22 julio 2008

CONCIERTOS

SUMMERCASE 2008

Por obra y gracia de Nick Cave.

No me gusta la guerra de festivales. No me gustan los negocios sucios, ni el modus operandi imperialista. No me gusta mucho lo que se dice de Sinnamon ni las chorradas que dicen los de Sinnamon. Pero me gusta la música y me gustan, con sus pros y contras, los festivales. Energía para todo un año. Así que de vez en cuando no tienes más remedio que tragarte tus principios y dejarte embaucar. Mea parte de culpa. La otra parte la tiene Nick Cave. Dije que este verano solo iría al festival en el que él estuviera, formato Bad Seeds o Grinderman indiferente, y los principios musicales casi siempre se comen a los morales.

Y mira tú por dónde, gracias al australiano acabo de vivir un fin de semana de los que dejan huella; amén de su espectáculo salvaje, puede decirse que en general la edición del tercer Summercase ha sido gloriosa. Claro que cada cual lo ve a su manera, pero este blog es mío, así que yo digo: qué dos días de vértigo. Desde el primer momento del viernes hasta el último del sábado, el corazón latió fuerte, los pies reventaron, se activaron mil recuerdos y desaparecieron las penas. THIS IS MUSIC.

Eso sí, ya se sabe lo que es Boadilla: el mismo pedregal sahariano de siempre (¿mejora de infraestructuras?). Aunque el menor número de asistentes ha dado lugar a ninguna cola, cero agobios y una inusitada comodidad frente al artista. Del Metro Ligero mejor no hablemos.

VIERNES

PETER VON POEHL: Tras una interminable sesión de afinación que retrasó el concierto más de media hora (por culpa de un bajo perdido), el sueco se presentó ante no más de treinta personas para encandilar, creciendo como la espuma. Tiernas baladas al principio (“Travelers”, “The Story of the Impossible” o la emocionante “Scorpion Grass”), rock elegante con brotes de soul y jazz al final. “Lost in Space” coronó un show brevísimo pero de exquisito buen gusto. Un gran trovador en la sombra.

THE BREEDERS: ¿Quién dijo Pixies?. Las hermanas Deal tienen canciones para dar y tomar. Tocaron y se lo pasaron cojonudamente. Pero “Cannonball” fue su crucifixión; desbandada general con el último acorde. Rompo una lanza a favor del criticado “Mountain Battles” (2008); “Bang On”, “Walk It Off” y “Night of Joy” no son baratijas, lucieron entre perlitas de otras épocas. Claro que cuando suenan “Divine Hammer” y “I Just Wanna Get Along” los pelos se ponen como escarpias. Buen rollito y rock´n´roll.

THE STRANGLERS: Totalmente en forma. La esperadísima actuación de los británicos fue un repaso ejemplar a treinta años de carrera. Solo faltó “96 Tears”, pero con un tiempo tan tasado (cincuenta minutillos de nada) la cosa dio de sí como para hacer el punky con “Peaches” y “Something Better Change”, alucinar en technicolor con los humos de órgano de “Golden Brown” y “Walk on By”, ponerse romaticón con “Skin Deep”, “Always the Sun” o “Strange Little Girl”, y brincar como una cabra con “All Day and All of the Night” y “No More Heroes”. Enormes.

MOGWAI: No es exagerado decirlo: “Young Team” (97) marcó una era, un estilo y un camino a seguir. Por eso el momento era sagrado, casi místico. Ya se sabe de lo que son capaces los de Glasgow: de hipnotizar y ensordecer. Bordaron su disco de debú, que sonó tal cual pero que no sonó igual. Sonó madurado y macerado: caldo gran reserva del post-rock. “Like Herod”, “Tracy”, “Summer” y “Mogwai Fear Satan” son canciones todopoderosas y dignísimas de un brillante homenaje. Homenaje en el que, por supuesto, no podía faltar Aidan Moffat.

THE RAVEONETTES: Si hay que atribuirles algún mérito, es el de saber reproducir en directo ese sonido tan retro de sus discos. Pero no son lo mismo que antes. Se han acomodado en lo alto del escalafón y han dejado de lado aquella vena punk tan excitante. El nuevo papel de Sharin Fo quedó por momentos en entredicho, por apático y simplón. Toma, porque no era ella sino su idéntica hermana. Pese a todo, “That Great Love Sound”, “You Want the Candy” y “Attack of the Ghost Riders” fueron disfrutables.

FOALS: Previo a las leches que, según cuentan por ahí, se dieron con John Lydon en Barcelona, Foals llegaron íntegros a Boadilla. Cruce extraño entre Talking Heads, The Clash y A Certain Ratio, lo mejor del show está en verlos en acción. Espasmódicos, acelerados y desordenados, con guitarras como saltamontes y micrófonos en constante peligro. Hay canciones interesantes y otras muy prescindibles. Para bailar un rato y bostezar a continuación.

SÁBADO

EDWYN COLLINS: Sin duda, el concierto más conmovedor del festival. Tras la hemiplejía sufrida hace un tiempo y todavía con graves secuelas, el escocés estuvo ahí para demostrarnos que la música es su vida y que no la piensa abandonar. Su selección rindió tributo a toda una carrera (Orange Juice incluidos) en su faceta más country-blues, y piezas como “Falling and Laughing”, “What Presence?”, “You´ll Never Know (My Love)”, “Rip It Up” o “One Track Mind” robaron los corazones de una audiencia con la fibra tocada. El cierre con “A Girl Like You” fue toda una celebración (del público, de los técnicos, de los seguratas, de la propia banda) en gratitud por semejante lección de humanidad. Para llorar de emoción.

GRINDERMAN: Por ser el tótem del festival, había que estar bien delante, sentir el peligro. Nick no falla, y lo mismo da el traje que lo vista o el nombre que lo esconda. Híbrido entre turbulencia y sofisticación, Grinderman es un mastodóntico volcán vomitando lava hirviendo. Una máquina de hacer sangre en la que todos cuentan, especialmente un Warren Ellis de técnica brutal y cavernícola que está devorando poco a poco a todas las demás semillas. Tocó el bazouki, la Mandocaster, las maracas, el loop, reventó los platillos y el arco del violín, y la única pena fue que su micro no tuviera volumen. Un auténtico monstruo, capaz de hacer seria sombra al jefe. Y el jefe parece ser feliz ventilando su lado primitivo: estuvo simpático e histriónico, sudó la camisa con ganas y sacó lo mejor de lo más profundo de esa garganta atroz. “Depth Charge Ethel”, “Get It On” y “Honey Bee” redujeron los tímpanos a picadillo; “Electric Alice”, “Grinderman” y “When My Love Comes Down” humearon como restos de un bombardeo; “No Pussy Blues” fue el esperado festín caníbal de descargas y alaridos; y “Love Bomb” apuntaló la faena de unos músicos que viajan a años luz de casi todos. Inalcanzables.

INTERPOL: A contracorriente, como siempre. No convencieron a nadie, salvo a mí. Cierto es que el volumen y la ecualización fallaron estrepitosamente, pero la refinada puesta en escena y la oscuridad de las canciones tuvieron un efecto de lo más seductor, por no hablar de la mirada de Paul Banks a través de las pantallas. Hubo momentos para enmarcar, como la impagable suspensión de “Lighthouse”, seguida de esa joya de nombre “Not Even Jail”. Y aunque la cagaran en “Obstacle #1” teniendo que empezar de nuevo (fallo de principiantes), hasta me hizo ilusión escucharla una vez y media. ¿Efecto cubatas o efecto Grinderman?.

THE VERVE: Jesús, qué regreso. No tardaron ni medio minuto en despejar las lógicas dudas, el comienzo con “This Is Music” fue devastador. Todo el concierto lo fue. Un Richard Ashcroft enérgico, carismático y motivado a más no poder, convertido en mesías de una rentreé apoteósica y no esperada. No faltaron “Sonnet”, “Life´s an Ocean”, “Drugs Don´t Work” o “Lucky Man”, con sus consiguientes efectos narcotizantes y reminiscentes. El space-rock ataca de nuevo (con permiso de Jason Pierce). “Bittersweet Symphony”, sin palabras. Hay emociones que se ensucian al tratar de darles forma. Y ese colosal cierre con la nueva “Love Is Noise” hace desear con ansia el cercano “Forth”. Tras una exhibición de tal calibre, solo hay que rezar para que la cosa dure. Bendita resurrección.

PRIMAL SCREAM: Tras haberlos visto ya mil veces, la duda es: ¿hay que empezar a pasar de ellos?. Son tremendos e incendiarios, tienen auténticos hits, pero con cada concierto que pasa la sensación de déjà vu es más grande. Quizá porque siempre insisten en lo mismo (“Jailbird”, “Rocks”, “Shoot Speed Kill Light”, “Movin´On Up”), con la de temas estupendos y olvidados que tienen. Aunque “Beautiful Future” (2008) es un cajón de sastre de lo más curioso, vuelven a darle al rock´n´roll. Y ya está demostrado que lo ganan todo cuando se ponen electrónicos (a “Swastika Eyes” me remito). A pesar de todo y aun con Bobby más sobrio de lo habitual, tienen la capacidad innata de divertir un huevo.

PDT: Los dos revivals sonados del festival solo fueron vistos de reojo, pero la sensación fue muy positiva. Los Sex Pistols lo dieron todo (mis fuentes allí presentes lo confirman), aunque chupas y cadenas hayan dejado paso a blusones y bombachos, y el mensaje ya no tenga ningún sentido. En el caso de Blondie, el buen estado de forma y voz de Debbie Harry sorprendió, y la peña se desmelenó frente a la gran bola de espejos que colgaba del escenario. Antes muertos que sencillos.

Ahora solo me falta que alguien me cuente lo que hicieron Spiritualized, My Bloody Valentine, The Brian Jonestown Massacre y American Music Club en el FIB. No se puede estar en todo.

Crónica dedicada a Super Clara, que me tuvo que "aguantar" los dos días.

12 julio 2008

CONCIERTOS

BECK. Madrid. La Riviera. 9-7-2008.

Lo que pudo ser y lo que fue.

Este era un momento esperado hace tal que diez años o más: Beck Hansen con carta blanca, señor y protagonista en una esfera propia a techo cubierto. No suele prodigarse mucho por estos lares, no. Por eso los recuerdos y la miscelánea se acumulan en una mente que se repliega marcha atrás y se acuerda de los que le enseñaron y con los que compartió. Pero claro, ay, las cosas cambian, los artistas cambian. Al californiano le acaba de dar por ponerse serio, cantar y tocar, y punto pelota. Ya no hay show, ni sorpresas, ni sangre que llegue al río. Menos mal que sigue habiendo canciones, aunque suenen de puñetera pena. Los técnicos de sonido deberían estar a día de hoy en las listas del INEM. Aunque lo mismo fue aposta, que con éste nunca se sabe. Entre acoples, saturaciones y otras torturas sónicas, queda la sensación de lo que pudo haber sido más que de lo que fue.

Disfrazado de ¿Kurt Cobain? y con nuevos compañeros de aire universitario, participativos pero sosos (excepto el de la camiseta a rayas, todo un crack), a Beck parecen habérsele pegado algunas manías y maneras de su gran referente Dylan. Lo digo por la impuntualidad, el mutis, la esquivez, la urgencia por volar hacia otros nidos. El repertorio fue de escándalo, pero aquello pareció una contrarreloj del Tour de Francia sin tiempo para tomar aliento entre tema y tema. Pues eso, como si tuvieran prisa.

Repito, el repertorio de lujo. Basta transcribir el set list de grandes éxitos: “Devil´s Haircut”, “Loser”, “Nausea”, “The New Pollution”, “Girl”, “Minus”, “Sexx Laws”, “Tropicalia”, “Think I´m in Love”, “Sunday Sun”, “Lost Cause”, “Black Tambourine”, “Mixed Buziness”, “Where It´s At” y “E-Pro”. El nuevo se hizo de rogar, pero se le dio mucha cancha, con las excelentes “Gamma Ray”, “Orphans” y “Chemtrails” como cotas álgidas. Por cierto, valga una crítica de discos y matamos dos pájaros de un tiro: “Modern Guilt” (2008) es un gran álbum; las ideas siguen bullendo con soltura de la mente del güero, y esa es una poderosa razón para mantener la esperanza y no crucificarlo. Producido por el tratado de usía Danger Mouse, sabe más a psicodelia setentera que a bailonga modernez. Grande pero tan escaso como la masa muscular del muchacho y como los minutos de directo. Una hora y media siendo generosos. Y digo yo, ¿cómo se pueden tocar veintitrés canciones en tan poco tiempo (inclusive la versión de “Everybody´s Gotta Learn Sometime”)?. No, si al final me da por pensar que se portó.

De lo que no hay duda es de que Beck es un guitar hero, porque cuando estruja las cuerdas (ortodoxia cero) es el rey. El rey de un mundo, su mundo, que parece desteñir y perder el brillo de otros tiempos, convirtiéndose en un boceto en blanco y negro por culpa de la ¿madurez?. Que siga sonando la música, pero mejor que suene en casa.

Mención final teloneros: Tulsa no entusiasmaron, pero la versión de “Into My Arms” de Nick Cave (finamente traducida), ya valió el precio de la entrada. Y de paso me recordó que tengo una cita con el susodicho en breve.

www.beck.com

05 julio 2008

DISCOS

DEUS. Vantage Point.

GIRLS IN HAWAII. Plain Your Escape.

Bélgica en movimiento: pioneros y secundarios.

Está visto y comprobado que Bélgica no solo vive de instituciones, cerveza y chocolate. Hay un underground activo y excitante en sus antros y en sus calles. Una oferta interesante que va abriéndose hueco como puede, entre tanta luminaria nacida en Londres, Brooklyn o Montreal. Aunque Bélgica siempre será ese país pequeño y escondido, su música suena en alta fidelidad desde hace tiempo. Y parte de culpa la tienen Deus (o escrito con propiedad, dEUS). Desde su debú en el 94 (aquel indescriptible “Worst Case Scenario”), la banda de Tom Barman ha sido el referente por excelencia de la música belga, y por qué no, europea no británica. Dimes y diretes, causa y efecto, dEUS se evaporaron para volver con suma fuerza y nuevos horizontes en el 2005. De las formas desquiciadas y llenas de aristas de sus cuatro primeros discos (contemos también el extraño “My Sister=My Clock”) han pasado a un nuevo formato (las caras cambian, el método también, las canciones lo notan) mucho más abierto, plano y ¿por qué no decir la palabra maldita?, comercial. Su reciente “Vantage Point” (2008) no es un punto de ventaja, sino un episodio facilón que podían haberse ahorrado, o quizá no. Arrastrados por la marea del mainstream (cada vez son más conocidos, hace diez años eran una rareza para paranoicos musicales), cobran entidad entre las estrellas con su trabajo más regularcillo, posicionándose como New Order o Primal Scream ultramodernos (“Slow”, “Favourite Game”, “Is a Robot” o la cachonda “The Arquitect”). Lo mejor está al final, en “Smokers Reflect” y “Popular Culture”, cuando echan el freno y se ponen tranquis. Hay algo de provecho.

Lo de Girls in Hawaii es otro cantar. Sin gran bagaje discográfico (solo un EP y el bucólico “From Here to There” del 2005) todo está por conquistar, y este “Plain Your Escape” (2008) es una potente arma arrojadiza. Con algún que otro ramalazo de los pioneros en canciones como “The Farm Will End Up in the Fire”, el grupo de dobles hermanos juega a matagigantes y toca todos los palos. Hay efluvios de Pixies o The Jam, de Grandaddy (esa voz clavada a la de Jason Lytle), de Tom Waits (“Couples on TV”), del pop soleado de Beach Boys (“Sun of the Sons”, a la salud de Brian Wilson) y del mejor folk británico de los sesenta (“Plan Your Escape”). Hay canciones mágicas como “Colours” y atávicas como “Fields of Gold”. No es el disco del siglo, pero suena sin aburrir ni perturbar. Quizá la generosidad del jodido mainstream también los encumbre algún día, por azar o por narices. De momento han de conformarse con un papel secundario que más que penitencia es un regalo. Por cierto, qué gran directo el suyo (al menos hace cuatro años).

www.deus.be
www.myspace.com/deusbe
www.planyourescape.be
www.myspace.com/girlsinhawaii