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Fabricando dioses de papel.
Vivimos en el mundo de la compraventa. Esclavos de la publicidad, las modas y las cotizaciones. Las cosas se encarecen, el consumo aumenta. Lo malo es cuando las ideas y opiniones también entran en el mercado… Hace ya algún tiempo que las revistas, suplementos y ciberespacios empezaron a vender a este chaval de Memphis como el nuevo mesías del neo-country. Y la estrategia de marketing es sublime: la tragedia es negocio. Así que llevamos meses escuchando la vida y milagros de este ex-presidiario y ex-drogadicto repudiado que compuso sus últimas canciones baldado, sedado y postrado en el lecho del dolor. Dejémonos de biografías, folletines y klinex húmedos, y vayamos al meollo del asunto. Vayamos a su música. Quiero informarme antes de comprar. Quiero contrastar lo que me estáis diciendo…
Si realmente es un genio, debe haber algo en las profundidades a lo que no consigo llegar. Escuchando el alabado “And the Opera Circuit” (2006) no parece que haga nada distinto a lo que llevan haciendo mucho tiempo Lambchop, con un matiz: que a Kurt Wagner me lo creo. Sin embargo, sería mezquino no reconocer que hay puntos a su favor: una voz inmensa, madura y convincente, y ciertos atisbos de inspiración que brillan con fuerza en “Diggin´a Grave” y “Little Boys Dream”. Pero hablar de obra maestra se antoja un pelín descabellado; dejémoslo en disco correcto de country-folk orquestado con alguna aproximación interesante al rock. Aún así, prefiero ahorrarme los cuartos.
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