VIERNES
Que haya una banda llamada ROLLING BLACKOUTS COASTAL FEVER tiene
su punto divertido. Primero: nadie es capaz de aprenderse su nombre de corrido.
Segundo: mola mucho comentar eso de “voy
a ver a los Rolling” y que el vecino de tren te mire como si estuvieras loco.
Estos chicos deberían pagarnos una cerveza: el año pasado bajo la lluvia
torrencial de Oporto, este año bajo la canícula madrileña de las seis de la
tarde. Ahí estuvimos, incondicionales. La chispa de esas tres guitarras
conversando frenéticamente entre ellas bien merece el esfuerzo. Menos mal que
las benditas nubes taparon por un rato el sol, y pudimos disfrutar (sin morir)
de una imagen muy semejante a la de hace un año. Aunque hoy ya son un poco más
mayores, ya están en boca de prensa y tienen un largo bajo el brazo. Y sin
embargo las canciones que más lucen siguen siendo las más amateurs. Comenzaron
el concierto con algunas de ellas, “Clean
Slate”, “Julie´s Place” y “Sick Bug”, sonando a gloria. Después,
presentación de sus dos nuevos temas (“Read
My Mind”, “In The Capital”), de
buen nivel pero poca empatía. Luego el relleno de “Hope Downs”, con “An Air
Conditioned Man”, “Bellarine”, “Exclusive Grave” y “Sister´s Jeans”, decentes pero dispersas. A partir de aquí el
termostato subió de golpe al son de las magníficas (muy bailadas, muy coreadas)
“Talking Straight” y “Mainland”, seguidas de la nueva versión
mucho más ruda y potente de “Fountain of
Good Fortune” y de su clásico de cierre “The French Press”, con jam session final de exhibición
incluida. Una máquina de directo con dos líneas (la vanguardia estelar de voces
y guitarras, la retaguardia rítmica) a cual más impactante.
Sin tiempo para el respiro SHARON VAN ETTEN hacía su aparición en
el escenario grande. Y había curiosidad por saborear en directo los temas de “Remind Me Tomorrow” (2019), su último
álbum y quizá el más arriesgado de su carrera. “Jupiter 4”, “Comeback Kid”
y “No One´s Easy To Love” completaron
una sólida presentación. Buena banda, buen sonido, magnífica actitud,
deslumbrante voz. Sí, la norteamericana, que intentó comunicarse en castellano
en todo momento, que es muy cercana y nada diva, impactó con todos sus recursos
vocales posibles, llevados hasta el extremo en la espectral “Memorial Day”. Agradaron los rescates de
sus viejos álbumes, en especial la aplaudida “One Day” y la heroica “All I
Can”. Emocionó profundamente sentada al piano, interpretando esa joyita que
abre su reciente trabajo, “I Told You
Everything”. Guerrera, oscura, bulliciosa, melancólica; tiene muchas caras
(algunas desconocidas hasta ahora) y en su show aparecieron todas, ordenadas y
calibradas en su justa medida. Echó el cierre con otras dos excursiones al
pasado (“Everytime the Sun Comes Up”
y “Serpents”), y todos terminamos
contentos.
Del concierto de MILES KANE se esperaba mucho. No hay
más que echar una audición a sus discos para concluir que: primero, es un fiel
representante del nuevo rock británico, que no por nuevo suena menos viejo que
el de sus gloriosos antepasados; segundo, que tiene melodías y estribillos para
parar un tren. Fiebre nostálgica y diversión aseguradas. Dicho
y hecho. Todas las expectativas se vieron confirmadas desde el minuto uno de “Silverscreen”. Este tipo tiene garra,
tiene gancho, sabe llevar camisas floreadas y sabe manejar a las masas. Y
además se pone maquillaje, amplificando el recuerdo del glam y de T-Rex,
presente sin remedio cuando suenan “Too
Little Too Late” y “Cry on My Guitar”.
Un primer cuarto de concierto epatante y lleno de energía, en el que destacaron
con vida propia las endemoniadas “Inhaler”
y “LA Five Four (309)”. Una segunda
parte ciertamente comedida, una muestra preclara de su lado más soul (“Killing The Joke”, “Colour of The Trap”), para a continuación volver a pisar suavemente
el acelerador al son de “Wrong Side of
Life” y “Rearrange”, ambas de
dulce. Pero la auténtica locura fue la recta final, primero enlazando el “Hot Stuff” de Donna Summer con la
descomunal (y muy funky) “Coup de Grace”,
después regalando sus dos superhits “Don´t Forget Who You Are” y “Come Closer”. No, no somos muy
aficionados a los numeritos de hacer cantar al público en plan hooligan, pero
hay que reconocer que este tipo sabe cómo hacerlo sin que resulte ridículo. Qué
energía y qué derroche de pasión. Y por cierto, qué buen guitarrista es.
Para esperar a las calabazas no
había demasiado donde elegir: los pasos llevaban solos hacia SEX MUSEUM, esa banda madrileña grande,
enorme, veteranísima, colocada a capón en un escenario menor, con solo cuarenta
y cinco minutos para elegir algo de entre su granado repertorio. Uno nunca está
donde debe cuando se trata de festivales. Escogieron algunos temas míticos,
como “Dopamina”, “Two Sisters” o “Lucky Man”. Pero el momento por el que se recordará este concierto
será la versión combinada de “Smoke on
The Water” de Deep Purple y “Fight
for Your Right To Party” de Beastie Boys, ambas ensambladas, sumadas,
superpuestas con un resultado aplastante. Momento memorable escondido en las
más recónditas entrañas del festival.
Está claro que SMASHING PUMPKINS ya no son lo que
eran. El tiempo no ha sido tan benévolo con su música como con la de otros coetáneos
de la comúnmente llamada era grunge, y comenzaron a cavar su hoyo cuando se
pasaron a los experimentos electrónicos. Pues bien, el hoyo está ahí, pero
ellos se resisten a ocuparlo. De momento. Es de
honor dar nuevas oportunidades y se la dimos. Billy Corgan, antes muerto que
sencillo: hay que tener muchos bemoles para calzarse una sotana de paño en lo
más tórrido del estío ibérico. La producción escénica, impactante. James Iha, radiante
y joven como nunca. Jimmy Chamberlin, soberano tras los bombos y platillos. Inauguración
con música de Haendel, todo un detalle pomposamente chic. Pero al arrancar “Siva”, ay, de nuevo el mismo estupor.
Falta volumen, falta evidencia, falta ecualización. Una cosa es sonar sucio
(como siempre han querido), pero otra es sonar mal. A pesar de que el entuerto
no se arregló en todo el concierto, a pesar de que tocaron muchas cosas post (“Solara”, “Knights of Malta”, “Tiberius”,
“G.L.O.W.”, “The Everlasting Gaze”) y pocas pre (“Zero”, “Bullet With Butterfly
Wings”, “Disarm”), lo mejor
estaba por llegar. Para el final quedaba el gran memorándum: la mística de “Ava Adore”, el alma de “1979” y “Tonight, Tonight”, y ese pelotazo de rock harapiento que es “Cherub Rock”. Que a fin de cuentas es lo
que la gente quería y con lo que todo el mundo vibró. Después hubo algo más (“The
Aeroplane Flights High” y “Today”, parece ser) pero ya andábamos de
retirada. Cualquier tiempo pasado, en este caso concreto, fue sin duda alguna
mejor.
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