09 enero 2010

REPORTAJES

CIERRE 2009: DISCOS OLVIDADOS.

El año del folk.

Echando un vistazo a los discos guardados en la mochila de 2009, se llega a una conclusión evidente: que el oído se hace más viejo a la vez que uno crece. Que las vanguardias y los experimentos cada vez impresionan menos. Que las cosas saben mejor al paladar cuanto más sencillas. Que no hace falta ser un músico moderno para ser un buen músico. Y reincidiendo en lo dicho en aquel artículo de 11 de septiembre a propósito del álbum de Bowerbirds: que volvemos a lo primitivo, al big bang, al principio de todo. Como siempre, en 2009 hubo cantidad de discos estimables (otros no tanto) que no cupieron en el espacio ni en el tiempo. Merecedores algunos de una nueva escucha, hay que recuperarlos, reseñarlos, hacerles un pequeño hueco. Igual que pasa la vida, así pasa la música. Igual que guardamos las fotos y recuerdos de la vida, guardemos las fotos y recuerdos de la música. Porque al fin y al cabo la música es la banda sonora de la vida. Porque al fin y al cabo la música es la vida.

AIR. Love 2.
Los franceses empezaron siendo un juego estimulante para la mente y el oído. Con el tiempo el juego ha perdido interés: las reglas ya están claras, los trucos se conocen y se gana la partida con demasiada facilidad. Pese a ello, Air siguen sonando a Air, y “Love 2” atestigua ese sonido con copyright propio. “Be a Bee”, “Missing the Light of the Day” y “Tropical Disease” forman una excitante burbuja en la que encerrarse un rato, nivel solo recuperado con la llegada de “Eat My Beat”. Incidiendo más en la instrumentación y vagueando en tareas líricas, la moraleja vuelve a ser la misma: agradables pero inofensivos.

ALELA DIANE. To Be Still.
Como Joan Baez en los 60, Alela tiene el poder: el poder de hipnotizar con esa voz preñada de hermosura y profundidad; con esos versos evocadores, poesía de categoría; con esa pureza innata, increíblemente madurada en veinte y pocos años de nada. “To Be Still” es de esos álbumes que se quedan tatuados en la piel con cada escucha; de esos que acompañan, que acunan, que planchan las arrugas de la mente. Melodías con olor a mueble viejo, vestidas con violines, banjos y pedal steel. “White As Diamonds”, “To Be Still”, “The Alder Trees”, “My Brambles” y “The Ocean”, difícilmente superables, son todo un remanente de dignidad para una artista atemporal y adimensional, coronada con este disco como diosa del Olimpo folk.

BENJAMIN BIOLAY. La Superbe.
Disco tras disco (ya van seis), el galo se va abonando al más difícil todavía. “La Superbe” podría entenderse como un ejercicio supino de soberbia, si no fuera porque él mismo lo desmiente con sinceridad: 23 canciones llenas de ampulosidad y, a ratos, extravagancia. Todo surge de la casualidad, sin premeditación. En tan amplia exposición vuelve a caber de todo: pop, chanson, jazz, hip-hop, easy-listening, electro y algo de soul, recetas cocinadas a fuego lento, con muchos ingredientes, con orquestas y sintetizadores dándose la mano en inédita armonía. Hay momentos especiales (“Août”, “Miss Catastrophe”, “Sans Viser Personne”, “Prenons Le Large”, “Lyon Presque´île”), pero a veces la calidad es mejor que la cantidad. Contra la opinión general.

CASS McCOMBS. Catacombs.
Tras el estimable “Dropping the Writ” (2007), el esquivo Cass se confirma como un nuevo y pequeño Robyn Hitchcock en esta entrega. Un fascinante viaje temático con parada en áreas de descanso fabulosas: Elvis Presley, Buddy Holly, The Everly Brothers, John Lennon, James Taylor o Arlo Guthrie. Todo transcurre a cámara lenta y bajo una brisa de carretera. Los puentes exhibicionistas de “Dreams-Come-True-Girl” y “Harmonia” sumergen los sentidos en acuosos flash-back. Los compases embriagadores de “Don´t Vote” y “Lionkiller Got Married” marcan el ritmo del pulso en la yugular. Otro clásico moderno que sumar a la legión.

CONDO FUCKS. Fuckbook.
Condo Fucks son como Spinal Tap: existen pero no existen. En realidad no es más que la penúltima broma de tres viejos coleguillas: Ira, Georgia y James. Atracón de lo-fi de andar por casa, epopeya garajera grabada del tirón y sobre la marcha. El resultado es tan embarazoso para el oído como mágico para los pies. The Small Faces, The Troggs, Richard Hell, The Flamin´ Groovies o Slade ponen sus armas en manos de los civiles, y “What´cha Gonna Do About It”, “With a Girl Like You”, “The Kid with the Replaceable Head”, “Dog Meat” o “Gudbuy T´Jane” se revelan hechas a la medida de ellos. O ellos a la medida de ellas. Otro puñado de versiones y otra extravagancia friki que añadir a su currículo.

DAYNA KURTZ. American Standard.
Nunca un disco respondió a su título con tanta fidelidad; estamos ante un auténtico estándar americano, un suculento banquete para los hijos del delta, para los amantes del blues. Nunca del todo bien ponderada, Dayna es actualmente la voz femenina de América. De la América profunda, de la América pionera. Esa intensa voz, que cada vez teletransporta más a Nina Simone, se hace preclara y única en “You Fine Girl”, sin apenas acompañamiento. De blues tan conmovedores como “Billboard for Jesus” o “Hanging with my Boy” (versión de Sonny Burguess) que opinen los entendidos. El broche lo pone la mejor, “Election Day”, con festivos vientos de Nueva Orleans (allí mismo se grabó), dejando un sabor de boca intenso y el reconocimiento para otro monstruo en la sombra.

ELVIS PERKINS IN DEARLAND. Doomsday EP.
Sin premeditación ni alevosía, nunca hubo lugar para un Ep en este blog. Es hora de cambiar las tornas: éste lo merece. Lo a priori imposible se ha hecho realidad: la historia entera de la música americana concentrada en apenas 20 minutos. Entre las dos versiones de “Doomsday” (la versión verbenera y su concepción soul original), todo un mundo de posibilidades. Rock reminiscente, folk fantasmal, gospel y country, con indudable sabor a taberna, a baja fidelidad y a improvisación. Cosechando en tierras propias y rescatando salvas ancestrales, reconstruyendo, restaurando y revisando como diestros anticuarios para la ocasión. Y qué ocasión. Otro punto para el talentoso Elvis y su magnífica dixie band.

JEREMY JAY. Slow Dance.
Dejando a un lado el rol de crooner, el bueno de Jeremy se pasa a animador sociocultural en este demoledor segundo round. Disco vírico donde los haya, con “Gallup” y sus aromas a Joy Division en medio de un western como colmo contagioso. Los sintetizadores toman el poder, impregnando descaradamente el ambiente de años 80. Aunque también es posible viajar algunas décadas más atrás, como sucede en “Winter Wonder” o “Slow Dance 2”. Increíble alcanzar un nivel tan estratosférico con esa economía de recursos. Lo que se dice un músico con las ideas claras.

KINGS OF CONVENIENCE. Declaration of Dependence.
Con discos como éste, Erlend Oye y Eirik Glambek Boe se van ganado a pulso la etiqueta de Simon & Garfunkel contemporáneos. Es lo de siempre: pop acústico con suaves pinceladas de jazz y bossa-nova, sin aditivos ni conservantes, sin apenas ruido y sin una percusión que echarse al oído. Pese a la simpleza, es difícil resistirse a la intimidad folk de “24 to 25” o “Power of Not Knowing” o mantener la inercia mientras “Boat Behind” y “Rule My World” te soplan en la cara. El abrazo de sus bonitas voces contribuye a proteger la balsa de aceite, aunque el mensaje sea a ratos demasiado naif.

KURT VILE. Childish Prodigy.
Es lo que tienen los festivales: que gracias a ellos, por casualidad o curiosidad, acabas sucumbiendo a pelotazos como éste. El intrépido Kurt Vile, en su debú para Matador, firma un trabajo deslumbrante, revelándose como ladrón de guante blanco de credenciales ajenas. Recortes de The Velvet Underground, Tom Petty, Frank Zappa, Crazy Horse o Bob Dylan, llevados a su terreno y amalgamados en una experiencia de rock, blues, psicodelia y folk que no deja indiferente. Canciones brumosas y aerostáticas (“Freak Train”), de insultante soltura místico-acústica (“Overnite Religion”, “Blackberry Song”) o con fuerte sabor a clásico (“Hunchback”, “Amplifier”), con beats casuales, saxos y armónicas desenfocadas para borrar los límites y dibujar marcas de sangre. Tan bueno o casi mejor que su centro de actividades sociales, The War on Drugs.

NEIL YOUNG. Fork in the Road.
Como en sus mejores tiempos (los de “Ragged Glory” o “Rust Never Sleeps”, por ejemplo), el abuelo desenfunda la eléctrica, empuña, apunta y dispara una fogatina espeluznante. Imparte incontestables lecciones de rock´n´roll en “When Worlds Collide”, “Johnny Magic” y “Fork in the Road”. Muestra sin pudor sus tatuajes de blues en “Get Behind the Wheel” y “Hit the Road”. Despliega su poderoso arsenal melódico en “Just Singing a Song” y “Off the Road”. Todo bajo el mensaje subliminal de la sostenibilidad, esa cosa de la que todo el mundo habla pero que nadie se cree. Aunque cuando Neil abre la boca, es imposible no responder amén. No hay quien le tosa.

PATRICK WATSON. Wooden Arms.
“Close to Paradise” (2007) era tan rematadamente bueno que hacer algo similar se antojaba difícil y hacer algo mejor una utopía. Al contrario que aquel, este no es un disco de canciones, más bien de conceptos, de instantes que se atrapan con un cazamariposas al vuelo: las bizarras percusiones de “Tracy´s Waters”, el piano de “Wooden Arms”, las guitarras de “Traveling Salesman”, los pizzicatos de “Where The Wild Things Are”… El canadiense se confirma como un bicho raro, un intrincado cerebrito, absorbiendo de todo y plasmándolo con doblez. Ello hace de su música una apasionante aventura, aunque a veces peque de complicación innecesaria.

PIANO MAGIC. Ovations.
De aquellos paisajes bucólicos y fantasmagóricos de antaño ya no hay rastro. De aquella liturgia que ponía los pelos de punta solo asoma un pequeño esbozo en “A Fond Farewell” y “Exit”. Paulatina y sutilmente, Glen Johnson se ha canteado hacia otros mundos; en concreto, hacia la new wave y el synth-pop de los 80. “The Blue Hour” o “The Faint Horizon” no dejan lugar a dudas. También se permite la licencia de investigar en otras culturas, como se desprende de la arabesca “March of the Atheists”. Y como siempre, ahí está esa canción de bandera, sublime (“You Never Loved This City”), que por sí sola vale todo un disco. Aunque se echa de menos a los Piano Magic del pasado, “Ovations” gana puntos con la perseverancia. No los tiremos todavía a la basura.

PORT O´BRIEN. Threadbare.
La tragedia es el germen del arte. En este caso, la tragedia personal de Cambria Goodwin en pleno periodo de gestación pudo influir en el resultado final de un álbum que pone a los californianos en la cresta de la ola de las bandas folk-rock de su generación. Un atracón de misterio y melancolía, solo abortado por ese cortocircuito power-pop llamado “Leap Year”. Sombríos nubarrones se ciernen en temas como “High Without the Hope”, “Tree Bones” o “Threadbare” (canta Cambria), mientras el sol aparece en “Oslo Campfire”, “Sour Milk/Salt Water” o “Love Me Through” (canta Van). Y la majestuosa “My Will Is Good”, con su imponente redoble, se postula como una de las canciones del año.

THE CAVE SINGERS. Welcome Joy.
El nuevo proyecto de Derek Fudesco nada tiene que ver con los musculosos y escindidos Pretty Girls Make Graves. Aquí lo que prima es el folk, el rock y el country en dosis bien medidas. El equilibrio es matemático en este magnífico “Welcome Joy”. 10 temas con auténtico sabor americano. Desde una muestra folk tan exquisita como “Summer Light”, el excitante punteo de “Leap” y sus vibrantes solos de armónica, la electrizante “At the Cut” con aires de MC5 y compañía o los ecos psicodélicos de la enigmática “Shrine”. Eso es solo el principio; para descubrir el resto solo hay que dejarse llevar. Gran descubrimiento. Gran álbum.

THE SWELL SEASON. Strict Joy.
The Swell Season ya no es el proyecto oportunista de dos amigos para dar sonido a las imágenes: es una auténtica realidad. Glen Hansard y Markéta Irglova forman banda, una banda excelente en directo (vienen en febrero, al loro), con canciones excelentes. En “Strict Joy” no falta la balada romántica marca de la casa (“In These Arms”, “Two Tongues”), pero el registro se expande en variadas direcciones como el soul (“Low Rising”) o el hippy-folk (“Love That Conquers”). Markéta restalla como protagonista absoluta en “Fantasy Man” y “I Have Loved You Wrong”, y sombras del alter ego de Hansard (The Frames) se ciernen en las extraordinarias “The Rain” y “High Horses”.

WOODEN SHIJPS. Dos.
Sí, es lo que tienen los festivales. Ellos fueron otro descubrimiento festivalero en 2009. En este pseudo-Ep disfrazado de larga duración (largas, larguísimas son “Down by the Sea” o “Fallin´”), el cuarteto de San Francisco da un nuevo paso en su lento caminar. La idea es simple y cabezona: machacar el movimiento hasta la saciedad. Ritmos repetitivos, rugosos tapices eléctricos, reverbs a tope y mucho groove. Un viaje al galope que atrapa como un imán y conecta el esqueleto a la corriente. Psicodelia a la vieja usanza.


También pasaron por los oídos de este blog en 2009:

A.A.BONDY “When The Devil´s Loose”; A CERTAIN RATIO “Mind Made Up”; ALASDAIR ROBERTS “Spoils”; ANDREW BIRD “Noble Beast”; ANTONY & THE JOHNSONS “The Crying Light”; BAT FOR LASHES “Two Suns”; BONNIE “PRINCE” BILLY “Beware”; CRYSTAL ANTLERS “Tentacles”; DAVID BYRNE & BRIAN ENO “Everything That Happens Will Happen Today”; DEVENDRA BANHART “What We Will Be”; GOMEZ “A New Tide”; JARVIS COCKER “Further Complications”; JASON LYTLE “Your Truly, The Commuter”; MAGIK MARKERS “Balf Quarry”; MOLINA & JOHNSON “Molina & Johnson”; MOUNT EERIE “Wind´s Poem”; TARA JANE O´NEIL “A Ways Away”; THE ANTLERS “Hospice”; THE BATS “The Guilty Office”; THE BLACK HEART PROCESSION “Six”; THE DRONES “Havilah”; THE RAVEONETTES “In and Out of Control”; THE SOUNDTRACK OF OUR LIVES “Communion”; THE WHITEST BOY ALIVE “Rules”; VIC CHESNUTT “At the Cut”.

1 comentario:

Juan Ra dijo...

Ni que decir que me gustaría mucho tener esos discos. Yo también te tengo algo preparado. Un saludo