A veces me pasa. Después de una experiencia determinada me doy
cuenta de que tengo cuentas pendientes. Y después del último concierto de The Waterboys me he dado cuenta de que
tengo una cuenta abierta con Mike Scott.
Siempre ha estado ahí, entre los intocables, esos músicos superstar especiales
que permanecen latentes pero presentes la mayor parte del tiempo. Pero nunca he
escrito a fondo sobre él, no le he hecho justicia, salvo por esas crónicas de
directos obligatorias y esas palabras dedicadas a “The Whole of The Moon”, elevada aquí y ahora a la dulce categoría
de “Mi Canción Favorita de Todos los Tiempos”. Había muchas canciones pugnando
por ocupar ese lugar, pero lo siento, amigas: “The Whole of The Moon” es la ganadora. Al salir de La Riviera el
otro día lo tuve inmensamente claro.
Y de repente algo en mi cabeza hace de nuevo clic, y me
percato de que mi organismo necesita revivir ese concierto un poco más, aprovechar
la estela, y que ansío un poco más de la poesía de Mike Scott para aliviar esa desazón que solemos sentir a veces
durante el día o durante la vida. Porque las canciones escritas por este hombre
son puro regocijo para el alma. A él le pasa lo mismo cuando lee a W.B. Yeats, supongo. Por eso es su
paloma mensajera, habiendo musicado con gran acierto un buen puñado de sus
poemas. Confesión vergonzosa: yo no he leído a Yeats. Pero mira tú por dónde,
gracias a Scott voy a iniciarme en la obra del ilustre irlandés. Empezaremos
por sacar a ese estupendo disco que es “An
Appointment with Mr. Yeats” (2011) el jugo que se merece.
Y cómo no voy a adorar a los chicos del agua o a Yeats si el
año pasado me recorrí Irlanda de cabo a rabo y ganas me dieron de quedarme a
vivir allí. Por sus paisajes, por sus gentes, por sus cervezas, por su amor a
la música, por esos pubs en los que todo el mundo bebe y charla y ríe y canta y
baila, y nadie saca un puto móvil para ver si le ha llegado algún mensaje. Es
mi tierra prometida. Pasamos cerca, muy cerquita de Spiddal y ni siquiera sabía
que por allí había nacido el gran “Fisherman´s
Blues” (88). Me encontré con el propio Mike en plena calle dublinesa y ni
me atreví a acercarme a él. Soy de esas a las que no les gusta molestar, qué le
voy a hacer. Creo que también tengo cuentas abiertas con la propia Irlanda,
vaya.
Así que la labor de estos días está siendo la de revivir
todos los discos de los Waterboys,
desde el primero al último, incluidas esas dos delicias de nuestro amigo en
solitario, “Bring´em All In” (95) y “Still Burning” (97). Y sobre
todo, mientras oigo ese pasmoso abanico de estilos y sonidos, la grandeza de
una obra tan ecléctica y todopoderosa, mi trabajo se concentra en la lectura de
sus textos, esas letras a veces cristalinas como las aguas del lago Corrib, a
veces turbias como las del río Shannon. Digo que Scott es el hijo de Pan no
solo porque lo mencione en algunos de sus temas; también porque en él hay algo
druídico y evocador, hipnótico y misterioso. Cuando escribe, por supuesto, pero
también cuando canta. Esa voz es solo suya y se adapta a lo que haga falta; se
reblandece para una balada soul, se rompe para atacar un blues o un rock´n´roll
o se riza para ilustrar una tonada celta. Scott es como la reencarnación de
alguien, algún príncipe, algún semidiós, alguien con un don especial. Aunque
quizá su mayor don sea, como dio a entender en Madrid, el de pasar
olímpicamente de las modas y aferrarse a la música que retumba incesantemente
en su corazón y en su cabeza.
Y de ese corazón y esa cabecita suya surgen joyas de una
belleza que deja K.O. Podría hablar de muchos temas de los Waterboys que
me han descolocado desde que los conozco, pero especialmente en estos días me apetece
centrarme en las palabras. Y la segunda parte de este reportaje contendrá una
lista de las mejores palabras de Mike Scott, sus mejores poemas, bien
cobijados en canciones de una enormidad infinita. Pero eso tendrá que ser en
una segunda parte, dentro de unos días. Porque hay tantas aguas y tan densas en
las que bucear que necesito que los dioses y las ánimas me inspiren. Será mi
regalo de Navidad para ese pequeñito mundo que lee este blog y al que estoy tan
agradecida. Continuará…
2 comentarios:
Me ha encantado, atento a las siguientes. Compartimos una visión muy similar sobre la grandeza de Mike Scott. Besos.
Gracias, Johnny. Creo que no somos los únicos que tenemos esta visión, Mike Scott es (o al menos debería ser) patrimonio de la Humanidad musical.
La segunda parte llegará la semana que viene. Hay tantas canciones y todas tan especiales que me cuesta mucho escoger. Saludos!!!
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