CONCIERTOS
SUMMERCASE 2008
Por obra y gracia de Nick Cave.
No me gusta la guerra de festivales. No me gustan los negocios sucios, ni el modus operandi imperialista. No me gusta mucho lo que se dice de Sinnamon ni las chorradas que dicen los de Sinnamon. Pero me gusta la música y me gustan, con sus pros y contras, los festivales. Energía para todo un año. Así que de vez en cuando no tienes más remedio que tragarte tus principios y dejarte embaucar. Mea parte de culpa. La otra parte la tiene Nick Cave. Dije que este verano solo iría al festival en el que él estuviera, formato Bad Seeds o Grinderman indiferente, y los principios musicales casi siempre se comen a los morales.
Y mira tú por dónde, gracias al australiano acabo de vivir un fin de semana de los que dejan huella; amén de su espectáculo salvaje, puede decirse que en general la edición del tercer Summercase ha sido gloriosa. Claro que cada cual lo ve a su manera, pero este blog es mío, así que yo digo: qué dos días de vértigo. Desde el primer momento del viernes hasta el último del sábado, el corazón latió fuerte, los pies reventaron, se activaron mil recuerdos y desaparecieron las penas. THIS IS MUSIC.
Eso sí, ya se sabe lo que es Boadilla: el mismo pedregal sahariano de siempre (¿mejora de infraestructuras?). Aunque el menor número de asistentes ha dado lugar a ninguna cola, cero agobios y una inusitada comodidad frente al artista. Del Metro Ligero mejor no hablemos.
VIERNES
PETER VON POEHL: Tras una interminable sesión de afinación que retrasó el concierto más de media hora (por culpa de un bajo perdido), el sueco se presentó ante no más de treinta personas para encandilar, creciendo como la espuma. Tiernas baladas al principio (“Travelers”, “The Story of the Impossible” o la emocionante “Scorpion Grass”), rock elegante con brotes de soul y jazz al final. “Lost in Space” coronó un show brevísimo pero de exquisito buen gusto. Un gran trovador en la sombra.
THE BREEDERS: ¿Quién dijo Pixies?. Las hermanas Deal tienen canciones para dar y tomar. Tocaron y se lo pasaron cojonudamente. Pero “Cannonball” fue su crucifixión; desbandada general con el último acorde. Rompo una lanza a favor del criticado “Mountain Battles” (2008); “Bang On”, “Walk It Off” y “Night of Joy” no son baratijas, lucieron entre perlitas de otras épocas. Claro que cuando suenan “Divine Hammer” y “I Just Wanna Get Along” los pelos se ponen como escarpias. Buen rollito y rock´n´roll.
THE STRANGLERS: Totalmente en forma. La esperadísima actuación de los británicos fue un repaso ejemplar a treinta años de carrera. Solo faltó “96 Tears”, pero con un tiempo tan tasado (cincuenta minutillos de nada) la cosa dio de sí como para hacer el punky con “Peaches” y “Something Better Change”, alucinar en technicolor con los humos de órgano de “Golden Brown” y “Walk on By”, ponerse romaticón con “Skin Deep”, “Always the Sun” o “Strange Little Girl”, y brincar como una cabra con “All Day and All of the Night” y “No More Heroes”. Enormes.
MOGWAI: No es exagerado decirlo: “Young Team” (97) marcó una era, un estilo y un camino a seguir. Por eso el momento era sagrado, casi místico. Ya se sabe de lo que son capaces los de Glasgow: de hipnotizar y ensordecer. Bordaron su disco de debú, que sonó tal cual pero que no sonó igual. Sonó madurado y macerado: caldo gran reserva del post-rock. “Like Herod”, “Tracy”, “Summer” y “Mogwai Fear Satan” son canciones todopoderosas y dignísimas de un brillante homenaje. Homenaje en el que, por supuesto, no podía faltar Aidan Moffat.
THE RAVEONETTES: Si hay que atribuirles algún mérito, es el de saber reproducir en directo ese sonido tan retro de sus discos. Pero no son lo mismo que antes. Se han acomodado en lo alto del escalafón y han dejado de lado aquella vena punk tan excitante. El nuevo papel de Sharin Fo quedó por momentos en entredicho, por apático y simplón. Toma, porque no era ella sino su idéntica hermana. Pese a todo, “That Great Love Sound”, “You Want the Candy” y “Attack of the Ghost Riders” fueron disfrutables.
FOALS: Previo a las leches que, según cuentan por ahí, se dieron con John Lydon en Barcelona, Foals llegaron íntegros a Boadilla. Cruce extraño entre Talking Heads, The Clash y A Certain Ratio, lo mejor del show está en verlos en acción. Espasmódicos, acelerados y desordenados, con guitarras como saltamontes y micrófonos en constante peligro. Hay canciones interesantes y otras muy prescindibles. Para bailar un rato y bostezar a continuación.
SÁBADO
EDWYN COLLINS: Sin duda, el concierto más conmovedor del festival. Tras la hemiplejía sufrida hace un tiempo y todavía con graves secuelas, el escocés estuvo ahí para demostrarnos que la música es su vida y que no la piensa abandonar. Su selección rindió tributo a toda una carrera (Orange Juice incluidos) en su faceta más country-blues, y piezas como “Falling and Laughing”, “What Presence?”, “You´ll Never Know (My Love)”, “Rip It Up” o “One Track Mind” robaron los corazones de una audiencia con la fibra tocada. El cierre con “A Girl Like You” fue toda una celebración (del público, de los técnicos, de los seguratas, de la propia banda) en gratitud por semejante lección de humanidad. Para llorar de emoción.
GRINDERMAN: Por ser el tótem del festival, había que estar bien delante, sentir el peligro. Nick no falla, y lo mismo da el traje que lo vista o el nombre que lo esconda. Híbrido entre turbulencia y sofisticación, Grinderman es un mastodóntico volcán vomitando lava hirviendo. Una máquina de hacer sangre en la que todos cuentan, especialmente un Warren Ellis de técnica brutal y cavernícola que está devorando poco a poco a todas las demás semillas. Tocó el bazouki, la Mandocaster, las maracas, el loop, reventó los platillos y el arco del violín, y la única pena fue que su micro no tuviera volumen. Un auténtico monstruo, capaz de hacer seria sombra al jefe. Y el jefe parece ser feliz ventilando su lado primitivo: estuvo simpático e histriónico, sudó la camisa con ganas y sacó lo mejor de lo más profundo de esa garganta atroz. “Depth Charge Ethel”, “Get It On” y “Honey Bee” redujeron los tímpanos a picadillo; “Electric Alice”, “Grinderman” y “When My Love Comes Down” humearon como restos de un bombardeo; “No Pussy Blues” fue el esperado festín caníbal de descargas y alaridos; y “Love Bomb” apuntaló la faena de unos músicos que viajan a años luz de casi todos. Inalcanzables.
INTERPOL: A contracorriente, como siempre. No convencieron a nadie, salvo a mí. Cierto es que el volumen y la ecualización fallaron estrepitosamente, pero la refinada puesta en escena y la oscuridad de las canciones tuvieron un efecto de lo más seductor, por no hablar de la mirada de Paul Banks a través de las pantallas. Hubo momentos para enmarcar, como la impagable suspensión de “Lighthouse”, seguida de esa joya de nombre “Not Even Jail”. Y aunque la cagaran en “Obstacle #1” teniendo que empezar de nuevo (fallo de principiantes), hasta me hizo ilusión escucharla una vez y media. ¿Efecto cubatas o efecto Grinderman?.
THE VERVE: Jesús, qué regreso. No tardaron ni medio minuto en despejar las lógicas dudas, el comienzo con “This Is Music” fue devastador. Todo el concierto lo fue. Un Richard Ashcroft enérgico, carismático y motivado a más no poder, convertido en mesías de una rentreé apoteósica y no esperada. No faltaron “Sonnet”, “Life´s an Ocean”, “Drugs Don´t Work” o “Lucky Man”, con sus consiguientes efectos narcotizantes y reminiscentes. El space-rock ataca de nuevo (con permiso de Jason Pierce). “Bittersweet Symphony”, sin palabras. Hay emociones que se ensucian al tratar de darles forma. Y ese colosal cierre con la nueva “Love Is Noise” hace desear con ansia el cercano “Forth”. Tras una exhibición de tal calibre, solo hay que rezar para que la cosa dure. Bendita resurrección.
PRIMAL SCREAM: Tras haberlos visto ya mil veces, la duda es: ¿hay que empezar a pasar de ellos?. Son tremendos e incendiarios, tienen auténticos hits, pero con cada concierto que pasa la sensación de déjà vu es más grande. Quizá porque siempre insisten en lo mismo (“Jailbird”, “Rocks”, “Shoot Speed Kill Light”, “Movin´On Up”), con la de temas estupendos y olvidados que tienen. Aunque “Beautiful Future” (2008) es un cajón de sastre de lo más curioso, vuelven a darle al rock´n´roll. Y ya está demostrado que lo ganan todo cuando se ponen electrónicos (a “Swastika Eyes” me remito). A pesar de todo y aun con Bobby más sobrio de lo habitual, tienen la capacidad innata de divertir un huevo.
PDT: Los dos revivals sonados del festival solo fueron vistos de reojo, pero la sensación fue muy positiva. Los Sex Pistols lo dieron todo (mis fuentes allí presentes lo confirman), aunque chupas y cadenas hayan dejado paso a blusones y bombachos, y el mensaje ya no tenga ningún sentido. En el caso de Blondie, el buen estado de forma y voz de Debbie Harry sorprendió, y la peña se desmelenó frente a la gran bola de espejos que colgaba del escenario. Antes muertos que sencillos.
Ahora solo me falta que alguien me cuente lo que hicieron Spiritualized, My Bloody Valentine, The Brian Jonestown Massacre y American Music Club en el FIB. No se puede estar en todo.
Crónica dedicada a Super Clara, que me tuvo que "aguantar" los dos días
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3 comentarios:
como siempre estupenda critica. sigue asi.
me estoy dando cuenta que soy un analfabeto musical.
aunque yo prefiero a barricada marea, los suaves.
bueno besos
Yo estuve en el Saturday Night Fiber, sobretodo por My Bloody Valentine. Vi a Siouxie que se conserva muy elástica y así se lo demostró al público. Sonaron muy potentes con sus nuevas canciones y hubo geniales guiños al pasado (Happy House, Christine, Dear Prudence).
Morrissey es un showman y la banda con que se acompañó, bastante buena y conjuntada, dotó a su sonido de un aire un tanto más moderno y con toques ruidistas y experimentales.
Y My Bloody Valentine fueron la rererepera. Soy un fan nº 1 de ellos y no me los podía perder. A pesar de la, al menos en mi opinión, frialdad entre ellos y con el público, mereció la pena por lo actual de su propuesta. Además es en directo donde la obra de MBV puede alcanzar unas cotas extraordinarias, como en la parte central de "You Made Me Realise" ese maremagnum sonico que sonaba a motor de avión despegando. Se notaba que Kevin Shields miraba al público buscando su reacción, si no veía a demasiada gente con los oídos tapados subía el volumen y/o añadía una nueva capa de distorsión. Lo bueno es que luego, tras el intermedio de tormenta eléctrica, cuando vuelve la melodía ésta se mezcla con el zumbido que se te queda en los oídos y es una sensación que nunca había podido experimentar escuchando los conciertos pirata de finales de los 80 y principios de los 90 que pululan por la red.
Hot Chip: su música es variada en cuanto que cada una de sus canciones está formada por diversas piezas diferentes entre sí, parecen minicanciones unidas entre sí. Tenían un par de temas con estribillos buenos, de esos repetitivos. El público en general se le veía enganchado, yo prefiero escucharles en estudio para decantarme
Luego Mika, un show multicolor, con multitud de serpentinas, cañones expulsando confettis, globos gigantes repartidos entre el público, muñeco hinchado gigante, y muchos colores, mezclado con coristas y percusiones exóticas (lo mejor del concierto yo creo). Tiene un par de canciones buenas y su música es pegadiza aunque no llega a cotas de talento como p. ejem. las de Astrud o La Casa Azul (por poner dos ejemplos nacionales). Eso sí, su concierto hay que reconocer que fue un espectáculo.
Antonio: mil gracias por tus comentarios en general, y en particular por esta magnífica crónica del Saturday Night Fiber. MBV ha sido una de las espinitas que no he podido sacarme este verano, porque como ya se sabe, una no tiene el don de la ubicuidad.
Me alegra un montón ver que hay gente afín al blog, así que te repito: gracias por colaborar y hacer que éste sea mucho más interesante.
Un saludo, y a ver cuando nos echamos una cerveza en el Heartbreak!
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