JUEVES
Sobrevivir al Mad Cool 2018 fue
una hazaña de campeones. Había que ser muy kamikaze para regresar. Pues bien, premio
para los valientes. La edición de 2019 no ha tenido nada que ver con la anterior.
Números menores, impecable organización, relativas comodidades. Como la de
poderte sentar sin problema en una mesa para cenar, no hacer ni una sola cola,
o llegar a ver conciertos a pie de escenario sin apenas pretenderlo. Aire
fresco para aquellos que van a estos eventos a escuchar música (y no a montar
en las atracciones de feria, a hacerse trenzas, a maquillarse o a comprar un
Mercedes). Apenas si hemos tenido que echar mano al icónico manual de
supervivencia para crisis festivaleras. Claro que, como en España es una
tradición eso de atacar renuncios y hurgar en las heridas, siempre hay vampiros
que buscan el tropiezo para atacar a la presa. Y así tras la jornada del jueves
se mentaba la baja calidad del cartel o las quejas de los vecinos del barrio. Pero
esos intentos cabezones se diluyeron como azucarillo al cierre de un festival
al que, definitivamente, no se le puede poner ni un pero. Un festival que nos
deja una reflexión: los viejos siempre son apuesta segura. Y digo viejos desde
el respeto más absoluto, la admiración más sincera y la envidia más sana. Yo de
mayor quiero ser como ellos.
Empezó el jueves echando un
vistazo a TASH SULTANA, esa
jovencita australiana que se ha hecho eco a través de Youtube y del boca a boca
en red. Demasiado escenario para tan poco capital humano, pero no seamos
ingenuos, la chica sabe lo que se hace e intenta dominar ese mastodonte a base
de briosos sprints. Curiosa propuesta la suya, amalgamando estilos como el rock
progresivo, la electrónica, el soul o la música reggae. Yo me lo guiso, yo me
lo como, en una alternancia de guitarras, loops, percusiones y trompeta. Y
además, tiene una voz privilegiada. La soledad es dura y exige mucho esfuerzo:
he aquí un botón de muestra.
A continuación solo quedaba
aguardar al más deseado del día, ese que lleva diciendo años que se jubila
(¡ja!), ese que ya ha cumplido 72 años, ese entrañable y malhablado clown, padre (o abuelo) de un punk rock
que vive horas muy, muy bajas. ¿Que queréis punk? Pues dicho y hecho. Tomad “I Wanna Be Your Dog”, “Gimme Danger”, “The Passenger”, “Lust for
Life” y “Skull Ring” de
aperitivo. Así, sin anestesia. Toda una
lección de cómo estrenar un concierto, un huracán, simbólica e infalible
prédica para captar a jóvenes, mayores, ricos, pobres, deudos o incrédulos en
un plis. IGGY POP y los que lo
secunden jamás defraudan, ya sean los Stooges
o ya sean los que sean (esta vez con sección de metales incluida). Y
aunque los años ya no le permitan a la iguana tantos excesos físicos como
antaño (y haya descendido ostensiblemente su promedio de motherfuckers por minuto), sabe mantener el tipo con una actitud
tan admirable como emotiva, y sacarlo todo de dentro de su cuerpecillo arrugado
mientras repasa mitos festivos como “Some
Weird Sin”, “No Fun” y “Sixteen” o trallazos ariscos como “TV Eye”, o nos muestra que aún tiene
cuerda para colar perlas de nueva factura (“Repo
Man”) entre sus añejos monumentos. Tampoco pierde la actitud en los teóricos
y casi tétricos respiros, mientras nos vomita “I´m Sick of You” o nos declama la escalofriante “Mass Production”, ni se le olvida
homenajear a su amigo Bowie con la versión de “The Jean Genie”, préstamo que le sienta como anillo al dedo. Y
claro, no podía faltar el baño de masas, arrojarse al foso para contactar con esos
incondicionales (más preocupados por sacar la foto o el video perfecto que por
tocarlo o mirarlo a la cara), y convertir “Search
and Destroy” en un espectáculo imperdible y eficazmente retransmitido desde
las grandes pantallas. En definitiva, Iggy Pop es Iggy Rock, claro y
cristalino, todo un lujo veterano sobre los escenarios, bálsamo para nostálgicos y clase magistral para
principiantes. Lo realmente incomprensible es que no anduviera posicionado en
los escenarios principales, pues sin duda era un cabeza de cartel indiscutible.
Pero en la era del postureo y la impostura, los galones y los laureles ya no
valen para nada.
Otro que se puede vanagloriar de
sus galones es el líder de Jane´s
Addiction, que ahora se ve embarcado en un nuevo proyecto con el épico
nombre de PERRY FARRELL´S KIND HEAVEN
ORCHESTRA. Como la sensación hace tres años fue tan positiva, había ganas
de volver a verlo, y más después de escuchar la variada y lustrosa mezcla que
es su último disco. Pues bien, bajo el embrujo de una puesta en escena onírica
y colorida, al abrigo de una banda de hasta once piezas (cuerdas, coros,
bailarines incluidos, amén de la pinturera presencia de la señora Farrell), el
concierto fue una buena ocasión no solo de conocer nuevas canciones, sino de
rendir tributo a toda una carrera. Y así pudimos rescatar dos de los mejores
temas de Porno for Pyros, las
colosales “Pets” y “Tahitian Moon”, que resultaron dos de
los momentos más exquisitos del show. De entre las novedades destacó la chispa
retro de “(Red,
White and Blue) Cheerfulness”, el
arrojo rockero de “Pirate Punk Politician”,
los números vodevilescos en las bailables “Snakes
Have Many Hips” y “Spend The Body”
y, cómo no, el alborozo de esa hermosura lírica llamada “Let´s All Pray for This World”. Los amantes de Jane´s Addiction tampoco se fueron descontentos, después de haber
coreado a saco “Jane Says” o “Mountain Song”. Confirmado: Perry sigue
entusiasmado con lo que hace, en buena forma y con cuerda para rato.
A falta de otro plato de mejor
gusto había que acercarse a echar una ojeada a NOEL GALLAGHER´S HIGH FLYING BIRDS y comprobar lo que ya nos
temíamos: que Oasis era Noel Gallagher,
evidentemente. Batería de clásicos de la antigua banda en la recta final del
concierto, encadenando “Little by Little”,
“Half The World Away”, “Wonderwall” y “Stop Crying Your Heart Out”. La vistosa “AKA…What a Life” constata que el hermano mayor puede seguir
componiendo todavía canciones poderosas y muy, muy cool, y que no le hace ni
pizca de falta el lastre de su otro puñetero hermano. Todo ello no cambia que “Don´t Look Back In Anger” siga siendo
una ñoñería insoportable, y que “All You
Need Is Love” sea un lugar común demasiado machacado en la discografía de
los Beatles (será por canciones
de los Beatles donde elegir). El jueves terminaba
asistiendo al comienzo de THE HIVES,
tan cacareados como bestias pardas de escenario y divertimento sin fin. “Come On!”, “Walk Idiot Walk”,
“Main Offender” y pare usted de
contar: a dormir. Sí, enérgicos, interactivos,
impecablemente maqueados, pero después de ver a la iguana esto suena a nada y
sabe a poco.
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