GIANT GIANT SAND. Tucson: A
Country Rock Opera.
Más
cerca de la frontera que nunca.
Mientras ando
investigando los créditos de este disco, plagado de voces familiares y
colaboraciones mil, comienzo a componer una crítica para la que necesito
acumular muchas palabras. Lo de Giant Giant parecía un error de imprenta, pero
no: es que la banda del idolatrado Howe Gelb ha crecido, en número e
intenciones. Lo de “A Country Rock Opera” parecía una broma de las típicas del
de Arizona, pero no: es que este trabajo es una verdadera ópera country-rock,
sea lo que sea eso. El concepto es el siguiente: tipo que está hasta los huevos
de su vida, agarra una bicicleta y se lanza a explorar el desierto. Muy
inspirador; motivos sobrados tengo para hacer lo mismo, aunque montar en bici
no sé muy bien y desierto por aquí cerca no hay ninguno. Es el argumento que
mueve el disco entero, a partir del cual van surgiendo canciones que desprenden
un inusual aroma optimista, una alegría de vivir que se acepta en estos días
como la promesa de un mesías. Necesitamos esperanza. Y eso es lo que Howe
Gelb nos da. Siempre enfundándose en una piel llena de costras, pero con
capota bien articulada para recibir un aire necesario y sanador.
“Tucson: A
Country Rock Opera” (2012) no es moco de pavo: es una hora y pico de
música, 19 canciones que prueban de nuevo la fertilidad y generosidad del bueno
de Gelb. Por ello, hay que tomárselo con calma, como dice mi amigo Nikochan
desde su isla. Y así, con la calma que merece el genio imperfecto que nos
ocupa, la ópera se va haciendo dueña y señora del verano poco a poco. Y mira tú
por dónde, aquí se aprecian unos Giant Sand (perdón, Giant Giant) más
cercanos a la frontera que nunca, y para muestra botones como “Detained”,
“Undiscovered Country”, “The Sun Belongs To You”, “Slag Heap”
o “Hard Morning in a Soft Blur”. Trompetas, acordeones, contrabajo,
pedal steel, un pelín de orquesta acá y allá me hacen acordarme de sus alumnos
Burns y Convertino, que también andan con nuevo disco entre manos. Aunque la
ópera tiene absolutamente de todo, country con sabor a vals en “Wind Blown
Waltz”, country-rock con ritmos trotones en “Lost Love”, “Thing
Like That” o “We Don´t Play Tonight”, azucarillos de soul como “Plane
of Existence” y “Out of the Blue”, hermosas incursiones en el jazz
en “Ready or Not” y “Not The End of The World”, blues en lo-fi a
lo Tom Waits en “Mostly Wrong” y “New River”, una preciosa
delicatessen de piano épico que se llama “Love Comes Over You” e incluso
una cumbia (“Cariñito”) para cortarse las venas. Todo eso sin olvidar
ese espléndido rock and roll entre saguaros que es “Forever and A Day”,
y su frase reina: “good luck suckers, I´m on my way”. Ganas me dan de
cantársela a algunos para mandarlos a la mierda con estilo. Posiblemente lo
haga dentro de no mucho. De momento sigo a lo mío, con mi ópera, la elocuente,
ambiciosa y brillante obra de un músico cada vez más grande (perdón, gigante
gigante).