EDDIE VEDDER. Ukulele Songs.
Eddie al desnudo.
Vaya con el dichoso ukelele, ese manejable retaco de cincuenta centímetros, cuatro cuerdas y exóticas credenciales. Ya era hora de dedicar un disco a este instrumento tan simpático. Con tal homenaje se atreve Eddie Vedder. ¿Quién más podría hacerlo?. Un valiente entre valientes, un hombre sin pudor a la hora de demostrar la desnudez más extrema. “Ukulele Songs” (2001) no tiene trampa ni cartón, es simple como el mecanismo de un chupete. Es pura economía e intimidad, dos escasos protagonistas (las cuerdas del instrumento y la versátil voz de Vedder) y algunos secundarios de lujo (el sutil chelo en “Longing To Belong” y los coros de Chan Marshall y Glenn Hansard). Remontando tópicos y usos comunes, las cuerdas de este pequeño amigo musical se confirman como algo poderoso, superando el límite del mero acompañamiento. ¿Acaso imaginábamos estos sonidos, esta fuerza, esta declaración de independencia?. Un vigor que se impone en la inicial “Can´t Keep” y ya no cesa, con un amplio espectro de tonos y matices.
Con un ukelele se pueden perpetrar varios trucos de magia, como lograr que canciones de corte rock se despojen de sus vestiduras (“Can´t Keep”, “You´re True” o “Light Today”) o acotar las dimensiones en las que se mueven el country y el soul (las cálidas versiones de clásicos como “Sleepless Nights”, “Tonight You Belong To Me”, “More Than You Know” y “Dream A Little Dream of Me”). Aunque lo más fácil acaba siendo cazar al vuelo las más hermosas melodías folk (ejemplos: “Sleeping By Myself”, “Goodbye” o “Satellite”), pues a fin de cuentas el ukelele es un instrumento para el folk: ese folk de sala de estar, de rincón improvisado, de hoguera nocturna. Sí, este es otro disco de folk. Es la voz de su autor solo ante el peligro, expuesta al abucheo y al silbido, al ninguneo o el bostezo. Es la arriesgada atmósfera que circunda al músico introspectivo, el que viaja sin más equipaje que sus verdades y sin más compañía que su instrumento, el que se sienta en una silla para abrir su pensamiento al que quiera leer entre líneas. No es un mundo nuevo para él: ya lo exploró (Sean Penn mediante) en aquel magnífico y cinematográfico “Into The Wild” (2007). Justo en el momento en que Pearl Jam cumplen 20 años, con antologías audiovisuales varias en proceso, su líder demuestra que es posible desmarcarse, reinventarse y liberarse. Y por cierto, bonita portada.
www.pearljam.com
Eddie al desnudo.
Vaya con el dichoso ukelele, ese manejable retaco de cincuenta centímetros, cuatro cuerdas y exóticas credenciales. Ya era hora de dedicar un disco a este instrumento tan simpático. Con tal homenaje se atreve Eddie Vedder. ¿Quién más podría hacerlo?. Un valiente entre valientes, un hombre sin pudor a la hora de demostrar la desnudez más extrema. “Ukulele Songs” (2001) no tiene trampa ni cartón, es simple como el mecanismo de un chupete. Es pura economía e intimidad, dos escasos protagonistas (las cuerdas del instrumento y la versátil voz de Vedder) y algunos secundarios de lujo (el sutil chelo en “Longing To Belong” y los coros de Chan Marshall y Glenn Hansard). Remontando tópicos y usos comunes, las cuerdas de este pequeño amigo musical se confirman como algo poderoso, superando el límite del mero acompañamiento. ¿Acaso imaginábamos estos sonidos, esta fuerza, esta declaración de independencia?. Un vigor que se impone en la inicial “Can´t Keep” y ya no cesa, con un amplio espectro de tonos y matices.
Con un ukelele se pueden perpetrar varios trucos de magia, como lograr que canciones de corte rock se despojen de sus vestiduras (“Can´t Keep”, “You´re True” o “Light Today”) o acotar las dimensiones en las que se mueven el country y el soul (las cálidas versiones de clásicos como “Sleepless Nights”, “Tonight You Belong To Me”, “More Than You Know” y “Dream A Little Dream of Me”). Aunque lo más fácil acaba siendo cazar al vuelo las más hermosas melodías folk (ejemplos: “Sleeping By Myself”, “Goodbye” o “Satellite”), pues a fin de cuentas el ukelele es un instrumento para el folk: ese folk de sala de estar, de rincón improvisado, de hoguera nocturna. Sí, este es otro disco de folk. Es la voz de su autor solo ante el peligro, expuesta al abucheo y al silbido, al ninguneo o el bostezo. Es la arriesgada atmósfera que circunda al músico introspectivo, el que viaja sin más equipaje que sus verdades y sin más compañía que su instrumento, el que se sienta en una silla para abrir su pensamiento al que quiera leer entre líneas. No es un mundo nuevo para él: ya lo exploró (Sean Penn mediante) en aquel magnífico y cinematográfico “Into The Wild” (2007). Justo en el momento en que Pearl Jam cumplen 20 años, con antologías audiovisuales varias en proceso, su líder demuestra que es posible desmarcarse, reinventarse y liberarse. Y por cierto, bonita portada.
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