DISCOS
INTERPOL. Our Love to Admire.
Batalla contra la sombra.
Ay, el título del álbum da mala espina… “Antics” (2004) ya nos dejó en territorio neutral y lejos quedan los tiempos en los que, desconocedores de su pose y aspecto, alucinábamos con “Turn on the Bright Lights” (2002), las guitarras nos hipnotizaban y la voz de Paul Banks abría túneles gigantescos hacia la cueva de Joy Division. Debemos demasiado a aquel debú. Por eso hay que darles otra oportunidad. Primera escucha: mayor preocupación por conservar el peinado intacto y la chaqueta sin arrugas que por innovar. Suenan demasiado de libro, y se empeñan en refugiarse en una habitación sin ventanas abiertas a estímulos, regurgitando el mismo recurso y la misma idea hasta el aburrimiento. Solo “All Fired Up” merece la pena. Segunda escucha: bueno, no está tan mal. Al menos superan a sus símiles coetáneos (dígase Editors, por ejemplo) en algo más de dos cabezas. “Pioneer to the Falls” es un arranque decente y solemne y “Lighthouse” un cierre atrevido y valiente. Se adivina una melódica, un piano, cosas nuevas. Aunque algunos episodios merecen ir directos a la papelera de reciclaje, como “The Heinrich Maneuver” (¿quién tuvo la nefasta idea de escogerla como primer single?), “Pace is the Trick” o “Who Do You Think?”. Y “All Fired Up” sigue siendo la mejor. Tercera escucha: finalmente, es correcto, aunque no pluscuamperfecto. Crea una extraña empatía, tejiendo redes invisibles que atrapan la indiferencia y la moldean a su antojo. Deben ser esas guitarras tan (como dicen los listos y los que viven de esto) “shoegazer”. “Mammoth” y “Rest my Chemistry” ingresan definitivamente en el club de las buenas. Pero ninguna desbanca a la número uno: “All Fired Up”. Pese a mantener el tipo, la sombra del primero es demasiado alargada y demasiado negra. “Turn on the Bright Lights” forever.
www.interpolnyc.com
Batalla contra la sombra.
Ay, el título del álbum da mala espina… “Antics” (2004) ya nos dejó en territorio neutral y lejos quedan los tiempos en los que, desconocedores de su pose y aspecto, alucinábamos con “Turn on the Bright Lights” (2002), las guitarras nos hipnotizaban y la voz de Paul Banks abría túneles gigantescos hacia la cueva de Joy Division. Debemos demasiado a aquel debú. Por eso hay que darles otra oportunidad. Primera escucha: mayor preocupación por conservar el peinado intacto y la chaqueta sin arrugas que por innovar. Suenan demasiado de libro, y se empeñan en refugiarse en una habitación sin ventanas abiertas a estímulos, regurgitando el mismo recurso y la misma idea hasta el aburrimiento. Solo “All Fired Up” merece la pena. Segunda escucha: bueno, no está tan mal. Al menos superan a sus símiles coetáneos (dígase Editors, por ejemplo) en algo más de dos cabezas. “Pioneer to the Falls” es un arranque decente y solemne y “Lighthouse” un cierre atrevido y valiente. Se adivina una melódica, un piano, cosas nuevas. Aunque algunos episodios merecen ir directos a la papelera de reciclaje, como “The Heinrich Maneuver” (¿quién tuvo la nefasta idea de escogerla como primer single?), “Pace is the Trick” o “Who Do You Think?”. Y “All Fired Up” sigue siendo la mejor. Tercera escucha: finalmente, es correcto, aunque no pluscuamperfecto. Crea una extraña empatía, tejiendo redes invisibles que atrapan la indiferencia y la moldean a su antojo. Deben ser esas guitarras tan (como dicen los listos y los que viven de esto) “shoegazer”. “Mammoth” y “Rest my Chemistry” ingresan definitivamente en el club de las buenas. Pero ninguna desbanca a la número uno: “All Fired Up”. Pese a mantener el tipo, la sombra del primero es demasiado alargada y demasiado negra. “Turn on the Bright Lights” forever.
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