RETROSPECTIVAS
Joyas de los sesenta (3ª parte).
Quedó prometido. Ha llegado la hora del homenaje a otro supertrío de los sesenta, el formado por David Crosby, Stephen Stills y Graham Nash. Su carácter de trío fue intermitente y estacional, convertidos en cuarteto por periodos con la incorporación del donante de la Y (¿hace falta nombrarlo?). Pero ahora toca hablar de los sesenta, y este debú data del prolífico y espectacular 1969. Eran los inicios, y en el inicio eran tres, reunidos en huida hacia delante por desavenencias (Crosby-The Byrds), rupturas (Stills-Buffalo Springfield) y antojo aventurero (Nash-The Hollies). Su primer álbum es una auténtica joya de finales de la gran década, un monumental espectro de melodías y armonías, su especialidad. Y es que hay un santo y seña de CSN: las voces, la triple armonía, la perfecta conjugación de timbres y el valor añadido que aporta a la canción. “You Don´t Have to Cry” o “Helplessly Hoping” son sobresalientes de por sí, pero los cantores las hacen refulgir de tal modo que parece que el mensaje es de todos, para todos, demandando implicación.
“Crosby, Stills & Nash” (69) es un mercadillo sonoro de preciosos abalorios musicales, donde el folk, el blues y la psicodelia se venden muy económicos. Las unidades se combinan y ensartan, y nacen grandilocuentes piezas (“Wooden Ships”, “Long Time Gone”) de estribillos imponentes, rapsodias con final festivo (“Suite: Judy Blue Eyes”), memorandos joviales y hedonistas (“The Marrakesh Express”, “Pre-Road Downs”) o baladas de lagrimita fácil (“Guinnevere”, “Lady of the Island”).
Y ahora viene un atrevimiento, un pseudo suicidio verbal que provocará discrepancias y levantamientos varios: las posteriores correrías como CSNY, con la aportación del genuino e intocable de la Y, tuvieron sus innegables momentos de genialidad. Pero no hay ningún álbum como cuarteto que supere la benevolencia y hondo calado de éste.
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