¿Qué se puede escribir de una banda a la que has seguido durante años,
a la que has disfrutado en vivo una docena de veces? ¿Qué se puede opinar de Yo La Tengo a estas alturas, en medio
de su cuarta década de vida? Ya está todo dicho y verificado. Ya no es posible
medir, examinar, sacar la lupa para aumentar y analizar. Aunque se aferren a
formatos académicos o se enroquen en ensayos técnicos, Ira Kaplan, Georgia Hubley
y James McNew siguen siendo un
paradigma de frescura e imperfección. Absolutamente imprevisibles en sus
elecciones de repertorio, generosos con sus múltiples periodos creativos,
defensores de sus diversas caras y velocidades. Extremadamente medido el tempo
del concierto en esta ocasión, dividiendo el show en dos partes diferenciadas,
con un interludio que, quizá necesario para ellos, resultó mortífero para la
audiencia. Primera parte mimosa para unos, narcótica para otros, Yo La Tengo trémulos y experimentales,
introspectivos y parcos en revoluciones. De eso trata sin duda “There´s a Riot Going On” (2018). De eso
tratan temas como “Forever” o “Ashes”, que se alían con reliquias insospechadas
como “One PM Again”, o con las
versiones ingrávidas de “Tom Courtenay”
y “Big Day Coming”, despojadas de
toda su fiereza hasta convertirse en gatitos recién nacidos. Exquisitos para
unos, aburridos para otros, ¿quién sabe? En la variedad está el gusto.
La segunda parte comenzaba igualmente serena al son de “Polynesia #1”, pero bastaron los
primeros compases de “False Alarm”
para arrancar, calentar y, al fin, resucitar. Estos son los Yo La Tengo que amamos, que recordamos
cuando hay que hacer memoria. Este es el Ira loco y frenético, que destripa
teclados y guitarras. Miran hacia atrás y rescatan una visión vigorizada de “Barnaby, Hardly Working”, amén de unas
imperativas y agradecidas “Deeper Into
Movies” y “Double Dare”. Y
también, una vez más, se acuerdan de “Autumn
Sweater” y su magistral bastidor rítmico. “The Weakest Part” y “Shades
Of Blue” retornan a la mansedumbre, y “I
Heard You Looking”, como en algunas otras ocasiones, pone un colofón de
sangre, esquizofrenia y ruido sin fin.
Los bises postreros brindaron las versiones que de ellos siempre se
esperan, más obvias y reconocibles que otras veces: el “Somebody´s Baby” de Jackson
Browne y el “What Can I Say” de NRBQ, separadas por la calidez fuera de
juego de “Our Way To Fall”. Casi
tres horas con Yo La Tengo. Un
regalo inusitado para sus incondicionales, que siguen siendo muchos y selectos.
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