CONCIERTOS
BENJAMIN BIOLAY. Madrid. Heineken. 6-11-2007.
Un buen día.
En 2004 Benjamin Biolay se subió al escenario Rock de Lux del Primavera Sound y dejó al descubierto todas sus vergüenzas. En 2007 Benjamin Biolay se sube a las tablas de la sala Heineken y arrasa. Es la diferencia entre un mal y un buen día. Es la diferencia entre un mal y un buen trabajo de sonido. Y sobre todo, es la diferencia entre un artista desorientado y uno completamente centrado. Era cuestión de tiempo; canciones tan tremendas merecen lucir aplastantemente en directo.
Muchos dirán que en todo esto hay algo de timo, que tantas programaciones juntas (todos los ritmos, por ejemplo) no hacen más que estrangular los paradigmas de la música en vivo. Hay gente que vive para quejarse y otros que viven para gozar. Hubo mayoría de los segundos, gozo continuado de dos horas, generosidad e intensidad absolutas. Sonido excelente desde el primer acorde de “Bien Avant” (cosa rara en las salas madrileñas). Extraño espectáculo, mezcla de culto solemne, improvisación gamberra e inspiración nihilista.
Los músicos: solo un par, uno para guitarras y otro para teclados y programaciones. Dos piezas suficientes, porque Biolay es el artista total que rota y rota por el escenario, del piano a la guitarra o al cassiotone, paseando un micro que viaja a todas partes con él, disfrutando como un enano. Su voz en directo gana enteros, en volumen, en profundidad. Pese a su reputación de “niño bonito” y sus parentescos, glamour cero, ni falta que le hace. Su pose es más la de un “enfant terrible” al que le encanta emborracharse. Pero sin perder las formas ante la audiencia; entre pitillo y pitillo siempre hay tiempo para una sonrisa agradecida o una palabra en cortés castellano.
Las canciones: “Rose Kennedy” (2002) fue el gran olvidado; solo “Les Cerf-Volant” puso emociones al rojo vivo en el bis. “Négatif” (2003) estuvo bien presente con una versión algo diferente de “Des Lendemains qui Chantent” y con una “Négatif” apoteósica. La graciosa “Chaise à Tokyo” puso el desenfado y el acompañamiento de un público que se sabe muy bien lo de “no manga, no bongo”. “Home” (2004) apareció fugazmente con una encantadora “La Plage”, que sirvió para las presentaciones de rigor. Hay que romper una lanza a favor de “A l´Origine” (2005); no hay entrevistador o crítico reciente que no haya recordado su fiasco comercial. Pero lo cierto es que es un disco enorme, lo atestiguan “Tant le ciel était sombre”, “Mon Amour M´a Bessé” o “A l´Origine”; en esta última apareció ese ramalazo hip-hopero que tan guardado se tenía el francés y que ahora empieza a confesar. Y en cuanto a “Trash Yé-Yé” (2007), copó la gran parte, mayormente en la recta final. “Laisse Aboyer les Chiens” sonó impecable pero demasiado pronto, “La Chambre d´Amis” (momento de soledad frente al piano) erizó los pelos, “Rendez-Vous qui Sait” (con guiño a los Smiths) y “Dans la Merco Benz” (con solo de trompeta amplificada) animaron a bailar y “Qu-est ce que Ça Peut Faire” cerró de forma brutal un concierto que parecía que jamás llegaría a su fin. Eso no significa que se hiciera largo. Eso significa que el galo dio más de lo esperado, de lo merecido, de lo pactado y de lo prometido. Y la palabra que lo resume resuena en su lengua materna: chapeau. Aunque también valdría “de puta madre”…
www.benjaminbiolay.com
Un buen día.
En 2004 Benjamin Biolay se subió al escenario Rock de Lux del Primavera Sound y dejó al descubierto todas sus vergüenzas. En 2007 Benjamin Biolay se sube a las tablas de la sala Heineken y arrasa. Es la diferencia entre un mal y un buen día. Es la diferencia entre un mal y un buen trabajo de sonido. Y sobre todo, es la diferencia entre un artista desorientado y uno completamente centrado. Era cuestión de tiempo; canciones tan tremendas merecen lucir aplastantemente en directo.
Muchos dirán que en todo esto hay algo de timo, que tantas programaciones juntas (todos los ritmos, por ejemplo) no hacen más que estrangular los paradigmas de la música en vivo. Hay gente que vive para quejarse y otros que viven para gozar. Hubo mayoría de los segundos, gozo continuado de dos horas, generosidad e intensidad absolutas. Sonido excelente desde el primer acorde de “Bien Avant” (cosa rara en las salas madrileñas). Extraño espectáculo, mezcla de culto solemne, improvisación gamberra e inspiración nihilista.
Los músicos: solo un par, uno para guitarras y otro para teclados y programaciones. Dos piezas suficientes, porque Biolay es el artista total que rota y rota por el escenario, del piano a la guitarra o al cassiotone, paseando un micro que viaja a todas partes con él, disfrutando como un enano. Su voz en directo gana enteros, en volumen, en profundidad. Pese a su reputación de “niño bonito” y sus parentescos, glamour cero, ni falta que le hace. Su pose es más la de un “enfant terrible” al que le encanta emborracharse. Pero sin perder las formas ante la audiencia; entre pitillo y pitillo siempre hay tiempo para una sonrisa agradecida o una palabra en cortés castellano.
Las canciones: “Rose Kennedy” (2002) fue el gran olvidado; solo “Les Cerf-Volant” puso emociones al rojo vivo en el bis. “Négatif” (2003) estuvo bien presente con una versión algo diferente de “Des Lendemains qui Chantent” y con una “Négatif” apoteósica. La graciosa “Chaise à Tokyo” puso el desenfado y el acompañamiento de un público que se sabe muy bien lo de “no manga, no bongo”. “Home” (2004) apareció fugazmente con una encantadora “La Plage”, que sirvió para las presentaciones de rigor. Hay que romper una lanza a favor de “A l´Origine” (2005); no hay entrevistador o crítico reciente que no haya recordado su fiasco comercial. Pero lo cierto es que es un disco enorme, lo atestiguan “Tant le ciel était sombre”, “Mon Amour M´a Bessé” o “A l´Origine”; en esta última apareció ese ramalazo hip-hopero que tan guardado se tenía el francés y que ahora empieza a confesar. Y en cuanto a “Trash Yé-Yé” (2007), copó la gran parte, mayormente en la recta final. “Laisse Aboyer les Chiens” sonó impecable pero demasiado pronto, “La Chambre d´Amis” (momento de soledad frente al piano) erizó los pelos, “Rendez-Vous qui Sait” (con guiño a los Smiths) y “Dans la Merco Benz” (con solo de trompeta amplificada) animaron a bailar y “Qu-est ce que Ça Peut Faire” cerró de forma brutal un concierto que parecía que jamás llegaría a su fin. Eso no significa que se hiciera largo. Eso significa que el galo dio más de lo esperado, de lo merecido, de lo pactado y de lo prometido. Y la palabra que lo resume resuena en su lengua materna: chapeau. Aunque también valdría “de puta madre”…
www.benjaminbiolay.com
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