CONCIERTOS
JAMES. Madrid. La Riviera. 8-5-2008.
Sin pies pero con alma.
El regreso de James a La Riviera seis años después no pudo ser más atípico, y a la vez entrañable. La lesión de Tim Booth, renqueante sobre muletas, nos privó de sus míticas danzas y exorcismos, pero para nada deslució un concierto en el que los de Manchester fueron más que nunca una piña. El pasado verano en el Summercase estaban engrasando las bisagras, y se puede decir que a día de hoy, con algún cambio en la alineación y un extraordinario “Hey Ma” (2008) en circulación, vuelven a ser la gran banda de antaño, callando las bocazas que tildaron su retorno de oportunista e innecesario. En Madrid demostraron que tienen himnos para parar un tren, que siguen produciéndolos como churros (el nuevo disco sigue la tónica de “Laid” o “Seven”, sus obras cumbre) y que se han puesto de nuevo las pilas Duracel. Repito, la cojera de Tim Booth fue un handicap para el espectáculo (y para su ego, qué carita de sufrimiento), pero contribuyó a una mayor intensidad vocal y a un gigantesco ejercicio de participación por parte de todos los músicos, bordando dos horas mágicas en las que pasado y presente se dieron un buen apretón de manos. Y esta vez no faltó la trompeta, como debe ser.
El pasado se hizo carne en el arranque con el glorioso riff de “Born of Frustration”, el emocionante crescendo de “Out to Get You”, la conexión sentimental banda-público que siempre estalla con “Sit Down”, la versión oscura y estratosférica de “Sound” o la multitudinaria coral a capella que cerró “Sometimes”, otro clásico perenne. El presente tiene futuro: “Waterfall”, “I Wanna Go Home”, “Bubbles” y “Upside” quedarán a buen seguro en la memorabilia del grupo, junto a las ya citadas y a otras que habitualmente no fallan (“Ring the Bells”, “She´s a Star”, “Getting Away With It”). Qué buenas canciones, qué buenos recuerdos… Se despidieron con invasión consentida del escenario, al más puro estilo Iggy Pop y al son de “Laid”, y dejaron sentenciado que no les hace ni puñetera falta alcanzar el falso Olimpo de los U2. Con ese repertorio, ese oficio y una legión de seguidores tan rematadamente fiel vuelven para comerse otra vez el mundo.
www.wearejames.com
Sin pies pero con alma.
El regreso de James a La Riviera seis años después no pudo ser más atípico, y a la vez entrañable. La lesión de Tim Booth, renqueante sobre muletas, nos privó de sus míticas danzas y exorcismos, pero para nada deslució un concierto en el que los de Manchester fueron más que nunca una piña. El pasado verano en el Summercase estaban engrasando las bisagras, y se puede decir que a día de hoy, con algún cambio en la alineación y un extraordinario “Hey Ma” (2008) en circulación, vuelven a ser la gran banda de antaño, callando las bocazas que tildaron su retorno de oportunista e innecesario. En Madrid demostraron que tienen himnos para parar un tren, que siguen produciéndolos como churros (el nuevo disco sigue la tónica de “Laid” o “Seven”, sus obras cumbre) y que se han puesto de nuevo las pilas Duracel. Repito, la cojera de Tim Booth fue un handicap para el espectáculo (y para su ego, qué carita de sufrimiento), pero contribuyó a una mayor intensidad vocal y a un gigantesco ejercicio de participación por parte de todos los músicos, bordando dos horas mágicas en las que pasado y presente se dieron un buen apretón de manos. Y esta vez no faltó la trompeta, como debe ser.
El pasado se hizo carne en el arranque con el glorioso riff de “Born of Frustration”, el emocionante crescendo de “Out to Get You”, la conexión sentimental banda-público que siempre estalla con “Sit Down”, la versión oscura y estratosférica de “Sound” o la multitudinaria coral a capella que cerró “Sometimes”, otro clásico perenne. El presente tiene futuro: “Waterfall”, “I Wanna Go Home”, “Bubbles” y “Upside” quedarán a buen seguro en la memorabilia del grupo, junto a las ya citadas y a otras que habitualmente no fallan (“Ring the Bells”, “She´s a Star”, “Getting Away With It”). Qué buenas canciones, qué buenos recuerdos… Se despidieron con invasión consentida del escenario, al más puro estilo Iggy Pop y al son de “Laid”, y dejaron sentenciado que no les hace ni puñetera falta alcanzar el falso Olimpo de los U2. Con ese repertorio, ese oficio y una legión de seguidores tan rematadamente fiel vuelven para comerse otra vez el mundo.
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