DISCOS
DOMINIQUE A. La Musique/La Matière.
Gigante infinito.
Aquí está. Otra vez. El bueno de Dominique ha vuelto. Nunca se marchó del todo. Estuvo en la cabeza, rondando con su calva presencia, con sus emotivas franco-historias, en la boca cada vez que se trataba de hablar de la música favorita. Se ha dicho en cientos de ocasiones: el galo es el perfecto sucesor de mitos como Brel o Gainsbourg. Es su mensajero en nuestra era. Pero tiene una personalidad propia, un saber estar, un saber componer, un poder de adaptación que ni los añejos mantuvieron del todo ni los noveles pueden igualar. Dominique es único. Y lo vuelve a demostrar.
Más difícil todavía. Si “L´horizon” (2006) ponía el listón en el Olimpo, aquí la jugada se desdobla, en dos volúmenes relacionados pero independientes. “La Musique” es el disco, “La Matière” es el extra. Pero inspeccionando meticulosamente, la materia gana por la mano a la música, aunque ambos deben comprenderse como el todo de un genio ilimitado. En este doble trabajo el genio muestra todas sus bazas, sus atrevimientos, sus mil y un recursos. Y todo en un solo movimiento, en un grandioso compendio que recoge las travesuras infantiles de “La Fossete” (92), la encarnizada batalla de “Remué” (99) o la poesía intrínseca de “Auguri” (2001). Se adivinan cajas de ritmos, efectos ProTools, cacharros de juguete, sonidos cocinados en 32 pistas de soledad, empleados para iluminar poses elegantes (“Le Sens”, “Les Garçons Perdus”, “Valparaiso”, “Il Ne Dansera Qu´avec Elle”), burbujas asfixiantes (“Qui-est tu?”, “Bel Animal”), latigazos de hardcore al estilo del paisano Michel Cloup (“Je Suis Parti Avec Toi”, “Hotel Congress”, “La Verité”), exquisitos montajes de indietrónica (“L´entretemps”, “Rendez-vous Avec La Matiére”) o piezas de synth-pop rescatadas del olvido ochentero (“La Musique”, “Seul le Chien”). Y eso no es todo: el gigante Dominique también puede sacar de su productiva chistera un tango (“La Fin d´un Monde”), una nana country (“Fatigué”), una cinematográfica balada folk (“Barbara de Kalvalid”) o un poco de folclore gitano con saludo en castellano (“Hasta Que el Cuerpo Aguante”). “La Musique/La Matière” (2009) anuncian en titulares la infinita calidad de un maestro y la inagotable capacidad de un músico conspicuo y mágico. También la tremenda generosidad de un hombre que, en tiempos de escasez, es capaz de dar dos tazas en lugar de solo una.
www.commentcertainsvivent.com
Gigante infinito.
Aquí está. Otra vez. El bueno de Dominique ha vuelto. Nunca se marchó del todo. Estuvo en la cabeza, rondando con su calva presencia, con sus emotivas franco-historias, en la boca cada vez que se trataba de hablar de la música favorita. Se ha dicho en cientos de ocasiones: el galo es el perfecto sucesor de mitos como Brel o Gainsbourg. Es su mensajero en nuestra era. Pero tiene una personalidad propia, un saber estar, un saber componer, un poder de adaptación que ni los añejos mantuvieron del todo ni los noveles pueden igualar. Dominique es único. Y lo vuelve a demostrar.
Más difícil todavía. Si “L´horizon” (2006) ponía el listón en el Olimpo, aquí la jugada se desdobla, en dos volúmenes relacionados pero independientes. “La Musique” es el disco, “La Matière” es el extra. Pero inspeccionando meticulosamente, la materia gana por la mano a la música, aunque ambos deben comprenderse como el todo de un genio ilimitado. En este doble trabajo el genio muestra todas sus bazas, sus atrevimientos, sus mil y un recursos. Y todo en un solo movimiento, en un grandioso compendio que recoge las travesuras infantiles de “La Fossete” (92), la encarnizada batalla de “Remué” (99) o la poesía intrínseca de “Auguri” (2001). Se adivinan cajas de ritmos, efectos ProTools, cacharros de juguete, sonidos cocinados en 32 pistas de soledad, empleados para iluminar poses elegantes (“Le Sens”, “Les Garçons Perdus”, “Valparaiso”, “Il Ne Dansera Qu´avec Elle”), burbujas asfixiantes (“Qui-est tu?”, “Bel Animal”), latigazos de hardcore al estilo del paisano Michel Cloup (“Je Suis Parti Avec Toi”, “Hotel Congress”, “La Verité”), exquisitos montajes de indietrónica (“L´entretemps”, “Rendez-vous Avec La Matiére”) o piezas de synth-pop rescatadas del olvido ochentero (“La Musique”, “Seul le Chien”). Y eso no es todo: el gigante Dominique también puede sacar de su productiva chistera un tango (“La Fin d´un Monde”), una nana country (“Fatigué”), una cinematográfica balada folk (“Barbara de Kalvalid”) o un poco de folclore gitano con saludo en castellano (“Hasta Que el Cuerpo Aguante”). “La Musique/La Matière” (2009) anuncian en titulares la infinita calidad de un maestro y la inagotable capacidad de un músico conspicuo y mágico. También la tremenda generosidad de un hombre que, en tiempos de escasez, es capaz de dar dos tazas en lugar de solo una.
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