07 enero 2009

REPORTAJES

AQUELLOS DISCOS DE 2008: RECOPILACIÓN FINAL.

Tradición.

Ya lo cantaba el granjero Tevye en el gran musical "El violinista en el tejado". Esto de reagrupar los discos del año, volviendo a escucharlos y citando los olvidados ya se ha convertido en una tradición, un ritual espléndido para desviar la atención de otras costumbres más insanas, las hipócritas (Nochebuena), concupiscentes (Nochevieja) y consumistas (Reyes) de la Navidad. Volvamos a hacerlo, pues. 2008 fue otro año lleno de excelente música. Los 10 mejores discos: Portishead, Nick Cave & The Bad Seeds, Wovenhand, Fleet Foxes, The Dodos, Deerhunter, Foals, The Walkmen, Paul Weller, American Music Club. Los 10 mejores directos: Grinderman, The Cure, Paul Weller, R.E.M., Portishead, Wovenhand, dEUS, Mercury Rev, The Verve, Cat Power. Dos pequeñas listas elaboradas sobre la marcha.

Como siempre, por estos oídos y manos han pasado cantidad de discos para los que no ha habido mención debida en este espacio. Es hora de recuperarlos.

THE CURE. 4.13 Dream.
Es curioso escuchar un disco y no encontrar nada que decir. Ocurre con lo nuevo de Robert Smith; un álbum que ha costado parir más de la cuenta, carente de repercusión e inspiración. Cada maestrillo tiene su librillo y cada cerdo su San Benito; el librillo de The Cure ya está exprimido y plagiarse a sí mismos no es una solución digna. Así, posiblemente este "4.13 Dream" tenga que ser, por axioma, el San Benito que toda banda de culto debe cargar a su chepa.



THE DODOS. Visiter.
La gracia está en el directo, pero es difícil no simpatizar con este "Visiter" construido únicamente con guitarras, banjos y percusiones sobre cualquier cachivache que haga ruido. Con esos rudimentos son capaces de bordar tremendas melodías (espectaculares "Fools", "Ashley", "Winter" o "Park Song"), enmarañar y desenmarañar sonidos, vomitar estruendosos desenlaces (al loro con los de "Joe´s Waltz", "Paint the Rust" o "The Season") y alumbrar una nueva corriente (ambivalente y suicida) del folk. No están lejos de cerebritos contemporáneos como Animal Collective o Grizzly Bear.

FOALS. Antidotes.
Otra sorpresa del año, tan seducidos por el afro-beat como A Certain Ratio o Talking Heads. Discursos palpitantes de guitarra en código Morse, vertiginosos cambios de ritmo, saxos, trompetas y sintetizadores bien traídos acá y acullá. Resultado: canciones científicas, flamígeras y adictivas. Algunas ("Red Sock Pugie", "Olympic Airways", "Heavy Water", "Big Big Love -Fig.2-") son dignas de monumento. ¿Es ésto el nuevo punk?. Unos durísimos competidores para Nic Offer y compañía.


THE GUTTER TWINS. Saturnalia.
De un choque entre dos transatlánticos no podía surgir otra cosa: un disco de rock grasiento y perverso, con parada en las estaciones de la Ruta 66. Abarcan todos los tópicos de los géneros americanos y se estrellan en cuanto se salen de ellos: para olvidar la ida electrónica de pinza en "Each to Each". La voz de Lanegan es más convincente, pero en la photo-finish gana Dulli, llevando el proyecto claramente a su terreno.


JAMES. Hey Ma.
Antes de echarlos de menos ya habían vuelto. Y con un disco bueno. ¿Qué más se puede pedir?. La calidad de sus entregas es directamente proporcional a los arreglos de trompeta y aquí vuelve a haberlos a puñados, como en "Seven" (92). Traen otro montón de padrenuestros bajo el brazo: "Bubbles", "Waterfall", "Upside" o "I Wanna Go Home" no tienen nada que envidiar a sus éxitos de los noventa. Y las cuerdas vocales de Tim Booth siguen inmaculadas e invencibles. Una segunda juventud.


JEREMY JAY. A Place Where We Could Go.
Con cuatro instrumentos mal contados, el jovencito Jeremy ha hecho su disco de andar por casa, su divertimento personal. Suena ochentero, viejuno, caduco, pero muy seductor. Suena a Jonathan Richman y a Morrisey, no ahora sino mucho antes. Suena a nuevo baluarte de la estirpe cantor-recitador (¿crooner?), a parentesco lejano con Jarvis Cocker y Darren Hayman. Suena de puta madre.



KINGS OF LEON. Only by the Night.
Se veía venir, iban a dar el traspiés. Su frescura oldie de raíces desaparece disco tras disco, hipotecando un futuro que huele a tostonazo pop. Solo "Crawl", "Revelry" y "Be Somebody" mantienen en esta entrega un apto nivel. El resto es morralla a discreción; no pasan de segunda marcha cuando lo suyo era saltarse límites a la torera. Por suerte, Caleb Followill no se ha olvidado de cantar como Dios en su transición de macarra a sex-symbol.



MOGWAI. The Hawk Is Hawling.
Cada nuevo disco de Mogwai es otro árbol que crece en un bosque legendario. Este opta en exclusiva por el instrumental, con canciones estándar, correctas pero emocionalmente inofensivas. Como siempre, los escoceses avanzan y se adhieren a la era digital, introduciendo tímidamente tales elementos en su música; curioso clon de los Chemical Brothers el que asoma en "The Sun Smells Too Loud". Un disco inocuo por sí solo, quizá imprescindible en el conjunto con el tiempo.


MY BRIGHTEST DIAMOND. A Thousand Shark´s Teeth.
Shara Worden se empeña en rizar el rizo, pero su portentosa voz no necesita vestirse de ampulosidad orquestal ni filtrase por recovecos oscuros. Tampoco necesita jugar a ser Björk ("Apples") o Beth Gibbons ("Black & Costaud"). Lo único que necesita es ir al grano, archivar el rococó y enfocar la canción perfecta. Es obvio que sabe hacerlas: la primera ("Inside a Boy") y la última ("The Brightest Diamond") lo son, parametrizando su poder de captación y conmoción a lo Jeff Buckley o PJ Harvey.


THE NOTWIST. The Devil, You & Me.
Manteniendo la fidelidad a su filosofía (equilibrio analógico-digital), los alemanes firman otro disco analgésico y cómodo de escuchar, en el que la (hipotética) cara B gana de largo a la (hipotética) cara A. Dejando aparte la excepcional "Good Lies", lo mejor empieza con "Sleeps" y pliega velas con la suave brisa folk de "Gone, Gone, Gone": en cinco canciones se compendian todas las posibilidades de una impecable banda de electropop.



PAUL WELLER. 22 Dreams.
Qué mejor cosa para celebrar los cincuenta que una doble entrega, una recopilación de inéditos, sin descartes ni censuras, libre y generosa. Aquí vale absolutamente todo. Probablemente sin quererlo, el Modfather ha realizado dos machadas en una. Por un lado, ha elaborado uno de los discos más atrevidos e iluminados de toda su carrera. Por otro lado, ha configurado un catálogo ejemplar de estilos y géneros (folk-psicodelia-brit-pop-rock´n´roll-soul-tango-easy-listening-musical-jazz...) con que ilustrar a alumnos y nietos. Todo un genio.


PORT O´BRIEN. All We Could Do Was Sing.
El rotundo jubileo de "I Woke Up Today" hace prever un nuevo invento neo-hippy multitudinario en plan Arcade Fire, I´m From Barcelona o Polyphonic Spree, pero no. Lo que hay detrás de este título (tan efectivamente hippy, por cierto) es una estupenda tanda de canciones folk-rock serias y centradas, con bonitos arreglos de cuerda. El preciosismo también se viste de harapos: "Pigeonhold" y "Close the Lid" regalan guitarreos de lo más grunge. Una bendición, los californianos.


PRIMAL SCREAM. Beautiful Future.
Llevan más de un lustro sin publicar algo realmente bueno (¿cuándo otro "Xtrmntr"?), pero éste tiene un punto a favor: aglutina la miscelánea de la banda, con todas sus facetas desde los orígenes. Misiles de rock sucio ("Necro Hex Blues", "Urban Guerrilla"), shocks electrónicos ("I Love to Hurt"), baladas tipificadas ("Over and Over"), soul y gospel ("Zombie Man") y sombras a lo Jesus & Mary Chain ("Suicide Bomb"). Para ampliar el muestrario deciden darse al pop con diversos resultados: de notable alto en "Beautiful Future" a aprobado ramplón en "The Glory of Love".

R.E.M. Accelerate.
Lo consiguieron: recuperar la credibilidad debilitada y volver a enganchar con un disco rotundo. El mejor desde "Monster" (94). Adrenalínico hasta la médula, veloz y eléctrico, colosal. Sobran las canciones redondas en dos modalidades: las que no duran ni tres minutos y explotan directas en la cara ("Man-Sized Wreath", "Horse to Water", "I´m Gonna DJ"); las que ensalzan, manteniéndose a la altura, los maravillosos tiempos de "Automatic for the People" (92) ("Houston", "Sing for the Submarine"). Una leyenda en plena boga.


SAM ROBERTS. Love at the End of the World.
El canadiense no es solo una cara bonita. Es un purista del rock, ese rock nacido en los sesenta que viajó de costa a costa, que atravesó el océano y acampó en las granjas. Desde Cream hasta The Rolling Stones. Su tercer trabajo no pasará a la historia, pues la historia del rock ya está escrita y no admite apéndices ni copias. No obstante, el mérito de haber compuesto "Oh Maria", "Them Kids" o "Up Sister" debería serle suficiente para mantener su ego intacto, poder mirarse al espejo y decir "soy el amo".


SILVER JEWS. Lookout Mountain, Lookout Sea.
Imposible establecer comparaciones con su catálogo anterior; un pecado involuntario en vías de expiación. La dictadura de Nick Cave queda derrocada, llega la democracia y David Berman oposita al cargo. Mensajes del desierto, tabernas vaqueras y rodeos. El discurso es menos vehemente que el del australiano peor igual de ingenioso, con instantes de turbadora similitud ("My Pillow Is the Threshold"). Con políticos así dan ganas hasta de votar.


SUN KIL MOON. April.
Tras la apropiación y relectura de temas ajenos en "Tiny Cities" (2005), urgían nuevas composiciones de Mark Kozelek. Sobre los cimientos del country y la americana más profunda e íntima, el ex_Red House Painters traza un mapa de costumbres que a ratos se recuesta en el precioso edén de Nick Drake. Su único hándicap es el eterno minutaje en algunos temas, pero esa voz de terciopelo controla el hálito de la impaciencia con inusitada maestría.


THESE NEW PURITANS. Beat Pyramid.
Receta del día. Ingredientes: 100 gramos de Ministry, medio litro de Wu-Tang Clan, kilo y cuarto de Franz Ferdinand y un pellizco de Sex Pistols. Poner todo en la cabeza de un par de gemelos idénticos y dejar cocer a fuego lento. Retirar de la lumbre y servir caliente. Presentar como los últimos iluminados de la vanguardia british. Tener a mano un anti-ácido: digestión pesada.





TRICKY. Knowle West Boy.
Los gurús del trip-hop han regresado para hacerlo añicos. Al igual que Portishead, Tricky se rebela contra su pasado, desmarcándose de la oscuridad claustrofóbica y tribalista de antaño. Ahora se dedica a cortar y pegar; ahora se parece a ¿Primal Scream?. No hay argumento, ni definición, ni una ideología imponderable; solo canciones que fluyen por sí solas, sudor y músculo de gimnasio, algún que otro pelotazo para pistas de baile ("C´mon Baby", "Slow") y por supuesto, las lujosas colaboraciones de costumbre.


TV ON THE RADIO. Dear Science.
Discrepancia con la generalidad: pierden puntos. Los excesos de sobreproducción son un mal menor. Los guiños pasados al disco y al funky se convierten en la tónica (comprensible: son mayoría de negros, llevan el ritmo en la sangre), haciendo de este disco un producto más vendible que trascendente. Hay pasajes plausibles ("Halfway Home", "Dancing Choose", "Love Dog", "Dzl"), pero el conjunto no termina de apasionar como lo hiciera "Return to Cookie Mountain" (2006). Demasiado buenos para ser verdad.


THE VERVE. Forth.
El hit discotequero "Love Is Noise" auguraba un cambio de visión, pero finalmente han vuelto siendo lo que eran. Rollo espacial y psicodélico, a tope en "Sit and Wonder" y "Columbo"; baladas épicas y escapistas, con "Rather Be" como perita en dulce. Oírse un disco suyo del tirón nunca fue del todo fácil; con éste pasa tres cuartos de lo mismo. Tanta afectación y densidad acaban resultando soporíferas. Definitivamente, su momento (discográfico) ya pasó.


THE WALKMEN. You & Me.
Gran madurez. En el centro del círculo sigue ardiendo Dylan pero el diámetro se ensancha: alrededor danzan ritmos exóticos, el rock hippy sesentero, Irwin Berlin, la Motown. Se suavizan a ratos, sin perder el amargor de las guitarras y sus sonidos de papel de lija. Hamilton Leithauser se erige en el gran chamán, matizando como nunca su garganta rasgada e inquietante, una de las mejores de nuestros tiempos. Han creado el mejor álbum de su trayectoria y lo saben. Sin duda, la madurez.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Marisa, ¡vaya currada te has pegado! Ya te diré si coincido con más tiempo. Un besote, Estefanía