28 febrero 2006

DISCOS

DIRTY THREE. Cinder.

El lenguaje de las palabras invisibles.

Hay quien dice que el silencio vale más que mil palabras. En este caso hay discurso, pero nadie abre la boca. Solo una mujer, Chan Marshall, en “Great Waves”. La historia la cuentan las cuerdas, no las vocales, las de una guitarra y una viola. Warren Ellis, Jim White y Mick Turner vuelven a poner en entredicho el lenguaje habitual, y en este “Cinder” (2005) exploran una vez más su lado trémulo. La conexión entre folk y slowcore queda patente en “Amy”, “It Happened” o “This Night”. Diecinueve cortes que ofrecen mucho donde elegir. También mucho que resumir. “Ever Since” (por su optimismo), “Sad Sexy” (por su influencia soul), “Doris” (por la explosión de gaitas) y “The Zither Player” (por el contagioso aire zíngaro) se convierten en favoritas. Aunque más maravillosos cuanto más desordenados: la hermosísima anarquía de “Flutter” y “Feral” ataca el corazón hasta hacerle pupa. Un disco bello. Una grata compañía para relajarse y hacer algo que hacemos poco: pensar.

20 febrero 2006

RETROSPECTIVAS

NICK DRAKE. Five Leaves Left.

El mito de Sísifo.

La leyenda vuelve. Toda la vida creyéndome Sísifo, y resulta que hay uno en cada esquina. “Five Leaves Left” (69), primer paso de un reo cargando la piedra cuesta arriba. Una sombra. Otro Baudelaire. El peso de la existencia cayendo suavemente hacia un costado. Sin hacer ruido, sin rechistar. Ahí va la sombra, con su guitarra. Abnegada. Tímida. Temerosa. “Time Has Told Me”, medicina para los problemas de una mente problemática. “Riverman”, mar de viento acariciando los acantilados del alma. “Three Hours” y “Cello Song”, sueños de libertad con forma de serpentina. “Way to Blue”, manual de la felicidad imposible. “Fruit Tree”, el brillo insostenible de la fama. “Man in a Shed”, Nina Simone y Ray Charles. “The Thoughts of Mary Jane”; quién pudiera conocer sus pensamientos, por qué vuela y sale cuando llueve, dónde ha estado y a quién ha visto en su viaje hacia las estrellas…

Caminó con resignación por los senderos de un mundo que le venía grande, ocultándose en la umbría de sus recodos. Hasta que la piedra se le escapó de entre los brazos. Justo a punto de alcanzar la cima. Y al final resultó que lo que verdaderamente le pesaba era la inmensidad de su talento. Demasiado triste. Demasiado tarde.

REPORTAJES

CAN. Pioneros, alquimistas y extraterrestres.

La era Damo Suzuki.

Cuando uno se pone a escuchar a día de hoy la música de Can, siempre hay una pregunta que flota en el aire: ¿qué efecto causaron en su época?. Porque analizar la descomunal dimensión de su obra es muy fácil desde posiciones ilustradas por la evolución de los sonidos contemporáneos. Pero ¿cómo encajaron en su década, marcada a hierro vivo por los efluvios del rock?. En la vieja Europa también pasaban cosas más allá del modernismo y glamour británicos.

Reflexiones aparte, “Tago Mago” (71) y “Ege Bamyasi” (72) fueron dos álbumes que brindaron una etapa gloriosa de la banda (o colectivo anarquista, como ellos mismos se autodefinieron en ocasiones). Fue la etapa Damo Suzuki. El desquiciamiento de su primer vocalista, Malcolm Mooney, llevó a rescatar de las calles a este japonés sui-géneris que se adaptó a la sinestesia del grupo como un guante, dotando a los ambientes improvisatorios y experimentales de su música de una nueva dimensión, si cabe más frondosa y mística.

Pioneros. Inventaron su propia fórmula, un oasis subterráneo en el que la disciplina marcaba los desarrollos más inverosímiles e interminables, explotando hasta los límites el sentido del conjunto. Y lo hicieron sin máquinas, artilugios o ayudas paralelas. Ahora ya no se consigue un sonido así sin pulsar un botón y ver cientos de lucecitas de colores. Progreso equivale a pereza, comodidad, desnaturalización del trabajo.

Alquimistas. El secreto puede que residiera en las partes. Holger Czukay (bajo), Michael Karoli (guitarra), Irmin Schmidt (teclados) y Jaki Liebezeit (batería) eran la columna vertebral de la bestia. Poseían formaciones, personalidades e inquietudes tan diversas y aventureras que, al juntarse, provocaron un nuevo big-bang. El clasicismo instrumental, la pureza étnica, la profundidad de las culturas orientales, Jimi Hendrix, la Velvet Underground

Extraterrestres. Capaces de encerrarse en un castillo en Colonia para concentrarse en la creación de atmósferas densas, en la deconstrucción de los métodos académicos de la música rock. Monjas de clausura entregadas a la oración y la repostería. Sesiones de ensayo no-premeditado de cinco, siete, hasta doce horas. Fusión orgánica en cuatro pistas.

Todo esto explica por qué “Tago Mago” y “Ege Bamyasi” son dos obras mágicas y trascendentes en la historia. En ellas el rock (“krautrock” lo llamaron algunos) alcanza otro estatus y se alía con el free-jazz, la psicodelia y el groove en una colección de piezas innovadoras y suicidas. Canciones como “Mushroom” y “Vitamin C” muestran el auténtico sello Can: ritmos hipnóticos y asimétricos que van y vienen, suben y bajan, en los que la batería de Liebezeit se erige en guía ultrasensorial. “One More Night” representa el lado espacial; los teclados de Schmidt cobran un protagonismo sacro pese al funcionamiento como un todo. El sentido improvisación e inacotación temporal tiene su claro ejemplo en “Halleluhwah” (18 minutos, 28 segundos), tema que en su primer desarrollo descubre la existencia del sonido Manchester mucho antes de nacer. La vertiente luminosa y espiritual de la banda, con influencias de la música hindú, es utilizada acertadamente para cerrar sus discos (“Bring Me Coffee or Tea”, “Spoon”) dejando una estela que tarda en desaparecer.

La presencia de Sukuzi destaca sobre todo en piezas como “Oh Yeah”, que emplea el método de la reversión vocal dentro de un groove adictivo y provocativo, introduciendo el exotismo de su lengua natal. O también en “Sing Swan Song”, donde la voz del japonés se ve envuelta en celofán de cuerda y percusión, creando una burbuja de misterio indescifrable. Preciosa, preciosa canción.

Y luego están esas otras historias inaccesibles, controvertidas, inclasificables, sucesos de onda, ruido y colisión que convierten a “Aumgn”, “Peking O” y “Soup” en osadas bandas sonoras para espectáculos de magia negra inspirados en cualquier relato de Kurosawa. Devaneos experimentales abiertos y sujetos a debate general en los círculos de entendidos. ¿Música o herejía?.

Irrepetibles y actuales. El mundo no se olvida de ellos. Algunos se despojan de sus aureolas para invocarlos y predicar que bebieron de sus fuentes para encontrar un camino con sentido. Ya lo cantaba Mark E. Smith, uno de sus admiradores célebres, sin tapujos: “I am Damo Suzuki”. Cada vez que surja algo nuevo, arriesgado o progresivo, llevará colgada la vitola Can como un pin en la solapa. La obra de los alemanes se reedita treinta y tantos años después para recordar lo que son a aquellos que aún ignoran lo que fueron. Una obra ejemplar, declarada aquí y ahora patrimonio de la humanidad.

12 febrero 2006

DISCOS

ARAB STRAP. The Last Romance.

Subiendo las persianas.

Una habitación cerrada. Oscuridad y contubernios del corazón. El mundo de Aidan Moffat nunca ha sido del todo accesible. Al contrario; demasiada angustia, demasiada destrucción. “The Last Romance” (2005) al fin rompe las cadenas, sube las persianas y deja entrar la luz. A través de la ventana se aprecia vida y continuidad. Un café caliente enfrente del cristal, un acordeón sosegado (“Chat in Amsterdam, Winter 2003”), un cello poderoso (“Confessions of a Big Brother”). Todo vuelve a empezar. Fuera los ornamentos, los artificios y la porquería. Pese a sus títulos, “Stink”, “(If There´s) No Hope for Us”, “Don´t Ask Me to Dance” y “Dream Sequence” son tan directas, concretas e intensamente emocionantes que empujan a abrir la ventana y echar a volar, respirando el aire de las cosas por conocer. “There Is No Ending” es el canto definitivo en pleno vuelo migratorio. Desde las fosas de la desesperación hasta los brazos de la irrenunciable esperanza. Mejor así.

09 febrero 2006

AGENDA

ACONTECIMIENTOS FEBRERO. Empieza el movimiento.

La temporada de acontecimientos musicales en nuestro país empieza a ponerse seria. Mientras el Primavera Sound de Barcelona sigue explotando sus ofertas de abonos a precio reducido (85 euros hasta el 21 de febrero, lo que costaba el año pasado, ¿a cuánto piensan ponerlo este año?), el todopoderoso FIB Heineken ya anuncia en su cartel (aparte del pelotazo Depeche Mode) a Franz Ferdinand, Echo & the Bunnymen, The Rakes o Jay-Jay Johanson. Nada que sorprenda o entusiasme. Y mientras tanto, los susodichos Dave Gahan, Andrew Fletcher y Martin Gore se pegan su primer paseo por nuestra geografía presentando “Playing the Angel” (con buenas críticas, parecer ser), ensombreciendo a otros en visita mucho más modesta y relajada, como Micah P. Hinson o Super Furry Animals.

Entre tanto, he aquí algunos buenos conciertos recomendables en la agenda de febrero (en lo sucesivo, la sección tratará de repetirse mensualmente):

BAUHAUS- Barcelona. Razzmatazz. 15-2-2006.
Madrid. La Riviera. 16-2-2006.

JOHN CALE AND BAND- Vitoria. Sala Azkena. 17-2-2006.
Madrid. Sala Heineken. 18-2-2006.

ARAB STRAP – Madrid. Sala Heineken. 24-2-2006.
Barcelona. Razzmatazz. 25-2-2006.

CLAP YOUR HANDS SAY YEAH – Barcelona. Razzmatazz. 24-2-2006.
Madrid. Sala Heineken. 25-2-2006.

KAISER CHIEFS + WE ARE SCIENTISTS- Barcelona. Razzmatazz. 25-2-2006.

YANN TIERSEN- San Sebastián. Sala Jareño. 23-2-2006.
Madrid. La Riviera. 24-2-2006. (anunciado el cambio de local, previsto inicialmente en Aqualung).
Salamanca. Centro Cultural Artes Escénicas y Música. 25-2-2006.

SNOW PATROL- Madrid. Sala El Sol. 28-2-2006.

Una pena no poder ir a todos, pero….

DISCOS

THE STROKES. First Impressions of Earth.

Misión imposible.

Los pequeños Rolling han llegado donde iban. El tercer álbum de Julian Casablancas y su panda ha sido tan esperado como decepcionante. Ya no son los Strokes despeinados y harapientos que en “Is This It?” (2001) contagiaban alegría y ansias de revuelta. En “First Impressions of Earth” (2006) son unos Strokes pro-sistema, engominados y estáticos. La sobredosis de caña en “Juicebox” no engaña; el resto naufraga en una balsa de aceite. No hay color, ni energía, ni giros suicidas, ni nada de lo que había en canciones como “The Modern Age”, “Soma”, “Last Nite” o “Meet Me in the Bathroom”. Solamente “You Only Live Once”, “Electricityscape” y “Killing Lies” proporcionan un poquito de sorpresa, calidad o simplemente gustirrinín. Quizá es cuestión de modas; o quizá cuestión de lógica. Quizá es el cerebro, que funciona a mayor velocidad que la industria, demandando cosas nuevas. A ver si vuelven a España, dan un concierto superior y nos callan la boca. A ver si puede ser.

07 febrero 2006

DISCOS

THE CORAL. The Invisible Invasion.

Cualquier tiempo pasado fue mejor.

A pesar de haber perdido la desvergüenza de sus primeros pasitos (sí, aquella que mezclaba el rock, la polka o el metal con valentía de órdago en su debú de 2002), no se puede negar que The Coral son una de las bandas más interesantes y trabajadoras de la actualidad. Aunque lo de telonear a Oasis restó crédito en su cuenta, “The Invisible Invasion” (2005) sigue mostrando su santa fidelidad a los setenta. Una fijación tan obsesiva que teletransporta directamente a la época, a sus ideas, a su moda. Y mucho más con canciones como “A Warning to the Curious”, que recrea aquel sonido con tal exactitud que ya no sabes si son ellos o The Doors (vaya por dios, la voz de James Skelly a veces hasta recuerda a la de Jim Morrison). Un disco con canciones prescindibles, y con otras realmente memorables. Entre estas últimas, que son mayoría, “She Sings the Mourning” y sus impecables arreglos, “The Operator” con esos teclados frenéticos, “Come Home” y su desenlace espacial que la engancha con la preciosa “Far from the Crowd”, puro Simon & Garfunkel. Entre las prescindibles está “In the Morning”, casualmente la que más suena acá y allá, con todas las papeletas para ser carne de sintonía televisiva (y si no, al tiempo). Y también algunas curiosidades que los adelantan una década: el comienzo de “Something Inside of Me” clava al de “London Calling” de The Clash; y “Arabian Sand” huele a homenaje en toda regla a The Fall. Gente joven enamorada de los clásicos: especies en peligro de extinción.

02 febrero 2006

CONCIERTOS

SLOAN + THE SOUNDTRACK OF OUR LIVES. Madrid. Aqualung. 24-1-2006.

Calorcete escandinavo.

The Soundtrack of Our Lives tienen caché. Lo avalan sus discos y lo avala su extensa gira por nuestro país. También lo avalan sus teloneros. Los veteranos Sloan abrieron la velada madrileña rememorando su curtida trayectoria a través de sus hits más conocidos y pegadizos. “The Good in Everyone”, “Money City Maniacs” y “The Other Man” fueron instantes brillantes de un directo en el que lo mejor es la presencia de Chris Murphy y sus incómodas gafas de culo vaso, ya sea al bajo, ya sea a la batería. Su forma de exhibirse con las baquetas convirtió “People of the Sky” y “All Used Up” en dos pelotazos pseudo-heavies. Descoordinados, pero entretenidos.

Los primeros humos de teclado con que los suecos hicieron su aparición presagiaban una noche de psicodelia babilónica, pero “Broken Imaginary Time” fue mero espejismo trascendental. Con tantas y tan variopintas canciones, escogieron un repertorio acertado y efectivo, picoteando de todos sus álbumes ordenadamente. Acentuando su vena rock, pero introduciendo esos momentos stand-by en mitad de canción (con arengas y filosofía incluídas) que los hacen inimitables y genuinos. Sonaron las que se querían escuchar y algunas otras que ganan puntos en vivo: “Infra Riot”, “Sister Surround”, “Lone Summer Dream”, “Confrontation Camp”, “Dow Jones Syndrome”, “Believe I´ve Found”, “Pass Through Fear”, “Galaxy Gramophone”, “Instant Repeater´99”, “Mother One Track Mind” o la interminable “21st Century Rip Off”. Pero las reinas del baile fueron “Bigtime”, perfecta para el jolgorio salvaje, y la escalofriante versión del “I´m Sick of You” de Iggy & the Stooges que Ebbot Lundberg se sacó de la manga de su túnica XXL.

El desenlace final a punto estuvo de ponerlos en entredicho. “Nevermore” derivó en rayada hippy, con el orondo Ebbot paseando sus chichas entre el público, repartiendo abrazos y pensamientos de predicador sectario. El espectáculo estaba en el foso; pero las caras del resto sobre el escenario fueron una alternativa digna de ver y en la que pocos repararon.

Genio y figura. Mr. Lundberg, todo un crack. The Soundtrack of Our Lives, toda una banda de rock´n´roll.