19 julio 2010

CONCIERTOS

PATTI SMITH. Cartagena. Auditorio Parque Torres. 16-7-2010.

El futuro es ahora; el pasado también.

Leyenda. Poesía. Rock and roll. Cuando te enfrentas cara a cara a un mito, de esos que empezaron a caminar cuando tú aún no habías nacido, una mezcla de bisoñez y emociones recorre tu interior. Es la sensación indescifrable del “no estuve allí pero ojalá”. Es la inquietud humilde del aficionado retro. Es el pulso frenético contra un tiempo vertebrado. Llamar mito a Patti Smith ha sido la inclinación de estos días, aprovechando su paseo por nuestro país. Y por una vez las voces, las que entienden y las que simplemente informan, llevan razón. Es fácil vestir de mito a cualquier Don Nadie; los medios lo hacen constantemente. Pero el traje que viste esta mujer no lleva ninguna marca ni responde a ninguna firma; se lo ha cosido ella, con sus propias manos. A Cartagena posiblemente vino a pasarlo bien. Pero en el intento consiguió, sin más esfuerzo que su naturalidad, dejar un poso irreversible. Como hace unos años en Barcelona, pero mejor.

Porque Patti Smith tiene el poder (sí, Patti has the power) de convencer sin coaccionar. De decir las cosas coadyuvando, no imponiendo. De blandir una bandera con un mensaje valiente y visceral, tan válido en sus orígenes como en el absurdo ahora. En ella el rock y la poesía son un todo indivisible, que duplica los estímulos, convirtiendo el movimiento en pensamiento y viceversa. En La Mar de Músicas de este año, dedicado mayormente a la música africana, triunfó una de Chicago, curtida en Nueva York. Qué cosas. Acompañada por Lenny Kaye (guitarra) y Jay Dee Daugherty (batería), los incondicionales, los de siempre, los del Patti Smith Group de los setenta. Arrancaron con “Redondo Beach” y “Space Monkey”, pusieron a punto la locomotora poco a poco, apretando el acelerador con la siempre descabellada “Free Money”, pero sin prisas. A mitad de concierto el motor rugía y entonces se materializó el éxtasis del heterogéneo auditorio. Empezó el alucinante y verdadero viaje: a través de las polvorientas dunas de “Beneath the Southern Cross”, de los peligrosos callejones de “Ask the Angels”, de los surtidos bazares de “Ghost Dance”, de los elegantes corredores de “Dancing Barefoot” y de los remolinos de agua de “Pissing in a River”. Pequeñas y desnudas bolas de nieve que de repente empiezan a rodar cuesta abajo, creciendo y tomando velocidad, hasta convertirse en puro fuego. Como “Gloria”: ¿quién se acuerda de Van Morrison cuando los efluvios del rock más sucio empiezan a manar en su crescendo?. O como “Rock´n´roll Nigger”, que remata el estado de forma, la voz tajante, la ferocidad airosa de una mujer que, con 63 primaveras, aún puede dar lo mismo que en su primera juventud. Si cabe, más sabiduría, más magnetismo, lecciones de la vida, lecciones de honestidad. Con simpatía y gratitud, pisando fuerte, eternamente fiel a sus principios. Y con canciones absolutas que, demostrado está, no tienen aún fecha de caducidad conocida. Un pasado que, afortunadamente, también es el ahora. Un mito con todos los honores. Que este concierto y el libro “Éramos unos niños” hayan caido en nuestras manos casi al mismo tiempo debe tener su sentido. Ahora toca leer.

www.pattismith.net

No hay comentarios: