RETROSPECTIVAS
JOHN LENNON. John Lennon/Plastic Ono Band/Imagine.
Joyas de los setenta (1º parte).
Volvemos con los mitos. Cambiamos definitivamente de década. Y la década de los setenta, tan cargada de tan buenos discos como la anterior, se abría con los primeros pasos en solitario de John Lennon. Comenzaba la etapa post-Beatles. A Lennon como mascarón de proa de The Beatles se le rinde tributo a todas horas. Pero ¿cuántos se han parado a valorar, a desentrañar, a estudiar su hermosa obra en solitario?. “John Lennon/Plastic Ono Band” (70) e “Imagine” (71) marcaban la entrada en una nueva década, pero también en una nueva dimensión para el artista: la de la influencia maldita o no de Yoko Ono, la de sus rencillas con McCartney, la de su nueva visión al otro lado del charco, la de su obsesión de manos blancas por la paz. En sus dos primeros discos aún se puede respirar una brizna de aire beatlesiano, pero sus canciones apuntan todavía más lejos: a un universo musical lleno de lazos y de anclas, a un deseo por alcanzar un más allá vetado hasta la fecha. Y decir más allá no significa mencionar su triste e injusto final, fatal contribución a la elevación inminente a mito. Se trata de hablar de un más allá sonoro, de canciones en estado puro, de la materialización de un aprendizaje lento y concienzudo. Con historias propias, sin tomar a préstamo ni una nota ni una palabra, todo de un puño y letra inspiradísimo y al fin libre.
Navegar por estos dos álbumes es una vuelta al mundo en toda regla. Al mundo de la música. Al mundo de la Humanidad. El rock, el country, las sinfonías, el blues y el folk. La desnudez y la epopeya. Todos esos mensajes (sobre la paz, sobre el amor, sobre el rencor, sobre la condición débil del ser humano) codificados con firmeza para un alunizaje auditivo. De “Imagine” (la canción) todos sabemos todo: ha sonado millones de veces en nuestras cabezas, en nuestras radios y televisores. Y “Jealous Guy” puede que esté entre las canciones más bellas, más brillantes, conmovedoras y tristes de la historia del pop. Sin embargo, en estos dos discos hay más, mucho más, pequeñas joyas escondidas o semi-recónditas. En ellos se encuentran dos temas de amor sinceros y nada obvios, pese a sus simples títulos: “Love” y “Oh My Love”. Hay arrebatos de blues de cloaca con guitarras chirriantes, en “It´s So Hard”, “I Found Out”, “Well Well Well” o ese espectacular himno antibelicista llamado “I Don´t Wanna Be a Soldier, Mama”. Hay un divertido corchete imaginario entre John Fogerty y el cabaret en “Crippled Inside”. Hay folk con mensaje, lívido en la forma y explosivo en el fondo, en “Working Class Hero” y “Look at Me”. Y también hay una pizca de soul dulzón (“Hold On”), alusiones pop a la musa (“Oh Yoko!") y otras tantas cosas más.
Lennon también se permitía construir viaductos para sus frustraciones e insurrecciones. La terrible “Mother” ponen al raso la soledad de su infancia: su inicio con campanas fúnebres y el doloroso delirio final (“mama don´t go, daddy come home”) dejan un nudo en la garganta. La breve nana “My Mummy´s Dead” vuelve a lo mismo con pena (“I can´t explain so much pain”). “How Do You Sleep?” pretendía ser una venganza encubierta contra Paul McCartney, en su fase más belicosa de diferencias mútuas. En “God” se revela como apóstata en una larga retahíla de renegativas que deja la piel en carne viva, hagamos un resumen: “I don´t believe in Bible, I don´t believe in Tarot, I don´t believe in Hitler, I don´t believe in Jesus, I don´t believe in Kennedy, I don´t believe in Buddha (…) I don´t believe in Elvis, I don´t believe in Zimmerman, I don´t believe in Beatles, I just believe in me… and this reality”. Sin pelos en la lengua.
En definitiva, “John Lennon/Plastic Ono Band” e “Imagine” son todo un mundo. Quizá porque su autor también lo era. Mucho más que una cara delgada con gafas redondas. Mucho más que un rebelde agitador, sospechoso de conspiración. Mucho más que un simple ex Beatles. John Lennon era lo que a muchos en muchos aspectos nos gustaría poder ser. Y decía lo que a muchos en muchos aspectos nos gustaría poder decir. Pero, ¿a quién le importará lo que digamos cuarenta años después?.
www.johnlennon.com
Joyas de los setenta (1º parte).
Volvemos con los mitos. Cambiamos definitivamente de década. Y la década de los setenta, tan cargada de tan buenos discos como la anterior, se abría con los primeros pasos en solitario de John Lennon. Comenzaba la etapa post-Beatles. A Lennon como mascarón de proa de The Beatles se le rinde tributo a todas horas. Pero ¿cuántos se han parado a valorar, a desentrañar, a estudiar su hermosa obra en solitario?. “John Lennon/Plastic Ono Band” (70) e “Imagine” (71) marcaban la entrada en una nueva década, pero también en una nueva dimensión para el artista: la de la influencia maldita o no de Yoko Ono, la de sus rencillas con McCartney, la de su nueva visión al otro lado del charco, la de su obsesión de manos blancas por la paz. En sus dos primeros discos aún se puede respirar una brizna de aire beatlesiano, pero sus canciones apuntan todavía más lejos: a un universo musical lleno de lazos y de anclas, a un deseo por alcanzar un más allá vetado hasta la fecha. Y decir más allá no significa mencionar su triste e injusto final, fatal contribución a la elevación inminente a mito. Se trata de hablar de un más allá sonoro, de canciones en estado puro, de la materialización de un aprendizaje lento y concienzudo. Con historias propias, sin tomar a préstamo ni una nota ni una palabra, todo de un puño y letra inspiradísimo y al fin libre.
Navegar por estos dos álbumes es una vuelta al mundo en toda regla. Al mundo de la música. Al mundo de la Humanidad. El rock, el country, las sinfonías, el blues y el folk. La desnudez y la epopeya. Todos esos mensajes (sobre la paz, sobre el amor, sobre el rencor, sobre la condición débil del ser humano) codificados con firmeza para un alunizaje auditivo. De “Imagine” (la canción) todos sabemos todo: ha sonado millones de veces en nuestras cabezas, en nuestras radios y televisores. Y “Jealous Guy” puede que esté entre las canciones más bellas, más brillantes, conmovedoras y tristes de la historia del pop. Sin embargo, en estos dos discos hay más, mucho más, pequeñas joyas escondidas o semi-recónditas. En ellos se encuentran dos temas de amor sinceros y nada obvios, pese a sus simples títulos: “Love” y “Oh My Love”. Hay arrebatos de blues de cloaca con guitarras chirriantes, en “It´s So Hard”, “I Found Out”, “Well Well Well” o ese espectacular himno antibelicista llamado “I Don´t Wanna Be a Soldier, Mama”. Hay un divertido corchete imaginario entre John Fogerty y el cabaret en “Crippled Inside”. Hay folk con mensaje, lívido en la forma y explosivo en el fondo, en “Working Class Hero” y “Look at Me”. Y también hay una pizca de soul dulzón (“Hold On”), alusiones pop a la musa (“Oh Yoko!") y otras tantas cosas más.
Lennon también se permitía construir viaductos para sus frustraciones e insurrecciones. La terrible “Mother” ponen al raso la soledad de su infancia: su inicio con campanas fúnebres y el doloroso delirio final (“mama don´t go, daddy come home”) dejan un nudo en la garganta. La breve nana “My Mummy´s Dead” vuelve a lo mismo con pena (“I can´t explain so much pain”). “How Do You Sleep?” pretendía ser una venganza encubierta contra Paul McCartney, en su fase más belicosa de diferencias mútuas. En “God” se revela como apóstata en una larga retahíla de renegativas que deja la piel en carne viva, hagamos un resumen: “I don´t believe in Bible, I don´t believe in Tarot, I don´t believe in Hitler, I don´t believe in Jesus, I don´t believe in Kennedy, I don´t believe in Buddha (…) I don´t believe in Elvis, I don´t believe in Zimmerman, I don´t believe in Beatles, I just believe in me… and this reality”. Sin pelos en la lengua.
En definitiva, “John Lennon/Plastic Ono Band” e “Imagine” son todo un mundo. Quizá porque su autor también lo era. Mucho más que una cara delgada con gafas redondas. Mucho más que un rebelde agitador, sospechoso de conspiración. Mucho más que un simple ex Beatles. John Lennon era lo que a muchos en muchos aspectos nos gustaría poder ser. Y decía lo que a muchos en muchos aspectos nos gustaría poder decir. Pero, ¿a quién le importará lo que digamos cuarenta años después?.
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