11 septiembre 2009

DISCOS

BOWERBIRDS. Upper Air.

Un regalo para los oídos.

Hace poco escuchaba una interesante teoría de boca de David Bowie: en pleno siglo XXI, cuando ya no sepamos qué hacer con tanta tecnología, acabaremos volviendo hacia atrás, golpeando grandes pedazos de madera. Esto surgió en una entrevista, hace ya algunos años. Y es bien real lo que plantea: ¿qué ser humano es capaz de soportar tan tremebunda oleada de información?, ¿qué persona de carne y hueso quedará indemne al bombardeo de las luces, los iconos y las teclas?. El mundo se está convirtiendo en ceros y unos, y nosotros en meros procesadores de datos. La deshumanización de la raza es un hecho tan tangible que asusta, así que quizá haya llegado el momento de volver a la madera. Quizá inconscientemente ya está en marcha ese proceso; volvemos al pasado, a la pureza. El proceso pasa por apreciar las cosas más sencillas de la vida, las que tenemos frente a nuestras narices día a día, las que se nos dan gratis, sin pedir cuentas. En la música nos preguntamos por qué ese resurgimiento de lo antiguo, por qué hasta los noveles se despojan de arquitecturas rimbombantes para lanzarse al espacio de lo natural. La madera, señores, la madera. El proceso está en curso, y por eso Bowerbirds hacen tanto bien al oído: porque en sus canciones no hay códigos ni claves, cyborgs ni redes, solo sol y aire. Sí, estoy en plena regresión: bendita panda de nuevos folkies, benditos Alela Diane, Elvis Perkins o Fleet Foxes, y benditos estos maravillosos Bowerbirds.

Upper Air” (2009) es el segundo trabajo de un trío nacido entre la flora y la fauna, tras el bonito aunque a ratos adormecedor “Hymns for a Dark Horse” (2007). Un disco para beberlo a sorbitos, para degustar con fruición, paladeando cada nota y frase como si fuera el único alimento del día. La reconfortante voz de Phil Moore y su guitarra acústica son la médula espinal de todas las canciones. Algunas muestran su desnudez sin pudor (“Silver Cloud”, “Bright Future”), otras se visten con cuidadosos adornos de piano (“House of Diamonds”, “Crooked Lust”) o acordeón (“Teeth”, “Beneath Your Tree”, “Chimes”), pero todas tienen la misma fuerza bruta: el poder de rellenar el vacío, y por qué no, de hacer llorar a moco tendido. Y luego están las letras, preciosos alegatos librepensadores y naturistas. Lo único que se echa de menos es más protagonismo para Beth Tacular: ¿por qué no algún otro dúo aparte del bordado en “Beneth Your Tree”?. Seamos justos: “Upper Air” lo tiene todo sin tener gran cosa y la frugalidad se agradece. La escultural “Ghost Life”, con su estribillo ahorrativo en palabras, proclama la combinación de modestia y grandeza más valiosa del año. Frente a las vacas flacas, medidas de austeridad. Pero de verdad.

www.bowerbirds.org

www.myspace.com/bowerbirds


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