13 julio 2025

CONCIERTOS

MAD COOL 2025. Madrid. Jueves 10 de julio. 

No sé ya cuántas veces habremos jurado no volver al Mad Cool, ese festival que hemos visto nacer, crecer y convertirse en lo que ahora es, otro producto del capitalismo feroz, una máquina insana de hacer dinero. Pero claro, te anuncian a Iggy Pop y Weezer y te entra un gusanillo incómodo. Y si luego resulta que ambos coinciden el mismo día, entonces ya no hay salida: tienes que sacar una entrada y envainártela. Porque el primero está en la recta final por orden de la naturaleza y los segundos visitan nuestro país cada veinte años. Así que de nuevo nos sumergimos en el maremágnum con la sola de idea de disfrutar de lo nuestro y hacer como que no vemos todo lo demás. Si te lo propones, lo consigues. Antifaz y orejeras mentales para ignorar lo que no nos cuadra, que es mucho. En todos los Mad Cool pasa algo; peleas institucionales, sabotajes, mala accesibilidad, accidentes. Este no podía ser menos. 

Para abrir boca a media tarde, un poco de Bright Eyes torrándose al sol medio decadente (igual que antes lo habían hecho Royel Otis). Que no le des al público todas las facilidades posibles (una triste zona de sombra) tiene guasa, pero que expongas a los artistas al padecimiento extremo es un delito. Aún así, qué más da, hay gafas de sol, abanicos, cerveza y botellas de agua. Clinc, clinc, hagamos caja. Nunca hemos seguido con dedicación a Conor Oberst (cuánto habló de él la Rockdelux en los 2000), pero enseguida nos suenan “Four Winds”, “We Are Nowhere and It´s Now” y “Shell Games”. Cosas de oído privilegiado o cosas de un género musical que nunca se agota. Una pena tener que marchar cuando Conor empezaba a desmelenarse de verdad. Pero es que justo al lado iba a suceder algo gordo, así que había que intentar al menos echar un ojo antes de ponerse en modo iguana. Porque esa es otra de las buenas: los horarios y la mala folla. Pon una crucecita a Iggy Pop, Bright Eyes, The Backseat Lovers y Deadletter. Ya sería mala suerte que coincidieran todos a la misma hora. Pues justo.

Deadletter son la esperanza y “Hysterical Strenght” (2024) es un monstruo de álbum. Tristeza infinita al verlos solapados con Mr. Osterberg, pero había que curar el antojo de algún modo. Fueron únicamente tres temas, pero confirmaron todas las crónicas e intuiciones sobre su excelencia y potencia en vivo. “Credit to Treason”, “Bygones” y “Hero” resultaron munición suficiente para constatar que no todo está perdido, que ellos escriben el futuro, y que Zac Lawrence (en el segundo tema ya estaba navegando entre el público) es un dignísimo candidato a heredero de Iggy Pop.

Porque el bueno de Iggy, las cosas como son, tiene ya 78 años. Hace seis pensábamos que sería la última vez, pero ha vuelto a suceder. ¿Sucederá nuevamente? Quién sabe. La sensación es que esto se acaba, aunque no porque él arroje la toalla. Pero los años se notan y pasan factura y qué demonios, no le puedes pedir a un anciano que de más de lo que él está dando en el escenario en esta gira. Para quitarse el sombrero. Ni siquiera el corte eléctrico en un espacio patrocinado por Iberdrola lo aturde. Se ríe del festival y de sí mismo, y arenga con simpatía y autoparodia a un público que le debe mucha de la música que ha bebido. El show tarda más de un cuarto de hora en arrancar, y cuando arranca lo hace a un volumen indecente, pero da igual. Aquí estamos y hay que aprovechar la ocasión. Al son de “TV Eye” nos subimos al caballo y cabalgamos sin resuello por cinco décadas de historia del rock. Porque los conciertos de Iggy son así; una carrera imparable sin interludios. Ni siquiera para él, que pelea y resiste, que se aferra al micro, pero no puede evitar soltarlo y darse unas carreras suicidas, más suicidas ahora que nunca, bramando su “raw power”, su “I gotta right to move”, su “lust for life”, su “searchin´to destroy”, su “no wall”, su “I feel alright” y, por supuesto, el “now I wanna be your dog” que no sabe interpretar lejos de los brazos y las manos de su gente, aunque le cueste la integridad y la vida. Una silla y una botella de agua para un respiro que es solo eso, un respiro, porque a mitad de “Some Weird Sin” ya está otra vez en marcha. Para el final nos deja algunas de sus piezas maestras más recientes (“Frenzy” y “Mother Day Rip Off”), un atisbo de “Nightclubbing”, una “Louie Louie” que ni los más avezados estudiosos de setlist esperaban y una “Funtime” gloriosa, despedida de las que a él le gustan, dirigiendo la orquesta de una multitud enfebrecida. Y cuando se va, dejando a sus músicos culminar, solito y cojeando, es cuando se nos escapa la lágrima. Y recordamos todos los grandes momentos que este hombre nos ha dado, que son infinitos. Y le decimos adiós (o quizá hasta siempre), agradeciéndole en el alma ese titánico esfuerzo, esa fe, esa resistencia física y mental y esa pasión por el rock.

Y luego llegaron Weezer, a los que ya no se esperaba, todo un regalo. Cuánto nos gustaban en la uni. Qué refrescante descubrimiento aquel disco debú. Cuántas veces entonamos y vimos el video de “Buddy Holly”. Pues la suerte es completa, porque están dándole un garbeo de los buenos al fabuloso álbum azul. Y sonó casi entero (solo faltó “Only In Dreams”). Y todos lo disfrutaron, grandes y pequeños, porque los californianos son esa banda que gusta a todos, punky, garagero, indie, popero o lo que quiera que seas. Y visto lo visto, nunca se pasan de moda. Porque esas melodías perfectas y esos mensajes humorísticos entran con facilidad asombrosa y se quedan en la cabeza para siempre. Y todo ello siguiendo la ley del minimalismo extremo: dos guitarras, un sinte, un bajo, una batería y a correr. Jamás se ha visto escenario más desnudo antes de un show, si bien luego lo llenaron de coloridas proyecciones. Y con esos pocos recursos consiguen replicar sus temas con una precisión de miniaturista. Rivers Cuomo, amable hasta decir basta, se esforzó con el castellano en un acto venerable (“me llamo Ríos”, decía). Entre los surcos del disco azul también se colaron muchas del verde o del “Pinkerton” (“Hash Pipe”, “Island In The Sun”, “Why Bother?”, “Pink Triangle”, “El Scorcho”, “The Good Life”), elevando el concierto a la categoría de tributo, homenaje o revival. Un viaje espectacular hacia atrás en la máquina del tiempo. El pasado no se pierde, siempre hay una copia de seguridad en alguna parte. Y la esperanza tampoco hay que perderla. ¿O quién nos iba a decir que después de 30 años íbamos a gozar “Holiday” en directo? Otros que podemos tachar de la lista.



05 julio 2025

CONCIERTOS

WILCO. Madrid. Auditorio Parque Tierno Galván. 27 junio.   

El tiempo vuela. Ocho años hace ya desde la última vez que nos encontramos con Wilco. En aquella ocasión decíamos que era necesario que siguieran, que de ellos solo se puede aprender. En efecto, han seguido. Y en todos estos años han enseñado que se pueden hacer mil cosas diferentes, dejando que la inquietud y la creatividad vuelen en distintas direcciones. Su concierto en Madrid no fue más que una retrospectiva de sus treinta años de carrera, teniendo cabida buena parte de sus trabajos. Solo “Wilco (The Album)” (2009) y “Star Wars” (2015) quedaron fuera. “Summerteeth” (99) estaba dentro, pero “A Shot In The Arm” no llegó a sonar por razones desconocidas, pese a estar impresa en el setlist. El ganador de la noche fue “Sky Blue Sky” (2007) con cinco temas (“You Are My Face”, “Either Way”, “Impossible Germany”, “Hate It Here” y “Walken”). Sus obras cénit a mi juicio (“Yankee Hotel Foxtrot” del 2001 y “A Ghost Is Born” del 2004) tuvieron una modesta pero brillante presencia, con las emotivas “Handshake Drugs”, “I Am Trying to Break Your Heart”, “Pot Kettle Black” y “Jesus, Etc”. De las más recientes publicaciones solo aparecieron “Evicted” y “Annihilation”. Y fue curioso el comentario de Tweedy presto a tocar esta última después de finiquitar “Box Full of Letter”, incidiendo en los años que han pasado entre una y otra canción. Lo viejo y lo nuevo no se diferencian tanto y la erosión del tiempo no está tan clara.   

Lo que engancha de esta banda, aparte de ese puñado de canciones inolvidables que crearon y siguen creando, es su funcionamiento en vivo, como un todo bien engrasado e irrefutable. Y conforme pasan los años, su nivel de excelencia sigue asombrando, sin que se atisbe en ellos un mínimo de aburrimiento o desgaste. Ahí sigue Glen Kotche dándole duro a las baquetas con su estilo irrepetible. Ahí está John Stirrat, marcando los ritmos con su clásica gracia y efectividad. Ahí está Pat Sansone cubriendo todos los huecos huérfanos con su voz, sus teclas o sus cuerdas. Ahí está Mikael Jorgensen, que se atreve a tocar el piano incluso con los pies. Ahí está Nels Cline, el guitar hero magnífico y sin rival. Y bueno, ahí está Jeff, que en Madrid parece sentirse como en casa, feliz de poder seguir haciendo lo que le encanta. 

Nuestros gustos y nuestra piel van cambiando. Ahora lo que más nos llena de Wilco no son los episodios de folk, folclore o country-rock, sino sus progresiones y derroches más experimentales. Por eso “Bird Without a Tail/Base of My Skull”, con sus más de diez minutos de desarrollo, fue uno de los momentos favoritos del show. También lo fueron la inquietante “Quiet Amplifier” y “Spiders (Kidsmoke)”, una demanda siempre concedida en España, pues no hay nadie que la sepa corear mejor que los españoles. Y por supuesto, “Impossible Germany”, canción hecha a medida de Cline, en la que lució como siempre agotando todos sus recursos de excelso guitarrista, haciéndole acreedor de una ovación inmensa. 

Si volvimos a arrojarnos a sus brazos es porque sabemos que nunca decepcionan. Porque nos gustan esas bandas estables y persistentes, bandas que ya son como parte de la historia de nuestra vida, como amigos o hermanos musicales con los que siempre es bonito coincidir. Y cada coincidencia es un auténtico placer.

28 junio 2025

CONCIERTOS

AZKENA ROCK 2025. Vitoria. Sábado 21 de junio. 

Esta vez sí. Este año hubo Azkena Rock, aunque fuera solo un día. Un festival con solera, auténtico, con una delicada selección para los amantes del rock, un ambiente genuino y las comodidades y bellezas de una ciudad como Vitoria. La experiencia no defraudó. Es más, supo a poco. Nos quedamos con ganas de The Damned, el “Without a Sound” de Dinosaur Jr, John Fogerty o el homenaje a Little Richard de Diamond Dogs. Pero la jornada del sábado nos deparó de todo un poco: alegría de nuevos descubrimientos (Ezezez), inmersiones nostálgicas (The Chesterfield Kings y The Lemon Twigs), examen de excelencias cacareadas (Derby Motoreta´s Burrito Cachimba, Margo Price) y el placer de rozar (casi literalmente) a dos de nuestras bandas más queridas de todos los tiempos (The Flaming Lips y Manic Street Preachers). Y lluvia, bastante lluvia. Un inconveniente in situ que ahora se percibe como el éxito del aguante. 

Nos encontrábamos nada más llegar con los bilbaínos EZEZEZ en el escenario La Salve, cuya decoración, dicho sea de paso, no pudo ser más acertada (una miscelánea de logos rockeros que han hecho historia). Y encontrábamos a una excelente banda que deambula entre el punk, el garage y el rock gótico, haciendo honor a la creatividad y valentía que siempre se le presumió al rock vasco. Pese a no tener acceso a un mensaje que debe de ser febril (Unai Madariaga canta mayormente en euskera), fueron una sorpresa positiva en mayúsculas. A continuación era turno para RICHARD HAWLEY en un estado personal de incógnita; su discografía da para muchos tipos de concierto: uno intimista, uno a lo Scott Walker, un clásico rockero, algo típicamente americano (interpretado por un inglés). El inicio con “She Brings The Sunlite”, “Prims in Jeans” y “Open Up Your Door” no despejaba mucho las dudas, y de repente nos entró ganas de otra cosa. Dejamos al bueno de Richard allí, bien arropado por una banda excelsa y un puñado de fans fieles, y nos vamos a ver a un grupo al cual no se puede saborear todos los días: THE CHESTERFIELD KINGS. Pioneros secundarios del sonido garagero en los 60, funcionan ya sin Greg Prevost (vocalista original), pero funcionan. Y no solo funcionan en vivo con sus hits legendarios, también siguen publicando discos nuevos, como el reciente “We´re Still All The Same” (2024). Y es curioso que, puestas en directo, recientes composiciones como la canción titular, “Electrified” o “Fly The Astral Plane” se acoplen al repertorio clásico (esas irresistibles “She Told Me Lies”, “Sunrise (Turn On)”, “I Don´t Understand” o “Baby Doll”, entre otras) como una mano en su propio guante. Unión de seis décadas en un bloque sólido e imbatible. Con la precisión que aportan tantos años en el negocio, regalaron un set impecable, dando todo lo que sus abultados DNIs les permiten, e incluso más. Eternos mods, rockeros de vieja cuna, adictos pop o psicodélicos recalcitrantes, todos gozaron en una cátedra de recital al que estuvieron invitados también algunos colegas como Moving Sidewalks o los Yardbirds. 

El siguiente plan tenía que ver con otro baño de nostalgia, pero la aparición de la lluvia (y la excesiva confianza o el despiste o la falta de prevención, qué se yo) obligó a prescindir de buena parte de THE LEMON TWIGS para ir en busca del chubasquero olvidado. Así que la experiencia quedó en unos ecos lejanos finales, que nos hicieron cosquillitas en la nuca y alegraron el corazón (como la preciosa versión de los Byrds “Have You Seen Her Face”), preparándonos para la prometida fiesta inolvidable made in THE FLAMING LIPS. Esta vez había que realizar una inmersión completa, es decir, buscar los cañones y dejarse regar por el colorín (aparte de la lluvia). Digamos que el inigualable Wayne Coyne (Michael desertó y Steven está tomándose un respiro) pasea sin miedo por el mundo su “Yoshimi Battles The Pink Robots” (2002). Y lo hace sin escatimar, encabezando un espectáculo diseñado con la misma pompa, originalidad y gusto por lo naif de siempre. En sus shows se pone en valor un oficio nunca valorado en el mundo del rock: el de atrezzista. Porque de veras que esos valientes especialistas curraron de lo lindo esta vez, inflando, dando vida y desinflando los ciclópeos pink robots, trayendo y llevando ítems diversos o convirtiéndose en bailarinas de can-can con cabeza de globo ocular. Y siempre se habla mucho del aspecto visual festivo y casi caricaturesco de esta banda, pero no obviemos la forma en que esos músicos (los ahora reclutados, los mejores) reproducen unas canciones llenas de puntillas y recovecos. El disco homenajeado sonó brillante y absoluto, y la opción karaoke fue todo un acierto para poder cantar sin error cada estrofa y estribillo de esas maravillosas “One More Robot/Sympathy 3000-21”, “Yoshimi Battles The Pink Robots PT.2”, “In The Morning of Magicians”, “Are You a Hypnotist?”, “It´s Summertime”, “Do You Realize?” o “All We Have Is Now”. Por supuesto, Wayne es el que dirige la orquesta, y cuando digo orquesta no me refiero a los duchos instrumentistas; me refiero a nosotros, a la audiencia, que canta, tararea, jalea y grita siguiendo la instrucción vocal y gestual de un tipo transformado en entrañable sargento, animador cultural y telepredicador. Tras repasar el disco estrella de principio a fin, hubo tres adendas imprescindibles y celebradísimas: “Pompeii Am Götemdämmerung” (con su contundencia legendaria y el candil giratorio), “The Yeah Yeah Yeah Song” (máxima conexión Wayne-público) y la por siempre amada “Race for The Prize”. Y si, hubo riego de confetti, y ni el más mínimo detalle es banal: eran papelitos de color rosa con forma de robot. Siempre increíbles. 

La noche nos llevaba entonces a alternar dos propuestas que no pueden ser más opuestas. Por un lado, los ya consolidados DERBY MOTORETA´S BURRITO CACHIMBA, el grupo con el nombre más gracioso y despistante del panorama patrio. Su versión folclórica del universo zeppeliniano tiene su aquel. Son grandes intérpretes y creen en lo que hacen, pero a ratos adolecen de un exceso de pose que no les favorece. Por otro lado, MARGO PRICE, la nueva joya del country. No es que seamos nosotros mucho de country, y menos bajo un aguacero desolador. Pero hay que reconocer que esta chica tiene voz, talento y actitud, y que viaja rodeada de músicos excelentes. A la espera de nuestro momento, y ese momento llegó. MANIC STREET PREACHERS están de vuelta con nuevo disco (el pasable “Critical Thinking”), pero eso da igual. Porque los Manic son las canciones de todos los tiempos, himnos que han dibujado la silueta de nuestras vidas durante más de tres décadas. Y ellos lo saben. Por eso no se dejan arrastrar por la defensa necesaria de su nuevo material, sino que prefieren mirar hacia atrás y recopilar una muestra que nos haga felices. Y felices salimos. “Decline & Fall”, “Hiding in Plain Sight” (cantada por Nick Wire e introducida con el estribillo de “Bring On The Dancing Horses” de los Bunnymen) y “People Painting Ruins” fueron las únicas concesiones a lo nuevo, y sin duda son las tres mejores. Arrancar con “Motorcycle Emptiness” ya es un clásico en España, y a partir de ahí todo es cuesta arriba, aunque la jodida lluvia pugne por fastidiar el momento y James Dean Bradfield se cabree en la toma falsa de “You Stole The Sun From My Heart” (que tuvo que ser aparcada para después). Especial resultó acordarse del 32 cumpleaños de “Gold Against The Soul” (93) y honrarlo con “La Tristesse Durera” y “From Despair to Where”. Especial fue también encadenar esos dos emotivos himnos que son “Autumnsong” y “A Design for Life”. Especial fue el momento acústico de James, ese “Raindrops Keep Fallin´On My Head” que conjuró el fin definitivo de la lluvia, seguido de “Ocean Spray” y “The Everlasting”. Y especial fue disparar de nuevo ese obús llamado “You Love Us” y reconstruir luego los pedazos con “If You Tolerate This”. Especiales y eficaces son ellos y siempre lo serán. Ojalá se prodigaran más por nuestro país. 

 

05 junio 2025

CONCIERTOS

TOMAVISTAS 2025. Madrid. Caja Mágica. 30-31 mayo. 

El día que anunciaron que Mogwai venían al Tomavistas, imaginad qué. Pues que una se compró el abono sin pensar, cegada por la pasión. Luego salió el cartel completo y hay que aceptar la realidad: los festivales ya no se hacen para nosotros, o viceversa. Ahora, en la mayoría (hay excepciones, claro) solo conoces o deseas dos o tres nombres a lo sumo, y te aferras a ellos sabiendo que tendrás suficiente porque el cuerpo ya no da para más. Abiertos siempre a las experiencias, si luego suena alguna otra flauta, pues fenomenal. Flautas como Depresión Sonora, por ejemplo, que nos ganaron la atención el sábado con esa vena post-punk de nueva generación. Pero los objetivos claramente eran otros. 

A Maika Makovski le teníamos muchísimas ganas. Por diversas razones nunca habíamos coincidido con ella, pero sabíamos de sus gestas por testimonios de otros. Hemos adorado su música, su voz y su valentía desde su disco de debut. Era el momento de saldar cuentas, y qué mejor ocasión que esta, con un álbum (“Bunker Rococo”) tan delicioso y un espectáculo tan sui generis. Esta mujer es un tesoro. No es de justicia relegarla a media tarde en escenario pequeño. Su show habría llenado y alumbrado el mayor de todos los escenarios de un festival cualquiera. Pero como ella misma nos confesaba, honesta y educadamente, propuestas así no tienen mucho éxito dentro de la escena actual en nuestro país. Una pena, la verdad. Acompañada por una cuadrilla de músicos fabulosos (batería, guitarra, bajo, violín, viola, trompa y trombón, además de sus guitarra, sintetizador y piano rococó), fue la dueña y señora de la Caja Mágica durante hora y pico, exprimiendo su espectacular voz y deslumbrante personalidad. Hubo muchas canciones de su variopinto reciente trabajo (tremendas “Muscle Cars”, “B Series”, “My Head Is a Vampire” y “Hunch of the Century”), pero también se abrieron huecos para clásicos de todos los colores, como las vehementes “Only Innocence Is Capable of Pure Evil”, “Reaching Out to You” y “Lava Love”, o las celestiales “When The Dust Clears” y “Love You Till I Die”. Y todo ello en el más cálido de los ambientes (no solo por el calor), con un enorme derroche de ganas y una eterna sonrisa en la boca. 

A Doves los vimos por única vez allá por el 2000, hace un cuarto de siglo. Ha llovido, vaya que sí. “Lost Souls” fue un disco que nos robó el corazón. Después vinieron otros trabajos, fuimos perdiendo interés, ellos iban y venían. Esta ha sido una oportunidad de revisar toda su discografía, reencontrarnos con el pop psicodélico, reconocer que sus últimos discos siguen teniendo magia y preguntarse por qué Coldplay arrasaron y ellos no. Se echó de menos a Jimi Goodwin, pero Jez William suplió su papel vocal con decencia. Al igual que hace veinticinco años, Andy William sigue acaparando intereses; un baterista poco común por su extraña técnica, su don de director de orquesta y su aportación coral (y porque no envejece nunca). Se les agradece que se pusieran en plan nostálgico y eligieran un repertorio casi basado en sus legados, con “Snowden”, “Words”, “Pounding”, “Caught By The River” y “There Goes The Fear” como melodías más coreadas, y con el adorno de sus videos oficiales proyectados en la pantalla. Yo me quedo con el precioso country-western de “Kingdom of Rust”, momento de gloria cantora de Andy. Aunque el sonido dejó que desear, los viajes al pasado siempre son emocionantes. 

Y luego están Mogwai. Otro nivel. Decir aquí que fueron lo mejor del festival no vale, porque no lo vimos todo y somos muy parciales. Pero hay gente que sí lo dice. Personas que no los conocían mucho o solo de refilón, y que acabaron con la boca abierta y a sus pies. Porque los chicos de Glasgow, Scotland hicieron lo de siempre: clavar otro set sensacional, mezclando lo onírico y lo bestia, sin abusar de lo nuevo y arrojando una ancha red a buena parte de su historia. Las normas sobre tope de decibelios en la capital mesuraron el volumen mefistofélico de esta gira, y es de agradecer. Que no es necesario empeñarse en sonar a 120, que con 100 ya les cunde de lujo. Que su apasionante música es para oírla con el oído desnudo, sin tener que usar esos malditos tapones. Las inmensas “God Gets You Back” y “Hi Chaos” iban a abrir la tarde sí o sí. Luego aparecieron “I´m Jim Morrison, I´m Dead”, “How To Be a Werewolf”, “Rano Pano” y “Hunted by a Freak” una detrás de otra, y aquello fue mostrar en verso toda su clase y profundidad. Después llegaron las cantadas, “Ritchie Sacramento” y “Fanzine Made of Flesh”, para sugerir que ellos pueden ponerse también de lo más indie si les da la real gana. “Remurdered”, como siempre, dio cancha a los amantes del trance y a los que adoramos ver al bueno de Dominic fuera de su zona de confort. “We´re No Here” y “Lion Rumpus” lanzaron el gancho de K.O. en el último asalto con su contundencia escandalosa. Y sin haberse ido del todo, volvieron a empuñar sus artefactos para rematar con una “Mogwai Fear Satan” ineludible, con la que lograron una gesta absolutamente homérica: hacer silencio sepulcral en un festival ibérico durante casi dos minutos. Ahora que venga otro y lo intente.



28 febrero 2025

REPORTAJES

MOGWAI: EL FUEGO MALO Y EL OÍDO ESTRESADO 

No, no os creáis que me he despistado y se me pasó que Mogwai estrenaban nuevo disco el 24 de enero. Qué va. De hecho, el álbum ya estaba comprado dos meses antes de su lanzamiento, así como entradas para asistir a su puesta de largo en sendas fechas en Hamburgo y Berlín. Pero se escribió tanto sobre él en aquellos días que más palabras sobraban. Y se siguen escribiendo cosas un mes después, mayormente en términos admirativos. No es para menos. Los de Glasgow han vuelto a cantar bingo. Era difícil igualar una obra como “As The Love Continues” (2021), incluso llegar a un nuevo top en los charts. Pero ya los conocemos: ellos jamás miran hacia atrás, solo hacia adelante, y las gestas son solo anecdóticas y coyunturales. Esta vez alcanzaron el número cinco, que tampoco está nada mal. Pero eso no es lo que cuenta; lo verdaderamente crucial es que “The Bad Fire” (2025) es otro disco enorme. No hace falta hablar más del nombre, de lo que significa el volcán ni de las crudas circunstancias personales que acompañaron en su creación. Tampoco hace falta insistir en que produce John Congleton por primera vez, ni en que Luke Sutherland (el sexto fantástico) vuelve a marcarse colaboración. Vayamos al contenido, a la chicha, que a fin de cuentas es lo que importa. 

Habíamos conocido previamente tres sencillos, en esas dosis de adelanto con las que les gusta inaugurar para poner los dientes largos al personal. Y las sensaciones eran nebulosas; algunos levantaban la ceja al encontrarse tres temas con presencias vocales, más cercanos al canon pop que al maremágnum eléctrico tradicional. Solo era una jugarreta, que en eso también son duchos y genuinos. “The Bad Fire” definitivamente no es un álbum pop, sino un poco de todo a la vez, como si los Mogwai de todos los tiempos se hubieran dado la mano en un compendio de diez cortes. Se puede escuchar a los Mogwai de crescendo y muro sónico en “Hi Chaos” y en “If You Find This World Bad, You Should See Some of The Others” (qué título); a los experimentales y polirrítmicos en “God Gets You Back”; a los de pop canturreable en “Fanzine Made of Flesh”; a los robóticos (vocoder mediante) en “Lion Rumpus”; a los digital-rock en “What Kind of Mix Is This?” o a los de banda sonora en “Pale Vegan Hip Pain” o “Fact Boy”. Y luego hay dos temas que abren una nueva puerta, dos florituras que demuestran que, después de treinta años, aún son capaces de sorprender al oyente asiduo, fanático y adivinador. Una es “18 Volcanos”, que los refleja en el espejo del shoegaze de una forma elegantísima. Otra es “Hammer Room”, el bombón del disco, una sorpresa que bebe de la electrónica juguetona de los 70, aparcando la solemnidad que siempre los caracterizó para mostrar su cara más infantil y rutilante. 

Todas las críticas leídas de este álbum hasta ahora son positivas. ¿Por qué será? Y claro, después de escuchar ese precioso vinilo verde (también lo hay en translúcido, negro, amarillo, rojo; cómo cuidan las ediciones, como buenos coleccionistas que son) surge la curiosidad de cómo sonarán esas nuevas canciones en directo. Así que nos vamos hasta Alemania para comprobarlo. En el pequeño Grosse Freiheit 36 de Hamburgo la cosa quema demasiado y los decibelios se vuelven veneno. Desde el primer balcón del Admiralspalast de Berlín se hace más llevadero, pero sigue doliendo un poquito. ¿Se les ha ido la cabeza? ¿Han subido el nivel de los Fender y los Orange del 11 al 12? ¿Han vuelto a los tiempos en los que abrían grietas en los suelos y espantaban a los cuervos? Bueno, nadie me ha sabido responder a esta pregunta, salvo mi otorrino (indirectamente). Se llama “síndrome del oído estresado”. De repente no puedes tolerar los sonidos (ni con tapones), no hablemos ya de un concierto de rock de pico de 120 dB. Así que, ojo: los shows de Mogwai están contraindicados para situaciones de estrés lacerante. Lo cual no impide el elogio hacia su archiconocida rotundidad en escena y su don para ofrecer exactamente el repertorio que no esperas. En Hamburgo rescataron “Ithica 27 o 9”, “Auto Rock” y “May Nothing But Happiness Come Through Your Door” contra todo pronóstico. En Berlín volvieron sobre “Friend of The Night” y “Cody”, y arrasaron con “My Father, My King”. Y por cierto: las nuevas canciones las clavan como si llevaran veinte años tocándolas. El único reparo quizá sea ese nuevo diseño visual con tubos de neón al estilo Pigalle en el que no se les termina de ver (mejor los simples focos giratorios). Ahora hay que curarse los oídos, los nervios y la mente, y poder disfrutarlos de nuevo (próximamente en Madrid) con la intensidad y el gozo de siempre. 



SET HAMBURGO (GROSSE FREIHEIT 36, 6-2-2025): “God Gets You Back”, “Hi Chaos”, “I´m Jim Morrison, I´m Dead”, “What Kind of Mix Is This?”, “If You Find THis World Bad, You Should See Some of THe Others”, “Ithica 27 o 9”, “Fanzine Made of Flesh”, “Auto Rock”, “2 Rights Make 1 Wrong”, “Ritchie Sacramento”, “Remurdered”, “Lion Rumpus”// ““May Nothing But Happiness Come Through Your Door”, “Like Herod”. 

SET BERLÍN (ADMIRALSPALAST, 11-2-2025): “Hi Chaos”, “Kids Will Be Skeletons”, “If You Find THis World Bad, You Should See Some of THe Others”, “Friend of The Night”, “Cody”, “Ritchie Sacramento”, “What Kind of Mix Is This?”, “2 Rights Make 1 Wrong”, “Fanzine Made of Flesh”, “Hammer Room”, “Lion Rumpus”, “We´re No Here”// “My Father, My King”.

29 diciembre 2024

DISCOS

LOS DISCOS ESCUCHADOS (ENTEROS Y VARIAS VECES) EN 2024 

Un poco cansada ya de leer las típicas listas con los mejores discos de 2024, de no entender la mayoría y de llevarme gratas sorpresas con unas pocas, decido que yo también me mojo. Aunque no lleguemos a todo lo que se cuece y sigamos siendo selectivos, han pasado muchos álbumes por nuestras manos y oídos en este año. Vamos a hacer una lista, no ya de los mejores, sino de los que hemos logrado escuchar hasta el final del tirón, y más de una vez. Porque vaya lo que cuesta que un disco nos haga cosquillas o nos remueva las fibras últimamente. Y es raro que, en un año con nuevos discos de Nick Cave, Mercury Rev, Pearl Jam, Amen Dunes o Tindersticks, ninguno esté en el top 10. Pero… 

ARAB STRAP “I´m Totally Fine With It, Don´t Give a Fuck Anymore”

¿Por qué? Porque, en su reciente renacer, Aidan Moffat y Malcolm Middleton están clavando los mejores trabajos de su vida. Porque este quizá sea su disco más bailongo (esas cajas de ritmos). Porque el título mola. Porque “Alatoncennes”, “Hide Your Fires” y “Strawberry Moon” son brutales. Porque la letra de “Safe & Well” inquieta y da mucho que pensar. Porque vuelven a publicar en Rock Action Records. 

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¿Por qué? Porque ese pastiche krautrock-folk-funky-psicodelia engancha. Porque las líneas de bajo de Billy Fuller son matadoras (ojo a “The Seal” y “Secrets”). Por ese bonito homenaje a Crosby, Still & Nash en “Hungry Are We”. Porque al fin pudimos verlos en vivo en este 2024 (y nos encantaron). Porque el artwork del álbum es brillante y tronchante. Porque son unos músicos arriesgados y una gente estupenda. 


BETH GIBBONS “Lives Outgrown”

¿Por qué? Porque volver a tenerla activa es todo un acontecimiento. Porque no se puede transmitir más con una voz tan frágil. Porque junto a Lee Harris y James Ford ha creado una obra de folk psicodélico sublime. Porque “Floating on a Moment”, “Lost Changes”, “Oceans” y “Whispering Love” son tan emocionantes que dan ganas de llorar. Porque quizá sea el mejor disco del año. 

THE CURE “Songs of The Lost World”

¿Por qué? Porque hacía 16 años que no nos llevábamos una novedad suya a la boca. Porque vuelven a sus orígenes, ese sonido genuinamente oscuro que se desintegró tras “Disintegration” (89). Porque el elogio y la fama jamás pueden con su humildad. Porque la edad jamás puede con su ilusión. Porque “Alone” y “Endsong” son dos de los mejores temas compuestos y grabados en la última década. Porque son The Cure, y punto. 

DEADLETTER “Hysterical Strength”

¿Por qué? Porque su sonido es tan potente que abruma. Porque parecen una fiesta con Gang of Four, Devo, Psychedelic Furs y Talking Heads en la lista de invitados. Porque estos también se han dado cuenta de que el saxo es puro rock´n´roll. Porque “More Heat!”, “Bygones”, “A Haunting” y “Hysterical Strenght” son bestiales. Porque siempre es agradable añadir el nombre de una banda nueva a la lista de favoritos. 

FAT WHITE FAMILY “Forgiveness Is Yours”

¿Por qué? Porque aglutinan en poco más de media hora todos los géneros de la música popular de las últimas seis décadas. Porque pueden transmutarse en Syd Barrett, Leonard Cohen, Primal Scream, dEUS, Cole Porter o en quien les dé la gana. Porque es cortito y al grano. Porque “John Lennon” es una pieza maestra. Porque “Bullet of Dignity”, “Feed The Horse” y “Work” también son de diez. 

THE JESUS & MARY CHAIN “Glasgow Eyes”

¿Por qué? Porque siguen evolucionando sin perder su esencia. Porque “Mediterranean X Film” y “Chemical Animal” son magníficas. Porque los ritmos repetitivos de “Discoteque” y “Silver Strings” te ponen en trance. Por todos los nombres míticos que aparecen en “The Eagles and The Stones”. Por el curioso homenaje a The Velvet Underground en “Hey Lou Reid”. Porque grabaron en el Castle of Doom. 

KELLEY STOLTZ “La Fleur”

¿Por qué? Porque a este fenómeno nunca se le acaban las ideas. Porque siempre te devuelve la fe y las ganas de escuchar música. Porque vuelve a grabar él solito en su cueva de San Francisco. Porque de nuevo hay un poco de todo (trazas de rock, disco, psicodelia), aunque básicamente sea un disco pop. Porque “Human Events”, “Victorian Box” y “Awake in a Dream” se salen. Porque la portada vuelve a ser espectacular. 

NADINE SHAH “Filthy Underneath”

¿Por qué? Porque nos robó el corazón en el Big City. Porque da gloria oírla (y verla) cantar. Porque, aunque este no sea su mejor disco (¿abuso de sintes y programación?), siempre tiene algo genuino que ofrecer. Porque los exóticos estribillos de “Topless Mother” y “Food for Fuel” se pegan como lapas. Porque “Keeping Score” y “Greatest Dancer” alcanzan la categoría de himno nacional. Porque se merece una buena reseña de una vez por todas. 

PRIMAL SCREAM “Come Ahead”

¿Por qué? Porque después de ocho años los echábamos de menos. Porque no olvidamos los buenos ratos que nos han hecho pasar en festivales varios. Porque las memorias de Bobby nos encantaron. Porque una dosis de gospel, R&B y funk en un día gris y aburrido es mano de santo. Porque si quieres bailar, te puedes hinchar. Porque en las bajas revoluciones lo bordan (magníficas “Heal Yourself” y “Melancholy Man”). Porque es un discazo de principio a fin.

20 diciembre 2024

REPORTAJES

JARVIS COCKER “Buen Pop, Mal Pop, Un inventario” 

Siguiendo con la manía de cazar memorias de artistas presuntamente cualificados para contar algo interesante, era de cajón que había que leer a Jarvis Cocker, un personaje icónico del pop por sus propios méritos. Nunca fuimos unos locos de Pulp, pero hay que reconocer que “Common People” sigue siendo un himno de nuestras andanzas desde 1995, “This Is Hardcore” y “Party Hard” lucen como diamantes en los recopilatorios caseros de aquella época, y que ver a Jarvis en acción (dentro de la banda o como artista en solitario) siempre nos ha resultado divertidísimo. Ahí va el tipo raro, el gafotas, el patoso, el payasete, esa entrañable parodia de crooner. Bien, estos pensamientos no son insultantes ni malévolos; están construidos desde el máximo respeto, y precisamente ahora descubrimos que el hombre-personaje no piensa otra cosa distinta de sí mismo. Y también descubrimos cuan inteligente e ingenioso es, sacándose de la manga (de una de sus camisas raras) una autobiografía parcial con un armazón y un argumento totalmente insólitos. 

La cosa va de rebuscar y purgar en un viejo desván. De ahí se van rescatando recuerdos, antiguallas y reliquias, y el autor nos las muestra explicándonos el por qué de cada una y relacionándolas con un episodio vital o histórico. Vamos, como un “Yo fui a EGB” (de Sheffield). Con este formato el libro se hace entretenido, irresistible, y asombra con su imaginativo diseño gráfico. Es como leer un diario adolescente, un fanzine, un cómic o la guía de la tele, todo junto y bien revuelto. En esos capítulos vamos descubriendo a un tipo que tuvo bien claro desde pequeñito que quería ser artista, soñando con fundar una banda (que, sin duda, se llamaría Pulp) y desmontar las reglas del universo pop (o del universo a secas). Como a tantísimos músicos, el punk le ofreció la ilusión de poder hacer algo relevante sin saber nada o casi nada, solo a base de actitud. Se juntó con los más raritos del lugar para dar rienda suelta a su obsesión. Las pasó canutas para encajar las piezas de su invento. Pero jamás se rindió; ni los desastres escénicos, ni los accidentes, ni la decadencia local ni el thatcherismo pudieron pararle los pies. Ejemplo de contumacia y perseverancia, y de “me importa un bledo lo que penséis de mí y de nosotros”. 

A través de esos objetos tan peculiares (me quedo con la grabadora Tensai, el jersey de tres estrellas, la entrada del John Peel Roadshow, el recopilatorio de la Velvet y, por supuesto, con el Science Book nº 4 entero), Jarvis nos va narrando con un sentido del humor muy inglés una infancia y adolescencia que marcaron sus decisiones postreras. Entretanto mezcla el pasado con confesiones sobre las esquinas de su personalidad, taras variadas, estupideces cometidas, y sobre todo, ídolos y héroes. De querer ser como una mezcla entre Ian McCulloch, Hugh Cornwell y Elvis Costello hasta encontrar un estilo propio del que estar orgulloso. De hablar con Leonard Cohen, recibir una lección y aplicarla en adelante. De oír en bucle a Barry White y adorarlo hasta la eternidad. En fin, las andanzas de un cantante y compositor pop. Un tipo que llegado a los sesenta se plantea guardar o tirar (y guarda más que tira, la verdad). Porque, según él, la vida puede que se venda como azar, pero todo tiene una conexión. ¿O no? Lo que el bueno de Jarvis ofrece como entretenimiento se convierte en un manojo de teorías que noquean por su acierto. Gran sabio. Buen Pop.

26 octubre 2024

CONCIERTOS

NICK CAVE & THE BAD SEEDS. Madrid. Wizink Center. 25-10-2024. 

Ver en directo a Nick Cave con sus malas semillas es toda una experiencia. Esto se ya se ha dicho un millón de veces, pero conviene recordarlo periódicamente. Por si a alguno se le ha olvidado. Por si todavía queda alguien que no lo ha vivido. Lo de anoche en el Wizink fue otra maravilla, otra demostración de fuerza e inspiración, el opus interminable de un hombre que no parece tener los 67 años que dice su DNI, un brujo que jamás pierde el poder de su magia y sabe gestionarla para crecer sin control. Y ni él ni su banda necesitan que nadie vuelva a reivindicarlos, porque ya lo hacen ellos solos. Y todas las frases que podamos inventar resultan un mantra pegajoso. Y todos los elogios que podamos verter sobre ellos carecen de originalidad, porque ya se ha dicho todo, y todo bueno. Pero vaya, algo hay que escribir, al menos para nuestro propio recuerdo, aunque la horda trajeada volviera, como siempre y sin excepción, a dejarnos huérfanos de palabras. 

Veamos que sale entonces. Por lo pronto, la excusa de la cita era “Wild God” (2024), su último trabajo, no tan incidente en la tristeza y la oscuridad, más cercano a la redención y el regocijo. Y por eso sonaron nueve de sus diez temas. Y por eso había un cuarteto de voces negras acompañando a la banda (sumando once el número total de efectivos, como una alineación balompédica), que dieron el toque soul y gospel del que se nutrió el grueso del recital. Un cóctel menos rock, menos punk, más espiritual, pero para nada exento de los números estrella: “From Her To Eternity”, “Tupelo”, “Red Right Hand”, “The Mercy Seat” y “The Weeping Song” eran obvias, y ahí es donde el tío Nick se transforma realmente, de predicador a bestia, de ángel a demonio (de los buenos), interactuando con ese público que ahora es un elemento más en su actuación, esas manos que van y vienen, que vuelan, que lo tocan o le sostienen el micro. Hablando de transformaciones y/o demonios, la resiliencia de este tipo es digna de estudio. Coger la desgracia y usarla para mejorar, en beneficio propio, del arte y del prójimo. Un ejemplo de ardor y amor por la música y la vida. Y cuanto más viejo y más jodido, más entrañable, simpático y cercano. 

Volviendo al repertorio, “Jubilee Street” también se ha convertido ya en otra hostia sagrada. Un ejemplo de manejo de las progresiones instrumentales, con el “I´m transforming, I´m vibrating, look at me now!” convertido en sublime grito de guerra. Si hay una canción en la que Nick Cave se luzca, quizá sea esta, haciendo todo, absolutamente todo (incluido solo al piano) lo que un músico suicida puede hacer. Y qué gusto da verlo campar por su pasarela favorita, bailón, confiado, convencido de que lo que dice es la pura verdad. Y qué placer es también verlo sentadito al piano, haciendo que canciones como “Long Dark Night” o “Cinnamon Horses” se conviertan en himnos que parecen tener mil años. Pues sí, “Wild God” el álbum es nuevo, pero muchos de sus temas parecen haber vivido con nosotros siempre. Muy especiales resultaron “Wild God” la canción (“bring-your-spirit-down”), “Song of The Lake” (“nevermind, nevermind”) y “Final Rescue Attempt” (“with the wind and the wind oh the wind in your hair”). E increíblemente emotiva fue “O Wow O Wow (How Beautiful She Is)”, dedicada a Anita Lane, con hermosas palabras de introducción y evocadoras proyecciones. 

Como siempre suele hacer, el autor intentó recorrer gran parte de sus cuarenta y tantos años de carrera, cosa que se antoja dificilísima. Porque, ¿qué elegir entre tanto y tan excelso? Los rescates de esta vez tuvieron más que ver con el mensaje y el contexto, y de la lira de Orfeo surgió “O Children”, precedida de un sabio discurso sobre la obligación de cuidar a nuestros niños; y de los fantasmas surgió “Bright Horses”; y del árbol esquelético cayó “I Need You”. Lo dicho, todo muy soul. También hubo dos concesiones a ese álbum conjunto Cave-Ellis más allá de las bandas sonoras, el estupendo “Carnage” (2021), con la bellísima canción que le da título y con “White Elephant”, que convirtió el final del show (antes de los bises) en un delirante jolgorio gospeliano. 

¿Y qué pasa con el semillero? Siempre nos ha gustado indagar en él, que aquí no campa cualquiera, aquí solo están los mejores. Como Warren Ellis, el mejor de los más grandes, receptor merecido de una de las mayores ovaciones de la noche (la gente coreó su nombre y él lo vale). Como Jim Sclavunos, que ahí sigue dando el do de pecho a las percusiones. Como George Vjestica, que ya es una semilla con pedigrí, pura elegancia a las seis cuerdas. Pero había cambios, caras nuevas y sorpresas en el elenco. Larry Mullins sustituía a Thomas Wydler a las baquetas, rebosante de ímpetu y revoluciones. Colin Greenwood (sí, sí, el de Radiohead, el mismo) suplía la ausencia de Martyn Casey al bajo y lo bordó. Y una refrescante noticia la de ver a una semilla femenina por primera vez en siglos; Carly Paradis a los teclados le da a la banda el toque sofisticado total. De las cuatro voces corales ya hemos hablado, vibrantes, sutiles, majestuosas. De nuevo la máquina funcionando a todo pistón. Damas y caballeros: The Bad Fucking Seeds. 

Into My Arms” cerró la noche convirtiendo el Wizink en una sola voz, con todos coreando ese estribillo cálido y nostálgico (hasta un niño de diez años a mi lado la cantaba). Instantes inolvidables, sensacional latido de vértigo, fuego y agua, el espectáculo total. A la espera de la siguiente quedamos. Porque el tío Nick, por lo que se ve, se dice y se cuenta, morirá matando. O, mejor dicho, cantando. 

Setlist: “Frogs”, “Wild God”, “Song of The Lake”, “O Children”, “Jubilee Street”, “From Her to Eternity”, “Long Dark Night”, “Cinnamon Horses”, “Tupelo”, “Conversion”, “Bright Horses”, “Joy”, “I Need You”, “Carnage”, “Final Rescue Attempt”, “Red Right Hand”, “The Mercy Seat”, “White Elephant”//”O Wow O Wow (How Beautiful She Is)”, “The Weeping Song”//”Into My Arms”.   


12 octubre 2024

CONCIERTOS

VISOR FEST 2024. Murcia. Espacio Nueva Condomina. 27 y 28 septiembre 2024. 

Concluida con éxito otra edición de Visor Fest que empezó accidentada por el cambio acelerado de recinto. El Espacio Nueva Condomina sustituyó a La Fica en el último suspiro, y el descontento de muchos se tornó satisfacción una vez finiquitado el evento. Porque los hay que saben organizar festivales, y aunque este sea más manejable que la mayoría, las soluciones adoptadas son de buenos profesionales. Y de buenos amantes de la música son el espíritu y filosofía de esta cita, que más que de festival podría catalogarse de lance nostálgico, reunión de veteranos o exhibición de cátedras escénicas. Aunque el cartel no resultara a priori tan atractivo como en años anteriores, al final hay que poner punto en boca y generar ese aplauso tan generalmente merecido. Porque la organización curró, el público empujó y las bandas cumplieron con solvencia aplastante. 


Empezaba el viernes con SAD LOVERS & GIANTS, unos (cierta e injustamente) esquinados en el inmenso universo post-punk. Y fue una inauguración esperanzadora, lanzando fuegos artificiales de vibración ochentera al son de ritmos hipnóticos, punteos sinuosos y la excelente voz de Garçe. Viajando en la máquina del tiempo. Qué grandes temas tiene esta gente. “Alice (Isn´t Playing)”, “Lope” (¿quién dijo que el saxo no es puro rock and roll?), “Your Skin and Mine” o “Colourless Dream” deberían estar en cualquier recopilación o enciclopedia del post-punk o la new wave. Pero ojo, que también tienen joyas más recientes como la magnífica “Beauty Is Truth”. Fueron de menos a más, atrapando a la audiencia con melodías y riffs cada vez más reconocibles y pegadizos. Y dejaron “Imagination” y “50:50” para el provechoso postre, con la masa ya entregada entonando el “lalalá lalalalá, lalalá lalalalá” sin filtro.
 

A CAMERA OBSCURA estuvimos siguiéndolos en los noventa, incluso podría decirse que nos gustaban. Eran aquellos años en los que dabas una patada a una piedra y aparecían cien canciones pop. Ellos fueron el colmo de lo inmaculado, quizá como sus paisanos Belle & Sebastian (no se puede evitar la mención conjunta). Y hay canciones que todavía mantienen su planta, perfectas en hechura y hechizo, como “Lloyd, I´m Ready to Be Heartbroken”. Pero los años han pasado y los tiempos han cambiado, y nuestras cabezas se han llenado de otras cosas y nos hemos dado cuenta de que la vida no es de chicle. Quizá por eso bandas como esta ya no nos sugieren lo mismo de antes. Aún así, aunque estén un poco demodé y no sonaran en su mejor ecualización, nadie puede reprocharles su oficio y fe en su arte. 

THE MISSION son otro cantar. Siempre en modo siniestro y visceral, haciendo cosas que dejan a uno patidifuso. Como clavarse una versión de Neil Young (“Like a Hurricane”) y otra de Depeche Mode (“Never Let Me Down Again”) adaptadas a su gusto y maneras. Todo ello en medio de sus canciones fundamentales, las “Wasteland”, “Swoon”, “Garden of Delight”, “Afterglow”, “Severina”, “Butterfly on a Wheel” o “Tower of Strenght”, sonando a volumen rabioso. Por cierto, “Tower of Strenght” conformó uno de los momentos más memorables y adictivos vistos sobre un escenario en años, bestial comunión entre los electro-acústico y lo super eléctrico. 

THE CHARLATANS suelen ser una apuesta segura. Pese a no haberlos visto en más de una década, siguen manteniendo toda su apostura sónica y efectividad. Tim Burguess está hecho un chaval (aunque ya no lo sea), y sabe cómo espolear al personal. Lo mismo que ese Hammond que, cuando mete la quinta marcha, te hace volar de verdad. No se dejaron en el tintero casi ninguna; se hicieron un auto homenaje rotundo seleccionando “Then”, “Can´t Get Out of Bed”, “Crashin´In”, “North Country Boy”, “Just When You´re Thinking Things Over”, “One to Another”, “Opportunity”, “Weirdo”, “Here Comes The Soul Saver”, “Blackened Blue Eyes” o “The Only One I Know”. Se fueron y volvieron, nos dieron de propina “You´re So Pretty, We´re So Pretty” y “Sproston Green”, y volatilizaron de nuevo los malos rollos, sumiéndonos en el hedonismo y la felicidad. 

Llegado el sábado prescindimos de IMMACULATE FOOLS por pura necesidad de dosificación, que estamos en un festival de categoría senior. Y no sabemos qué hicieron, pero no cabe duda de que sonarían cosas como “So Sad”, “Another Man´s World” o “Immaculate Fools”, y que su concierto sería una delicia, como tantas otras veces que los hemos probado. 

Alcanzamos la Condomina justo en el arranque del histórico y sentido set de GIGOLO AUNTS. Era su último acto, la cita de despedida tras una impecable carrera de cuarenta y tres años. Sí, 43, que quede claro. Así que era la ocasión de oro para sus fans, que compraban vinilos como churros en el merch antes y después del recital, que se emocionaron, los ovacionaron hasta el éxtasis y les agradecieron su perseverancia y su legado. Y también fue, por qué no, la ocasión para los no tan fans, que acabamos prendidos de ellos, embrujados por su simpatía y quizá también un poco tristes por el adiós. Evidentemente, en un momento así debían sonar “C´mon C´mon”, “Half a Chance”, “Everything Is Wrong”, “Where I Find My Heaven”, “Everyone Can Fly”, “Mr. Tomorrow” y todas sus grandes melodías. Y evidentemente, estando en España, tampoco podían olvidarse de “The Girl from Yesterday”, su estilosa versión de Nacha Pop. Era obvio que ofrecerían bises, con la comunal “Super Ultra Wicked Mega Love” (sentimiento dedicado a la afición) y el homenaje a Cheap Trick (“Surrender”), una de sus inspiraciones mayores. Se fueron como verdaderos toreros. 

Y entonces llegaron dEUS como un huracán, invadiendo Murcia, arrasando y quemando las naves. Los belgas están en el apogeo absoluto de su madurez y virtuosismo, suenan como un trueno y dieron un concierto de los que no se olvidan (otro más). Sin interrupción, sin bises, todo empaquetado en una hora y pico de frenesí, ritmos imposibles y melodías pegadizas que se ensamblan y enroscan por arte de una magia muy oscura y ensayada. Se agradece que sean fieles a su pasado, porque en el pasado está el quid de su valía, que sigan insistiendo con unas “Instant Street”, “Fell Off The Floor, Man”, “Bad Timing” o “Suds and Soda” que clavan con lujoso exhibicionismo, regalando momentos febriles a las audiencias. Esta vez rescataron también “Nothing Really Ends”, “Little Arithmetics” y “Hotellounge (Be The Death of Me)”, por si ya llevaran poco peso en la mochila. Asombraron y convencieron a todos, incluso a los más escépticos o despistados. A nosotros ya nos tienen como socios desde hace un cuarto de siglo, y seguimos comprando acciones. 

A KULA SHAKER nos quedamos sin verlos en aquel FIB del 99, primero de nuestros macrofestivales. Se cayeron del cartel del domingo y nos llevamos el disgusto del siglo. Andábamos enamorados de “K” (96), de aquella cosa tan extraña que mezclaba rock psicodélico con música india. Pues bien, 25 años después pudimos sacarnos la china del zapato. Y cuando ya no se esperaban milagros, Crispian y sus tres regios acompañantes brindaron una soberana lección de pop, rock and roll, psicodelia y músicas del mundo. Otro Hammond que marca a fuego en hierro, como el de los charlatanes. Una guitarra que en modo wah-wah vuelve del revés. Como toda buena banda veterana debe hacer, pasaron por todos los capítulos de su historia, y gracias a ello pudimos recordar la grandeza de “Hey Dude”, “Infinite Sun”, “Greatful When You´re Dead/Jerry Was There”, “Into The Deep” o la impepinable “Hush”. Por supuesto, sus momentos más espirituales debían aparecer, y aparecieron: “Exorcism/Narayana”, “Tattva” y “Govinda” marcan la diferencia entre una banda del montón y una banda auténticamente original. Nos llevaron a donde quisieron. 

Mención especial también para todos esos DJ que animaron los interludios, que nos hicieron recordar quiénes somos y de dónde venimos, que nos hicieron bailar, disfrutar y soñar al son de todos esos grupos y canciones que nos han ido formando el oído y el corazón en tantos y tantos años. Gracias a Pepe Lee, Muñeca Rusa, Amable, Medj, Alesa y Kutxu. Gracias a toda la familia Visor, por hacer un fin de semana a nuestra medida.