24 mayo 2015

CONCIERTOS: NICK CAVE

Madrid. Palacio Municipal de Congresos. 22-5-2015.


The King will walk on Tupelo!”. Por fin. Ya estaba bien. Ya era hora de que el Rey caminara por la capital como Dios manda. Que nos secuestrara y bailara sobre nuestras manos. Sí, el príncipe de la oscuridad dejó de existir hace mucho tiempo, ahora es el Rey. Un ciclón. Inenarrable, explosivo, épico y bestial. Hipnotizando, avasallando, doblegando con su chulería de gángster, su aullido feroz, su turbia mirada, su dedo implacable, su red right hand. Nick Cave es un artista sublime ya sea solo, con un saco entero de semillas o con la mitad del saco. No estoy contando nada nuevo pero conviene recordarlo periódicamente. Sí, sus discos son soberbios pero hay que vivirlos en vivo, sentirlos en carne, dejar que el gurú nos los tatúe con su hierro incandescente en la piel. Leí hace poco en alguna parte que este tipo en directo es capaz de volarte la cabeza. Así es, ni más ni menos. Hoy aún estamos sin cabeza. Una transfusión, por favor. 

No fue lo que nos vendieron: inmaculado decorado para un espectáculo acogedor y especial. De eso nada, monada. Pensábamos que el gran momento de nuestras vidas había llegado, que íbamos a gozar del tío Nick lejos de barbaries, jaleos y marabuntas, con el culo cómodo y los pinreles relajados. Qué inocentes. Bastaron cuatro temas (“Higgs Boson Blues” desató las llamas) para que el concierto espiritual de auditorio se transformara en otro bullicioso concierto de festival. Un gesto, un solo gesto, y la montaña fue a Mahoma. Sí, a él le encanta darse esos baños de locura, poner a prueba la longitud del cable del micro, sentirse profeta, santo, sanador y ejecutor. Pero valiente gracia para los de las primeras filas, que vieron levantarse un muro humano delante de sus narices después de haber pagado un pastizal. Eso no está bien. Por suerte el caos acabó siendo un caos organizado, pacífico y amistoso en honor y por amor a un genio tan genial. Aunque se oyeron peticiones de la audiencia hasta aburrir y casi cabrear, algunas tan disparatadas como “No More Shall We Part”, “Foi Na Cruz”, “Henry Lee” o “Saint Huck”. Pues puestos a pedir, yo hubiera pedido “The Hammer Song” (“and then the hammer came down, Lord, the hammer came down”).

Las dos horas largas de repertorio dieron para mucho: para la pluma y el látigo, agua y vinagre, perfume y resina, en un abanico de canciones que abarcaron casi todas sus épocas. Prometieron veinte y fueron veinte. Obviedades y sorpresas. Fidelidad y recreación. Explosiones de todos a una, frente a solos al piano con el resto de la banda oculto bajo un velo de tiniebla. Hermosos momentos de intimidad con “The Ship Song”, “Mermaids”, “Love Letter”, “Into My Arms” y “People Ain´t No Good”. Batallas atroces y descomunales con “Red Right Hand”, “From Her to Eternity”, “Tupelo” y “Jubilee Street”. Cambios de vestimenta y peinado sonoro para “The Weeping Song”, “Stranger Than Kindness”, “West Country Girl”, “Jack The Ripper” o una “The Mercy Seat” que, únicamente con voz y piano, suena igual de ardiente y todopoderosa. También hubo gratas ofrendas en forma de episodios inesperados, como “Black Hair” (qué memorable duelo piano-acordeón) y “Up Jump The Devil” (qué memorable sin más).  

No eran Nick Cave and The Bad Seeds; eran Nick Cave and ½ The Bad Seeds. Pero da lo mismo. El caballo es un pura sangre y puede cabalgar años sin abrevar. Porque el Rey lleva las riendas, y el Rey dice lo que hay que hacer, y se hace lo que él dice y punto, y lo sigues a él y dices amén y no puedes seguir a nadie más. Pero sería una injusticia no hacer una reverencia a Thomas Wydler (reincorporado felizmente tras su ausencia por indisposición en la anterior gira), a Martyn Casey (siempre elegante e incombustible) y al entrañabilísimo y polivalente Warren Ellis (te queremos, Barrabás). Y, señoras y señores, tenemos una nueva mala semilla: se llama Larry Mullins y ha tocado con los Stooges y Silver Apples, otro fichaje de abrigo. De Barry Adamson, por cierto, ni rastro. Este formato, menos profuso y más intimista, tiene un gran pro y un pequeño contra. El contra: desluce el papel de un Warren demasiado encorsetado en su imaginario teepee instrumental. El pro: ½ The Bad Seeds son suficientes para hacer tanta o más pupa que todos juntos. Moraleja: ¿la culpa la tiene el Rey? Pues larga vida al Rey.

EL SETLIST: “We No Who U R”, “The Weeping Song”, “Red Right Hand”, “Higgs Boson Blues”, “Mermaids”, “The Ship Song”, “From Her To Eternity”, “Stranger Than Kindness”, “Love Letter”, “Into My Arms”, “West Country Girl”, “Tupelo”, “Black Hair”, “The Mercy Seat”, “Jubilee Street”// “Up Jumped The Devil”, “People Ain´t No Good”, “Breathless”, “Jack The Ripper”, “Push The Sky Away”.

No hay comentarios: