17 julio 2019

MAD COOL 2019

Madrid. Valdebebas. 11, 12 y 13 de julio

SÁBADO

Es raro ver a JOHNNY MARR, toda una leyenda, abriendo una jornada festivalera a pleno sol. Y también, por qué no, ciertamente injusto que su real presencia nos sea escatimada a cincuenta pírricos minutos. Supo a poco. Su concierto fue uno de los de mayor calidad y virtuosismo del festival. Un sonido apoteósico (cómo sonaba esa batería, por dios) y un repertorio eminente que no dejó indiferente a nadie. Buena parte del mérito se debe a la reproducción de los viejos temas de The Smiths, tan celebrados, tan exultantes, tan precisamente ejecutados y tan legendarios. “Bigmouth Strikes Again”, “How Soon Is Now?” y “There Is A Light That Never Goes Out” fueron las elegidas, tres clásicos que todo el mundo puede cantar, o al menos tararear. Y resulta del todo reconfortante (y sorprendente quizá) escuchar un tema de The Smiths y no echar de menos a Morrissey. Marr se basta para resucitar los hitos de su ex banda, porque tiene voz de sobra, porque tiene un acompañamiento rotundo a sus espaldas, porque es uno de los mejores guitarristas de todos los tiempos. No fueron los únicos recuerdos; también tuvieron cabida rescates de Electronic, como la estupenda “Get The Message”. No hay tema malo de este hombre; las nuevas, como “The Tracers”, “Hi Hello” y “Walk Into The Sea” también resultaron brillantes y poderosas. “Armatopia” (homenajeando el exangüe sonido Manchester) y “Easy Money” animaron al respetable a ejercitar las gargantas con sus melodías terriblemente adictivas. Lo dicho, supo a poco. Este as de las seis cuerdas merece más cortesía y protagonismo.

Esperando el estreno en escena de CAT POWER soñábamos con encontrar al mítico Jim White a la batería, como ya ocurriera en el pasado. No fue así, desgraciadamente, aunque la baterista del momento también merece una medalla. No es fácil el repertorio de Chan Marshall; no hay un solo hit en su discografía, ni una sola melodía que se capte a la primera, que se adhiera a las meninges sin remedio. Todo es etéreo y exclusivo, quizá no es lo que esperas, quizá te pille a contrapié, quizá bosteces en algún momento. Hay que comprenderlo: no es música divertida, ni alegre, ni condenadamente festivalera. Es música selecta, elegante y oscura. Pero tiene muchos fieles, sí, esos seguidores que no despegaron el pico ni pestañearon en toda la hora de recital. Elegantísima en su vestido de terciopelo, volvió a sacar todo lo que lleva dentro sin poder ocultar sus veleidades; imposible ignorar ese halo de debilidad que la envuelve constantemente. Incómoda en muchas fases del concierto con el sonido, siempre en el límite del derrumbe. Pero aguantó, se vació y nos ofreció cosas como “Cross Bones Styles” y “Manhattan” (los momentos más rítmicos), como “The Greatest” o “Good Woman”, amén de algunas versiones de esas que solo ella sabe hacer, desvistiendo la canción original y convirtiéndola en un esqueleto folk o soul a su medida. Aguas calmadas en un maremágnum de rock sin fin.

Los siguientes en la lista eran PARQUET COURTS. Otro incomprensible capricho del festival, pues esta banda debería haber estado en otro escenario (más grande) con otras concesiones y otros honores. También supieron a muy poco. Lo que ocurrió en este concierto fue un poco extraño, a la par que entrañable; a la altura del segundo tema (“Dust”, su mejor canción) el sonido se va, batería, teclados y micros se apagan, pero ellos siguen y siguen, y se marcan una improvisación hasta que alguien (a buenas horas, mangas verdes) se da cuenta de que algo no marcha y mete el enchufe en la clavija correcta. Así, “Dust” se convierte en diez minutos accidentados pero heroicos, con una ovación a tanta sangre fría y profesionalidad. Impresionante. Incidente aparte, la banda neoyorquina es febrilmente solvente y efectiva, no solo en sus momentos más punk y saltarines (“Total Football”, “Almost Had to Start a Fight/In and Out of Patience”, “Master of My Craft” o “Borrowed Time”), sino también cuando se ponen country (“Freebird II”) o soul (“Before the Water Gets Too High”). Nos encantan, y sobre todo nos encanta Austin Brown, con ese peinado entre Joey Ramone y Roger McGuinn. Entre efluvios psicodélicos y mientras suena “She´s Rolling” decidimos ahuecar, muy a nuestro pesar, y quedarnos con la duda de si tocarán o no la bombástica “Wide Awake!”.

Pero es que claro, en otro escenario están tocando MOGWAI. Y ya es extraño que nuestros escoceses favoritos toquen en un festival y no estemos allí rindiendo pleitesía. La elección a veces es inevitable (y dura). Sin embargo, aún hay tiempo de echarles un vistazo y asistir a la recta final. Nos recibe Mogwai y nos recibe Satán, vomitando vatios por todo el barrio de Valdebebas. Y lo primero que llama la atención es que Martin Bulloch ha vuelto a tomar las baquetas tras su larga ausencia por enfermedad; toda una alegría. Deleitan con “Remurdered” y “Old Poisons” (un poco de electro, un poco de hardcore), ya archisabidas de memoria. Y aun así, qué tendrán, no importan las repeticiones, vuelven a hacerlo: vuelven a tejer esa tela de araña de ruido y flash de la que es imposible escapar. La pena es que acaben con “We´re No Here” de nuevo, tan poco amable y tan dura de roer.  

Llegaba la hora de THE CURE. Reconozcámoslo: no vinimos a este festival por hacernos los valientes o los chulos, vinimos por The Cure. Así de claro. Y mereció la pena gastarse el dinero, los malabarismos para encontrar un entretenimiento musical a medida, el calor sofocante. Mereció la pena venir a este festival solo por verlos a ellos. Porque sus casi dos horas y media de concierto rozaron la más absoluta perfección. La hubieran alcanzado del todo si: primero, no hubieran cavado tan profundo en la historia mediado el concierto, rescatando unas “Primary”, “Shake Dog Shake” o “39” que dejaron fríos a muchos; segundo, si “Disintegration” no se hubiera visto envuelta en imprecisiones de sonido que desconcertaron y cabrearon de lo lindo a Roger O´Donnell y Simon Gallup, respectivamente. El resto, auténtica magia. Leía en alguna crónica postrera que se echaron de menos hits conocidos en la primera parte, afirmación que es absolutamente imprecisa. Las grandes canciones estuvieron presentes desde el primer minuto y citemos: “Plainsong”, “Pictures of You”, “High”, “Lovesong”, “Last Dance”, “Fascination Street”, “Never Enough”, “Push”, “In Between Days”, “Just Like Heaven”, “A Night Like This”, “Play for Today”. ¿No son todas ellas temas proverbiales en su discografía? Sin embargo, hubo momentos menos célebres que se transformaron en emociones líquidas, en puro fuego, en simple apología. Fue el caso de “Burn” (incluida en la banda sonora de “The Crow” de 1994), rotunda y machacante hasta los cimientos; o de la bellísima “From The Edge of The Deep Green Sea”, que parecía que nunca acabaría, que no queríamos que se acabara nunca; o por supuesto, “A Forest”, con su trote de bajos lúgubre y majestuoso. Estaba claro que habría unos bises como dios manda, bises que empezaron con una “Lullaby” que en vivo sigue luciendo una musculatura culturista. Tras ella, “The Caterpillar” y “The Walk” hacían temer otra incursión en los archivos más ocultos del pleistoceno, pero no. “Friday I´m In Love”, “Close to Me”, “Why Can´t I Be You?” y “Boys Don´t Cry” consiguieron alegrar la noche a los curiosos, a los oyentes ocasionales, a los que pasaban por allí. También a los entusiastas y afliliados, faltaría más. Emocionado estaba Robert Smith (su voz se conserva impecable, prístina) al final del concierto y no es para menos. Ya no es solo la sensación de gozo del aplauso recibido, sino también ese orgullo de grandeza y prosperidad que debe correrte por las venas cuando, después de cuarenta años, sigues siendo feliz con lo que haces. The Cure son historia viva del rock. Un pasado hecho presente para gracia y delirio de todos.

1 comentario:

Fede Sánchez dijo...

Después de la magia que desplegó el año pasado en el Visor Fest, el concierto de Cat Power en el Mad Cool me pareció con falta de ese brillo especial de Chan Marshall, como inconcluso me atrevería a decir. Pero si es evidente que ni el lugar ni el horario puede decirse que fueran los más adecuados.