DISCOS
El síndrome de Estocolmo.
A los lectores intrigados: este blog se llama “Curtains” en homenaje a esa gran obra de los Tindersticks; era la música que sonaba sin parar en el momento crucial de poner en marcha el pasatiempo. Y aclarado el asunto, cabe hablar de la nueva etapa de los de Nottingham, reducidos a trío tras la deserción de Hinchliffe, Macaulay y Colwill. Después de meterse en algún que otro charco con “Waiting for the Moon” (2003) y de irregulares aventuras solistas, Stuart Staples, David Boulter y Neil Fraser han decidido desafiar al olvido, y he aquí el resultado. Lejos de un retorno grandilocuente, “The Hungry Saw” (2008) es un paso silencioso, como si las suelas se hubieran desgastado tras pisar con tanto brío en el pasado. Por momentos se repiten; “The Flicker of a Little Girl”, “The Hungry Saw” y “Boobar” tienen su inequívoco alter ego en algún rincón de la discografía anterior. Una novedad: no hay voz femenina que haga sombra a la de Staples en todo el disco. Una recuperación: los instrumentales, con tres joyas de corte europeo como “Intro”, “E Type” y “The Organist Entertains”. Pese a la modestia con que reaparecen y a la relajación innovadora, aún tienen la capacidad innata de acomplejar, como ocurre en “Yesterday Tomorrows”, “All the Love” y “The Turns We Took”. Y ni que decir tiene que su concierto en el Primavera Sound 2008 será un rito de obligatorio cumplimiento. Sin el violín de Dickon nada es lo mismo, pero el caballero de la triste voz y figura siempre contará con el beneplácito de una servidora. Otro caso del clásico síndrome de Estocolmo.
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