08 diciembre 2014

REPORTAJES: MEMORIAS DE NEIL YOUNG: EL SUEÑO DE UN HIPPIE

Más vale quemado que apagado

No recuerdo cuántas reseñas van ya sobre Neil Young. Muchas. Decenas. De todo tipo. Discos. Películas. Conciertos. Reflexiones. Y ahora tengo entre manos el documento definitivo: su atípica autobiografía. O quizá una parte de ella, pues al superabuelo le ha gustado esto de escribir, lo repite incesantemente a lo largo de todo el libro, así que no descartemos una segunda parte o un poco de ficción. Y esto se le da bien. Casi tan bien como crear canciones superiores y azuzar las cuerdas de sus guitarras. Es un crack dándole a la tecla. Es crítico, profundo, aleatorio y divertido. Es recalcitrante y generoso. Estas memorias, escritas en su mayoría en el paréntesis entre “Le Noise” (2010) y su reencuentro con Crazy Horse (“Americana” y “Psychedelic Pill”, ambos de 2012), rezuman historia, autoanálisis, agradecimiento y sinceridad. Un libro fascinante para sus admiradores. Un libro recomendable para todo el mundo.

Historia: la de sus primeros pinitos en Fort William y el Yorkville de Toronto, la de su chocante incursión ilegal en los Estados Unidos, la de sus casas y territorios, la de sus locos medios de transporte (Mort, el coche fúnebre; Pocahontas, el estrafalario autobús tuneado; Black Queen, el Buick oficial de “Tonight´s The Night”; WN Ragland, la goleta que nunca llegó a recorrer el mundo), la de sus amplis y guitarras. La historia de sus enfermedades (polio, epilepsia, aneurismas) y manías compulsivas (coches, trenes, el medio ambiente, Lincvolt, PureTone). La de sus mejores héroes y amigos (nombres incontables) y la de su familia (familia de luchadores). La historia de su música, la historia de LA MÚSICA. Cómo y por qué nacieron ciertas canciones (“Leia”, “Old Man”, “Like a Hurricane”, “Words”, “Ohio”, “Cinnamon Girl”), ciertos discos (“Harvest”, “Trans”, “Prairie Wind”, “Le Noise”, “Zuma”, “Ragged Glory”) o ciertas películas (“Human Highway”, “Journey Through The Past”, las colaboraciones con Jonathan Demme). El viaje desde The Squires y The Mynah Birds hasta Neil Young, con transbordo en Buffalo Springfield, CSNY y Crazy Horse.

Autoanálisis: “Me llevé un buen chasco. Creí que era el elegido (…) Era ego puro y duro. Pensaba que todo tenía que ver conmigo. Craso error”. Neil no tiene piedad consigo mismo. Consciente de lo que ha hecho bien o mal, mostrando un valiente e hilarante poder de autocrítica y esa honrosa capacidad que solo dominan los viejos y los sabios: la de escribir sobre los  logros sin colgarse medallas y sobre las fechorías sin renegar de ellas. Todo forma parte de un mismo juego. “La vida es un bocata de mierda. Cómetelo o muérete de hambre” (David Briggs, productor). La vida de este hombre ha sido como una montaña rusa. El viaje aún no ha terminado, qué va. A sus casi 70 años, el jodido cabezota todavía no se quiere bajar. Y ahí sigue dándole al coco, barruntando, reuniendo a antiguos colegas, rescatando maquetas perdidas y recolectando archivos, empeñándose en usar las nuevas tecnologías para mejorar la calidad del planeta y del ser humano. Don Erre que Erre. Suma y sigue. “Para mí, las canciones son producto de la experiencia y de una alineación cósmica de circunstancias. Es decir, quién eres y qué sientes en un momento determinado. He escrito muchas canciones. Algunas no valen nada. Algunas son geniales y otras pasables. Eso es lo que opina la gente. Para mí son como hijos. Nacen, crecen y luego se valen por sí mismas en el mundo. Buscarse la vida en el mundo no es fácil para una canción”.

Agradecimiento: Y es que este es, sobre todo, un libro de gratitud. Gratitud hacia todas esas personas que han acompañado al músico, al padre, al emprendedor, al loco soñador en su incansable periplo. Ni un reproche, ni una invectiva, ni una sola mala palabra. Buscar la perspectiva para encontrar lo mejor de cada ser o acontecimiento de toda una vida. Agradecimientos y alabanzas para Larry Johnson, David Briggs, Gary Burden o Elliot Roberts, para su Pegi, su Zeke, su Ben Young y su Amber, para las otras mujeres de su vida, para sus antepasados, para los músicos que se fueron (como David Whitten, Bruce Palmer, Ben Keith) o para los que siguen ahí (como Stephen Stills, David Crosby, Graham Nash, Poncho Sampedro, Billy Talbot). También gratitud para esa gente anónima en la sombra, la que cuida de él y de ellos, la que trabaja para él y para ellos. Incluso alguna que otra palabra de gracia para sus seguidores, los puros seguidores, los seguidores no impostados.

Sinceridad: Pero es que estas memorias van mucho más allá del típico compendio de relatos añejos. También recogen un nutrido muestrario de análisis y opiniones esbozados a corazón abierto. En sus páginas el abuelo confiesa sus grupos contemporáneos favoritos (Mumford & Sons, Wilco, My Morning Jacket, Givers, Foo Fighters, Sonic Youth, Pearl Jam) y su admiración por músicos universales como Bob Dylan o Bruce Springsteen. Se moja en temas relevantes: religión, drogas, biocombustibles, Spotify, el futuro de la industria musical. Explica, por si quedaba alguna duda, por qué no le gusta conceder entrevistas. Y revela su romántica y perentoria sumisión a la musa, siempre a merced de la musa.

Y así va relatando el sueño del hippie que siempre quiso ser desmontándolo en pedazos y volviéndolo a reconstruir. Moraleja: es muy fácil ser un hippie con los bolsillos llenos de dinero. Pero emplea ese dinero en algo que tenga sentido, para ti, para los tuyos, para la Humanidad, y el sueño seguirá quedando intacto. Bravo, Neil.

Me gusta vivir. No quiero morir hasta dentro de mucho porque todavía no estoy preparado (…) Hoy el viento sopla con fuerza y soy parte del mismo. Quiero aportar algo al mundo y, sobre todo, a partir de ahora quiero ser buena persona. No puedo cambiar el pasado. No miremos atrás”.

2 comentarios:

Juanjo Mestre dijo...

Joer, me has despertado el interés, no tenía pensado hacerme con él. Saludos.

Mary dijo...

El abuelo me ha vuelto a sorprender. Escribe de maravilla. Es un gran libro, muy muy divertido. Y con una selección de fotografías de archivo única.

Saludos, Johnny!!