Este es un blog sobre música. Y por ello normalmente no suelo
hablar de cine, salvo que se trate de algún documental o largometraje relacionado
con la música. “Dallas Buyers Club”
no tiene nada que ver con la música, aunque en ella hay un par de detalles
musicales que merece la pena mencionar. Ea, tenía que encontrar un motivo para
hablar de esta película aún no estrenada en España que tuve la gran fortuna de
ver hace poco. Porque aunque en términos objetivos no sea la gran película del
siglo, las películas son grandes o pequeñas de acuerdo a los sentimientos que
nos causan. Y a mí este film del versátil Jean-Marc
Vallée me ha puesto patas arriba. Buena parte de culpa la tienen los dos
protagonistas: un Matthew McConaughey
(Ron Woodroof) al que con esta interpretación de cowboy enemigo de su destino
redimo de todos sus pecados anteriores, y un Jared Leto (Rayon) del que no esperaba menos en ese adorable rol de
travestido vulnerable y soñador. Dos personajes como la noche y el día, como el
blanco y el negro, como el Polo Norte y el Polo Sur, unidos en pos de una causa
aterradora: agarrarse a la esperanza cuando ya no hay esperanza alguna. Insisto,
mucho del valor intrínseco de “Dallas
Buyers Club” nace directamente de ellos, de sus transformaciones
sorprendentes y sus interpretaciones gloriosas para convertir dos personajes
imposibles en dos seres humanos memorables. Yo no creo en las ceremonias de
premios del cine y esas pamplinas. Pero reconozco que estos dos tipos se
merecen todos los galardones y reconocimientos que están cosechando (más de 40
entre los dos hasta la fecha, y los que les quedan). Y me alegro cada vez que
ganan uno. Incluso me alegraré y les aplaudiré si ganan el maldito Oscar.
Como digo, hay un par de detalles musicales en el film, uno curioso
y otro casi evidente. El primero es el debú cinematográfico de Bradford Cox (Deerhunter, Atlas Sound)
en un cameo algo irrelevante y muy silencioso. El segundo es la plausible
referencia al icono glam Marc Bolan, objeto de adoración de
Rayon, con algunas de las canciones de T.Rex
pasando como un velo transparente sobre ciertas escenas. Y al final, después de
tanta lucha, de sostener un nudo constante en la garganta, del desenlace
obviamente esperado, comienza a sonar “Life
Is Strange” mientras los créditos inician su ascenso. “Strange, life is strange. Oh God, life is strange. People come and people go. Some move fast and some move slow. Oh God,
life is good. Some are fat and some are thin. Some don´t even ask you how
you´ve been”. Y
entonces, inerte y acongojada, incapaz de mover un solo dedo, me pregunto a
quién demonios se le ocurrió la idea de rematar la película así, de poner esa
canción ahí. Bingo. Uno de los temas más tristes del malogrado Marc Bolan se convierte en el agridulce
telón que se cierra tras esta historia durísima basada en hechos reales que ha
hecho detonar en mí una pena indefinible, aunque esté narrada sin ningún
tremendismo. Una pena que se me ha quedado agarrada al pecho y no consigo
soltar, mientras la dichosa canción de Bolan y los rostros famélicos de Ronnie
y Rayon giran y giran sin cesar entre los surcos de mi desordenada cabeza. “Life is strange”. Y tanto.
2 comentarios:
Gran película y grandísimas interpretaciones. El negrero de Fassbender no tiene nada que hacer este año!!!!!
And the Oscar goes to... Matthew and Jared. Estaba más claro que el agua. Merecidísimo, sin objeción. Dos vencedores justos(uno siempre arriesgado, otro sorprendentemente reconvertido), un film indie de pírrico presupuesto... vamos, otro corte de mangas a Hollywood.
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