16 julio 2019

MAD COOL 2019

Madrid. Valdebebas. 11, 12 y 13 de julio

VIERNES

Que haya una banda llamada ROLLING BLACKOUTS COASTAL FEVER tiene su punto divertido. Primero: nadie es capaz de aprenderse su nombre de corrido. Segundo: mola mucho comentar eso de “voy a ver a los Rolling” y que el vecino de tren te mire como si estuvieras loco. Estos chicos deberían pagarnos una cerveza: el año pasado bajo la lluvia torrencial de Oporto, este año bajo la canícula madrileña de las seis de la tarde. Ahí estuvimos, incondicionales. La chispa de esas tres guitarras conversando frenéticamente entre ellas bien merece el esfuerzo. Menos mal que las benditas nubes taparon por un rato el sol, y pudimos disfrutar (sin morir) de una imagen muy semejante a la de hace un año. Aunque hoy ya son un poco más mayores, ya están en boca de prensa y tienen un largo bajo el brazo. Y sin embargo las canciones que más lucen siguen siendo las más amateurs. Comenzaron el concierto con algunas de ellas, “Clean Slate”, “Julie´s Place” y “Sick Bug”, sonando a gloria. Después, presentación de sus dos nuevos temas (“Read My Mind”, “In The Capital”), de buen nivel pero poca empatía. Luego el relleno de “Hope Downs”, con “An Air Conditioned Man”, “Bellarine”, “Exclusive Grave” y “Sister´s Jeans”, decentes pero dispersas. A partir de aquí el termostato subió de golpe al son de las magníficas (muy bailadas, muy coreadas) “Talking Straight” y “Mainland”, seguidas de la nueva versión mucho más ruda y potente de “Fountain of Good Fortune” y de su clásico de cierre “The French Press”, con jam session final de exhibición incluida. Una máquina de directo con dos líneas (la vanguardia estelar de voces y guitarras, la retaguardia rítmica) a cual más impactante.

Sin tiempo para el respiro SHARON VAN ETTEN hacía su aparición en el escenario grande. Y había curiosidad por saborear en directo los temas de “Remind Me Tomorrow” (2019), su último álbum y quizá el más arriesgado de su carrera. “Jupiter 4”, “Comeback Kid” y “No One´s Easy To Love” completaron una sólida presentación. Buena banda, buen sonido, magnífica actitud, deslumbrante voz. Sí, la norteamericana, que intentó comunicarse en castellano en todo momento, que es muy cercana y nada diva, impactó con todos sus recursos vocales posibles, llevados hasta el extremo en la espectral “Memorial Day”. Agradaron los rescates de sus viejos álbumes, en especial la aplaudida “One Day” y la heroica “All I Can”. Emocionó profundamente sentada al piano, interpretando esa joyita que abre su reciente trabajo, “I Told You Everything”. Guerrera, oscura, bulliciosa, melancólica; tiene muchas caras (algunas desconocidas hasta ahora) y en su show aparecieron todas, ordenadas y calibradas en su justa medida. Echó el cierre con otras dos excursiones al pasado (“Everytime the Sun Comes Up” y “Serpents”), y todos terminamos contentos.

Del concierto de MILES KANE se esperaba mucho. No hay más que echar una audición a sus discos para concluir que: primero, es un fiel representante del nuevo rock británico, que no por nuevo suena menos viejo que el de sus gloriosos antepasados; segundo, que tiene melodías y estribillos para parar un tren. Fiebre nostálgica y diversión aseguradas. Dicho y hecho. Todas las expectativas se vieron confirmadas desde el minuto uno de “Silverscreen”. Este tipo tiene garra, tiene gancho, sabe llevar camisas floreadas y sabe manejar a las masas. Y además se pone maquillaje, amplificando el recuerdo del glam y de T-Rex, presente sin remedio cuando suenan “Too Little Too Late” y “Cry on My Guitar”. Un primer cuarto de concierto epatante y lleno de energía, en el que destacaron con vida propia las endemoniadas “Inhaler” y “LA Five Four (309)”. Una segunda parte ciertamente comedida, una muestra preclara de su lado más soul (“Killing The Joke”, “Colour of The Trap”), para a continuación volver a pisar suavemente el acelerador al son de “Wrong Side of Life” y “Rearrange”, ambas de dulce. Pero la auténtica locura fue la recta final, primero enlazando el “Hot Stuff” de Donna Summer con la descomunal (y muy funky) “Coup de Grace”, después regalando sus dos superhits Don´t Forget Who You Are” y “Come Closer”. No, no somos muy aficionados a los numeritos de hacer cantar al público en plan hooligan, pero hay que reconocer que este tipo sabe cómo hacerlo sin que resulte ridículo. Qué energía y qué derroche de pasión. Y por cierto, qué buen guitarrista es.

Para esperar a las calabazas no había demasiado donde elegir: los pasos llevaban solos hacia SEX MUSEUM, esa banda madrileña grande, enorme, veteranísima, colocada a capón en un escenario menor, con solo cuarenta y cinco minutos para elegir algo de entre su granado repertorio. Uno nunca está donde debe cuando se trata de festivales. Escogieron algunos temas míticos, como “Dopamina”, “Two Sisters” o “Lucky Man”. Pero el momento por el que se recordará este concierto será la versión combinada de “Smoke on The Water” de Deep Purple y “Fight for Your Right To Party” de Beastie Boys, ambas ensambladas, sumadas, superpuestas con un resultado aplastante. Momento memorable escondido en las más recónditas entrañas del festival.

Está claro que SMASHING PUMPKINS ya no son lo que eran. El tiempo no ha sido tan benévolo con su música como con la de otros coetáneos de la comúnmente llamada era grunge, y comenzaron a cavar su hoyo cuando se pasaron a los experimentos electrónicos. Pues bien, el hoyo está ahí, pero ellos se resisten a ocuparlo. De momento. Es de honor dar nuevas oportunidades y se la dimos. Billy Corgan, antes muerto que sencillo: hay que tener muchos bemoles para calzarse una sotana de paño en lo más tórrido del estío ibérico. La producción escénica, impactante. James Iha, radiante y joven como nunca. Jimmy Chamberlin, soberano tras los bombos y platillos. Inauguración con música de Haendel, todo un detalle pomposamente chic. Pero al arrancar “Siva”, ay, de nuevo el mismo estupor. Falta volumen, falta evidencia, falta ecualización. Una cosa es sonar sucio (como siempre han querido), pero otra es sonar mal. A pesar de que el entuerto no se arregló en todo el concierto, a pesar de que tocaron muchas cosas post (“Solara”, “Knights of Malta”, “Tiberius”, “G.L.O.W.”, “The Everlasting Gaze”) y pocas pre (“Zero”, “Bullet With Butterfly Wings”, “Disarm”), lo mejor estaba por llegar. Para el final quedaba el gran memorándum: la mística de “Ava Adore”, el alma de “1979” y “Tonight, Tonight”, y ese pelotazo de rock harapiento que es “Cherub Rock”. Que a fin de cuentas es lo que la gente quería y con lo que todo el mundo vibró. Después hubo algo más (“The Aeroplane Flights High” y “Today”, parece ser) pero ya andábamos de retirada. Cualquier tiempo pasado, en este caso concreto, fue sin duda alguna mejor.

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