FELT. Crumbling the Antiseptic Beauty / The Splendour of Fear.
Comisión de guitarras volando como pájaros.
Nacieron en puertas de los 80, murieron en puertas de los 90. Nacieron en Birmingham, ciudad que rocé conduciendo por la izquierda en el momento de más miedo de mi vida. A través de sus dos primeros trabajos, la música de Felt ha anidado en una azotea repleta, encontrando un sitio privilegiado. Y esto es solo el principio.
Comisión de guitarras volando como pájaros.
Nacieron en puertas de los 80, murieron en puertas de los 90. Nacieron en Birmingham, ciudad que rocé conduciendo por la izquierda en el momento de más miedo de mi vida. A través de sus dos primeros trabajos, la música de Felt ha anidado en una azotea repleta, encontrando un sitio privilegiado. Y esto es solo el principio.
Ambos discos, por separado o en equipo, son un regalo para oídos sibaritas, buscavidas y ochenteros. Las guitarras de Lawrence Hayward y Maurice Deebank dibujaron preciosos paisajes que invitan a saltar al vacío con las alas abiertas y esperar a ver qué pasa. Un tapiz de acordes tejidos con magistral destreza que recuerda muy mucho a las andanzas de Viny Reilly, otro miembro honorífico del cónclave de elegantes minoritarios del post-punk y la new wave. Junto a esas enormes guitarras están las minimalistas percusiones de Gary Ainge y los misteriosos textos del propio Lawrence, relatados desde el fondo del mar. El conjunto es indescriptible.
“Crumbling the Antiseptic Beauty” (81) son solamente seis canciones. Era una de las máximas de Lawrence Hayward, la tasación del minutaje. En ella se reencarna el dicho de “lo bueno si breve”, porque todos los cortes de este debú son dos veces buenos. La instrumental “Evergreen Dazed” hace un homenaje a la simplicidad, obra maestra solo con las dos guitarras. “Fortune”, “Birdman” y “Cathedral” son naturales y relajantes como una valeriana. “I Worship the Sun” rompe el molde con sus cambios de compás y escala, y con un stand-by postrero de lo más electrizante. Y “Templeroy” cierra con otra introducción gloriosa y un sofisticado recital de versos que no se entienden, pero se sienten.
“The Splendour of Fear” (84), de nuevo un sexteto, se decanta más por los instrumentales y la melancolía. La voz de Lawrence solo asoma en “The World Is As Soft As Lace” y “The Stagnant Pool”, revelando definitivamente un parecido razonable con la de David Byrne en su lado más romántico (la primera trae a la cabeza el clásico “Heaven” de Talking Heads). “The Optimist and the Poet” y “A Preacher In New England” son dos viajes alucinantes por interminables partituras imaginarias. “Mexican Bandits” es simple, la canción más alegre de esta primera etapa.
Porque la música de Felt tiene varias etapas, todas diferentes. Las siguientes están por descubrir y eso será poco a poco. Para que no se agote el apetito, no se colapsen los sentidos y la emoción siga viva.
felt.planetaclix.pt/default.htm
1 comentario:
Yo considero su mejor disco el Poem of The River, esos órganos y la producción que suena más redonda como perfecta y con las melodías más positivas. No sé por qué pero las canciones que más me gustan suyas me recrean como paisajes de la campiña inglesa. Su mejor EP lo considero el Ballad of the Band. ¿Harás un repaso al resto de sus discos? Ojalá...
Felt por momentos son muy oscuros pero siempre son muy interesantes por la originalidad y modulación de sus melodías. Luego Lawrence tiene una forma de cantar como arrastrando las sílabas pero al final se convierte en una marca de la casa.
Saludos!
Publicar un comentario