YO LA TENGO. Madrid. La Riviera. 2-12-2006.
22 años después.
“Hoy es 2 de diciembre de 2006” empezaba diciendo Ira nada más pisar el escenario. Y sutilmente explicaba que tal día como ese, pero de 1984, la máquina de Hoboken empezaba a carburar. Coincidencia casual y crucial. Ha llovido desde entonces, pero ellos siguen siendo esa gente corriente, campechana y educada que después de un show agotador aún tiene tiempo de regalar autógrafos, sonrisas y conversaciones a los fans. Qué grandes.
El aniversario de su primer directo se saldó con la alta puntuación que acostumbran. Aunque el inconveniente de haberlos visto a menudo en los tiempos recientes (si se le puede llamar inconveniente, carajo) es que las sorpresas son menores. Sin embargo, siempre tienen unos cuantos ases escondidos debajo de la manga y esta vez los jugaron en las tres tandas de bises: versiones y préstamos (“A House Is Not a Motel” de Love y “Rocks Off” de los Rolling Stones), atentas improvisaciones a petición popular (“You Can Have It All” cocinada a base de percusiones o la espectacular “Emulsified” de Rex Garvin), cameos entrañables (ese aprendiz de Curro Savoy en “My Little Corner of the World”), tiernas estampas country (“Griselda”) y cómo no, “Sugarcube”, digna representante de los clásicos de siempre que, por cierto, escasearon (cosa que no ocurrió en Barcelona, ¿por qué?).
En cuanto al grueso del concierto, algo similar a lo ocurrido el pasado junio en el Primavera Sound. Mucha cancha a las nuevas canciones (aunque ahora ya resultan familiares) y unos cuantos guiños al pasado. “Stockholm Syndrome” y “Tom Courtenay” son sagradas. “Tears Are In Your Eyes” puso la primera gota de cloroformo y “The Pain of Pain” vino a refrescar la memoria de aquel histórico concierto de hace 22 años. Entre tanto, el mundo de Yo La Tengo se divide en dos hemisferios: el ultrasónico y el crepuscular. En el primero, la guitarra es el gobernante único, y los ritmos de James y Georgia no tienen más salida que capitular a la dictadura de la distorsión. “Pass the Hatchet”, “The Story of Yo La Tango” y “I Heard You Looking” coparon más de un tercio del minutaje total. Larguísimos viajes astrales por galaxias de ruido hasta que el cuerpo aguante (el de Georgia a veces se resiente un poco) o hasta que a Ira le de la gana de tomar tierra. En el otro hemisferio la cosa cambia radicalmente: el volumen se contiene, las teclas sustituyen a las seis cuerdas, se destapa el tarro de la melodía-armonía y el hilo empieza a pendular. “I Feel Like Going Home“ envuelve y conforta, pero “Beanbag Chair”, “Sometimes I Don´t Get You” y “The Weakest Part” son demasiado parecidas para caminar juntas. Aunque claro, después llega “Mr. Tough”, con sus falsetes, su burbujeo, y el tono se recupera al instante.
Y puestos a elegir momentos álgidos, ahí van dos: “I Should Have Been Better” demostró que el tándem vocal Kaplan-MacNew funciona a la perfección, y más al amparo de un Hammond que echa humo; y “Watch Out for Me Ronnie” derivó en una orgía punk de las que hacen época, con revoluciones imposibles, alaridos desbocados y el espíritu de los Ramones sobrevolando cabezas.
En fin, todo elogio es poco. 22 años desafiando a la ciencia infusa del rock and roll, machacando estereotipos y ganándose una fidelidad que no es gratuita. Moraleja: la próxima vez que vengan por aquí pagaremos el precio de otra entrada. Matemático.
22 años después.
“Hoy es 2 de diciembre de 2006” empezaba diciendo Ira nada más pisar el escenario. Y sutilmente explicaba que tal día como ese, pero de 1984, la máquina de Hoboken empezaba a carburar. Coincidencia casual y crucial. Ha llovido desde entonces, pero ellos siguen siendo esa gente corriente, campechana y educada que después de un show agotador aún tiene tiempo de regalar autógrafos, sonrisas y conversaciones a los fans. Qué grandes.
El aniversario de su primer directo se saldó con la alta puntuación que acostumbran. Aunque el inconveniente de haberlos visto a menudo en los tiempos recientes (si se le puede llamar inconveniente, carajo) es que las sorpresas son menores. Sin embargo, siempre tienen unos cuantos ases escondidos debajo de la manga y esta vez los jugaron en las tres tandas de bises: versiones y préstamos (“A House Is Not a Motel” de Love y “Rocks Off” de los Rolling Stones), atentas improvisaciones a petición popular (“You Can Have It All” cocinada a base de percusiones o la espectacular “Emulsified” de Rex Garvin), cameos entrañables (ese aprendiz de Curro Savoy en “My Little Corner of the World”), tiernas estampas country (“Griselda”) y cómo no, “Sugarcube”, digna representante de los clásicos de siempre que, por cierto, escasearon (cosa que no ocurrió en Barcelona, ¿por qué?).
En cuanto al grueso del concierto, algo similar a lo ocurrido el pasado junio en el Primavera Sound. Mucha cancha a las nuevas canciones (aunque ahora ya resultan familiares) y unos cuantos guiños al pasado. “Stockholm Syndrome” y “Tom Courtenay” son sagradas. “Tears Are In Your Eyes” puso la primera gota de cloroformo y “The Pain of Pain” vino a refrescar la memoria de aquel histórico concierto de hace 22 años. Entre tanto, el mundo de Yo La Tengo se divide en dos hemisferios: el ultrasónico y el crepuscular. En el primero, la guitarra es el gobernante único, y los ritmos de James y Georgia no tienen más salida que capitular a la dictadura de la distorsión. “Pass the Hatchet”, “The Story of Yo La Tango” y “I Heard You Looking” coparon más de un tercio del minutaje total. Larguísimos viajes astrales por galaxias de ruido hasta que el cuerpo aguante (el de Georgia a veces se resiente un poco) o hasta que a Ira le de la gana de tomar tierra. En el otro hemisferio la cosa cambia radicalmente: el volumen se contiene, las teclas sustituyen a las seis cuerdas, se destapa el tarro de la melodía-armonía y el hilo empieza a pendular. “I Feel Like Going Home“ envuelve y conforta, pero “Beanbag Chair”, “Sometimes I Don´t Get You” y “The Weakest Part” son demasiado parecidas para caminar juntas. Aunque claro, después llega “Mr. Tough”, con sus falsetes, su burbujeo, y el tono se recupera al instante.
Y puestos a elegir momentos álgidos, ahí van dos: “I Should Have Been Better” demostró que el tándem vocal Kaplan-MacNew funciona a la perfección, y más al amparo de un Hammond que echa humo; y “Watch Out for Me Ronnie” derivó en una orgía punk de las que hacen época, con revoluciones imposibles, alaridos desbocados y el espíritu de los Ramones sobrevolando cabezas.
En fin, todo elogio es poco. 22 años desafiando a la ciencia infusa del rock and roll, machacando estereotipos y ganándose una fidelidad que no es gratuita. Moraleja: la próxima vez que vengan por aquí pagaremos el precio de otra entrada. Matemático.
Los músicos del pueblo: Ira y James en contacto directo y cordial con sus fieles (Georgia también estuvo). Olé.
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