30 noviembre 2011

CONCIERTOS

THE SISTERS OF MERCY. Madrid. La Riviera. 27-11-2011.

Karaoke Of Mercy.

Una crónica especial y personal por cortesía de Ángel Velasco.

Al que suscribe, que es un enamorado de la música en general, y de los sonidos densos y semi-angustiosos propios del gótico primigenio en particular, e incapaz de resistirse a un bajo alternante que pega sin contemplaciones mientras el resto de la banda intenta seguirle los pasos, pues ver a Sisters Of Mercy se le presentaba a priori como necesidad vital, máxime teniendo en cuenta que siempre ha sido uno de mis grupos de referencia y que jamás los había vivido en directo. Por ello, cuando me entero que vienen de gira por España celebrando su 30 aniversario me digo a mí mismo: “Ángel, ahora o nunca, ya dejaste escapar este verano a los Judas Priest no hagas lo mismo con estos, o te arrepentirás”. Dicho y hecho, me pillo la entrada y para Madrid que salgo zumbando. Por supuesto sólo, y no por nada, sino porque al final va a resultar que en esto de la música soy un bicho raro y a nadie de los míos les resultan atractivas estas bandas, ya me pasó lo mismo en octubre con Within Temptation… en fin, me consolaré con aquello de mejor solo que mal acompañado.

Y entramos en materia…, el día y hora señalada me persono en la sala, llego tarde y me pierdo a los teloneros, por lo tanto de ellos no comento nada por desconocimiento. Lo primero que me llama la atención es la gente, no sabría calcular cuantos éramos, pero una definición ajustada podría ser la de grupo medianamente numeroso, tirando a bajo, o lo que es lo mismo, que ni puta idea. Eso sí, como se dice en el ambiente se observaba cierta “marea negra”, y por supuesto mucha camiseta del grupo y de algún otro similar (por supuesto las había de Joy Division y de The Mission). Chicas encorsetadas sólo vi una, en ese aspecto abundaba más el tejano. También me llamó la atención que yo, a mis cuarenta y bastantes, no era el más anciano de la sala.

Después decido buscar una buena ubicación, me acerco al escenario y lo primero que me llama la atención es QUE NO HAY BATERÍA…???, empiezo a temerme lo peor pero quiero pensar en positivo y me digo, jó, ahora la bajarán del techo con alguna especie de plataforma hidráulica o saldrá del suelo por un ascensor mientras salen fuegos infernales tipo Rammstein… en fin, me dije, esperaremos… que emoción, esto promete!.

Comienza el espectáculo… comienza a salir humo del escenario, entre la neblina generada se empiezan a ver figuras humanas… uno, dos, tres y … y… y… y ya está, eran tres. Dos guitarras y el cantante, no había nadie más. Esto lo voy a volver a escribir por si alguien no lo ha entendido bien: ERAN TRES (3), y no salió ninguna batería del cielo… pero se oía una, eso sí. Como también se oía un bajo y en algunos temas arreglos de órgano… TODO GRABADO!!. Era un karaoke, señores, en el que uno cantaba y dos tocaban la guitarra. Miren ustedes, yo no suelo ir a muchos conciertos, la verdad, pero esto a mi no me parece muy normal. Yo puedo comprender que una banda utilice algún efecto pregrabado para comenzar o adornar algún tema, lo puedo entender, pero ¿llevar la batería, el bajo y el teclado pregrabado es normal?... a mí desde luego no me lo parece. Me sentí molesto y muy muy decepcionado, mucho.

Sé que desde hace tiempo la banda sustituyó la batería estándar por dispositivos electrónicos tipo secuenciadores y cajas de ritmos, incluso recuerdo que los utilizaron para grabar sus últimos discos. Desconozco como se presentan en directo, ya he manifestado que no los he visto nunca. Con ello quiero decir que es posible que sea tradición en la banda actuar en directo utilizando uno de esos prodigios tecnológicos, bajo esa premisa podría plantearse la pregunta de si es “perdonable” por ser lo acostumbrado, respuesta que necesariamente ha de ser negativa ya que en el mismo pack digital se incluían los teclados y sobre todo el bajo, y por ahí ya no paso.

Añadir que el concierto así planteado ya no me interesaba en demasía, la verdad. Sólo voy a destacar algo positivo que sí me agradó, y es la reinterpretación de los temas, sonaban bastante diferentes a los discos, mucho más guitarreros y rockeros y eso se agradece, aunque también es normal. Después de no grabar en mogollón de años y estar girando desde entonces tocando siempre lo mismo, sólo faltaba que encima lo interpretaran de la misma manera, pa cortarse las venas vamos. En ese sentido me encantó especialmente la versión del tema “This Corrosion”. Y poco más que contar. Se hicieron tres bises, previsibles claro está porque hasta que no sonara Lucretia y el Templo estaba claro que aquello no terminaba, y efectivamente así fue. El último bis arrancó con “Lucretia My Reflection”, seguida de “Vision Thing” y la cosa terminó con “Temple Of Love”. Como habréis podido intuir, sin un bajo real en el escenario la versión de “Lucretia My Reflection” sonó bastante desangelada.

Ah, otra cosa… el humo que salía del escenario fue constante, es algo normal en la escenografía del grupo, pero es que llegó un momento que desde mi ubicación apenas se distinguía la puerta de los servicios… había demasiado y resultaba molesto. Supongo que lo que se pretendía era precisamente eso, que el escenario no se viera tan desierto y vacío de gente, técnicas de camuflaje, supongo. De hecho cualquier músico que se echara dos pasos para atrás, sin foco que le “enchufara”, quedaba oculto.

En fin… ya no escribo más porque no merece la pena. Yo nunca he visto nada parecido ni espero repetir la experiencia. Ahora os dejo, voy a redactar una carta de queja a la productora para pedirles que me devuelvan la mitad de la entrada, al fin y al cabo sólo me ofrecieron la mitad de los músicos…

Angelito.


27 noviembre 2011

CONCIERTOS

FLEET FOXES + VETIVER. Madrid. La Riviera. 25-11-2011.

Que a una banda de una pureza tan angelical como Fleet Foxes se la utilice como mera mercadería es algo de muy mal gusto. Sí, sin duda eran lo más atractivo dentro del cartel del Primavera Club de este año, pero lo de tener que pagar una entrada aparte para su concierto se convierte en la enésima cicatería de sus inventores, usura de guante blanco. ¿Es que no nos roban, sangran y humillan ya bastante los que mandan?. El problema es que parte de la culpa también es nuestra: nos dejamos engañar como inocentes, saben que la música es nuestro escape y de ello se aprovechan. Pero yo solo me dejo engañar a medias y decido que únicamente voy a darles una parte. Por algo se empieza.

Y al final no importa lo que das, siempre es más lo que recibes. Se confirma la teoría de hace seis meses: Fleet Foxes son el último enigma sin resolver del siglo XXI. Si escuchas a Simon & Garfunkel y Crosby, Stills & Nash es que eres un carca y un rancio. Pero si oyes a Fleet Foxes eres superguay. Ni Iker Jiménez podría explicar que La Riviera se llene hasta la bandera de gente a la última para ver a unos antihéroes peludos y anacrónicos que no hacen música hedonista sino reflexiva. Muy turbador resulta que las veinteañeras se vuelvan locas y griten al verlos como si fueran los Backstreet Boys. El mundo se ha descolocado, los goznes se han roto y esto es un sin Dios. Pero ahí estamos, los unos y los otros, con motivaciones diferentes, viendo a estos benditos muchachos que saben lo que se traen entre manos. Saben hacer música, vestirla, transmitirla, y lo más importante: saben llegar a lo más hondo del corazón, al menos del mío. Canciones como “The Plains/Bitter Dancer” (menuda apertura, mamma mia), “Sim Sala Bim”, “Grown Ocean” o “Blue Ridge Mountains” son capaces de lograr algo inédito desde hace años: reblandecer el callo, exhumar sentimientos, liberar lágrimas silenciosas. Porque la música de estos tipos es algo conmovedor, sencillo pero trascendente. Es música regeneradora, mágica, es un cuento de hadas, es un viaje entre amigos, es el agua cuando tienes sed y el pan cuando tienes hambre, un fuego cuando tienes frío y un abrazo cuando estás solo. Es la mejor compañía para las orejas allá donde estés o a dondequiera que vayas.

Las armonías cristalinas de Pecknold, Wargo y Tillman te mecen solas, llevándote de la mano por el camino de los archiescuchados y requetesabidos “Fleet Foxes” (2008), “Sun Giant EP” (2008) y “Helplessness Blues” (2011). Impagable el duro trabajo en la sombra de Skjelset y Wescott. Y el ducho arte del adorno del exótico, extraño y con pinta de vagabundo Henderson. Y hablando de Pecknold, qué forma de puntear y arpegiar, de crear deliciosas miniaturas sonoras. Y hablando de Tillman (que no es un zorro sin más, pronto tendrá su lugar propio detrás de las cortinas), queda nombrado baterista más elegante del mundo con permiso de John Convertino. Si añadimos la luz justa y unas proyecciones humildes, tenemos el pastel completo. Hincarle el diente, saborearlo y deshacerse de gusto es todo uno.

Si algo puede achacarse a los de Seattle es que no se desvíen un milímetro del guión; aunque con un repertorio tan colosal quizá tampoco lo necesiten. Es la filosofía del buen hacer, del trabajo artesanal, sin poses, charlatanería, tracas ni películas. Un breve conato de improvisación free jazz para introducir “Blue Ridge Mountains” y al final de “The Shrine/An Argument”, y nada más. Se echa de menos "Montezuma" y también la calurosa y siempre olvidada "Quiet Houses", pero “Mykonos”, “English House”, “Battery Kinzie”, “Bedouin Dress”, “Your Protector”, “White Winter Hymnal”, “Ragged Wood”, “He Doesn´t Know Why”, "Lorelai", "Blue Spotted Tail", "Sun Rises" y “Helplessness Blues” vuelan alto con alas prefabricadas; unas alas tan fuertes y seguras que despeinan con su batir hasta al más calvo.

¿Y de Vetiver qué?. Borrados por los zorros de un plumazo. El proyecto de Andy Cabic ha mutado sutilmente de aderezo musical para merienda campestre hacia un clon de Yo La Tengo bastante descafeinado. Venían con un nuevo y decente “The Errant Charm” (2011) bajo el brazo, pero no se les esperaba tan metidos en sus nuevos movimientos pop. Conectaron en muy, muy pocos momentos, aunque dejaron al aire su gustosa querencia por las versiones, clavando una “Streets of Your Town” merecedora del OK de Robert Forster y el difunto Grant McLennan. Pero claro, contra unos compañeros de cartel tan beautiful hasta el más hacendoso pierde.



21 noviembre 2011

REPORTAJES

R.E.M.: EL FINAL INSOSPECHADO

Despedida con honores.

La noticia de la separación de R.E.M. ha sido uno de los tragos musicales más amargos de los últimos meses, junto a las dudas sobre la continuidad de Sonic Youth. Si las bandas serias y honestas hacen las maletas, el mundo se queda cojo. Ahora sí que hay crisis, mire usted. Que un grupo como R.E.M. anuncie su retirada duele. Y precisamente en un momento fulgurante, justo después de publicar sus dos mejores discos en años: “Accelerate” (2008) y “Collapse Into Now” (2011). Aunque como decían los compañeros de Hipersónica, quizá sea mejor dejar un bonito cadáver.

Los de Athens no solo son un capricho personal, sino un activo seguro para la escena musical desde hace 30 años, un santo y seña para viejos y aprendices, un ejemplo de profesionalidad, compromiso, constancia y buenas formas. Sus razones tienen y son más que respetables, ya se trate de ampliar horizontes o ganarse un respiro merecido. Al menos hay que agradecer que el sueño haya sido tan prolífico y duradero. R.E.M. nos dejan un legado envidiable, una colección de mitos vivos, un puñado de recuerdos imborrables en forma de canciones y discos que acompañaron toda una media-vida, en sus mejores y peores momentos. Ni pop-rock, ni folk-rock, ni punk-rock, ni siquiera rock a secas: Michael Stipe, Peter Buck y Mike Mills (y Bill Berry hasta el 97) han sido siempre inclasificables, solo definibles como músicos pluscuamperfectos. Esos recuerdos se recomponen por inercia nuevamente, animando a echar la vista atrás y repasar lo más granado de su triunfante carrera. Y así quedan rescatados cinco álbumes para enmarcar:

MURMUR” (1983): En 1980 cuatro universitarios de Athens (Georgia, EE.UU.) deciden emprender aventura y tres años más tarde debutan en serio con un largo alucinante. Un disco de una solidez exquisita, abanderado por una “Radio Free Europe” que se convertiría en faro guía del nuevo rock alternativo americano. En “Murmur” la banda expone sus esquemas al desnudo, muestra sus cartas boca arriba: este es nuestro sonido y nadie logrará parecerse a nosotros. En efecto. “Talk About The Passion” y “Perfect Circle” se cuentan ya como grandes clásicos de una discografía sin mácula. Pero este álbum también recoge otras joyas ocultas como “Pilgrimage”, “Catapult”, “9-9” o “We Walk”.

GREEN” (1988): Tras varios trabajos algo difusos, R.E.M. centran el tiro en este espectacular “Green”, dando el pistoletazo de salida a su periplo más glorioso y de más impacto comercial. Este es un disco pleno, contundente, sin ningún minuto de desecho. Canciones como “Pop Song 89”, “Orange Crush” o “Turn You Inside-Out” se muestran recias e incontestables, mientras que “You Are The Everything”, “The Wrong Child” o “Hairshirt” enamoran con sus dulces ukeleles. Ni sobra ni falta de nada; quizá solo se eche de menos un buen título para el tema que le da cierre magistral.

OUT OF TIME” (1991): El gran boom comercial se produce con este disco, y “Losing My Religion” se eleva al altar como cordero de Dios. Sin embargo, no es un disco de una pieza; más bien un muestrario que intercala canciones sublimes y experimentos ligeros. El esplendor luminoso de “Near Wild Heaven”, “Shiny Happy People” o “Me In Honey” contrasta con la oscuridad de “Low” o “Country Feedback”. Por su parte, las magníficas “Radio Song” y “Texarcana” muestran las dos puntas del abanico de sonidos abarcable por una banda ya férreamente consolidada.

AUTOMATIC FOR THE PEOPLE” (1992): Tras el ingente éxito de su antecesor, el reto era enorme. Y sin embargo, Stipe y los suyos no se arredran y alumbran otro disco dignísimo, lleno de bellas canciones, algo más sereno y sombrío, y mucho más adornado. De hecho, se atreven a poner pequeños arreglos de orquesta, nada ostentosos, en canciones como “Drive”, “Everybody Hurts” o “The Sidewinder Sleeps Tonite”. La general palidez del álbum lo hace quizá el más difícil hasta la fecha, con las excepciones que representan una nostálgica “Man on the Moon” convertida en todo un himno, o ese bombazo febril llamado “Ignoreland”.

MONSTER” (1994): Y después de la calma, llega la tormenta. Este álbum supone un salto al vacío, variando radicalmente la tendencia. El resultado es un ruidoso monstruito con guiños a la memoria de los caídos (Kurt Cobain, River Phoenix...). Muestra a unos R.E.M. explosivos, contundentes y aventureros, aliados con el reverb y la electricidad. “What´s the Frequency, Kenneth” fue el tema estrella, pero hay otros que se distinguen por su fogosidad plutónica, como “Crush With Eyeliner”, “Star 69” o “Circus Envy”. Entre tanto masma también hay sitio para las melodías, “I Don´t Sleep, I Dream” o “Strange Currencies” lo atestiguan. Una patada rabiosa, un disco brutal e injustamente maltratado por sectores críticos radicales.

Esta es parte de la historia de una gran banda. De esas que ya no existen. De las que ya no se llevan. Sin embargo ellos siempre estuvieron de moda, siempre fueron bienqueridos. El mismo cuento de tantas ocasiones: ahora se anuncia un recopilatorio de despedida de todo punto innecesario. El libro maestro de R.E.M. ya está escrito, mil veces leído y hasta subrayado. Adiós es un hasta luego. Porque estas canciones seguirán en la cabeza por muchos años más: la otra media-vida que nos queda.



18 noviembre 2011

DISCOS

WILCO. The Whole Love.

En busca de la gran canción.

Jeff Tweedy está fértil. Y por ende, Wilco no dejan de rodar. Cada dos añitos, puntuales como el transiberiano. Aquí llega “The Whole Love” (2011), lleno de esperanzas aunque los anteriores no fueran bien tratados por la exigente crítica. Da igual que saquen un álbum mediocre; la fe en ellos se resiste a morir. Y bien es cierto que de ellos hace tiempo que no esperamos un gran disco, sino la gran canción dentro de su nuevo disco. Como “Imposible Germany” en “Sky Blue Sky” (2007) o “Bull Black Nova” en “Wilco” (2009). ¿Y cuál podría ser la elegida en este trabajo?. Aquí está más difícil. Está claro que “Art of Almost” queda descartada; su intento por emular a Radiohead resulta bastante desconcertante. También queda fuera de juego “One Sunday Morning (Song for Jane Smiley´s Boyfriend)”, pues sus más de doce minutos no hay cuerpo que los resista sin doblar rodilla. “Black Moon” y “Rising Red Lung” asoman como humildes candidatas sin ser el tipo de canción que se lleva el gato al agua; dos preciosas baladas folk de tempo mínimo e intimidad reconfortante. “I Might” y “Dawned on Me” presentan un currículum intachable; enérgicas, pegadizas, perfectas para un directo interactivo. La amable “Whole Love” se posiciona con ventaja tras tres o cuatro escuchas, aunque es “Standing O” la que más ruido hace, la que resucita del sueño, todo un peso pesado. Y sin embargo… ¿y sin embargo?. Quizá “The Whole Love” no sea disco de una gran canción sino de muchas canciones aceptables. Sí, sabe a más de lo mismo, pero Wilco siempre tienen buen sabor.

14 noviembre 2011

RETROSPECTIVAS

NICK GARRIE. The Nightmare of J.B. Stanislas.

Joyas de los 60.

Tras las sesiones de clásicos por décadas del pasado, es hora de desacotar. A partir de ahora las retrospectivas no tendrán regla ni método. La resurrección comienza de nuevo en los 60, con uno de esos discos que muchos llaman “de culto” o que otros llaman “malditos”. La historia de Nick Garrie es la triste historia del trovador que recorre las calles del reino sin que nadie realmente lo escuche. “The Nightmare of J.B. Stanislas” (69) reunía las hechuras más pulidas y apasionadas del pop, la fórmula del crooner acompañado de una gran orquesta. Algo muy apropiado para los ingleses, pero es que los ingleses apenas se enteraron. Fueron los franceses los que tuvieron la suerte de acogerlo, descubrir sus bondades y guardarlas a buen recaudo hasta muchos años después. ¿Y qué hubiera pasado si Nick Garrie hubiera nacido y grabado en América?. Quizá hubiera tenido más suerte. La suerte de un Scott Walker al que, bajo un punto de vista muy personal, nada tenía que envidiar.

El caso es que este disco apenas gozó de eco en sus orígenes. Un proyecto ambicioso que cayó en agua de borrajas por un revés del destino (el suicidio de su valedor Lucien Morisse), dejando a su autor (un jovencito ambicioso e impresionable por aquel entonces) sumido en la más honda decepción. Por suerte el tiempo le hace justicia, y ahora se cuenta como lo que es, una auténtica obra maestra, reeditada con todos los honores en 2005 y después en 2010. El álbum está colmado de sencillas pero exuberantes composiciones, con exquisitos arreglos y una lírica conmovedora. Canciones como “The Nightmare of J.B. Stanislas”, “Bungles Tours”, “Ink Pot Eyes”, “Little Bird” o “Evening” demuestran el ingente poder de Garrie para escribir e interpretar, y nos regalan esa preciosa voz, transparente y cálida, que nos susurra sobre sueños y amores difíciles en clave surrealista.

Muchos opinan que más vale tarde que nunca. La extraña y dilatada progresión de este hombre hace bueno el dicho, pues han tenido que pasar cuarenta años entre su primer trabajo y el segundo. “49 Arlington Gardens” (2008) es el último grito de un alma en busca del pan negado. Una particular lección de vida: siempre hay una oportunidad para sacarse las espinas. Y nunca es tarde si la dicha es buena. La suya y también la nuestra.


08 noviembre 2011

DESCUBRIENDO A...

CONNAN MOCKASIN

Qué alivio escuchar de vez en cuando algo diferente, algo que de tan inverosímil te hace cuestionarte la consciencia, algo como lo que se dedica a construir este neozelandés insistentemente comparado con el gran Syd Barrett. Connan Mockasin es de esos músicos marcianiles a los que jamás te imaginas con camiseta y vaqueros, sino acicalado con atuendos siderales, bajando de una nave nodriza al más puro estilo George Clinton. Su música es brumosa, ingrávida, desconcertante, adornada por ese punto andrógino que sugieren las voces digitalizadas. Ocurre lo mismo con los franceses Air, ¿de quién es esta voz?, ¿quién canta?, ¿es ella?, ¿es él?, ¿es un extraterrestre?. Y de hecho algunos temas se aproximan a las creaciones del dúo Dunckel-Godin, paralelismo que en el caso de “It´s Choade My Dear” y “Faking Jazz Together” resulta más que evidente. También existe una ligera conexión con los experimentos del inigualable Bertrand Burgalat, otro galo sin fronteras. “Please Turn Me Into The Snat” (2010) es el último disco de esta rara avis, su salto de calidad. Para aportar continuidad, en este 2011 se reedita bajo el nombre de “Forever Dolphin Love”, adoptando el título de su canción más famosa (y harto pegadiza), con el añadido de una colección de versiones en directo.



05 noviembre 2011

DISCOS

BLITZEN TRAPPER. American Goldwing.

Tributo a los maestros.

El año pasado Blitzen Trapper se destapaban con su mejor disco hasta entonces: “Destroyer of the Void” (2010) los mostraba como una banda en la cúspide de su carrera, justo en el estadio anterior a la respetable madurez. Sin tiempo para asimilar del todo aquella obra, con el esplendor de aquellas “Below The Hurricane”, “Evening Star” o “The Man Who Would Speak True” todavía vivo en el paladar, llega su nueva entrega. “American Goldwing” (2011) deja abierto el interrogante en su estreno; ni es tan variopinto ni goza de episodios tan memorables como el anterior. Sin embargo, es un álbum firme, cohesionado y con un amigable guiño a aquellas bandas que pintaron las marcas de la carretera en los 60-70. Hablo de The Band, Creedence Clearwater Revival o Lynyrd Skynyrd. Porque nadie podrá contradecir la certeza de que muchas de estas canciones suenan como si tuvieran arrugas y canas, con las almas (algunas vivas, otras no) de John Fogerty, Robbie Robertson, Levon Helm o Ronnie Van Zant sobrevolando el círculo de fuego en un aquelarre de country-blues-rock. Los momentos más ancestrales llegan con “Fletcher”, “My Home Town” y “American Goldwing”, los más briosos con “Your Crying Eye” y “Street Fighting Sun” y los más emotivos con “Love The Way You Walk Away”, “Girl In a Coat” y “Taking It Easy Too Long”. Un disco que no estará entre los mejores del año, pero sí entre los más agradecidos con el pasado. Si Wilco pueden, ¿por qué ellos no?.



03 noviembre 2011

DISCOS

BEIRUT. The Rip Tide.

Balcanes lejanos.

Zach Condon asombró a propios y extraños en los albores de su proyecto Beirut, con dos discos que bañaron los oídos curiosos de aires remotos y trazas de folclore olvidado. “Gulag Orkestar” (2006) y “The Flying Club Cup” (2007) se empapaban de sonidos fronterizos y gitanos en un esfuerzo hermanador inigualable. Había nacido una estrella, un peregrino que en su ansia exploradora había descubierto el lado más puro y simple de las cosas. Tras un EP bastante aséptico (“March of The Zapotec/Holland”) y un par de años de terapia revitalizadora, el joven músico regresa con este “The Rip Tide” (2011), una continuación parca en temas, menos conmovedora, muy alejada de aquella originalidad. En este álbum Condon se despide de sus amigos los zíngaros, posicionándose en un estrato creativo paralelo al de Stuart Murdoch, por poner un ejemplo. Esto es pop, técnicamente intachable aunque espiritualmente raso. La efectiva y pegadiza “Santa Fe” salva parcialmente los muebles a golpe de casiotone, mientras “Port of Call”, “The Peacock” o “The Rip Tide” parecen querer ondear de nuevo el bellísimo manto tejido en el pasado. Pero ni siquiera esos momentos, modestamente brillantes, aguantan por sí solos el peso de la renuncia. Condon ha dejado de ser diferente para sumergirse en la trivial generalidad.



01 noviembre 2011

DESCUBRIENDO A...

LUKE TEMPLE/HERE WE GO MAGIC

Corren tiempos extraños. Tiempos de asueto necesario, merecido y espontáneo. Las cortinas estaban cerradas pero la música seguía sonando dentro. Muy dosificada, bien seleccionada. Stop al ritmo que marca este mundo. Stop, stop. Entre cuestiones y rebeliones aparece un sujeto llamado Luke Temple, nacido en Manchester, pero el de Massachussets. Vuelta a la luz, renovada conexión aire-pulmones. A la vista de su primer y tercer disco como solista, podría ser otro nombre más que añadir a la caterva de veneradísimos, los Ward, Jurado, Ritter, González, Perkins, etcétera. Pero no hay que caer en el engaño: las propiedades de este tipo se expanden más allá de los confines del folk. Versátil hasta las trancas, con licencia para montar la gorda a golpe vodevilesco, experimentar texturas o sellar con cloroformo las grietas de cada pared. Y con una voz adaptable a cada estilo, volteada sutilmente para parecer un cantante de country con botas de espuelas, un vocalista soul con solapas de terciopelo o un castrati con pololos y babuchas.

Hold A Match for A Gasoline World” (2005) y el reciente “Don´t Act Like You Don´t Care” (2011) son sus dos títulos más cercanos a la música de raíz: folk, country, jazz y arrebatos de big band. Entre ambos se cuela el exótico, bizarro y radicalmente opuesto “Snowbeast” (2007), plagado de riesgo, barroquismo y lírica. Aparte de sus álbumes en solitario, Temple apadrina un proyecto colectivo para desarrollar con más fuerza su inclinación más moderna, experimental y a ratos bailable: Here We Go Magic es un poco de Grandaddy, un poco de The Flaming Lips y un poco de The Beach Boys. Las canciones del nada desdeñable “Pigeons” (2011) se mueven entre estos nombres sin perder de vista la psicodelia y el pop de los 80. Nada que ver con el sugerente aroma clásico de “Someone, Somewhere”, “More Than Muscle”, “Get Deep, Get Close”, “Ophelia” o “In The Open”, temas superlativos que agarran con extrema facilidad, como un chicle que nunca pierde su sabor.