AMEN DUNES “Freedom”
El sugerente “Love”
(2014), con aquellas preciosas “Lonely
Richard”, “Splits Are Parted”, “Sixteen”, “Lilac in Hand” y “I Know
Myself”, ya nos puso sobre aviso: he aquí un prometedor escritor y hacedor
de canciones. La cosa se ha visto confirmada con este brillantísimo “Freedom”. Afín a su título, el chico
detrás del misterioso nombre (Damon
McMahon) se libera de ataduras, de dudas, de sus recuerdos y torturas, de
sí mismo, regalando un emotivo álbum de recortes tan autobiográfico como cada
cual quiera entender. Las ventanas se abren, las grietas se cierran, el sonido
se depura, y la maravillosa voz de su protagonista luce mostrando lo mejor de
sí misma. Largo y accidentado proceso de creación para un disco que mezcla
claroscuros y agridulces con magistral habilidad. Temas como “Blue Rose”, “Time”, “Miki Dora”, “Believe” o “L.A.” son una deslumbrante muestra de lo lejos que este gran tipo
puede (y debería) llegar. El disco favorito del año.
BEN MILLER BAND “Choke Cherry Tree”
BLACK REBEL MOTORCYCLE CLUB “Wrong Creatures”
CALEXICO “The Thread That Keeps Us”
Ya es un hecho que Calexico son una fábrica de producir música a piñón. Creación periódica y casi siempre buena. Su nueva entrega no es solo buena: es sublime. Quizá porque la pachanga escasea (solo “Flores y Tamales” y pequeños antojos en “Voices in The Field” y “Under The Wheels”) y mucho folk-rock. Sí, folk deslumbrante en piezas como “The Town & Miss Lorraine” o “Girl in The Forest”; rock a la americana en “Bridge To Nowhere”, “Eyes Wide Awake” o la espectacular “Dead in The Water”; interludios que retrotraen a los Calexico de finales de los 90 (“Spinball”, “Unconditional Waltz”, “Shortboard”); ese sofisticado aire de jazz con los ritmos de Convertino en primer plano, presente esta vez en la hipnótica “Thrown to The Wild”. Y como siempre hay un lugar para el descubrimiento, también nos lanzan algo inédito: una “Another Space” que los postula a un universo dance. Simple y pura celebración de los mejores Calexico de todos los tiempos.
DJANGO DJANGO “Marble Skies”
Fiesta es la palabra; la palabra que define la original y excitante música de estos escoceses. Su tercer disco vuelve a ofrecer un pastiche de ritmos frenéticos, estribillos contagiosos, efectos galácticos y mensajes hedonistas. La homónima “Marble Skies” abre el álbum anunciando lo que ya se sabía: que estos tipos pueden sacarse un estribillo memorable de la manga en un tris. Como memorable resulta el cuarteto “Champagne”, “Tic Tac Toe”, “Further” y “Sundials”, que enganchan de corrido augurando la promesa de un álbum redondo. Pero no, no es así. La cosa frena, se diluye, se emborrona, hasta un final discotequero, repetitivo, trillado y menos ingenioso. Aun así, lo bueno es tan requetebueno que anima a múltiples escuchas. Y a todo volumen, a ser posible.
Al combo de Ben Miller hay que
verlo en directo. Ahí es donde se despliega toda una explosión de recursos
altamente impresionante. En sus discos basculan entre la fanfarria y la
castidad. En este toca lo segundo, una selección de country, blues y música
folk tradicional que esconde su histrionismo y los muestra como chicos serios y
aplicados. Ejemplos de country de primaria: “Nothing Gets Me Down”, “Lighthouse” y “My Own
Good Time”. Ejemplos de blues en su variante más rockera: “Akira
Kurosawa”, “One More Time” y “Big Boy”.
Ejemplos de música folk de libro: “Trapeze” y “Sketchbook”. “Mississipi
Cure” lanza la moneda de su versión más country-pop, creciendo para
dar un más que digno cierre a un álbum de incómoda monotonía creativa. Para
puristas vale, para aventureros no.
BLACK REBEL MOTORCYCLE CLUB “Wrong Creatures”
Tras unos años alejados de su música, BRMC vuelven a nuestros oídos sin sorprender ni incomodar. Mejor
cuanto más viscerales, los grandes momentos de este álbum se concentran en “Spook”, “King of Bones” o “Little
Thin Gone Wild”, pletóricos zarpazos de rock en estado puro. Las letanías
psicodélicas y los medios tiempos ya son otro cantar. “Ninth Configuration” se salva por una intuitiva herencia de Pink Floyd, y “Call Them All Away” porque los hace hermanos de sangre de Spacemen 3. También destaca con enorme
holgura “Question of Faith”, que
puede llegar a convertirse en una muletilla de blues imposible de olvidar. Un disco que, sin ser regular ni perentorio,
muestra la madurez a la que suelen llegar muchas bandas en la segunda década de
su carrera.
CALEXICO “The Thread That Keeps Us”
Ya es un hecho que Calexico son una fábrica de producir música a piñón. Creación periódica y casi siempre buena. Su nueva entrega no es solo buena: es sublime. Quizá porque la pachanga escasea (solo “Flores y Tamales” y pequeños antojos en “Voices in The Field” y “Under The Wheels”) y mucho folk-rock. Sí, folk deslumbrante en piezas como “The Town & Miss Lorraine” o “Girl in The Forest”; rock a la americana en “Bridge To Nowhere”, “Eyes Wide Awake” o la espectacular “Dead in The Water”; interludios que retrotraen a los Calexico de finales de los 90 (“Spinball”, “Unconditional Waltz”, “Shortboard”); ese sofisticado aire de jazz con los ritmos de Convertino en primer plano, presente esta vez en la hipnótica “Thrown to The Wild”. Y como siempre hay un lugar para el descubrimiento, también nos lanzan algo inédito: una “Another Space” que los postula a un universo dance. Simple y pura celebración de los mejores Calexico de todos los tiempos.
DJANGO DJANGO “Marble Skies”
Fiesta es la palabra; la palabra que define la original y excitante música de estos escoceses. Su tercer disco vuelve a ofrecer un pastiche de ritmos frenéticos, estribillos contagiosos, efectos galácticos y mensajes hedonistas. La homónima “Marble Skies” abre el álbum anunciando lo que ya se sabía: que estos tipos pueden sacarse un estribillo memorable de la manga en un tris. Como memorable resulta el cuarteto “Champagne”, “Tic Tac Toe”, “Further” y “Sundials”, que enganchan de corrido augurando la promesa de un álbum redondo. Pero no, no es así. La cosa frena, se diluye, se emborrona, hasta un final discotequero, repetitivo, trillado y menos ingenioso. Aun así, lo bueno es tan requetebueno que anima a múltiples escuchas. Y a todo volumen, a ser posible.
EELS “The Deconstruction”
Una docena de álbumes tiene ya nuestro amigo Mark
Oliver Everett, sin contar los firmados como E, sus
múltiples directos y alguna que otra rareza. Normal que a estas alturas haya
autoplagios, tics y repeticiones. Y sin embargo, ¿podríamos acaso vivir sin él?
Mr.
E
es ya patrimonio del rock, un fondo de museo imposible de desechar. En este
disco no hay nada que no hayamos escuchado antes, pero lo cierto es que hay
realmente de todo. Plegarias religiosas (“Premonition”, “The
Epiphany”, “In Our Cathedral”),
nanas adorables (“Sweet Scorched Earth”, “Be Hurt”),
radiantes misivas pop (“Rusty Pipes”, “Today Is
The Day”) y espasmos de rhythm & blues (“Bone Dry”, “You Are
The Shining Light”). Como si E hubiera querido lanzar todas las cartas
de la baraja sobre la mesa, cartas que vuelve a reunir tras dificultades
vitales y un largo periodo en off side. A punto
estuvimos de perderlo pero solo los mejores resurgen de sus cenizas. Una suerte
para todos.
EZRA FURMAN “Transangelic Exodus”
“A song is a dream that keeps going on when it´s over”, dice “The Great Unknown”, una de las mejores canciones de este álbum. Bonita sentencia y gran verdad. Y de excelsos mensajes (algunos no tan románticos sino mucho más ácidos y trágicos) está repleto el séptimo trabajo de Ezra Furman (ya sea con The Harpoons, The Boyfriends o en solitario). Viviendo a la sombra de otros cantautores mucho más mediáticos, él puede permitirse el lujo de campar a sus anchas en un mundo creativo exento de mandatos. Quizá por eso este álbum resulta tan difícil de escuchar, pese a la belleza orquestal que ornamenta muchas de sus piezas. Nada es fácil (y la vida menos), y ese es el aviso urgente que se desprende de cada canción. Algunas raspan y duelen, sí; especialmente “Suck The Blood from My Wound”, “Driving Down to L.A.” y “No Place”. Hay otras que lo hacen menos, resultando hasta balsámicas, como “Love You So Bad”, “Psalm 151” o la citada “The Great Unknown”. Todo ello sin olvidar esa magnífica “I Lost My Innocence”, un abrazo al mágico universo de Brian Wilson y el broche de oro para un disco genuino hasta decir basta.
EZRA FURMAN “Transangelic Exodus”
“A song is a dream that keeps going on when it´s over”, dice “The Great Unknown”, una de las mejores canciones de este álbum. Bonita sentencia y gran verdad. Y de excelsos mensajes (algunos no tan románticos sino mucho más ácidos y trágicos) está repleto el séptimo trabajo de Ezra Furman (ya sea con The Harpoons, The Boyfriends o en solitario). Viviendo a la sombra de otros cantautores mucho más mediáticos, él puede permitirse el lujo de campar a sus anchas en un mundo creativo exento de mandatos. Quizá por eso este álbum resulta tan difícil de escuchar, pese a la belleza orquestal que ornamenta muchas de sus piezas. Nada es fácil (y la vida menos), y ese es el aviso urgente que se desprende de cada canción. Algunas raspan y duelen, sí; especialmente “Suck The Blood from My Wound”, “Driving Down to L.A.” y “No Place”. Hay otras que lo hacen menos, resultando hasta balsámicas, como “Love You So Bad”, “Psalm 151” o la citada “The Great Unknown”. Todo ello sin olvidar esa magnífica “I Lost My Innocence”, un abrazo al mágico universo de Brian Wilson y el broche de oro para un disco genuino hasta decir basta.
Para comprender este disco hay que conocer muy bien a su autor,
tener plena conciencia de su espíritu libérrimo y su independencia profesional.
Su lado más experimental y la producción más extraterrestre gobiernan un álbum
que ha defraudado a muchos seguidores, pero basta prestar una generosa atención
para capturar momentos apreciables. Como esas monumentales “Connected by Love” y “Over and Over and Over”. O como “What´s
Done Is Done” y “Humoresque” (reverencia
al compositor checo Antonin Dvórak, casi
nada), dos pequeños tesoros que solo podrás saborear si eres de los valientes y
llegas hasta el final. Haciendo un esfuerzo visual global, incluso puede extraerse
sustancia aprovechable en temas tan bizarros como “Hypermisophoniac”, “Everything
You´ve Ever Learned” o “Respect
Commander”. Total, es Jack White,
y dentro de su cabeza cabe todo. Hasta la más extravagante de las ofertas.
Qué grandes han sido y qué grandes son. Cuando ya no esperas
nada más de ellos se levantan de nuevo, se desperezan, se visten con el mono de
faena y vuelven a alumbrar un disco de lujo. Sin novedades ni osadías, siempre
el mismo juego, la misma fórmula que tan bien saben exprimir, y siempre con
mensaje de reivindicación y querella, of
course. ¿Y qué si la historia se repite? Nos lo fueron dosificando con
adelantos en forma de single desde finales de 2017, aunque no siempre bien
escogidos. Intachable la elección de “People
Give In”, “International Blue” y “Distant Colours”, que conforman el fulgurante arranque del álbum.
Más reprochables “Dylan & Caitlin”
y “Liverpool Revisited”, quizá sus
dos momentos más lacios. Mejor haber optado por la pegadiza “Vivian”, la incólume “A Song for The Sadness” o por esas
fuerzas vivas que son “Sequels of
Forgotten Wars” y “Broken Algorithms”,
canciones que retrotraen a aquellos musculosos “Generation Terrorists” (92) y “The
Holy Bible” (94). Y hablando de “The
Holy Bible”, casualidad o no, en este caso se decantan por otra portada de
referencias legendarias orientales. En efecto, a veces la resistencia es
inútil. Como inútil es resistirse a ellos.
THE MONOCHROME SET “Maisieworld”
La segunda resurrección de The
Monochrome Set (esta desde 2008) transcurre viento en popa. Este es su
quinto trabajo en el actual periplo, y en él renuevan la fidelidad a su estilo
iniciático, aunque tanto haya llovido desde entonces (1978, nada menos) y ya
solo queden en el barco Bid y Andy Warren. Sin salirse del guión más
de lo necesario, “Maisieworld” va de
más a menos, impecable en sus primeros dos tercios, más inconsistente al final.
Todo ello sin perder ese aire tan años 80, pero traído al presente con la mayor
naturalidad, y sin dejar de lado las referencia a la opereta y el cabaret marca
de la casa. Lo mejor: el arranque con “Give
Me Your Youth” y su asombrosa línea de bajo, y la exótica “Mrs. Robot”, con un refrescante halo de
pop arty, como si David Byrne hubiera venido a darles los
buenos días.
En 1971, Sly & The
Family Stone ya publicaron un álbum con este mismo título. Aquello sí que
era una revuelta en toda regla. Esta no se le parece en nada; es algo más refinado,
como la revolución de terciopelo checoslovaca o la revolución cantada báltica,
todo delicadeza, amor y buenas formas. Desde la sutileza acústica casi psicodélica
de “She May, She Might”, “Dream Dream Away” y “Here You Are” hasta las melodías astrales
cantadas por Georgia (“Shades of Blue”,
“Ashes”, “Polynesia #1”), pasando por magnéticos instrumentales (“You Are Here”) o casi instrumentales (“Above The Sound”). Incluso el tema más
acelerado desprende una laxitud altamente sedante (“For You Too”). Canciones que hacen que den ganas de abrazarlos como
a un osito de peluche y dejarse vencer por el más profundo de los sueños.
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