CONCIERTOS
WILCO. Madrid. La Riviera. 9-11-2007.
Wilco-Machine.
He visto muchos conciertos en mi vida. He visto muchas bandas sobre los escenarios. Pero he visto pocas como Wilco. Y eso que por circunstancias me perdí sus dos actuaciones más memorables en España: la del Primavera Sound 2004 (por subnormal) y la de Madrid en 2005 (las infaustas oposiciones). Aprovechando un argot detestable pero muy descriptivo, los de Chicago juegan en la Champions, son un equipo compacto y sin fisuras que ataca como los brasileños y defiende como los italianos, pasando por encima de cualquier hipotético rival. No hay quien los pare. Están en su momento cumbre. Y hay que ver lo que se divierten, y lo que divierten a un grueso de seguidores que va creciendo con cada disco y cada visita. Con tanta entrega y calor, es normal que Jeff Tweedy acabe enamorado hasta las trancas de nuestro país (¿y quién no?).
Ya lo aprecié en Barcelona, y ya lo escribí antes: son una maquinaria infalible, una especie de orquesta que sabe hacer del rock clásico algo cercano, palpable y moderno sin mancillar sus raíces. Lo de Nels Cline no tiene nombre; de sus tropecientas guitarras y sus extraños pedales y aparatos de efectos (amén de sus dedos de Jimi Hendrix caucásico) brotan chorros de petróleo. Y sigo impactada sin remedio por Glenn Kotche y su batería arquitectónica. Jeff Tweedy, aparte de portador del brazalete de capitán, se revela como un portento con las seis cuerdas; sus guitarras juguetean con las de Nels Cline y Pat Sansone (increíble exhibición en “Impossible Germany”), sin que ninguna se meriende a la otra. El resultado es una revisión al alza de las canciones, mucho más jugosas que en grabación; se nota especialmente en las de “Sky Blue Sky”, con mención a “Walken”, todo un torbellino en directo. Otras como “War on War”, “I Am Trying to Break Your Heart”, “A Shot in the Arm”, “Late Greats” o “Heavy Metal Drummer” son perfectas por definición, pero incluso también saben mejorarlas. Y qué forma (pura psicodelia) de finiquitar “Handshake Drugs”, con brumas electrostáticas. O qué forma de introducir “I´m the Man Who Loves You”, con apelación al cántico masivo y suspense. Dos momentos para detenerse: 1) “On and On and On”, emocionante, con ese piano incandescente y Tweedy cantando como en su puñetera vida; 2) “Spiders”, grande, subidones de mareo; tras ella los segundos bises (prácticamente un homenaje al lejano “Being There”) ya casi no vienen a cuento.
Entrada: 30 euros. Alojamiento: otros 30. Viaje: 4,40. Un concierto de Wilco no tienen precio. Para todo lo demás…
www.wilcoworld.com
Wilco-Machine.
He visto muchos conciertos en mi vida. He visto muchas bandas sobre los escenarios. Pero he visto pocas como Wilco. Y eso que por circunstancias me perdí sus dos actuaciones más memorables en España: la del Primavera Sound 2004 (por subnormal) y la de Madrid en 2005 (las infaustas oposiciones). Aprovechando un argot detestable pero muy descriptivo, los de Chicago juegan en la Champions, son un equipo compacto y sin fisuras que ataca como los brasileños y defiende como los italianos, pasando por encima de cualquier hipotético rival. No hay quien los pare. Están en su momento cumbre. Y hay que ver lo que se divierten, y lo que divierten a un grueso de seguidores que va creciendo con cada disco y cada visita. Con tanta entrega y calor, es normal que Jeff Tweedy acabe enamorado hasta las trancas de nuestro país (¿y quién no?).
Ya lo aprecié en Barcelona, y ya lo escribí antes: son una maquinaria infalible, una especie de orquesta que sabe hacer del rock clásico algo cercano, palpable y moderno sin mancillar sus raíces. Lo de Nels Cline no tiene nombre; de sus tropecientas guitarras y sus extraños pedales y aparatos de efectos (amén de sus dedos de Jimi Hendrix caucásico) brotan chorros de petróleo. Y sigo impactada sin remedio por Glenn Kotche y su batería arquitectónica. Jeff Tweedy, aparte de portador del brazalete de capitán, se revela como un portento con las seis cuerdas; sus guitarras juguetean con las de Nels Cline y Pat Sansone (increíble exhibición en “Impossible Germany”), sin que ninguna se meriende a la otra. El resultado es una revisión al alza de las canciones, mucho más jugosas que en grabación; se nota especialmente en las de “Sky Blue Sky”, con mención a “Walken”, todo un torbellino en directo. Otras como “War on War”, “I Am Trying to Break Your Heart”, “A Shot in the Arm”, “Late Greats” o “Heavy Metal Drummer” son perfectas por definición, pero incluso también saben mejorarlas. Y qué forma (pura psicodelia) de finiquitar “Handshake Drugs”, con brumas electrostáticas. O qué forma de introducir “I´m the Man Who Loves You”, con apelación al cántico masivo y suspense. Dos momentos para detenerse: 1) “On and On and On”, emocionante, con ese piano incandescente y Tweedy cantando como en su puñetera vida; 2) “Spiders”, grande, subidones de mareo; tras ella los segundos bises (prácticamente un homenaje al lejano “Being There”) ya casi no vienen a cuento.
Entrada: 30 euros. Alojamiento: otros 30. Viaje: 4,40. Un concierto de Wilco no tienen precio. Para todo lo demás…
www.wilcoworld.com
2 comentarios:
Aún me estoy preguntando por qué no fuí a este concierto. Bueno, si lo sé, por no sacar las entradas con antelación, y no el lunes antes del concierto. Nos vemos con Robert Smith. Estas ya las tengo, y de pista (me dijiste que no había?).
Yo estuve en ese concierto que comentas, y si, por momentos fue algo irreal, cuesta explicarse como una banda en directo puede sonar de esa manera, añadiendo mil matices a sus conocidos temas de estudio e interpretando las canciones como si fuese la ultima vez que lo fuesen a hacer. Si, un concierto de Wilco es toda una experiencia.
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