21 noviembre 2009

REPORTAJES


ROCKDELUX. 25 cumpleaños.

Ni contigo ni sin ti.

La revista Rockdelux, santo grial del indie universal, biblia de melómanos alternativos y vademécum de intelectuales varios, cumple este mes 25 años. Y en conmemoración de tal evento su número 278 recoge un resumen de la primera década del nuevo siglo, plagada de esas listas que tanto gustan a Santi Carrillo y compañía. La Rockdelux ya forma parte de nuestra vida cultural y musical. Y pese a abordar al quiosquero con ilusión cada primera semana de mes, y eso un mes tras otro, es imposible concluir quién o qué mueve los hilos. A veces la adoro, a veces la odio. A veces la leo de modo ávido y recalcitrante, a veces paso de ella como si fuera el panfleto de ofertas del Carrefour. A veces aplaudo, a veces discrepo. A menudo le sobran páginas y le falta humildad. A menudo se excede en tecnicismos y en el uso obsesivo de la palabra o etiqueta de moda. A veces las crónicas esperadas llegan demasiado tarde. Últimamente hay demasiadas entrevistas, largas parrafadas llenas de divagaciones pero vacías de contenido. Pero lo que está claro es que, hoy por hoy, es lo que hay. La oferta de buenas publicaciones musicales en nuestro país (tangibles, en papel, en carne) es tan pírrica que la información selecta funciona así, casi en régimen de monopolio. Y muchos, ansiosos de esa información que se puede tocar, que se puede oler, somos esclavos de la marca. Mea culpa por incluir cada mes en mi cesta de la compra los 5,10 euros, que dicho sea de paso, resisten estoicamente los efectos IPC. Así pues, hagamos un pequeño homenaje (también crítica, cómo no) a esta publicación, icono de la resistencia musical nacional escrita, abordando ese ora apasionante, ora desconcertante tomo plateado 278.

Antaño la portada era el reclamo máximo de la RDL cada mes. Si la portada te decía algo la comprabas, si no pasabas. Ahora es bien distinto. Al final el síndrome melomaniaco te arrastra a tragar en primera plana a personajes ciertamente irritantes: Peter Doherty, Carla Bruni, J de Los Planetas, Scarlett Johanson… En sus bodas de plata la RDL hace un repaso a todas las portadas de la década. Y echándoles un vistazo (recuerdo perfectamente las que tengo y las que no) puede uno hacerse una idea de los devaneos de las tendencias en los últimos diez años. Sin embargo, hay dos rotundos vencedores: Tom Waits y Radiohead. Tres portadas, tres. También puede presumir de haber chupado portada Nacho Vegas, con dos propias y una compartida (con la Rosenvinge, of course). Les seguirían Belle & Sebastian, The Magnetic Fields, Primal Scream, The Strokes, Jarvis Cocker, Ira Kaplan y Jack White, con dos cada uno. Y luego están esas portadas para enmarcar, esas a las que dan ganas de besar, por lo oportuno y/o entrañable, las colocadas en el montón de las favoritas: Yo la Tengo (nº 171), PJ Harvey (nº 179), Nick Cave (nº 184), Dominique A (nº 190), Jeff Buckley (nº 201), Smog (nº 210), Joy Division & New Order (nº 229), Lambchop+Yo la Tengo (nº 243), Elvis Perkins (nº 253) o Neil Young (nº 273).

Pasemos a hablar de discos. A la lista de los 100 internacionales de la década se le puede sacar tanto jugo como cuestionarla. Que “Merriweather Post Pavillion” de Animal Collective sea el number one es algo que se hubiera firmado antes de desprecintar la revista, después de tan intensos meses de mimos, alabanzas y cacareos. Los otros 99 muestran un poco de todo, confirmando dos cosas: 1º) que el hip hop y la cultura urbana han ganado páginas y puntos para los redactores en estos años, 2º) que con los clásicos eternos no hay quien pueda (Bob Dylan, Scott Walker, Robert Wyatt, Tom Waits, Lou Reed…). Hay álbumes cuya presencia no admite discusión: “LCD Soundsystem” de LCD Soundsystem, “Third” de Postishead, “Xtrmntr” de Primal Scream, “A Ghost Is Born” de Wilco, “Kid A” de Radiohead, “Funeral” de Arcade Fire, “Abbatoir Blues/The Lyre of Orpheus” de Nick Cave & The Bad Seeds, “Auguri” de Dominique A o Is This It” de The Strokes serían algunos ejemplos. Los hay inmediatamente borrables, aunque no daremos nombres por respeto. Y los hay que están en el lugar de otros que lo merecen más: por ejemplo, ni “Murray Street” es el mejor disco de la década de Sonic Youth, ni “And Then Nothing Turn Itself Inside-Out” el mejor de Yo la Tengo, ni “Yoshimi Battles the Pink Robots” el de The Flaming Lips ni “Rock Action” el de Mogwai; ni “Things We Lost in the Fire” es el mejor de Low, ni “Songs in A&E” el mejor de Spiritualized, ni “Desperate Youth, Blood Thristy Babes” el mejor de TV on the Radio ni “Chore of Enchantment” el mejor de Giant Sand. Pero para gustos los colores. Ya lo dice Santi Carrillo en la editorial: “Cada uno podrá aplicar su factor de corrección particular a las listas en base a sus propias exigencias”. Concedida la prerrogativa, añado a la selección los 25 siguientes:

Amore del Tropico” de The Black Heart Procession
Grinderman” de Grinderman
Woke on a Whaleheart” de Bill Callahan
Let It Come Down” de Spiritualized
Négatif” de Benjamin Biolay
“Elvis Perkins in Dearland” de Elvis Perkins in Dearland
The Shepherd´s Dog” de Iron & Wine
I Am Not Afraid of You and I Will Beat Your Ass” de Yo la Tengo
Ten Stones” de Wovenhand
Gulak Orkestar” de Beirut
Heroes to Zeros” de The Beta Band
Feast of Wire” de Calexico
Walking with Thee” de Clinic
The Coral” de The Coral
Yellow House” de Grizzly Bear
´Sno Angel Like You” de Howe Gelb
Turn on the Bright Lights” de Interpol
R.O.C.K.Y.” de The Married Monk
Friend and Foe” de Menomena
Seventeen Stars” de The Montgolfier Brothers
Close to Paradise” de Patrick Watson
Whip It On” de The Raveonettes
Behind the Music” de The Soundtrack of Our Lives
Return to Cookie Mountain” de TV on the Radio
Fires in Distant Buildings” de Gravenhurst

En cuanto a los 60 discos nacionales, están todos los que son: desde Los Planetas a Atom Rhumba, pasando por Chucho, Nacho Vegas, Manta Ray, Nosoträsh, Sr. Chinarro, Josele Santiago, Refree, Astrud, Migala o Mishima. Toda una década de nombres patrios, tanta cal como arena. Menos mal que no faltan Cuchillo y Nisei.

Al apartado de singles hay que dedicarle un punto y aparte, amén de una colleja como un piano. Incomprensiblemente para una revista que intenta o pretende mostrar un conocimiento alternativo, la elección de canciones cada año supone el regalo de alguna estupidez anti-académica. Incluir en las listas de singles a Beyoncé, Britney Spears y las Ketchup podría tener su gracia en un contexto de humor e incorrección política. Pero los que defienden a la RDL como una publicación seria y centrada se ven bastante incomodados por estas frivolidades. La lista de 15 singles de la década anda en esa lamentable línea: solo se salvan “Hey Ya!” de Outkast, “Losing my Edge” de LCD Soundsystem y “Hard to Explain” de los Strokes. Y quizá, quizá, siendo generosos, “Take Me Out” de Franz Ferdinand.

En lo referente a conciertos, solo estuvimos presentes en cuatro de los que se citan (Devendra Banhart en el Primavera Sound 2004, Portishead en el Primavera Sound 2008 y Neil Young y My Bloody Valentine en el Primavera Sound 2009). En los tres primeros casos hay que corroborar una inclusión acertada. En cuanto a Kevin Shields, sería el gran vencedor en una inventada categoría de “torturas”. También vimos a Edwyn Collins con Roddy Frame y a Leonard Cohen, aunque ambos en Madrid, dos emocionantes momentos de la década sin duda. Y pensando en más conciertos memorables de todos los vividos en estos diez años me vienen a la mente algunos más: Massive Attack, Yo la Tengo, Dyonisos, The Cure, Radiohead, Tindersticks, The Swell Season, Yann Tiersen, Dominique A, Spiritualized, dEUS, Nick Cave & The Bad Seeds, Mogwai, Wilco, Iggy & The Stooges… Han sido tantas experiencias inolvidables (intensa década de directos la nuestra) que es muy difícil hacer un balance objetivo.

Las listas sobre cine y literatura (no todo es música) resultan ciertamente inopinables: los hay que en estos ámbitos no prestamos atención a las cosas del hoy, sino a las del ayer. Pero sienta muy bien encontrar entre las mejores películas joyitas como “In the Mood For Love” de Wong Kar-wai, “Last Days” de Gus Van Sant, “24 Hours Party People” de Michael Winterbottom y los documentales “No Direction Home. Bob Dylan” y “The Devil and Daniel Johnston”. Y también sienta de maravilla encontrar “Blancas Bicicletas” de Joe Boyd entre los mejores libros.

Quizá este número aniversario debería haber incluido también un resumen de los mejores momentos de la revista en sus diferentes secciones. Por ejemplo, la sección “Revisión”, ese magnífico apartado que con criterio exquisito y puntería de francotirador ha ido sacando del baúl de los recuerdos a muchos nombres sagrados en cualquier discografía (The Feelies, Led Zeppelin, Orange Juice, Joy Division, The Cramps, Magazine, Throwing Muses, A Certain Ratio, The Doors, The Sonics, Lee Hazlewood, Van der Graaf Generator, The Stranglers, The Triffids, Japan o Siouxie & The Banshees), arrojando luz sobre la oscuridad y abriendo la puerta de nuevo hacia el hermoso ayer.

Sí, como muy bien relata Pablo Gil en su escalofriante análisis sobre los efectos del “clic prodigioso”, la primera década del siglo ha sido la de la muerte de la industria musical, la de la despersonalización de la creatividad, la del consumo y almacenaje masivo de estímulos sonoros. El mp3 (ese quebradizo capullo, como dice mi amigo Elvis) nos ha atrapado y sometido, sacrificando el romanticismo a cambio del conocimiento impersonal y compulsivo. En este contexto resulta esperanzador observar cómo la RDL sobrevive plena de forma y color (y con su clásico CD mensual), como pieza tangible de un mundo (el musical) que se diluye en formatos milimétricos. ¿Sobrevivirá al auge sin freno de la literatura electrónica y la prensa digital?. Que así sea.

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