra tuneada con aletas. Potaje de The Beatles, Pavement, el country y la polka. Y los caretos teatreros de los dos frontmen, un poema. “Ribbons of War” (2007) se les debió caer de la furgoneta por el camino, pero aún así dieron una lección tremenda. Lección de ejecución (magníficas rotaciones de instrumentos), de mutación musical y de sentido del humor.
LA BUENA VIDA: Como no podía ser menos, la recuperación del mítico “Soidemersol” (97) estuvo llena de lujo y oropel. Orquesta sinfónica, invitados históricos (Borja Sánchez, por ejemplo), una cuidadísima puesta en escena con proyecciones y álbumes de fotos desempolvados. Tal envoltorio es una trampa para cualquiera, incluso para los detractores más tenaces del pop. Fue un concierto emotivo y bonito, vivido con el debido respeto a la ocasión, que acabó en abrazo conjunto y en un aplauso infinito para la magnífica orquesta. Y todo pese a la desidia de Irantzu, a veces harto insoportable.
ELI “PAPERBOY” REED & THE TRUE LOVES: “Acabo de ver un concierto de soul que te cagas” le decía un tío a alguien por el móvil a la salida. Las loas dedicadas al chico de los periódicos en los medios quedan contrastadas. Vozarrón tremendo, magnetismo escénico, y solo es un crío de veinte y pocos años. Al loro: el espíritu de James Brown, Otis Redding y Wilson Pickett sigue vivo y es más blanco que la leche. Tanto en lo rítmico (“Steak Your Claim”) como en lo íntimo (“It´s Easier”) el tipo lo borda, pese a copiar algunos tics de sus ídolos en demasía. Y sus musicazos de Missisipi y Alabama son, en efecto, unos auténticos amores. Un viaje alucinante a los años 50. Un fiestón que requería obligatoriamente una guinda del calibre de “(Doin´the) Boom, Boom”.
THE WAVE PICTURES: Tienen mucho que ver con Hefner, y no solo por ser amigos de Darren y Jack. También tienen un saborcillo importante a Violent Femmes. Son la mar de cándidos y entrañables, y tocan de maravilla. Su “hazlo tú mismo” y su sonido lo-fi es de lo más refrescante. Pero les falta un salto más para alcanzar el oasis de los mitos de referencia. “Strange Fruit or David” y “Just Like a Drummer” tienen su punto, pero en El Sol acabaron ahogándose en los medios tiempos y la rigidez.
DARREN HAYMAN & JACK HAYTER: La experiencia en el pasado Primavera Sound fue especial, así que había que repetirla. De las canciones de Hefner uno no se cansa nunca. Primera parte en plan dúo, duelo de guitarra y slide e intimidad, con “The Hymn for the Alcohol” y “Lee Remick” como estrellas. Segunda parte con sección rítmica de los Wave Pictures (mucho más interesante), desparrame, alegría y un Darren motivado e inspirado como nunca. Montaron un jolgorio de aúpa con “The Weight of Stars”, “Pull Yourself Together”, “The Hymn for the Cigarrettes” y “The Day that Thatcher Dies”, y “The Greedy Ugly People” protagonizó el momento precioso de la noche, coronada a capella por un público que se las sabía todas, todas. Dos generaciones sobre el escenario (David también se unió a la fiesta), divirtiéndose y divirtiendo.
THE DODOS: La sensación del festival. Excelentes en disco, el directo los eleva a los altares de la compenetración, la imaginación y el talento. Prodigiosas demostraciones de fuerza y simbiosis guitarra-percusión, y el mejor repertorio posible. “Paint the Rust”, “Fools”, “Joe´s Waltz” y “Jody” arrasaron. Y todo sin condimentos ni digitalización, con armas primarias y desnudas. Logan Kroeber deslumbró con sus frenéticos ritmos (no tiene precio como baterista), bien complementado por el tercer sujeto (el de rojo) y su arsenal de aporreables elementos (barreño metálico incluido). Si siguen así llegarán muy lejos; al menos tan lejos como están llegando Animal Collective.
ISOBEL CAMPBELL & MARK LANEGAN: La Campbell ha encontrado el método para calzarse la etiqueta de diva-star: arrimarse a tíos con algún don. El de Mark Lanegan es su voz de caverna, pero no solo de dones vive el hombre; el riesgo de convertirse en un segundón perpetuo ya le llega al cuello y mira que es gigante. Opiniones encontradas: 1) belleza, exquisitez, emotividad; 2) tedio, engaño, coñazo. Yo me quedo entre las dos: hay buenas canciones (especialmente “Deus Ibi Est”, “Who Built the Road”, “Something to Believe” y la versión de “Ramblin´Man”) pero hace falta más sangre, más pasión y más luz.
GIANT SAND: Howe Gelb sigue igual de encantador, aunque esta vez la sonrisa costó cara a causa de defectos técnicos. Tocar música es un hábito más para él, como lavarse los dientes o beber un trago. Así que todo fluye sosegado, con soltura, sin más sobresalto que algún guitarrazo improvisado o premeditado, nunca se sabe. La velada empezó con “Wearing the Robes of Bible Black”, pero no fue noche de clásicos sino de novedades. “Out There”, “Spiral”, “Pitch & Sway” o “Stranded Pearl” (con cameo de la insufrible Isobel) fueron grandes momentos en un repertorio exquisito y contenido. Hubo un conato de “Shiver” para contentar las demandas y todo acabó cuando muchos alcanzábamos el cenit de la emoción. Una pena. Leyenda viva del rock´n´roll.
WOVENHAND: Es injusto que bandas así tengan que verse limitadas a reducción de espacio y tiempo, muy injusto. Lo de David Eugene Edwards in situ es de impresión. Más bien poseído por el diablo que del lado de la Biblia, el de Denver es una bestia en trance, un chorro de voz a presión (nada que envidiar a Nick Cave) que brama como si fuera el día del juicio final, presa de vahídos que piden a gritos un exorcismo. “Kicking Bird”, “Beautiful Axe”, “Tin Finger” y la todopoderosa “Kingdom of Ice” fueron profusas y místicas hasta la extremaunción, introducidas por murmullos y cinceles. 16 Horsepower también se dejaron oir con los surcos de acordeón de “American Wheeze”. Una auténtica exhibición; es justo y necesario volver a vivirla ampliada en duración y forma.
Anécdotas de festival:
- Los silencios: las pausas en los conciertos de La Buena Vida y de Isobel Campbell & Mark Lanegan contaron con silencios colectivos que no se recuerdan. Nadie se atrevía a rechistar.
- Darren Hayman, ese crack: el viernes a la entrada en El Sol, solitario y despistado, detrás del puesto de camisetas y cds. Después saldría al escenario completamente transfigurado.
- Franic Rozycki y la educación inglesa: el bajista de The Wave Pictures llegando a la sala con la hora pegada, colándose entre el público para encontrar el acceso al backstage y repartiendo “excuse me” y “sorry” a diestro y siniestro.
- Los “amores verdaderos”: los músicos de Eli “Paperboy” Reed también acudieron a El Sol a ver a Hayman y Hayter. Aunque, y de ello doy fe, no les hicieron ni puto caso.
- ¿Qué hacía el tercero de The Dodos cuando se metía debajo del vibráfono?. La gran incógnita del festival.
- La osadía de Howe Gelb: atrévete a sacar una casaca del Séptimo de Caballería y una camiseta del Barça y pide consejo a la audiencia sobre cuál ponerte. La elección fue clara.
- Los retrasos del sábado: no se sabe el motivo, pero la entrada a la Joy Eslava el sábado se colapsó más de lo debido. Ello supuso desfase de horarios y un carrerón que ni Usain Bolt para llegar a tiempo a Wovenhand. El estrés mereció la pena, sin duda.